Capítulo 57
1238palabras
2023-02-28 00:01
Una vez que Hannah salió, Tommy al fin dejó de llorar, aunque había llorado tanto que se estremeció, con lágrimas aún en sus ojos.
Mientras que limpiaba amorosamente las últimas lágrimas de los ojos de Tommy, y mirando a William con enfado, Isabelle gruñó: “¡Una extraña muestra más amor hacia tu hijo que tú!”
William apartó la mirada de la puerta y miró brevemente a Isabelle y luego a Tommy, pero sin decir nada. Luego, se puso de pie y entregó el vaso con agua y las pastillas al médico quien seguía al lado y salió de la habitación.
“Ignóralo, cariño. Ahora, recostémonos un rato mientras está lista la pasta al huevo que tanto te gusta y que traerán dentro de unos minutos”, dijo Isabelle una vez que William salió, sentándose en la cama, al lado de Tommy, consolándolo.
Tommy resopló y, con voz baja y débil preguntó: “La mano de Gafas Negras está lastimada. ¿Crees que pueda cocinar? ¿Crees que le duela?”
“Ella estará bien, amor. Hay mucha gente en la cocina que puede ayudarla”, dijo Isabelle, quien, al ver la preocupación que Tommy sentía por Hannah, no sabía muy bien si debía sentirse feliz o envidiosa por ella.
“Entonces está bien”, respondió Tommy.
Tras secar las últimas lágrimas del rostro de Tommy, y mirándolo fijamente, Isabelle le preguntó: “¿Por qué te gusta tanto Hannah? ¿Es acaso porque es hermosa y gentil?”
“No es por eso. Ella no es la más hermosa o la más gentil. Simplemente me gusta. Me enamoré de ella desde la primera vez que la vi”, respondió Tommy, quien, al hablar de Hannah, parecía haberse recuperado e incluso parecía no tener fiebre ya. Luego, dirigió a Isabelle una mirada brillante y enérgica y le preguntó: “¿Tú crees que eso es lo que llaman amor a primera vista?”
“¡Ja, ja, ja!” Isabelle estalló de pronto en una carcajada y, tomando la mano regordeta de Tommy y suspirando, dijo: “Parece que mi bebé ha crecido y que yo me estoy haciendo vieja.”
“¡No! Tú no eres vieja. ¡Tienes que esperar hasta que me case y tenga un bebé para llamarte bisabuela!”
“¡Ja, ja, ja!” Isabelle se sentía tan feliz que no podía dejar de reír, asintiendo a las palabras de Tommy. “¡Está bien, está bien! Te veré crecer hasta que tengas tu propio hijo.”
"Sip."
......
En la pequeña cocina de la planta baja, luego de que Hannah entró, todos los ingredientes se encontraban esparcidos sobre la encimera: tomates, huevos, chalotes, condimentos y la pasta.
Al ver el vendaje en la mano izquierda de Hannah, sabiendo que éste debía mantenerse seco en todo momento, uno de los chefs le ofreció su ayuda pero ella la rechazó amablemente y, en vez de ello, pidió al mayordomo que le trajera un par de guantes desechables a prueba de agua.
Luego de lavar su mano derecha y colocarse los guantes, Hannah comenzó a cocinar de inmediato, sin siquiera ponerse un delantal.
Aunque solían llamarla la pequeña cocina, en realidad no era pequeña en absoluto. No solo estaba completamente equipada, sino que era tan amplia que hubiera podido albergar a más de una docena de chefs al mismo tiempo.
William bajó a la planta baja y, ante la mirada expectante de todos, se dirigió hacia la cocina.
Como Tommy había afirmado repetidamente que la pasta de Hannah era la más deliciosa que hubiera probado en su vida, sentía curiosidad por ver si había algo especial en su preparación o algún ingrediente secreto en aquella pasta al huevo.
"Señor..."
