Capítulo 68
1293palabras
2023-03-07 23:00
Tommy había reafirmado con total confianza su teoría.
Isabelle permanecía en silencio y con sus labios fruncidos.
“Quiero volver a comer la pasta de Gafas Negras. ¿Puedes pedirle que venga y me prepare pasta? ¿Por favor?”, suplicó Tommy casi susurrando, ya que, al ver que Isabelle permanecía sin hacer nada, decidió cambiar de táctica.
Y aunque Isabelle no podía evitar sentir el dolor en su corazón al ver a Tommy todavía enfermo, era consciente de los problemas que le causaría a Hannah el cumplir los deseos de su nieto, especialmente porque insistía en marcharse a altas horas de la noche en vez de quedarse a dormir en la mansión.
"¡Abuelita!"
“Está bien. Deberás discutir esto con tu padre y, si él está de acuerdo, entonces no tendré ninguna objeción”, respondió Isabelle, luego de meditarlo un rato, dejando que el papel del policía malo quedara en manos de William.
Tommy se deshizo en pucheros de consternación y murmuró: “No. No voy a llamarlo. Sé que él no aceptará.”
“Pero ella es una subordinada de tu padre. Tendrás que preguntarle.”
“Pero yo le gusto a ella”, respondió Tommy y, mirando a su alrededor con una mirada de picardía, de pronto sugirió: “¿Por qué no la llamo yo mismo? Si la llamo yo estoy seguro de que vendrá.”
Isabelle le dirigió una mirada a su obstinado nieto, sabiendo que, aunque tuviera solo cinco años, no se daría por vencido con tanta facilidad. Tras escuchar el profundo suspiro de abatimiento de Tommy, sin pensarlo mucho cogió el teléfono y llamó al número de Hannah, pasándole luego el teléfono a su nieto. “Está bien. Díselo tú mismo.”
Mientras tanto, Hannah se encontraba atareada, buscando varios documentos antiguos en la sala de archivos, cuando sintió la vibración del teléfono móvil en su bolsillo. Al mirar la pantalla vio que era Isabelle, quien la llamaba de nuevo.
¿Tommy habría enfermado de nuevo?
Pensando en esto, Hannah estuvo a punto de contestar el teléfono, pero se detuvo abruptamente a último minuto y permaneció con su dedo deslizándose sobre la pantalla.
¿Y si Isabelle quería que volviera a ir a Scott Manor?
La noche anterior había cenado con William en su mansión y el día de hoy acababa de almorzar con él en la cafetería. ¿Qué podría pensar si ella fuera de nuevo a Scott Manor por la noche? Después de todo, la noche anterior había sugerido que ella podía tener motivos ocultos para ganarse el corazón de Tommy, primero, y luego el de Isabelle.
Hannah volvió a observar el teléfono, el cual seguía vibrando en su mano, pero no contestó.
Pero la súbita preocupación de que la fiebre de Tommy pudiera haberse agravado, hizo que, inevitablemente, se sintiera ansiosa.
Al final, luego de evaluar sus opciones, decidió al fin contestar el teléfono, pero no haría más que preguntar por la salud de Tommy y, en caso de que la señora Scott le pidiera que fuera de nuevo, se negaría rotundamente.
“Buenas tardes, señora Scott”, respondió Hannah, con un tono de profesionalismo en la voz.
“¿Por qué tardaste tanto en contestar?”
Al darse cuenta de que lo que escuchaba era la voz de Tommy, Hannah sintió que su corazón se encogía de dolor. “Ah, hola, Tommy… ¿Cómo te encuentras? ¿Enfermaste de nuevo?”
“Sí, tengo fiebre otra vez”, respondió Tommy, asintiendo, y su voz era casi un susurro débil y suave. “¿Podrías venir aquí después del trabajo y hacerme compañía? ¿Por favor?”
Mientras Hannah escuchaba a Tommy, sus hermosas cejas fueron frunciéndose de manera gradual y, tras dudarlo unos segundos, respondió: “Oh, cómo lo siento, Tommy, pero hoy no puedo estar contigo, acompañándote. Tengo muchas cosas que hacer. Pero quiero que me prometas que vas a comer bien y a tomar tus medicinas, ¿de acuerdo? Cuando ya te encuentres bien, tú y yo nos encontraremos de nuevo en la Mansión Presidencial.”
