Capítulo 67
1208palabras
2023-03-07 00:01
Con una sonrisa en su rostro, Daniel comenzó a comer su almuerzo en silencio. Hannah apenas vio a la pareja que tenía junto a ella, concentrándose también en su almuerzo.
Hannah no se consideraba ni quisquillosa ni derrochadora en relación con la comida. Pero en aquel momento, sentada frente a William, estaba tan nerviosa que no se atrevía a hacer otra cosa que almorzar. Por ello, cuando William y Daniel comenzaron a hablar de nuevo ella ya había terminado toda la comida de su plato.
“¡Vaya que tenías hambre! ¿Se te antoja una segunda porción?”, le preguntó Bella con cierta preocupación al ver el plato de Hannah completamente vacío.

“No, gracias. Yo estoy…”
“Vamos, come esto.”
Antes de que Hannah pudiera pronunciar la palabra “satisfecha”, William ya había colocado un enorme trozo de costilla en su plato.
Sorprendida, Hannah lo miró con brusquedad.
Bella también parecía muy sorprendida.
“Luce usted bastante delgada, señorita Porter. Creo que debería comer un poco más…” dijo Daniel, sonriendo, luego de mirar brevemente a William.

Aturdida todavía, Hannah apenas pudo murmurar: “Pero yo…”
“No te preocupes, no lo he tocado. No me gusta desperdiciar”, intervino William, impidiéndole de nuevo concluir su frase.
Tras recuperar la compostura, Hannah, tras haberse sonrojado de nuevo, esbozó una sonrisa en sus labios antes de bajar la cabeza y, tomando sus cubiertos, comenzó a comer de nuevo.
Al observar aquello, Bella también tomó una costilla de su plato y la puso en el plato de Daniel, mientras le decía: “Tú también necesitas comer más. Después de unos días fuera parece que has perdido algo de peso. Toma, come más.”

"Oh, muchas gracias..."
......
Pese a que había sido un almuerzo incómodo, por lo menos fue mucho mejor que la cena de la noche anterior en Scott Manor. La hora del almuerzo se extendió por media hora más y Hannah se sintió al fin aliviada de no tener que sentarse tan cerca de William.
Luego del almuerzo, los cuatro salieron juntos de la cafetería, de regreso al edificio principal. Bella y Hannah se dirigían al departamento de traducción, situado en el tercer nivel, y antes de que comenzaran a subir las escaleras, uno de los guardias se acercó apresuradamente, con algo en la mano, un delicado y exquisito estuche que le entregó a Hannah: “Esto llego hace poco para usted, señorita Porter.”
“¿Para mí?”, preguntó Hannah, mirando confusa la caja en la mano del guardia.
“Sí, señorita. Esto es suyo”, respondió el guardia, asintiendo.
“¿Sabe quién lo envió?”, preguntó Hannah, sin querer coger la caja.
El guardia negó con la cabeza. “Lo único que sé es que fue enviado por un hombre.”
“¿Un novio?”, preguntó Bella, con una sonrisa juguetona en su rostro, dándole un codazo.
William, quien caminaba unos pasos más adelante, hablando con Daniel, se encontraba a punto de entrar en el elevador ejecutivo, cuando se detuvo frente a la puerta del elevador para mirar a Hannah.
Hannah miró a Bella y, frunciendo el ceño ligeramente, y a pesar de que no quería hacerlo, extendió la mano para recibir el paquete de manos del guardia y le dio las gracias.
El guardia se limitó a asentir antes de retirarse.
Bella, quien observaba el obsequio con curiosidad, al ver que Hannah no hacía nada, la instó: “Vaya, que exquisitez… ¿No vas a abrirlo para ver de qué se trata?”
Con una leve y forzada sonrisa, Hannah abrió la caja, quitándole el papel de regalo para revelar que se trataba sin duda alguna de un joyero, solo que laqueado no en azul real, sino en negro.
“Oh, pero si son joyas… La caja me parecía tan exquisita que lo que contiene debe ser una joya cara”, exclamó Bella, observando la caja de terciopelo y luego a Daniel, quien no se hallaba muy lejos, sin que se pudiera saber si hablaba con Hannah o con su esposo. “Pues, según parece, tu novio te quiere mucho. Eres una mujer muy afortunada…”
“Este es un lugar de trabajo. Por favor, sé profesional y mantén tu vida privada solo para ti.”
Al escuchar súbitamente aquella profunda y fría voz masculina que venía de detrás de ellas, Hannah se dio la vuelta para mirar a William y a Daniel, quienes se hallaban junto a ellas, y guardando el obsequio dijo: “Sr. Scott.”
William le dirigió una mirada que evidenciaba fastidio y frialdad, y sin decir nada más pasó junto a ella, dirigiéndose hacia las escaleras.
Al ver aquello, Daniel y Bella miraron a Hannah unos segundos antes de seguir a William.
¿Acaso no había llamado al elevador? ¿Por qué de repente quiso usar las escaleras?
¿Qué es lo que pasaba con él?
Daniel observó al presidente de espaldas, subir las escaleras, y no pudo evitar que sus labios se curvaran en una sonrisa.
......
De vuelta en la oficina, Hannah se quedó unos minutos observando la caja de terciopelo conteniendo el joyero, pero, luego de las palabras que William le había dirigido, ni siquiera sentía deseos de abrirlo y ver lo que contenía.
Bueno, al menos, después de recibir rosas la última vez y de haber recibido joyas dos veces en el mismo día, todo el mundo consideraría que ella estaba en una relación y que se trataba de obsequios enviados por su novio.
Luego, se preguntó si sería necesario explicarle a William que no tenía un novio. ¿Realmente sería algo que le importaría?
No, sin duda no le importaría. Tal como Tiana le había hecho ver: “No es asunto de William si tienes novio o no.” En realidad, a él le preocupaba su profesionalismo y su devoción por el trabajo. Después de todo, se trataba de la Mansión Presidencial, un lugar donde estaba estrictamente prohibido cometer errores, ya que el más mínimo error podía llegar a tener consecuencias inconmensurables. Bien podía significar la rivalidad entre dos países y una pérdida para todo el pueblo de Lecharia…
Tras pensar en esto, Hannah tomó el obsequio y, tras guardarlo en un cajón de su escritorio, encendió su ordenador y procuró concentrarse en su trabajo.
......
En Scott Manor.
A la mañana siguiente, Tommy había despertado de buen humor y, aunque seguía sin apetito, su fiebre había disminuido. Sin embargo, a mitad de la tarde la fiebre volvió a elevarse, lo que hizo que Isabelle se preocupara de nuevo, pese a que el médico le aseguró que se trataba de un fenómeno perfectamente normal en los casos de influenza y que sin duda habría de mantenerse ligeramente elevada por algunos días.
Tras escuchar la explicación del médico, Isabelle se sintió ligeramente aliviada, aunque seguía angustiándole la palidez en el rostro de su nieto.
“¿Puedes pedirle a Gafas Oscuras que venga otra vez a hacerme compañía?”, suplicó Tommy débilmente, tumbado en su cama, mientras sujetaba la mano de Isabelle.
Ella dudó unos instantes antes de responderle con precaución: “Bueno, Tommy, si por mí fuera lo haría. Pero debes entender que probablemente no sería muy agradable para Hannah tener que venir todos los días a verte, ¿no lo crees?”
“Pero a mí me gusta ella y sé que yo le gusto a ella. Nuestros sentimientos son mutuos. ¿Qué hay de malo en eso?”, exclamó Tommy con frustración.
Isabelle no pudo sino fruncir sus labios, aunque sin decir nada.