Capítulo 60
1235palabras
2023-03-03 00:01
“Por cierto, Hannah, ¿en dónde vives? ¿Tu familia no se preocupará si vuelves muy tarde a casa?”, preguntó Isabelle, como si solo hasta entonces tomara en cuenta aquel asunto, mientras le pasaba a Hannah la ensalada.
Mirando a Isabelle, con una cálida sonrisa en su rostro, Hannah respondió: “Me estoy quedando con una amiga y no hay más que una hora de camino hacia su casa. No importa. Ya le informaré más tarde a mi amiga.”
“Oh…”, dijo Isabelle, asintiendo, y continuó preguntando: “¿Por qué vives con tu amiga? ¿No eres de aquí?”
Hannah esbozó una leve sonrisa y, bajando la mirada, respondió: “Sí, soy de aquí. Es simplemente que me mudé de casa hace algún tiempo.”
Tras escuchar la respuesta de Hannah, la anciana señora Sharp frunció levemente el ceño y continuó: “Ya veo. Llevas mucho tiempo fuera de tu casa, así que tú…”
“Por cierto, papá, ¿cómo estuvo tu viaje de hoy a Neshiula City en compañía de Frank?”
Wayne, quien seguía cenando en el extremo de la mesa, al escuchar la pregunta de William, asintiendo, respondió: “No está mal. La extensión del terreno es inmensa y tiene un ambiente muy agradable. Hay que comprarlo. Luego decidiremos si los usamos para expandir nuestra fábrica o si le damos algún otro uso más adelante.”
Mientras Wayne decía esto, Hannah levantó el rostro para mirarlos a él y a William.
William no la miró, pero en ese momento Hannah se sintió agradecida por la oportuna intervención de William, que la había salvado de la vergüenza. Si había un tema del que no quería hablar en absoluto, ese era su familia.
“De acuerdo. Ya que te ha gustado, comencemos”, dijo William, y luego dirigió su mirada a Frankie, sentado a su lado, y le dijo: “Mañana temprano reúne a todos los directores para discutir un plan. Debemos fijar un precio.”
“Entendido”, respondió Frankie, mirando a William y asintiendo.
“Oh, por Dios… ¿Tienen que hablar sobre trabajo también en casa? ¿Acaso se cansan de eso? Vamos, apresúrense a comer”, gruñó Isabelle. No es que estuviera molesta, pero cuando los tres hombres comenzaban a hablar de negocios, de inmediato se sentía aburrida, por lo que les dirigió una mirada desdeñosa.
William miró en silencio a Isabelle y a Hannah, quienes se hallaban sentadas frente a él, y siguió comiendo. Por su parte, Frankie comenzó a reír y dirigiéndose a Isabelle con tono burlón dijo: “Oh, mamá, eres tan hipócrita… Ninguno de nosotros se quejó cuando comenzaste a bombardear a Hannah con preguntas…”
“Tiene razón”, intervino Wayne, uniéndose a las protestas y, con todo burlón, sonriendo, agregó: “La invitaste aquí para que cuidara de Tommy, no para interrogarla, así que basta de preguntas.”
Hannah miró a Wayne con timidez.
Aquella familia le pareció de lo más interesante.
El que su esposo e hijo se burlaran de ella no molestó en lo absoluto a Isabelle, quien replicó: “¿Por qué se molestan? A Hannah no parece que le haya molestado. Pero, si no quieren oírlo, solo finjan que no me están escuchando…”
Wayne y Frankie intercambiaron miradas unos instantes antes de romper a reír juguetonamente.
Hannah levantó la mirada con timidez, encontrándose frente a ella con la mirada de William. Sin embargo, él continuó comiendo su cena con una expresión de tranquilidad en su rostro. De hecho, aquella expresión no se modificaría ya en el transcurso de la cena.
“Vamos, Hannah, come un poco más…” la instó Isabelle, con una sonrisa en sus labios mientras le servía una gran cucharada de puré de papas. “Luego, iremos arriba y tendremos una conversación.”
“Gracias”, respondió Hannah, mirando con agrado a la adorable Isabelle y su armoniosa familia, con una sonrisa de agrado en su rostro.