Al otro lado de la línea, cuando Tommy escuchó las excusas de Hannah, quien acababa de rechazarlo, de inmediato se formó un puchero en su rostro, mientras las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos. “¿Entonces no quieres venir? Eso es porque ya no te gusto, ¿verdad?”
“Tommy, tú sabes que eso no es cierto”, respondió Hannah apresuradamente. “Pero esta noche no puedo ir. Lo siento. Cuídate y espero que pronto te mejores, ¿de acuerdo?”
“Pero podrías venir aquí una vez que hayas terminado con tus cosas. ¿Lo harás? Yo te estaré esperando.”
“Escúchame, Tommy…”, comenzó Hannah, aunque sin saber en realidad lo que quería decir. Era obvio que estaba preocupada por el niño, pero también lo era el hecho de que no podía ir todos los días a la casa del presidente.
“Ya no te preocupas por mí. ¡Ya no te gusto!”
“Tomm…” Al escuchar la tristeza de Tommy al otro lado del teléfono, Hannah se sintió angustiada, pero antes de que pudiera comenzar a explicarse de nuevo, la llamada terminó de manera abrupta y lo único que pudo escuchar fue el pitido del teléfono.
Hannah permaneció unos instantes inmóvil, mirando el teléfono en su mano, con deseos de llamar a Tommy y explicarle la situación. Pero, ¿cómo podría expresarlo con palabras? Sí, tenía muchas ganas de ir a verlo y prepararle pasta, pero si le decía la verdad, que no podía hacer nada de eso pues no haría más que molestar a William, eso podría afectar la relación de Tommy con su padre, y no quería ser la causante de eso.
Hannah dejó escapar un largo suspiro mientras pensaba en todo esto, pero al final guardó su teléfono.
Sabía que lo mejor era mantener la boca cerrada y tratar de no empeorar las cosas. Con suerte, Tommy se olvidaría pronto de la desagradable conversación de unos momentos antes.
En la habitación de Tommy, en Scott Manor, luego de haber colgado el teléfono enfadado, Tommy hizo un puchero y comenzó a llorar en voz alta.
“Ay, mi querido bebé. ¿Y ahora por qué lloras?”, preguntó Isabelle, mirando las dos cascadas de lágrimas que corrían sobre sus mejillas regordetas y se apresuró a limpiarle las lágrimas y a consolarlo.
“Ya no le gusto… Dime, abuela, ¿crees que se haya enamorado de alguien más?”, preguntó Tommy, sin dejar de sollozar y mirando a Isabelle con tristeza.
“Claro que no. ¿De qué estás hablando, Tommy? ¡Pues claro que le gustas! ¿Acaso ella te dijo algo?”, respondió Isabelle quien, pese a la precocidad de Tommy, no pudo evitar consolarlo estrechándolo entre sus brazos.
Aun con la mirada de tristeza en sus ojos, Tommy, resoplando, le respondió sollozando: “E… Ella dijo que no podría venir porque tiene cosas que hacer…”
“Bueno, eso es algo normal. Tienes que entender que ella no puede venir todos los días para estar contigo. Hay muchas otras cosas de las que ella tiene que ocuparse, ¿no crees?”, dijo Isabelle, tratando de razonar con él mientras volvía a limpiarle las lágrimas del rostro.
“No, yo sé que ya no le gusto. Ya no soy su número uno…”
Isabelle frunció el ceño y, con expresión de impotencia, le sugirió: “Esta bien, ya no llores. Si crees que ya no le gustas, pídele a tu padre que la despida y que ya no le permita trabajar en su oficina. De ese modo, nunca más volverás a verla…”
“¡No!”, replicó Tommy de inmediato, con firmeza, aunque alarmado ante la posibilidad. “Puede que yo ya no le guste, pero ella todavía me gusta. No puedo andar por ahí como un doble cara…”
“De acuerdo. ¿Qué planeas hacer?”
“Ahora quiero estar solo.”
Ante aquella respuesta, Isabelle se vio incapaz de responderle.
“Vete, por favor. Ahora quiero dormir”, dijo Tommy, encogiéndose dentro de la colcha y cubriéndose la cabeza con gesto triste y abatido.
Ante aquello, Isabelle no pudo sino fruncir el ceño y dejar escapar un suspiro.