Capítulo 71
1384palabras
2023-03-10 00:01
Hannah no tenía la menor idea de qué podía haber irritado tanto a William como para que ahora la considerara un adefesio.
Pero, si ese era el caso, no tendría dificultad en despedirla sin más y, de esa forma, nunca más volvería a verla en la Mansión Presidencial. ¿Por qué no lo hacía?
Pasó toda la tarde sumida en la sala de archivo, clasificando documentos antiguos y verificándolos de uno en uno, sin permitirse el más mínimo error.
Terminada esta tarea, de regreso en la oficina, Hannah reanudó el trabajo que tenía pendiente. Con excepción de la falta de sonrisa en su rostro, no pareciera que estuviera molesta y que le pasara algo inusual.
“¿Ya almorzaste?” Hannah se encontraba concentrada, revisando unos documentos y levantó la mirada y se encontró con Bella, de pie junto a su escritorio.
“Sí, comí algo”, mintió Hannah, aunque sin el menor rastro de culpa.
Bella asintió y le entregó una carpeta. “Acabo de recibirlos. Tradúcelos y al terminar entrégaselos directamente al señor presidente.”
Al escuchar las palabras “Sr. Presidente”, Hannah dudó unos segundos antes de que su corazón diera un vuelco, sintiendo de pronto que comenzaba a faltarle el aire. Tomó la carpeta de manos de Bella y poniéndola a un lado le dijo; “Con gusto.”
“Estos son urgentes. Son tu prioridad.”
“Lo haré enseguida.”
Una vez que Bella se dio la vuelta de regreso a su escritorio, Hannah dejó a un lado lo que estaba haciendo y comenzó a trabajar en la traducción de los documentos urgentes que acababa de entregarle Bella.
Felizmente, eran documentos escritos en prourish, la lengua extranjera con la que mejor se desempañaba Hannah y que hablaba casi con tanta fluidez como la de su lengua materna, por lo que fue una tarea que no le llevó demasiado tiempo.
Le tomó a Hannah cerca de media hora en traducir y verificar los documentos. Hizo una última revisión para garantizar que no hubiera un solo error y solo entonces los imprimió y los envió a la oficina de William.
Si bien es cierto que por más que ella se resistiera a verlo y viceversa, debía recordar que se trataba de un lugar de trabajo y que debía comportarse con profesionalismo. Además, Bella le había indicado que se trataba de una tarea urgente.
Por lo tanto, Hannah se apresuró a dirigirse a la oficina de William. Su intención era dejarle los documentos a Annabel y luego irse, pero al llegar vio que la secretaria no estaba en su asiento. La buscó en las cercanías, pero al parecer no estaba.
Frunciendo el ceño, no le quedó más remedio que resignarse y entregar ella misma los documentos.
Cuando Hannah llegó frente a la puerta de la oficina de William, pudo escuchar, al otro lado de la puerta, una voz familiar que se expresaba en finés con gran soltura: “¿Por qué la señorita Porter no es la intérprete hoy?”
Era la voz del presidente de Fliysau, quien se encontraba en videoconferencia con William.
En la oficina, Willow, quien se encontraba sentada junto a William, dudó un momento antes de traducir el comentario e iba a hacerlo cuando William, levantando de pronto una mano la detuvo y, en un finés bastante fluido, le respondió: “La señorita Porter se encuentra en estos momentos desarrollando una labor oficial, por lo que la señorita Parker será mi intérprete hoy.”
Fuera de la oficina, cuando Hannah escuchó a William hablando con tanta soltura el finés con su voz suave y profunda, de inmediato frunció el ceño y permaneció inmóvil.
Hannah sintió de pronto como si todo su cuerpo, pero en especial sus piernas, estuvieran rellenas de plomo y le costara un gran esfuerzo moverse. De hecho, comenzó a sentirse mareada y su visión se hacía más borrosa a medida que el mundo parecía girar velozmente a su alrededor.
“Sr. Presidente, mi nombre es Willow Parker. ¡Es un gran honor para mí servirle en esta ocasión!”, expresó Willow, en un fluido finés.
Por aquel entonces había sustituido a Willow, convirtiéndose luego en la así llamada chica popular del Presidente, precisamente porque no estaba presente. Y ahora que había regresado, había llegado el momento de devolverle la gloria, ¿no es cierto?
