Capítulo 59
1185palabras
2023-03-02 00:01
Cuando Hannah e Isabelle descendieron hacia el comedor, William se encontraba ya allí, hablando por teléfono, de pie ante los amplios ventanales, con su ancha y corpulenta espalda, bajo las brillantes luces del comedor que hacían más patente su bien definido perfil, dándole una apariencia de carisma y elegancia extraordinarias.
William escuchó el sonido de pasos acercándose y, tras decir unas pocas palabras, dio fin a la llamada, guardando el teléfono y volteándose hacia ellas para mirarlas con sus ojos negros y profundos.
Y aunque pareciera que dirigía su mirada hacia ambas, la verdad es que en ese momento solo tenía ojos para Hannah.

Al verla, caminando con tanta naturalidad y tan armoniosamente, lado a lado con Isabelle, William no pudo dejar de entrecerrar sus ojos negros que parecían así ligeramente más hundidos.
Los ojos de Hannah se encontraron de frente con el abismo de aquella penetrante mirada, y de inmediato inclinó la cabeza y dirigiéndole un formal saludo mientras seguían su camino hacia la mesa.
William permaneció de pie, a unos cuantos pasos y con su mirada fija en ella, en silencio, y nadie habría podido interpretar sus emociones en aquel momento.
“No estás en la oficina. ¿No puedes ser un poco más amable con tus subordinados?”, lo reprendió Isabelle, mirándolo y observando luego a Hannah, con su cabeza inclinada hacia abajo, dando ostensibles muestras de nerviosismo.
Al verlas entrar, con el brazo de Isabelle entrelazado con el de Hannah, William no pudo dejar de sonreír y, mientras se sentaba con lentitud, dirigiéndose a Hannah, dijo: “Veo que eres bastante buena para ganarte el corazón de las personas: Primero, mi hijo y, ahora, mi madre…”
El corazón de Hannah dio un vuelco tras escuchar aquel comentario de William y su rostro palideció de inmediato.

¿Acaso había querido decir con eso que odiaba que Tommy estuviera cerca de ella, así como también el que hubiera accedido a la petición de Isabelle y hubiera venido sin su permiso?
“¿De qué estás hablando?”, protestó Isabelle al ver que Hannah de pronto se había puesto rígida. “Fui yo quien le pidió a Hannah que viniera el día de hoy, así que deja de culparla”. Y dirigiéndole una rápida mirada, le advirtió:
“No, creo que te equivocas.” En ese momento, Hannah levantó la cabeza y mirando fijamente a William le respondió: “Si no quieres que vuelva a comunicarme con Tommy, pues dejaré de hacerlo y nunca volveré a poner un pie en esta casa.”
William la miró y le resultó obvio que sus palabras la habían agraviado. Aun así, lo pudo sobrellevar, sin dar la menor muestra de descontento. Pensó que en realidad no hubiera querido decir lo que dijo, pero le sorprendió en tono firme y convencido con Hannah pronunció las últimas palabras, como si en realidad fuera algo de lo que era capaz.

Después de unos minutos, William miró hacia abajo, sonriendo con una rara alegría que él ni siquiera notó.
Era como si estuviera satisfecho del hecho de que Hannah pareciera encontrarse tan enojada y agraviada por su culpa.
“¡Toma asiento!”, dijo William, luego de sonreír, volviéndose hacia ella para dirigirle aquellas palabras con una voz baja y profunda, mucho más tranquila que antes.
“Ignóralo”, le dijo Isabelle, mirando a William y conduciendo a Hannah hacia el lado de la mesa opuesto a donde estaba sentado William, y agregó: “Ven, toma asiento.”
Hannah, mientras tanto, seguía con la mirada fija en William, sentado en el lado opuesto de la mesa. Sabía que más adelante habría de recordarla como una cena incómoda, pero lo cierto es que no había manera en la que pudiera escapar.
Por lo tanto, decidió que habría de terminar la cena e insistiría en ello, aunque a William no le gustara, incluso si terminara odiándola por ello y el día de mañana le entregara una carta despidiéndola y expulsándola de la Mansión Presidencial.
Antes de que Hannah se hubiera sentado, Wayne y Frankie habían bajado ya y se encaminaban hacia el comedor. “¿Por qué siento que la atmósfera es un poco extraña esta noche? ¿Acaso la señorita Porter ha incomodado a William?”, dijo una voz que, desde lejos, comenzó a burlarse de Hannah en cuanto la vio.
Al escuchar aquella voz, William levantó la cabeza y sus ojos se encontraron con los de Frankie. Sin decir palabra, tomó una toalla caliente de manos de la sirvienta y comenzó a limpiarse las manos.
Hannah también miró a Frankie, mientras la comisura de su boca se torcía de forma poco natural, aunque sin decir nada.
“Los dos, hermanos, nunca cambian. Dejen en paz a Hannah, es una chica tímida. Apresúrense y siéntense”, dijo Isabelle, mirando a Frankie antes de tomar asiento. Luego, amablemente instó a Hannah: “Vamos, toma asiento. No me gustaría que te quedaras ahí, de pie.” 
Hannah asintió, pero esperó a que Wayne y Frankie tomaran asiento primero, antes de hacerlo ella.
En la amplia mesa rectangular del comedor, a la cabecera de la mesa se encontraba Wayne, mientras que William y Frankie se sentaron a su izquierda, con Isabelle y Hannah sentadas frente a ellos.
“Siempre soy la única mujer en la mesa”, comentó Isabelle, y agregó: “Esta noche, en cambio, tengo una acompañante; de pronto siento que podría comer dos porciones.”
Una vez que todos hubieron tomado asiento, los sirvientes no tardaron en ponerse en marcha y comenzaron a servir la cena. A Isabelle le preocupaba que Hannah estuviera nerviosa, así que trató de aligerar la atmósfera con una sonrisa.
“Tú sueles comer mucho. Creo que, si tomas dos porciones esta noche, luego tendrás que caminar un par de millas extras”, dijo Wayne, bromeando, mientras tomaba un sorbo de la sopa de champiñones.
Lanzando una mirada de soslayo en dirección a Wayne, Isabelle se quejó: “No quiero hacerlo. También luzco bien cuando estoy llenita. ¿Por qué lo dices? ¿Acaso me desprecias ahora?”
“¡Oh, no, no…! ¡Claro que no!”, se apresuró a responder Wayne, quien le señaló el filete que estaba en su plato e instándola le dijo: “Come más. ¡Ha sido un día difícil para ti cuidando a Tommy…!”
Como si fuera una niña pequeña, Isabelle hizo un puchero y respondió: “Así está mejor…”
Sentada al lado de Isabelle, Hannah escuchaba coquetear a los esposos y observaba la mirada sonriente en los ojos de Isabelle. De pronto, su corazón se sintió inundado por una calidez indescriptible y no pudo evitar sentir envidia de aquella relación.
¡Tal vez aquello era lo que suelen llamar sentimiento de hogar!
“Vamos, Hannah; come un poco más”, dijo Isabelle, sacándola de sus pensamientos, mientras le servían un trozo de costilla.
Recobrando la compostura de inmediato, Hanna le respondió: “Gracias”, antes de encontrarse con los profundos ojos negros de William, apenas un par de segundos, mientras levantaba la mirada. William de inmediato desvió la mirada y comenzó a comer.
Al ver que William desviaba la mirada, Hannah hizo lo mismo, bajando la cabeza y comenzó a comer también.
Desde el otro lado de la mesa, Frankie vio a Hannah sonrojarse y no pudo evitar sonreír, antes de bajar la cabeza y, como los demás, comenzó a comer.