Capítulo 26
1592palabras
2023-04-12 06:16
Las lágrimas me empezaron a salir cuando me situaba en una urbanización poco conocida, era obvio que Darwin me acababa de correr de su casa. Y todo fue mi culpa, a causa de mi orgullo herido reaccioné negativamente, y lo hice sentir mal… o quizá le daba igual.
-‘‘Quisiera saber lo que dicen sus pensamientos, de modo que es un hombre misterioso, tiene una buena vida, pero su casa me transmite soledad. Aunque yo no debería prestarle atención a sus expresiones, mi meta está en conseguir a la pequeña. Y para ello debo ser amable con él’’…
Muy difícil para mí, cada vez que lo veía sentía odio hacia él, al deducir que pudo ser el secuestrador de mi pequeña la envidia me mataba; le decoró un cuarto hermoso y me daba egoísmo al recordar que tuve que devolverle la foto, esa donde parecía exactamente igual a la que mis tíos tomaron con su cámara instantánea.
Me pasé los dedos por los ojos para secar mis lágrimas. No debía irme. Estaba en frente de la principal evidencia y debía luchar para conseguirla, aunque yo fuese una mala actriz tenía que doblegar mi actitud y demostrar interés por entender matemáticas y amabilidad ante mi profesor.
Después de tomar mi decisión de seguir adelante solo debía encontrar una manera de hacer que Darwin me abriera la puerta para entrar. Rogando que él no estuviese tan molesto contigo, me acerqué para tocar de nuevo el timbre.
Luego de varios minutos de insistencia por fin se asomó.
-¡¿Qué quieres?! – ¡¿Se te olvidó el camino de regreso para tomar el auto bus?! –Preguntó con arrogancia.
-Es que… discúlpame –Tuve que agachar la cabeza, pedir perdón sin sentirlo. No había ninguna razón. Todo lo que le había dicho antes, él se lo merecía. Cuando observé que se acercó hacia el frente donde yo me encontraba para escucharme, continué – Si quiero aprender matemáticas, reprobé el año pasado y no quiero raspar este. Se me hace difícil, de igual modo debo intentarlo, necesito que tú me ayudes –dije con melancolía.
Él cambió la expresión en su rostro por una más agradable, introdujo la llave en la cerradura y con su brazo señaló el camino hacia adentro.
-Pasa, preparé un aula para ti.
No entendí su cometario hasta que entramos a una habitación del primer piso, en esta poseían sillas, mesas y un gran pizarrón en la pared.
-Que cómoda –dije al observar que se asemejaba a un pequeño salón de clase.
-La vez pasada te expliqué los ejercicios cerca del balcón, la mesa era muy pequeña y había mucho calor, de esta manera aprenderás más rápido –dijo señalando a su alrededor.
-¿Yo soy la única alumna? Deberías invitar a más estudiantes. Así podrías ganar algo de dinero.
-Tu ni siquiera me estas pagando –dijo mientras sonreía.
-No me has dicho cuánto es –dije con extrañeza.
-Te mencioné que no acostumbro a dar clases particulares –expresó acercándose a la silla donde yo me había sentado –dije que haría esa excepción contigo.
-¿Y por qué? -Pregunté sin esperar una respuesta explícita.
-Me caes bien –Me dijo con una sonrisa, veo tu interés. Además eres muy bonita –Se acercó a mi rostro y me jaló la mejilla mientras me picaba el ojo.
Lo vi alejarse, tomar un marcador para escribir en el pizarrón cuando mis nervios dilataban en desaparecer.
-‘‘Le gusto, realmente le gusto’’ –me dije mentalmente, mientras analizaba que era una buena oportunidad de seguirle la simpatía y lograr mi cometido.
Me sentí relajada e intenté prestar mucha atención a las explicaciones del profesor y mi mente se abrió para recibir ese nuevo conocimiento. En mi cuaderno trataba de resolver los ejercicios, paso por paso, tal como él lo explicó. Parecían fáciles y ya me sentía preparada para sacar la nota más alta en la siguiente evaluación.
-La vez pasada quedé en que te mostraría fotos de mi hija. Vengo ahorita, voy arriba para buscar la laptop.
-De acuerdo –le dije y cerré mi cuaderno.
Salí del salón y me dirigí apresuradamente hacia la puerta blanca, la abrí, encendí la luz y me encontré con el cuarto de la hija de Darwin. -Qué raro ¿aún seguirá de viaje? ¿O será que no vive con él? –Me preguntaba y a mi mente llegó el recuerdo del día que estaba espiándolo, había escuchado el llanto de una bebe cuando la mujer salió a recibirme.
Me acerqué a la cuna, revisé la almohadita y sacudí la sábana con el objetivo de encontrarme con un cabello, pero en ese momento no sucedió. Dirigí mis pasos a la peinadora y registré todo lo que alcancé a visualizar. Abrí la gaveta y metí la mano, de inmediato un cabellito se enredó en mi dedo proveniente de un pequeño ganchito. Tomé el objeto, apagué la luz, tranqué la puerta y me dirigí apresuradamente a un baño al escuchar unos pasos.
