Capítulo 3
1101palabras
2023-03-22 03:22
Sentí mi cabeza apoyarse en una cómoda almohada de plumas de pato, subí mi cobija hasta tapar mi cara por el frío que sentía, Pero el olor del lugar me indicaba que yo no estaba en mi habitación. Levanté medio cuerpo de la cama y abrí los ojos para visualizar a mí alrededor. ¿Dónde estoy? Me pregunté, al percibir que dormí en una cama grande con suaves cobijas y el sol asomándose por la ventana de la derecha me hizo descubrir que ya había amanecido.
Le pregunté a mi mente como llegué ahí y el observar mi cuerpo totalmente desnudo me hizo recordar todo… bueno, casi todo, hasta que el alcohol me hiciera perder el conocimiento…
La noche anterior había salido de la discoteca de la mano de aquel guapo, el mismo que me había confundido con una vendedora un mes atrás en la tienda para bebes. Nos montamos en un auto que tenía estacionado al frente, ni siquiera sé de qué color era, solo recuerdo que reíamos, hablábamos y tomábamos. Él pidió varias botellas para llevar. Y condujo… ¿Allí? Las últimas imágenes que me llegaron fue que me excitaba mientras tomábamos, nos besábamos y nos quitábamos la ropa.

-¡Ay no! ¡Mis tíos van a matarme! ¡Confiaron en mí y los defraudé! –Exclamé mientras me vestía. Subí el pantalón por mis piernas y abroché el botón superior. –Ellos no deben enterarse de que entré a un club para mayores de edad. Que tomé alcohol hasta perder el conocimiento, y que amanecí con un hombre en un hotel –Pero luego me pregunté ¿dónde está él? –Quizá salió de madrugada- Me dije dirigiéndome al baño- ¡Pero qué mal educado! ni siquiera me pidió el número de teléfono- Luego entre en razón, fue solo una aventura de una noche, además, lo menos que quería saber era sobre hombres. Eso no debió haber pasado.
Me maquillaba frente al espejo cuando divisé al lado de la ducha una billetera negra. No le di importancia hasta que pensé –Puede que esté llena de dinero- Me incliné a recogerla y meterla en mi cartera. –Luego la reviso, debo salir de aquí lo antes posible- Me dije caminando fuera de aquella habitación.
Quería llorar y gritar mientras caminaba por la avenida– ¡Cuando quiero mejorar las cosas, las empeoro! –Me dije a mi misma recordando todas las veces en que había metido la pata- Ojalá lo hubiese hecho con protección, no quiero quedar embarazada de nuevo, y de otro completo desconocido.
Las nueve de la mañana indicaba la hora en mi celular cuando entraba a un establecimiento de comida. Tenía suficiente dinero para pedir un buen desayuno; aquél hombre había pagado todas las bebidas que consumimos en el club, quizá sí disfruté haber pasado un buen rato diferente, pero al mismo tiempo me sentía avergonzada, no era mi intención seguir repitiendo las escenas de la época pasada. Y esa noche anterior era algo que también debía olvidar.
-Buenos días me da dos pasteles y un jugo de naranja.
-Buenos días, está bien, ya le traigo su pedido.

Pedí mi orden y me senté frente a una mesa redonda, observando las personas que comían y pasaban un buen rato con sus familiares y amigos. Me sentí sola en este mundo. Sé que mis tíos trataron de criarme desde que fallecieron mis padres y mi cariño hacia ellos cambió luego de que me encerraron…
Mi cuerpo se me paralizó y mi corazón empezó a latir rápidamente, el miedo me envolvió tras mi análisis. Si mis tíos se enterasen de lo que estuve haciendo las últimas horas desatarán su ira hacia mí, y mi prisión continuará por varios años. No me dejarán salir, me maltratarán y tendría que huir de casa sin tener donde refugiarme.
Me incliné para levantarme de la silla cuando el camarero se acercó a la mesa.
-Aquí tiene su pedido –Me dijo.

Me quedé mirando el plato por unos segundos, mi estado emocional no estaba apto para comer, pero mi estómago me recomendó que le pegara un mordisco al desayuno.
Empecé a comer lentamente mientras daba respiraciones suaves intentando tranquilizarme. Al parecer, el tiempo que pasé en el centro de rehabilitación me traumó totalmente. Jamás quisiera volver allá, y ya los sitios solitarios me causaban temor. Rogaba que el jugo de naranja eliminara todo olor a alcohol de mi boca. Y me dispuse a sacar el dinero de mi cartera para cancelar.
-¿Habrá dinero aquí? –Me pregunté al tomar la billetera negra que me había encontrado en el baño del hotel.
La abrí, mis ojos alcanzaron a visualizar varias tarjetas de crédito, y…
-¿Solo 20 dólares? -Fruncí el ceño. Esperaba quedarme con una buena recompensa por dejarlo usar mi cuerpo. Si yo no hubiese estado bajo los efectos del alcohol, pienso que no hubiésemos llegado tan lejos.
-¡Ni siquiera supe quién era! –Exclamé mentalmente en tono sarcástico, en realidad no me interesaba. Recordaba que era un poco mayor para mí y por su billetera se notaba que era de pocos recursos.
Entregué el pago al mesonero y me levanté para retirarme.
-¡Esto lo tiraré a la basura! Ese bastardo se me acercó para seducirme, y echar a perder mi vida más de la que está –Dije furiosa sacudiendo la billetera masculina haciendo caer el contenido interior sobre la mesa.
Tomé las tarjetas y las ubiqué de nuevo en la cartera. Divisé una foto tamaño carnet boca abajo, de unos cuatro por tres centímetros de tamaño –Debe ser del guapo ese, no quiero ver su rostro nuevamente ni en fotografías- Quise tirarla al suelo o meterla dentro de la billetera sin visualizarla, pero la curiosidad me hizo mirarla.
Mis parpados quedaron estáticos y mis pupilas miraban la fotografía con gran asombro. Era el retrato de una bebe de días de nacida, blanquita, ojos café con una braguita amarilla. Y… unas medias blancas. ¿Cómo alcancé a verle las medias, si la foto era de plano medio corto? Pues me recordó a…
-¡Mi hija! -Exclamé desesperadamente y las personas a mí alrededor me miraron con extrañeza.
-¿Esta mesa está ocupada?
-No, ya me iba –le respondí a una señora que llegaba con su familia.
Mis pies caminaban hacia la salida del establecimiento cuando mis ojos no quitaban la vista de la fotografía, que sostenía con la mano derecha.
-¿Qué cosas dices Nathalia? –Me pregunté a mi misma como si me dirigiera a otra persona– La mayoría de los bebes recién nacido se parecen- ¿Cómo vas a intuir que sea tu hija con ver una fotografía? –No tenía la respuesta a mis propias interrogantes. Pero debía salir de dudas lo más pronto posible.