Capítulo 64
1179palabras
2023-03-05 00:01
Hannah se presentó a trabajar en la Mansión Presidencial antes de las nueve de la mañana, comenzando su trabajo de inmediato al ver que todos parecían ya atareados.
“No luces bien el día de hoy. ¿Ha pasado algo?”
Al escuchar la pregunta, Hannah, quien se encontraba concentrada, trabajando en la traducción de un documento, levantó la vista y sonrió al ver a Bella. “Buenos días, Bella. No es nada. Simplemente sucede que no dormí bien anoche.”
“Procura tomar una pequeña siesta después del almuerzo si te es posible”, le recomendó Bella, mientras le entregaba unos documentos. “Hay que corregir esto y, si todo está bien, envíalo directamente al presidente.”
“Así lo haré”, asintió Hannah, tomando los documentos.
Con una sonrisa, Bella se dio la vuelta y se retiró.
Una vez que Bella se hubiera ido, Hannah comenzó a revisar los documentos. Ya que eran para el Presidente, debía tratarse de algo importante y debía darles prioridad.
Hannah pasó más de una hora revisando docenas de páginas de los documentos ya traducidos, asegurándose de que no hubiera ningún error. Al terminar, tomó los documentos y se dirigió a la oficina del Presidente.
Aunque fuera consciente de que William estaba fuera de su alcance, no por ello dejaría que su trabajo fuera llevado a cabo sin profesionalismo y responsabilidad. De lo contrario, perdería su empleo.
Cuando llegó a la oficina del presidente, en vez de dirigirse directamente hacia la puerta, se dirigió al escritorio de Annabel, a quien entregó los documentos. “Buenos días. Traigo estos documentos para el Sr. Scott.”
Annabel, quien parecía absorta frente al ordenador, miró a Hannah y de manera inexpresiva le dijo: “Déjalos ahí. Yo me encargaré de que los reciba más tarde.”
Hannah asintió brevemente, dejando los documentos sobre el escritorio y luego se dio la vuelta para irse.
Acababa de darse la vuelta para salir, cuando vio abrirse la puerta del elevador ejecutivo de donde emergió una larga pierna a grandes pasos.
Cuando levantó la vista, vio que se trataba de William, seguido por Fletcher, unos pasos atrás.
La mujer se inmovilizó de inmediato, inclinando respetuosamente la cabeza mientras William cruzaba por la oficina, al tiempo que Annabel se ponía de pie.
En cuanto había salido del elevador, la mirada de William se ensombreció levemente al ver a Hannah, de pie junto al escritorio de Annabel, inmóvil, como una marioneta, mientras que él caminaba apresuradamente hacia su oficina.
"Buenos días, Sr. Scott."
"Tú, ven conmigo."
William pronunció aquellas palabras justo al pasar frente a Hannah, quien se limitó a saludarlo con respeto.
Asombrada, Hannah levantó la vista, girando la cabeza bruscamente para mirar a William, quien había paso velozmente junto a ella.
Tanto Hannah como Annabel estaban muy sorprendidas.
“Vamos. Él te ha pedido que pases. Date prisa”, le dijo Fletcher en voz baja al contemplar la aturdida expresión de Hannah, haciéndola reaccionar.
“Sí, ya voy”, respondió Hannah y, sin dudarlo, se dio la vuelta, tomó los documentos del escritorio de Annabel y siguió a William a grandes zancadas, tratando de alcanzarlo.
Al ver aquello, Annabel frunció el ceño con consternación, mientras que una expresión de lividez afloraba en su rostro.
“¿Te ocurre algo?”, preguntó Fletcher a Annabel, de manera intencionada, al observar la expresión en su rostro.
Annabel recuperó la compostura y con una respetuosa sonrisa le respondió. “Nada, señor. Solo necesito usar el baño; eso es todo.”
“De acuerdo. Ve entonces”, le respondió Fletcher con una sonrisa.
