Capítulo 72
1074palabras
2023-03-11 00:02
Hannah aún no se iba porque le faltaba terminar de revisar algunos documentos; aunque nadie le había pedido que lo hiciera y no estaba obligada a terminarlos en un tiempo estipulado, era autoexigente y quería dar lo mejor de sí en su trabajo para que nadie pudiera hacerle ninguna observación.
Estaba tan concentrada en sus tareas que el tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos: cuando se dio cuenta, ya era el horario de salida. De hecho, todos en la oficina se habían retirado, uno tras otro, sin importar que allí quedara ella, absorta en su trabajo. 
Alrededor de las 7 p. m., por fin terminó de revisar todos los documentos. Dejó escapar un suspiro de alivio y se dispuso a recoger sus pertenencias para irse de la oficina, mas un fuerte ardor vino del lado inferior derecho de su pecho. 

Era su estómago, Hannah era muy consciente de eso. Hacía poco más de una hora, ya había sentido una ligera molestia en el mismo lugar, pero no le había prestado atención, ya que quería terminar lo que estaba haciendo cuanto antes y así, poder ocuparse de otros asuntos al día siguiente. Además, había pasado mucho tiempo desde que sintió por última vez aquella familiar molestia en el estómago, inclusive, pensó que finalmente se había liberado de su gastritis.
Hannah presionó la parte donde sentía el malestar y aguardó hasta que la incomodidad en su estómago disminuyera. Luego, abrió su cartera y revolvió entre sus cosas buscando las galletas saladas. 
Era probable que la causa fuera que apenas había comido ese día y su estómago se estuviera quejando. Sin embargo, ya no le quedaba ninguna en su bolso, las había terminado hacía dos días y se había olvidado de reponerlas.
Sin la ayuda del tentempié, sintió una punzada todavía más aguda y, cada segundo que pasaba, su panza latía con más fuerza. Era como si algo la estuviera comiendo por dentro, el dolor era cada vez más intenso y, cuando se volvió insoportable, se le revolvió tanto el estómago que ya no lo pudo controlar y tuvo que salir corriendo al baño con la mano sobre la boca.
Corrió tan rápido como pudo, pero no vio que alguien salía de un rincón y se estrelló contra él. 
Con un gemido, el esbelto cuerpo de Hannah se inclinó hacia atrás, sin embargo, Fletcher tuvo el rápido reflejo de extender la mano y agarrarla cuando vio que la mujer estaba a punto de caer.

"Hannah, ¿qué te pasa? ¿Por qué corres así? ¡Presta atención por dónde vas!", dijo Fletcher con preocupación mientras la sujetaba con firmeza.
Hannah sacudió la cabeza con el ceño fruncido. "Yo no...". Las náuseas no le permitieron terminar la frase, sintió que la sensación volvía. Se tapó la boca y rápidamente pasó junto a Fletcher, que estaba frente a ella, y siguió corriendo hacia el baño de damas.
"Hannah...". Fletcher se dio la vuelta y trató de detenerla. ¿Qué le había ocurrido? ¿Por qué se veía tan pálida y sudorosa? Antes de que pudiera preguntárselo, Hannah ya había desaparecido de su vista. 
Cuando tropezó con la mujer, se dirigía al cuarto piso; pero no continuó su camino, por el contrario, se acercó al baño de damas con preocupación. 

Desde la entrada del recinto, pudo escuchar el sonido de los vómitos, sin duda, era ella.
Golpeó suavemente la puerta y preguntó intranquilo: "Hannah, ¿estás bien?".
Hannah, inclinada sobre el fregadero, vomitaba con violencia agua y bilis; después de eso, se sintió un poco más aliviada. 
Antes de refrescarse, respiró hondo dos veces y gritó hacia la puerta: "Estoy bien, Fletcher, estoy bien".
Pero Fletcher seguía preocupado, así que le ofreció su ayuda: "Te ves horrible. ¿En verdad estás bien? ¿Quieres ir a la enfermería?".
Hannah negó con la cabeza e intentó responder en un tono que no sonara tan débil: "Gracias, pero estoy muy bien. Me siento mejor después de vomitar. ¡Puedes volver al trabajo!".
Fletcher no se quedó tranquilo y quiso confirmar: "¿Estás realmente bien?".
Al escucharlo, Hannah cerró los ojos con fastidio, respiró hondo y asintió: "Sí, estoy muy bien".
Fletcher frunció el ceño ligeramente y dudó en entrar para echar un vistazo, pero, al final, le hizo caso y dijo: "Está bien, el médico siempre está en la enfermería. Si no te sientes bien, puedes acudir a él".
"¡Está bien, gracias!".
Después de que Hannah le asegurara varias veces que se sentía mejor, Fletcher se retiró del lugar y se dirigió al cuarto piso. Dado que William visitaría a Edros en unos días para realizar entrevistas, tenía muchos temas que coordinar y discutir con él. 
Cuando llegó a la oficina, lo encontró en medio de una llamada telefónica junto a las ventanas francesas y, como no quiso molestarlo, decidió hacerse a un lado en silencio.
William notó que Fletcher había entrado, pero no lo miró directamente, sino que continuó hablando mientras apreciaba la vista del jardín. No fue hasta cuatro o cinco minutos después que por fin colgó el teléfono, se dio la vuelta y lo miró. Mientras caminaba hacia su escritorio, preguntó con naturalidad: "¿Qué pasa? Dime".
"Señor, ya hablé con el jefe de seguridad sobre su custodia durante la visita a Edros en cinco días...". Fletcher se detuvo, se le había ocurrido una idea. 
Cuando William, que acababa de sentarse en su sillón ejecutivo, se dio cuenta de que no había terminado lo que le iba a decir, levantó la cabeza y lo miró con seriedad. "¿Qué ocurre?".
"Señor, tengo algo que decirle primero". Fletcher sintió que era necesario informarle a William la condición en la que había visto a Hannah.
"No te andes con rodeos. ¡Ya dilo!", lo regañó William de mal humor.
"Sí". Fletcher asintió y no demoró en continuar. "Me encontré a Hannah abajo hace un momento, algo le pasaba. Estaba pálida, sudaba profusamente y estaba vomitando en el baño".
"¿Qué baño?", William cuestionó casi al instante después de que Fletcher terminara de hablar.
"El que está al lado de la sala de traductores en el tercer piso...".
Ni bien lo escuchó, William se puso de pie y salió corriendo. Fletcher se quedó atónito, sintió una fuerte ráfaga de viento pasar a su lado y luego se dio cuenta de lo que estaba pasando: William ya había desaparecido. De repente se vio solo en la oficina del presidente y, en silencio, celebró haberle contado el incidente de Hannah. ¡Era lo correcto!
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