Capítulo 70
1171palabras
2023-03-09 00:01
A la mañana siguiente, cuando Hannah y Tiana despertaron, a Hannah le pareció como si lo de la noche anterior hubiera sido nada más que un sueño. Tiana lucía perfectamente normal e incluso se puso a bromear, haciéndolo cosquillas a Hannah bajo la colcha hasta hacerla salir de la cama. Se levantaron apuradamente, se ducharon y, tras arreglarse, se fueron a trabajar.
Todo parecía como de costumbre cuando llegó a la Mansión Presidencial y, como siempre, pasó unos instantes pensando en el enfermo Tommy y en William cuando se perdía en sus pensamientos.
Sin embargo, aquel día no vio a William en lo absoluto y no fue sino hasta cuando se preparaba para irse a casa que escuchó que había tenido que viajar al sur para unos trabajos de inspección y que estaría fuera toda la semana.

Así que estaba en un viaje de negocios.
Por alguna razón, Hannah se sintió vacía de pronto, como si alguien hubiera cavado un agujero en su corazón. En los días siguientes trabajó muy duro y se mantuvo ocupada, aunque nada de ello sirvió para llenar el vacío que sentía en su corazón. Y desde que ella se había excusado de ir a Scott Manor, Tommy no volvió a llamarla. Era como si ambos hubieran desaparecido de pronto, sin dejar ningún rastro de ellos en su vida.
Un día, dos días, tres días, cuatro días… El tiempo pasaba, día tras día, y ella se sentía cada vez más nerviosa, como si en vez de un día fuera un año el que hubiera transcurrido. Pasó una semana y al fin escuchó que William había regresado. Ese día llegó a la oficina más temprano que de costumbre, dirigiéndose a la entrada para observar su regreso.
Permaneció de pie, al fondo de la comitiva de empleados formados para darle la bienvenida a William, a quien anunciaron las cuatro grandes motocicletas que encabezan el convoy formado por ocho enormes autos que ingresaron de manera ordenada.
Como de costumbre, con excepción de quienes formaban el convoy, nadie sabía en cuál de los vehículos viajaba William, aunque algo le dijo a Hannah que debía encontrarse en el primero de los automóviles.
En efecto, cuando el convoy al fin se detuvo frente a la entrada a la Mansión Presidencial, el primero en descender fue Fletcher, quien salió del asiento del pasajero, dirigiéndose a la parte de atrás, donde respetuosamente abrió la puerta, dejando aparecer, al principio, el brillo de dos zapatos, seguido por unas largas piernas ataviadas con unos pantalones de un verde marino.

Cuando William salió al fin del auto, deteniéndose de pie junto a la portezuela abierta, dirigiendo un saludo a todos, Hannah se sintió de pronto tan avergonzada que tuvo que cerrar los ojos, pues sabía que a William le bastaba con mirarla a los ojos para saber lo que cruzaba por su mente.
"¡Buenos días, señor presidente!"
William escudriñó unos segundos a la multitud con sus ojos de águila, profundos e inexpresivos, los cuales terminó fijando en Hannah por un segundo o dos antes de mirar hacia otro lado mientras hacía su ingreso a la Mansión Presidencial.
Hannah había permanecido con la cabeza inclinada hacia abajo, sin atreverse a mirar a William, aunque, a medida que él se acercaba más y más, sentía su corazón latir cada vez con mayor rapidez, como si estuviera a punto de salírsele a través de la garganta de un momento a otro.

De pronto, una sombra larga y erguida cayó sobre ella y, un par de segundos después, William se encontraba de pie frente a Hannah, a quien se dio la vuelta para mirarla, aunque tal vez se tratara de todas ellas.
Ya que Bella y Willow se hallaban de pie junto a ella, a la izquierda y la derecha de Hannah, respectivamente.
En ese momento, Hannah contuvo la respiración y dirigió su mirada hacia William, quien seguía de pie, frente a ella. En ese momento tuvo la sensación de que su corazón latía con tal violencia que todos podrían escucharlo.
“Luces muy bonita hoy con ese vestido”, dijo William, pero cuando Hannah lo miró para saber a quién le hablaba, se dio cuenta de que elogiaba el vestido de Willow, de un rojo intenso y hasta la rodilla, con una leve sonrisa en su rostro.
Bastó ese instante para que el corazón rebosante de emociones de Hannah dejara de latir de pronto y toda la emoción se desvaneció.
“¿De veras?”, preguntó Willow, mirando a William con una sonrisa de oreja a oreja. “¡Muchas gracias, señor presidente!”
William arqueó las cejas, con su mirada que parecía atravesar a Hannah, y dándose la vuelta, entró a la mansión.
Sin embargo, bastó una fracción de segundo en la que Hannah miró los ojos de William para darse cuenta de que una pesada nube sombría se cernía sobre el brillo de sus chispeantes ojos, luego de que hubiera elogiado el vestido de Willow.
Solo cuando la multitud vio al presidente ingresar al elevador ejecutivo rompieron el cortejo y regresaron a sus puestos. Hannah se volvió hacia su izquierda, donde observó a Willow con sus brazos cruzados sobre el pecho, y quien mirando a Hannah con desdén la reprendió: “Por favor, no vuelvas a pararte junto a mí, ¿de acuerdo?”
Torciendo ligeramente sus labios, Hannah le respondió: “Sí, claro.”
Dirigiéndole a Hannah una sonrisa de desprecio, pensando que sin duda era una presa fácil, Willow apenas resopló y se alejó con la cabeza en alto, como un gallo victorioso.
Bella aprovechó la oportunidad para hablar con Hannah. “¿No tienes dinero para comprar ropa? Había querido decírtelo antes, pero… Bueno, tu vestuario es algo repetitivo, ¿no crees?”, dijo Bella, mirando de arriba abajo a Hannah, quien, como de costumbre, vestía un traje oscuro y una blusa blanca.
“Simplemente no estoy acostumbrada a eso”, respondió Hannah, mirando a Bella con una sonrisa.
Bella asintió y palmeó el hombre de Hannah. “Escucha: Sé que esto no es un concurso de belleza, pero la apariencia física es igualmente importante, ¿me entiendes?”
“Sí, claro”, respondió Hannah asintiendo. “Gracias por el consejo, Bella.”
“Bueno, regresemos a trabajar.”
“Será lo mejor…”
......
Hannah pasó toda la mañana inmersa en el trabajo y sin permitirse ni un minuto de ocio. Incluso al mediodía, cuando Bella le pidió que fueran a almorzar, le respondió que no tenía apetito y que prefería quedarse a descansar.
Claro que aquello no era cierto del todo. 
En realidad, debería estarse muriendo de hambre ya que había salido de casa sin desayunar, pero no tenía apetito en absoluto.
Pero tal vez la razón principal era que no quería ir a la cafetería por temor a toparse con William de nuevo. Por alguna razón ya no quería que la viera, ni ella tampoco quería verlo.
Era como si, cada vez que William posaba su mirada en ella, había implícita una crítica hacia ella, ya fuera por la elección de su indumentaria, por no ser lo bastante eficiente en su trabajo o satirizando los supuestos motivos ocultos que ella tenía hacia él.