Luego de entrar en su oficina, William se dirigió directamente hacia su silla, al otro lado del escritorio, donde tomó asiento en silencio. Hannah no se dejó intimidar y, acercándose le entregó los documentos. “Aquí están los documentos que pidió, Sr. Scott.”
William, quien parecía estar buscando algo entre los papeles en su escritorio, se detuvo y la miró. Tomó los documentos que Hannah le entregaba y dejándolos a un lado, continuó con su búsqueda.
Al ver esto, Hannah se sintió muy incómoda de permanecer de pie frente al escritorio, sin saber qué decir o hacer.
Luego de un momento, cuando William pareció encontrar al fin lo que buscaba, de en medio de una pila de documentos, y que parecía ser también un documento, tomó su taza situada sobre el escritorio, bebiendo un largo sorbo mientras miraba a Hannah.
Cuando sus ojos se encontraron, Hannah apartó la mirada con nerviosismo y, tras morderse los labios, con timidez preguntó: “¿Algo más, Sr. Scott?”
Al notar su incomodidad y su actitud inquieta y avergonzada, William curvó sus labios, dibujando una leve sonrisa. Puso a un lado la taza y, tras abrir uno de los cajones de su escritorio, sacó de él un delicado joyero que tendió hacia Hannah y con voz suave le dijo: “Esto es un obsequio de mi madre para expresarte su gratitud por haber cuidado de Tommy.”
Hannah dejó caer la mirada sobre aquella exquisita caja laqueada de un azul real, y tras unos segundos, negando con la cabeza respondió: “Se lo agradezco mucho, señor, pero no puedo aceptarlo.”
“¿Por qué no?”, preguntó William en voz baja, con sus profundos ojos negros fijos en Hannah. “Es un regalo de mi madre para ti.”
Hannah volvió a negar con la cabeza y, mirándolo, le respondió: “No, lo siento. Es demasiado caro. No puedo aceptarlo.”
“¿Cómo sabes que es caro? Ni siquiera lo has visto”, replicó William, mirándola fijamente y con sus hermosas cejas arqueadas.
Hannah frunció el ceño ligeramente y con suavidad extendió la mano para tomar el joyero y lo abrió.
Dentro había un hermoso collar de brillantes perlas. A primera vista le pareció que las perlas debían ser de la mejor calidad y que se trataba de un objeto muy valioso.
Observó el collar unos segundos y luego cerró la tapa y volvió a colocarlo sobre el escritorio, insistiendo: “No, lo siento. Es un objeto demasiado caro. No puedo aceptarlo.”
“¿No vas a tomarlo?”, preguntó William, frunciendo el ceño de nuevo. Entonces se puso de pie, pasó a un lado de su enorme escritorio y se acercó a Hannah, a quien dirigió su mirada profunda y, con frialdad, le preguntó: “¿Por qué cuidaste de Tommy entonces?”
Al escuchar su voz, unos centímetros por encima de su cabeza, Hannah levantó la vista y se encontró con el hermoso rostro situado a menos de un palmo de ella. Podía sentir con intensidad su olor masculino y la calidez de su aliento que emergía de su boca y su nariz.
Sorprendida, Hannah dio unos pasos atrás para disminuir la cercanía, pero en ese momento uno de sus tacones cedió, haciéndola tropezar.
"¡Ah!"
Dejando escapar un ligero grito, Hannah se inclinó hacia un lado y estaba a punto de caer, cuando fue sujetada por una fuerte mano que tiró de su brazo, haciéndola chocar contra la firmeza de un pecho masculino.
“¡Hmmm!”, resopló ella, sorprendida.
Cuando al fin recuperó el equilibrio, Hannah se dio cuenta de que había sido arrojada hacia los brazos de William. Contuvo la respiración y de inmediato dio un par de pasos atrás, mientras que el rubor coloreaba intensamente de rojo su bello rostro.