Capítulo 54
1289palabras
2023-02-26 00:01
“¡Bien! Si no quieres que venga la llamaré yo misma. No necesito volver a molestarlo, señor presidente.”
Mientras William escuchaba las quejas de Isabelle, no pudo evitar fruncir el ceño con gran consternación al tiempo que una capa de melancolía se cernía sobre su rostro. Finalizó la llamada y tras arrojar el teléfono sobre la mesa dijo con frialdad: “Continuemos.”
Todos los presentes lo miraron mientras sentían un escalofrío subir por sus espaldas y luego siguieron adelante con la agenda de la reunión que estaba lejos de concluir.
......
De regreso en la oficina, Hannah tomó asiento en su escritorio, sintiéndose angustiada y deprimida en extremo al pensar en el pequeño Tommy enfermo, al punto que no sentía ningún deseo de ponerse a trabajar.
Cogió su teléfono, el cual sostuvo en su mano por más de diez minutos en los que estuvo reflexionando antes de llamar al reloj inteligente de Tommy.
Sin embargo, lo único que escuchó fue una monótona voz robótica indicándole que el número al que había llamado se encontraba apagado en aquel momento.
Cuando William descubrió que Tommy había estado usando su reloj inteligente para comunicarse en secreto con Hannah, decidió confiscárselo y apagarlo.
El no poder comunicarse con Tommy por teléfono y no saber nada sobre su situación actual hizo que Hannah se sintiera ansiosa, como si su corazón estuviera asándose sobre una parrilla. De hecho, se sentía mucho peor que si fuera ella quien estuviera enferma.
Sin saber qué hacer, se arrellanó en su asiento y justo en ese momento su teléfono móvil vibró de repente y al ver la pantalla se dio cuenta de que era una llamada desde un número desconocido.
Al principio no quiso responder, pero, ante la insistencia, y tras respirar profundamente, deslizó el dedo por la pantalla y respondió.
"Hola, ¿quién es?"
“Hola. ¿Eres Hannah Porter, la intérprete de la mansión presidencial?”
Hannah se sorprendió un poco al escuchar una voz amable y gentil que parecía provenir de una anciana y, luego de un saludo cortés, asintiendo respondió: “Sí, soy yo. ¿Puedo saber con quién estoy hablando?”
Hannah se sintió un poco más animada y adoptó un tono más respetuoso cuando supo que, efectivamente, estaba hablando con una anciana.
Al otro lado de la línea, Isabelle rio entre dientes cuando escuchó la voz gentil y modesta de Hannah y le explicó: “Mi nombre es Isabelle Reid. Soy la abuela de Tommy.”
¿La abuela de Tommy?
El corazón de Hannah dio un vuelco y tras recobrar la compostura, con voz ligeramente atropellada dijo: “H… ¡Hola, señora Scott!”
De pie en la sala de recepción del segundo piso, Isabelle no pudo evitar reír al escuchar el tono respetuoso en la voz de Hannah y la tranquilizó: “Relájate. Ta he llamado porque deseo pedirte un favor.”
“¿Un favor?”, preguntó Hannah confundida, preguntándose qué clase de favor querría pedirle la madre del presidente.
“Así es”, continuó Isabelle, sonriendo amablemente. “En realidad no es gran cosa. Tommy se encuentra enfermo, tiene fiebre elevada, pero se niega a comer y, cuando lo hace, vomita casi al instante. El médico me ha dicho que no es prudente hacerle tomar su medicamente con el estómago vacío pues, cuando hemos intentado dárselo lo ha vomitado de inmediato. De esa forma no puede hacerle provecho.”
“¿Puedo preguntarle qué le pasa a Tommy? ¿Se encuentra bien? ¿Su fiebre es por algo grave?” preguntó Hannah, casi inmediatamente después de que Isabelle dejara de hablar.
“El médico ha dicho que no se trata de nada grave. Padece una infección viral y se encuentra enfermo de influenza, pero temo que pueda empeorar debido a que no ha tomado su medicamento y no hemos podido inyectarlo”, le explicó Isabelle, quien, tras una pausa, dejó escapar un suspiro y con tristeza continuó: “Tommy me ha dicho cuántas ganas tiene de comer la pasta que le preparaste, de modo que quisiera preguntarte si tienes tiempo de venir a Scott Manor y prepararle su pasta favorita. Con suerte, después de comer tu pasta, pueda al fin tomar su medicamento y acelerar así su recuperación.”