“¿Qué estás haciendo aquí?”, preguntó de repente una voz llena de irritación que escuchó a sus espaldas, antes de recobrar la compostura. Volteó a ver y se encontró a Annabel, que era a quien había estado buscando.
En la oficina de William, cuando éste escuchó el ruido allá afuera, levantó la vista en dirección a la puerta, capturando cuidadosamente cada rastro de emoción en el rostro y en los ojos de Hannah cuando ella giró su cabeza para ver hacia atrás.
“Traigo unos documentos urgentes para el Sr, Presidente. Quería dejártelos, pero no estabas. Aquí tienes”, respondió Hannah al ver que se trataba de Annabel, a quien le entregó los documentos mientras inclinaba su cabeza.
Annabel miró a Hannah con suspicacia, mirándola bien durante unos segundos antes de arrebatarle la carpeta sin ocultar su sarcástico mal humor, le dijo: “No hay problema. Como puedes ver, se encuentra en una junta en este momento. Ahora puedes irte.”
“Claro”, respondió Hannah, asintiendo y luego se marchó aprisa.
Luego de ver aquella figura que ahora desaparecía tras la puerta, William se sintió de pronto un poco aturdido y conmocionado.
Y si su vista no engañaba, podría asegurar que vio lágrimas en los ojos de Hannah.
......
La oficina de William estaba situada en el cuarto piso y la de Hannah en el primero. Tras salir de la oficina, en vez de regresar directamente a su lugar, Hannah se dirigió a uno de los baños.
De pie frente al lavabo, Hannah se sintió de pronto ridículamente divertida cuando al mirarse al espejo vio sus ojos enrojecidos, lo que hizo que sus labios se curvaran en una sonrisa.
¿Desde cuándo se había vuelto tan sentimental? Pero es que Hannah, ridículamente, había pensado que sería la traductora de finés exclusiva de William. Lo que no era nada en comparación con lo ridículo de pensar que ella era especial para él. Y, aún más ridículo todavía, pensar que él podría tener sentimientos especiales hacia ella y que habría de tratarla de manera diferente a los demás.
Al pensar en todo esto no pudo evitar reírse de sí misma. Ella no era más que una intérprete sin importancia que apenas llevaba dos semanas trabajando en la Mansión Presidencial. William era el hombre más rico y poderoso de Lecharia. ¿Qué le habría hecho pensar que podría atraer la atención de un hombre tan majestuoso y, más aún, que podría encapricharse con ella? Además, era un hombre con una prometida y un hijo encantador.
La única explicación es que era una tonta que había esperado que él pudiera ser tan tonto como ella. Hannah se dijo que debía dejar de ser tan tonta y sentimental.
Dios… ¡Era tonta como un ganso!
Ja...
Mirando su reflejo en el espejo, Hannah hizo una mueca de desprecio, abrió el grifo y tomó un poco de agua para empapar la cara, como si de esa manera pretendiera recobrar la sordidez y poner los pies en la tierra.
“¿Hannah? ¿Qué sucede? ¿Estás bien?”, le preguntó Bella, quien acababa de entrar en el cuarto de baño y la había encontrado arrojándose agua al rostro.
Hannah volteó la cabeza, ocultando todas aquellas tristes emociones y pensamientos detrás de una brillante sonrisa. “Sí, estoy bien. Solo tengo un poco de sueño. Anoche no pude dormir casi nada y como me di cuenta de que comenzaba a quedarme dormida, vine aquí para lavarme la cara.”
“Luces un poco pálida. ¿Por qué no regresas a tu escritorio y descansas un poco?”, dijo Bella con el ceño ligeramente fruncido y una expresión de leve preocupación.
“Estoy bien”, repitió Hannah, negando con la cabeza. “De hecho me siento mucho más lúcida ahora, tras lavarme la cara.”
“Me parece que has estado trabajando demasiado durante los último. Incluso has trabajado horas extras, así que supongo que debes estar cansada. Si has terminado con tu trabajo urgente, tómate libre el resto de la tarde, ve a casa y procura descansar."
Con una leve sonrisa en su rostro, Hannah respondió: “De acuerdo. Creo que tienes razón, me siento bastante cansada. Gracias por permitirme salir temprano.”
“No lo menciones.”
......