Al ver que William se dirigía hacia la cocina, una de las sirvientas lo saludó al instante, pero él levantó la mano en señal de que se detuviera y no hiciera ruido. Luego, con una mano en el bolsillo, se detuvo junto a la puerta, desde donde miró a Hannah con su mirada profunda e insondable.
En ese momento, Hannah se encontraba de pie frente a la encimera de la cocina, con sus altos tacones negros y un traje sastre también negro. En su mano derecha empuñaba un filoso cuchillo de cocina que usaba para cortar los tomates. Y aunque tenía lesionada la mano izquierda, ello no alteró en absoluto su habilidad. Al verla cortando con movimientos ágiles y rápidos, y si en vez de su traje sastre hubiera llevado un uniforme de cocina, cualquiera habría podido confundirla con una chef profesional.
Una vez cortados los tomates procedió a cortar los chalotes.
El agua se encontraba hirviendo ya, por lo que se apresuró a poner en ella la pasta.
Mientras tanto, tomó dos huevos que rompió en un tazón y comenzó a batirlos con extraordinaria rapidez. No solo William, sino también los chefs profesionales que se hallaban presentes, observaban fascinados la agilidad y elegancia de sus movimientos.
Tras terminar de batir los huevos, agregó un poco de sal al agua en que se cocía la pasta. Sobre el fuego se calentaba ya una sartén sobre la que vertió un poco de aceite y a continuación vertió en ella los huevos para freírlos.
Dado que la sartén estaba caliente, el huevo se cocinó en menos de un minuto. En otra sartén, Hannah vertió los tomates para freírlos, y a los cuales agregó los huevos fritos, agua, un poco de sal, un poco de azúcar y los dejó cocinar unos minutos.
William, quien se encontraba de pie, detrás de los chefs y la servidumbre, al percibir el aroma proveniente de la sartén, no pudo evitar que se le hiciera agua la boca.
¿Él también tenía hambre?
Al darse cuenta de lo ridículo de su reacción, William frunció levemente el ceño, sus ojos negros volvieron a tornarse sombríos y, dándose la vuelta, se alejó.
Teniendo en cuenta que Tommy se encontraba enfermo, Hannah cocinó la pasta un poco más, hasta que estuvo ligeramente blanda. Una vez que la pasta estuvo lista, la sirvió en un plato que tendió a una de las sirvientas, mientras ella se quitaba los guantes y ambas salieron de la cocina hacia el segundo piso.
En la habitación de los niños, en el segundo piso, Tommy no pudo evitar emitir un chillido de emoción al sentir la fragancia de la pasta, mucho antes de que Hannah y la sirvienta entraran a la habitación.
“¿Qué sucede?”, preguntó Isabelle, apresurándose a detener a Tommy, quien estaba a punto de saltar fuera de la cama.
“¡La pasta está lista!”, exclamó Tommy, sentándose en la cama y mirando hacia la puerta con alegría.
En efecto, apenas dicho esto apareció Hannah en la puerta.
“¡Vaya que eres rápida!”, se burló Isabelle al ver a Hannah y a la sirvienta entrando con el plato con pasta.
Con una grata sonrisa en su rostro, Hannah se dirigió hacia ellos y dijo: “Sí, la pasta está lista…”
“Me muero de hambre. Quiero comer ahora mismo”, dijo Tommy, babeando al mirar la pasta con los ojos muy abiertos.
“De acuerdo, está bien. Ven, déjame ayudarte”, asintió Isabelle, tomando el plato y el tenedor de manos de la sirvienta y revolviendo la pasta. Al olerla, no pudo evitar elogiar a Hannah: “¡Vaya! ¡Qué bien huele, y se ve deliciosa!”
Hannah se limitó a permanecer de pie a un lado, sonriendo sin decir nada.
“¡Date prisa, abuela! ¡Quiero comer!”, dijo Tommy, tragando saliva sin dejar de mirar la pasta.
"¡Está bien! ¡Está bien!". Mientras decía esto, tomó un tenedor lleno de pasta y se la llevó a la boca a Tommy.