Capítulo 5
1221palabras
2023-03-22 03:24
Con el entusiasmo por debajo del piso llegué a la escuela el primer día de clase, tenía un uniforme de etiqueta y dinero en mi bolsillo, pero odiaba entrar de nuevo a ese lugar que me divirtió tanto y también produjo que destruyera mi vida gracias a mis malas compañías. Aquello lo llamé: ‘‘mi vida pasada’’. Por el momento intentaría ser otra. Desde que salí de la prisión me comporté de manera distinta, a excepción de la rabieta que armé por la pérdida de mi hija, la noche loca en la disco y el inconveniente con el hombre en el hotel. El saber que mi pequeña podría estar viva me dio fuerzas para seguir adelante. Quizá algún día llegaría a encontrarla.
-¡Oh no! –Exclamé al ver a un grupo de muchachos en frente de mí.
Evadí las áreas verdes y el área de recreación de la escuela y entré por la puerta principal sin ser vista. Eran ellos. Mis antiguas amistades. Me avergonzaba volver a verlos, todos sabían por lo que pasé, fue por culpa de mis tíos estrictos y de haber salido embarazada antes de cumplir la mayoría de edad. Lo vieron como un crimen que consumiera en ese estado, aunque esa idea solo estaba en la cabeza de Carlota y Bryan y quizá de los médicos. Para mí no fue así, había estado consiente de que intenté cuidarme.
Entré al salón de clases correspondiente y me quedé parada frente a la puerta visualizando a mí alrededor. Habían varios alumnos, como lo predije, menores de edad que yo, lo noté al instante. Unos sentados en sus puestos, otros parados, hablando, riendo, chateando por celular y viendo videos. Varias músicas opacaban el sonido de las conversaciones cuando di pasos hacia el interior del aula. – ¿Dónde me ubico? –Pregunté hacia mi interior. Visualicé un puesto solitario al fondo; frené mi paso cuando intenté llegar hasta allá. -Tengo que alejarme del grupito de malas conductas si deseo mejorar mi reputación. Carlota me prometió que me cambiaría a mitad de año a una mejor escuela, la matrícula de aquella es un poco costosa. Pero es la preparatoria soñada por todos adolescentes de la ciudad.
Sin pensarlo más, recosté mi cuerpo en un puesto vacío. Colgué mi bolso en el espaldar de la silla, saqué mi cuaderno y mi lápiz. No sabía que materia vería ese día, pero a pesar de todo estaba cómoda, era mejor que permanecer en mi casa encerrada.
-¡Mira quien está en mi puesto! –Exclamó una adolescente cabellos lisos marrones hasta los hombros, su falda escolar apenas le cubría el trasero y su maquillaje era más exagerado que el mío.
-¿Que la mire? No la conozco, ¿es una chica nueva? –Preguntó otra, se sentó delante de mi puesto y se volteó hacia atrás mirándome con extrañeza. Tenía dos moños tejidos detrás de sus orejas, las clinejas llegaban hasta el área de su pecho.
-¡No me importa si es nueva o vieja! Quiero que se quite de aquí –Se dirigía a mí de manera indirecta.
No solo es de mala educación dirigirse a alguien dándole la espalda, sino que además me estaba gritando. Eso me hizo enojar.
-Pues, ¡que yo sepa en esta escuela nadie tiene puesto fijo! Cuando llegué no había ningún objeto que lo estuviera apartando y yo me senté primero.
-Para tu información, esta área es de las chicas populares, las inexistentes como tú se ubican en la parte de atrás –Me dijo mirando mi rostro con la vista penetrante como si me quisiera comer viva.
-Solo dale su puesto muchacha, mi amiga y yo siempre nos sentamos aquí.
Las miradas no me intimidaron, me levanté del puesto para demostrar que tengo un mejor carácter, la ira me hizo soltar la lengua.
-¡Te crees mejor que yo y ni siquiera me conoces! Te advierto que a mí no me estés hablando así, porque vas a saber quién soy.
-¡Chica nueva! ¡Aquí está un puesto libre! –Otra voz femenina me hizo voltear.
Respiré y contuve mi expresión. Quería golpear a la sifrina, jamás había dejado que nadie me tratara mal. Tuve que hacer un pequeño esfuerzo por controlarme, era mi primer día de clase y me prometí que tendría una buena conducta.
Al caminar hacia la mitad del aula, observé a la joven caritativa que quitaba un bolso de un puesto de al lado mientras me susurraba.
-Jamás pelees con Laura, es la sobrina de la directora y por eso nadie debe meterse con ella –Aconsejó.
-Mi mamá es amiga de la hermana de la directora, también tengo influencias. Y que sea ella quien se comporte, porque más adelante no me dejaré pisotear –expresé golpeando las palabras, me senté en el nuevo puesto y organicé mis cosas. Visualicé a mi compañera de al lado, su mirada a través de los lentes indicaba que no estaba de acuerdo con mi comentario. Así que intuí que debía ser más cortés.
-Por cierto mi nombre es Nathalia, ¿y el tuyo? –Me presenté.
-Soy Valeria. No te había visto antes. ¿Estudiabas en otra sección o eres nueva? –interrogó ella con curiosidad.
-No, es decir, me matricularon aquí desde que salí de primaria, pero perdí más de un año por enfermedad. Y ahora es que me estoy integrando.
-Ok, bien. Bienvenida a la clase –expresó ella con una sonrisa. Ser amable no era mi costumbre, así que con un poco de incomodidad tuve que fingir devolverle la expresión, como si me emocionara estar ahí. Mi mente solo juraba que los próximos meses pasaran lo más rápido posible.
-¡Adivinen quién nos va a dar matemáticas este año! ¡El profesor Darwin! –Exclamó con entusiasmo una muchacha entrando al salón.
-¿En serio? ¡Ahora ya se cual será mi materia favorita! –Expresó con voz romántica la sifrina.
-Es emocionante, pero yo ya lo sabía, está indicado en el horario de clases –dijo mi compañera Valeria.
-¿Y que tiene de interesante ese profesor? ¿Deja que los alumnos se copien? –Pregunté.
-No, no es por la materia. Es por… él. ¡Es muy guapo! Aunque no es mi tipo. Los mayores no me atraen.
-¿Se vuelven locas por un profesor? Ay no –Coloqué una cara de repulsión- Los profesores no son de mi agrado. Siempre están en contra de que avances, te raspan la materia. Y esos ganan poco dinero.
El ochenta por ciento de las muchachas se acercaron a la puerta para recibir al profesor como si fuese una estrella de cine.
Yo bajé la mirada para guardar mi celular y sacar el cuaderno de matemáticas. Mi oído indirectamente puso atención a los comentarios.
-Buenos días –Se escuchó una voz varonil.
-¡Hola profe! Buenos días.
-¿Cómo le fue en las vacaciones profesor?
-Se ve bien hoy, ¿qué clases nos dará?
-Siéntense, ya les voy a explicar.
Al volver a escuchar al profesor que mandaba a las muchachas a ubicarse en sus puestos subí la cabeza y miré como las expresiones de aquel hombre me parecieron conocidas. Enfoqué mis ojos y quedé totalmente sorprendida.
– ¡No puede ser! -Me dije al visualizar al hombre con que había bailado aquella noche- ¿¡Me acosté con un profesor!?- De todas las locuras que había hecho en mi vida esa había sido la peor. Borrar aquella escena de mi mente podría ser fácil; lo que más me preocupaba era que ese supuesto Darwin lograra reconocerme…