“¡Sí, por supuesto! Puedo pasar más tarde, en cuanto salga del trabajo”, respondió Hannah en cuanto Isabelle terminó de hablar, mostrándose de acuerdo.
“¡Maravilloso!”, dijo Isabelle al escuchar aquella rotunda confirmación, sintiéndose mucho más aliviada, y agregó: “En ese caso, haré que alguien vaya a buscarte al trabajo.”
“Gracias, pero no será necesario. No hace falta mucho para que salga del trabajo y creo que será mucho más rápido para mí si tomo un taxi. Por favor, envíeme la dirección y estaré ahí lo antes posible.”
“De acuerdo. Haré que alguien te envíe la dirección dentro de un momento mediante un mensaje de texto.”
“Está bien. Gracias.”
“Tómate tu tiempo. Y ten cuidado”, le dijo Isabelle.
“Gracias. Lo haré”, respondió Hannah, sonriendo.
Luego de colgar, Hannah consultó su reloj y vio que todavía faltaban veinte minutos para salir del trabajo. No se sentía de mucho humor para trabajar y, en todo caso, tampoco había nada que hacer, por lo que pidió permiso a Bella para que le permitiera salir un poco antes, aduciendo que tenía una emergencia.
Al observar la expresión ansioso en el rostro de Hannah, Bella se mostró de acuerdo, sin decir nada más.
“Gracias”, le dijo Hannah y, tras apagar su ordenador, salió del trabajo. Una vez en la calle tomó un taxi, pidiéndole al conductor que la llevara a Scott Manor, dándole la dirección que había recibido.
Scott Manor se encontraba ubicada en las afueras de la ciudad, bastante lejos de la Mansión Presidencial. Normalmente, el recorrido implicaba una hora de camino aproximadamente. Sin embargo, dado que se trataba de la hora pico y que el tráfico no hacía sino aumentar lentamente, Hannah terminó quedando atrapada en un embotellamiento que apenas si avanzaba.
Sentada en la parte trasera del taxi, Hannah no hacía sino mirar ocasionalmente por la ventanilla, sintiendo que tenía el corazón en la boca y sin dejar de mirar nerviosamente su reloj a cada instante. En esos momentos, cada minuto que pasaba atrapada en el tráfico era como una tortura para ella. Al final le tomó más de dos horas y media llegar finalmente a Scott Manor.
Pero antes de que pudiera ingresar en la mansión, fue detenida en la entrada por el personal de seguridad de Scott Manor. Los guardias de seguridad les pidieron, a ella y al conductor, que bajaran del taxi para revisarlos exhaustivamente, lo que hizo sentir a Hannah como si en realidad se dispusiera a ingresar a la Mansión Presidencial.
“Mi nombre es Hannah Porter. Trabajo como intérprete en la Mansión del Presidente. Esta es mi identificación y la credencial de mi trabajo”, dijo Hannah, entregando sus documentos de identificación al jefe de seguridad.
Hannah sabía que, tanto el presidente como su familia gozaban, de una seguridad bastante estricta, por lo que cooperó pacientemente con el interrogatorio de los guardias. No obstante, el conductor no compartía esta comprensión y paciencia, por lo que, negándose a que los guardias iniciaran una revisión del taxi, tomó el billete con que Hannah le pagó, marchándose y dejándola en la entrada.
“Su identificación y su credencial están en orden”, le dijo el jefe de seguridad, quien, intrigado por su presencia a aquellas horas le preguntó: “¿Puedo saber cuál es el motivo de su visita?”
Hannah observó con desconsuelo cómo el taxi se marchaba, y luego, el sinuoso camino que subía por la montaña, haciéndola suspirar de impotencia. Luego, volviéndose hacia el jefe de seguridad le dijo: “Estoy aquí a pedido de la señora Scott, quien me pidió que viniera para prepararle la cena a Tommy, el hijo del presidente.”
“¿Ella la llamó personalmente?”, preguntó el jefe de seguridad, con cierta incredulidad.
“Así es”, asintió Hannah.