William levantó los ojos en el momento justo para captar aquella admirable sonrisa de amabilidad y aquel delicado brillo en el rostro de Hannah.
Al parecer, le hacía feliz encontrarse en su casa.
......
Luego de la cena, Hannah e Isabelle regresaron arriba, a la habitación de Tommy.
Cuando entraron en su habitación, en vez de verlo postrado en la cama, con un rostro de abatimiento, lo encontraron sentado en la alfombra, al lado de su cama, construyendo algo con sus juguetes de robótica. Estaba tan concentrado que ni siquiera se dio cuenta de que alguien acababa de entrar en su habitación.
“¡Vaya! ¡Veo que te has recuperado después de comer la pasta! ¿Eh?”, dijo Isabelle, encantada de ver a Tommy tan animado, divirtiéndose, y con una sonrisa en sus labios, se acercó a él.
Solo al escuchar sus voces, al fin Tommy giró la cabeza, saludando alegremente al verlas: “¡Abuela! ¡Gafas Negras!”
Hannah se sintió aliviada y también encantada de ver que Tommy se veía mucho mejor que antes.
“Vamos, Tommy, déjame ver si todavía tienes fiebre”, dijo Isabelle, poniéndose en cuclillas frente a él y posando su mano en la frente del niño.
“Aún tiene fiebre; no ha bajado de los 38 grados. Luego de comer la pasta, al fin logró tomar su medicamento y pronto se sintió mucho mejor”, dijo el médico, que hasta aquel momento había estado cuidando a Tommy y, con actitud respetuosa, agregó: “Por cierto, ya es hora de tomar la medicina de nuevo.”
Asintiendo, Isabelle retiró su mano y dijo: “De acuerdo. Traiga la medicina.”
De hecho, la fiebre no había cedido, ya que su frente se sentía muy caliente todavía.
La sirvienta, quien se encontraba de pie a cierta distancia, sirvió agua tibia en un vaso y se acercó con él y con la medicina.
“¿Comiste suficiente? ¿Estuvo rico?”, preguntó Tommy, sentado aún en la alfombra y mirando a Hannah con sus grandes y brillantes ojos.
Hannah se acercó con una sonrisa en su rostro, colocándose en cuclillas junto a Tommy, y le respondió: “Oh, sí, estuvo delicioso. No creo haber comido una comida tan deliciosa en mucho tiempo.”
Hannah no sabía cuánto tiempo había pasado desde la última vez que pudo experimentar aquella cálida y armoniosa sensación de hogar. Lo más probable es que, si había existido en el pasado, aquel sentimiento se había borrado ya de su memoria.
“¿En serio? ¡Entonces, de ahora en adelante tienes que venir más a menudo a mi casa!”, dijo Tommy, tan emocionado que extendió su mano para coger la mano de Hannah, invitándola entusiasmado.
Hannah sacudió el desordenado flequillo que caía sobre la frente de Tommy, aunque sin responderle. Pero, básicamente, la cuestión era que Scott Manor no era un lugar a donde uno pudiera llegar cuando quisiera. Si le respondía que sí, eso hubiera significado faltarle el respeto a Isabelle, quien era la dueña de la casa, y estaría mintiendo si más adelante le fuera imposible regresar.”
“Aquí está la medicina, señora”, dijo la sirvienta, con el vaso con agua tibia en una mano y el medicamento en la otra.
“¡Por favor, déjame hacerlo!”, dijo Hannah, para cambiar de tema, adelantándose a tomar el vaso con agua y el medicamento de manos de la sirvienta y acercándose a Tommy le preguntó: “¿Le temes a las cosas amargas?”
Luego de unos instantes de vacilación, Tommy la miró y con honestidad le confesó: “Me gustan más las cosas dulces, Pero puedo soportar lo amargo por ti.”
Dicho esto, Hannah tomó 10 ml de jarabe medicinal, sirviéndolo en una cuchara cuyo contenido Tommy tragó de una vez.
“¡Oh, mi pequeño bebé ha estado estupendo el día de hoy!”, lo felicitó Isabelle, contemplando aquella escena.