Respiraba profundo para relajar el pulso, no podía dejar que él descubriera que estaba espiando el cuarto de la niña. El pensar eso me hizo subir mi tención. Pero ya podía tranquilizarme.
Observé el pequeño ganchito que contenía en la palma de mi mano, el cabellito era muy pequeño y finito, pero debía servir. –‘‘Ojalá funcione para la prueba de ADN’’ –Debía tratarlo con delicadeza, tomé papel higiénico del rollo ubicado al lado del lavamanos y lo use para envolverlo. Por suerte poseía el bolso pequeño cruzado en el hombro, lo abrí, saqué unas cosas del bolsillo, y lo introduje con cuidado.
-¡Nathalia!
Al escuchar mi nombre de la voz de Darwin, me apresuré a meter el maquillaje dentro de la cartera y salí.
-Estaba en el baño –dije con una sonrisa.
-Mira –Me hizo señas y me acerqué al escritorio.
Presionó con el dedo índice una carpeta en la pantalla de la laptop y amplió una fotografía. Mis pupilas se congelaron mirándola fijamente; sentí que mi cuerpo se espeluscó al recordar que había asumido que la hija de Darwin era la mía. –‘‘¿Y si me equivoqué?’’.
-No se parece a… la de la fotografía de tu billetera.
-Porque en esa estaba recién nacida, mira ya va para un año.
-Sí, me doy cuenta de eso –dije con la voz apagada, era doloroso ver esa fotos- ¿¡Ya camina!? –Pregunté al ver que pasando su galería observé una donde estaba de pie.
-Aun no, ella solo da pasitos aguantándose –me dijo con los labios abiertos mostrando los dientes de la alegría-. Pronto la veré corriendo.
-¿Y dónde está ahora? ¿Sigue de viaje? –Pregunté apartando la mirada de la pantalla. No pudiera darle explicaciones si me hubiera visto con las pupilas empañadas.
-Sí, en estos días viene, la vas a conocer.
Me levanté de la silla y salí de la habitación hacia la sala principal.
-¿Que tienes?
Esa pregunta me impresionó. No debía enterarse de que me pasaba algo, aunque en ese momento tenía ganas de rebelarle la verdad. Pero si el resultado de la prueba sería positivo, él jamás me entregaría la bebé. Por ello aún debía ser un secreto.
-Nada, solo debo irme –Fingí una cara de alegría para ocultar la tristeza que estaba sintiendo.
-Claro, ven que te voy a dar algo.
Seguí sus pasos hasta la cocina, él sacó un helado del refrigerador y me lo entregó. -Para el calor –expresó sonriendo.
-Gracias –dije con una cara de extrañeza por el trato amable que él estaba teniendo conmigo.
-Cuando quieras puedes venir para seguirte explicando los ejercicios.
-Y ¿cuánto tengo que pagarte por hora? –Le pregunté.
-Nada, solo te estoy ayudando.
-Tienes que cobrar, aunque sea por la molestia.
-¿Crees que soy un hombre que esté necesitado de dinero? –Me preguntó y miré a mí alrededor. La tremenda casa indicaba que probablemente su respuesta sería negativa.
-Quizá no.
-Para mí no es un trabajo ayudarte, lo hago para que seas una muchacha inteligente.
-Porque para ti no lo soy –dije de manera sarcástica.
-Sí, un poquito, y muy linda, aunque enojona -dijo con una sonrisa acercándose a mí-. Me gusta pasar tiempo contigo –Tocó mi cabello y me lo colocó detrás de la oreja mientras me miraba fijamente a los ojos.
-¡¿Estás coqueteando conmigo?! ¡Después dices que yo soy la acosadora!
-Discúlpame por haberte dicho eso. Después fue que me encariñé contigo.
-Ah, ¿¡te estás encariñando conmigo?! Pues yo no acepto tu cariño. Soy una alumna y tú un profesor, entre los dos no debería existir ni siquiera una amistad. Vengo a aprender matemáticas así que no confundas las cosas, además eres un hombre casado –expresé con ira.
-¿Y que te estoy haciendo yo? Jamás te he insinuado nada. Solo estoy siendo amable contigo, es todo –Me dijo enojado.
-¡Pues, no acepto tu amabilidad! –Coloqué el helado sobre la mesa y salí hacia el jardín. – ¿Está cerrado? –Pregunté.
-¡Exageras Nathalia! No entiendo lo que te sucede, te he dado mi confianza, estoy tratando de ayudarte y ¡piensas que te estoy acosando!
-Darwin, ábreme la puerta –dije sin mirarle su rostro iracundo.
-Profesor Darwin para ti. Por la falta de respeto que estas teniendo conmigo, ya no deberías venir a pedirme ayuda. –Me abrió la puerta y salí corriendo mientras el viento arrastraba las lágrimas que salían de mi rostro.
-No puedo, no puedo ser amable con él, no puedo fingir cara de contento cuando en realidad, siento un gran odio hacia él… Pero ya no lo necesito, tengo la evidencia del cabello de la nena, solo necesito el resultado positivo de la prueba de ADN para entrar en acción y arrebatarle a mi hija.