Capítulo 32
1046palabras
2023-02-14 13:44
William observó a Hannah en silencio. Solo después de que ella se marchase con la puerta clausurándose tras de sí, él volvió a cerrar los ojos. El dolor en su expresión se acentuó. 
Hacía años que había desarrollado problemas gástricos; pero aparte de él y sus médicos privados, no existía nadie más que lo supiese. 
Y como era de su conocimiento, los mismos se debían a su hábito de tomar café con el estómago vacío todas las mañanas. Sin embargo, hacía mucho tiempo que no presentaba un ataque de tal magnitud. De hecho, desde tempranas horas, habría estado en un constante dolor; y lo peor era que nunca antes lo había sentido de esa forma. 

Así pues, respiró hondo repetidamente; un método que le resultaba bastante efectivo para buscar el alivio en estos casos. 
No obstante, esta vez no pareció funcionar; experimentado como el estómago se revolvía con una fuerza abrumadora. Y para completar, no había forma de que pudiese llamar a su médico en ese momento.
Por lo tanto, lo único que podía hacer era soportarlo mientras rezaba para que mejorase al cabo de media hora.
"¡Toc Toc!".
Cada segundo era un tormento para él; y tras un tiempo que le pareció eterno, de repente oyó el sonido de alguien llamando a la puerta. No deseaba atender a nadie, ni mucho menos hablarle.
Pero, Hannah irrumpió en la estancia, incluso sin su permiso. Al visualizar que se hallaba acostado en el sofá con sus encantadoras cejas fruncidas, se acercó. Luego, colocó la taza de agua caliente sobre la mesita de té, abrió un paquete de galletas y se lo entregó. Ansiosa, manifestó: "Señor Presidente, beba un poco y coma algunas de éstas. Solía utilizar este método para tratar mis gases". 

Al principio, no estaba seguro de que la persona allí fuese la muchacha; sin embargo, en el instante en que se puso delante de él, inmediatamente la reconoció.
Y es que, la misma tenía una fragancia tenue y refrescante que otras mujeres no poseían y, para ser bastante honesto, era muy agradable para su nariz.
Lentamente, abrió los ojos y su profunda mirada se posó en la mano de ella, que sostenía el paquete de galletas. 
Era la primera vez que le estudiaba; complexión ligera, esbelta y delicada tal como un trozo de jade. Llevaba las uñas prolijamente recortadas y limpias; y sin esmalte. Es más, eran de un color rosa saludable, tal como a él le gustaba.

"¿Por qué no lo intenta? Tal vez funcione para usted también", preguntó; tratando de convencerle. Pensó que tal vez él se mostraría algo escéptico; pero, el hombre se limitó a contemplarla con una mirada profunda e inescrutable; sin moverse un ápice. 
Medio en cuclillas junto al rellano, ella le devolvió el gesto por unos segundos. Y justo cuando bajaba la cabeza, derrotada, él alargó el brazo y le quitó el alimento. Luego cogió la taza de agua caliente y bebió un sorbo.
Al percatarse que por fin estaba dispuesto a comer, Hannah no pudo evitar sonreír. Un momento después, se levantó para retirarse. 
Sin embargo, William la detuvo preguntando: "¿Tú también tienes problemas gástricos?". 
Sorprendida, lo examinó; y con una leve sonrisa, contestó: "Solía tenerlos, pero ahora estoy mucho mejor".
"¿Lo curaste ingiriendo esto?", interpeló; estudiando la media galleta restante en su mano, para luego llevársela a la boca.
Ella bajó la cabeza y se rio entre dientes. Replicó: "No, solía saltarme las comidas; aunque ya no lo hago. Ahora, guardo dos paquetes de éstas en mi bolso para poder tenerlas y llenar mi estómago llegado el momento; en caso de encontrarme demasiado ocupada para ello".
Sí, la familia Porter era rica, y aún así la joven habría desarrollado el hábito de saltarse los alimentos. Pronto, comenzaría a desarrollar dichos problemas gástricos, experimentándolos muy a menudo en el transcurso de sus dos años de estudios en el extranjero. Afortunadamente, comprendió que si ella no se trataba bien y cuidaba de sí misma, nadie más en el mundo lo haría.
Es por ello, que aprendió a cocinar todo tipo de platos deliciosos como recompensa tras un largo día de trabajo; a su vez, que se aseguraba de comer siempre a tiempo. 
Así, William continuó engullendo hasta que sus cejas, inicialmente muy fruncidas, se relajaron gradualmente.
Hannah, en tanto, aguardaba a tres metros de él; fascinada. 
Nunca esperó que el chico, quién era el cabeza de la familia Scott y Presidente de una nación, tuviese problemas gástricos. ¿No tenía gente a su alrededor para cuidarle?
"Esto no sabe mal", dijo con una sonrisa leve en sus delgados labios; después de terminar la segunda pieza, y pasando a una tercera. 
Al oír su comentario, ella rio sin emitir palabra alguna. Pero, el hecho de recibir una leve afirmación de su parte, era suficiente como para sentirse ganar un gran premio o en la luna.
"Señor Presidente, me retiro primero entonces", anunció. 
Y es que, su principio básico era no aprovecharse de los demás. Por tanto, cortésmente salió de la habitación, dejándole solo para que descansase bien.
Como el Presidente más joven en la historia de Lecharia, tenía mucho en lo que preocuparse; como los asuntos del Grupo Scott, que en realidad eran todo un gran desafío para él.
Así pues, esta vez, él no le impidió que se fuese. No obstante, sus ojos permanecieron fijos en su figura; no retractándose incluso después de que ella abandonase la habitación.
Ya fuera, Hannah se dio cuenta de que le ardían las mejillas. Pero, lo extraño en todo ello era que ni siquiera estando a solas con él se sentía nerviosa.
Entonces, lentamente respiró hondo y se palmeó el rostro. Chequeando la hora en su reloj de pulsera, se apresuró a la sala de traducción para entregar los documentos que Bella necesitaría por la tarde, ya que aún restaban veinte minutos para el almuerzo.
......
"Oye, ¿por qué estás aquí? ¿No necesitas estar al lado del Señor Presidente?", cuestionó Willow con una sonrisa socarrona; caminando en dirección hacia ella entretanto pelaba su manzana. 
Hannah observó entonces a la recién llegada; percatándose de la razón del tono enigmático y la actitud hacia su persona. 
Hannah observó entonces a la recién llegada; percatándose de la razón del tono enigmático y la actitud hacia su persona.