Capítulo 30
1225palabras
2023-02-14 11:41
Entonces, Hannah siguió a Annabel hasta llegar a la oficina de William. Cuando ingresaron, el mismo estaba sentado en la silla de oficina frente a su escritorio entretanto leía sus documentos. De hecho, se hallaba tan relajado que aparentaba no tener una reunión con el Presidente del Fliysau.
"Señor Presidente, su intérprete de Feannish ha llegado", anunció Annabel llamando suavemente a la puerta con gran respeto.
Sin levantar la cabeza y enfocado en su tarea, el caballero contestó: "Tráele la ropa".
La dama quedó atónita por unos instantes, e interpeló: "Lo siento, ¿qué ropa?".
Y sólo en ese momento le atisbó con una mirada profunda, y replicó: "¿Necesitas que te repita lo que te he dicho?".
Al escuchar la respuesta, su corazón tembló ligeramente. Y para cuando entendió la labor, asintió y se apresuró a buscar el traje de mujer que solicitó preparasen el día de ayer.
"Señor Presidente", le saludó Hannah respetuosamente una vez que Annabel se marchase.
Aunque sus agudos ojos de águila se posaron en el rostro y la frente de la chica por unos segundos, luego bajó la cabeza y continuó revisando sus informes. Tal parecía que no tenía intenciones de preocuparse por ella.
Sin embargo, Hannah le miró; pero no alcanzaba dar un paso adelante ni tampoco retroceder. Así que, se limitó a permanecer allí de pie, esperando sus órdenes.
Pronto, Annabel regresó con una gran bolsa de papel. Rápidamente, pasó junto a Hannah en dirección a William y le manifestó cortésmente: "Señor Presidente, esta es la prenda que pidió".
"De acuerdo. Déjala ahí. Puedes retirarte ahora", demandó el joven.
Así pues, observando a William y luego a Hannah, quien se encontraba parada en la puerta con un traje profesional negro que solo usaría una mujer de 40 años, de repente pareció entender por qué éste le habría pedido que preparase la indumentaria.
Y en un instante, se sintió molesta.
No obstante, frente a su jefe, Annabel no mostró emoción alguna. En cambio, sonrió y asintió respetuosamente mientras respondía: "Sí, Señor Presidente". A continuación, se deslizó hacia la salida; y apenas pasó junto a Hannah, no pudo evitar ojearla.
La muchacha habría estado manteniendo la cabeza gacha y, en consecuencia, no notó el gesto extraño de la secretaria; pero claramente sintió el enfado proveniente de ésta.
"Ven y cámbiate de ropa", ordenó el caballero aún concentrado en los documentos que tenía en mano. Seguidamente, echó un vistazo a la hora en su reloj de pulsera y agregó: "Tres minutos".
"...Eh?", exclamó. Tras una pausa y atónita, añadió: "Señor Presidente...".
"Cámbiate de ropa. ¿O te lo repito nuevamente?", enunció; finalmente fijando sus ojos en los de ella. Su voz era suave y profunda; llena de una majestuosidad incomparable.
Y fue allí, donde Hannah verificó su atuendo y comprendió al instante. En un dos por tres, recogió la bolsa de papel que Annabel había dejado atrás y salió corriendo.
"Espera, ¿a dónde vas?", cuestionó el hombre.
"Al baño a cambiarme", enunció; deteniéndose para mirarle. De hecho, supo que estaba perdida porque tardaría hasta tres minutos sólo en ir y volver del aseo de damas.
Con el ceño fruncido, William la observó. Luego, levantó la barbilla para señalar la dirección de su salón y dijo: "Puedes hacerlo allí".
Entonces, ella ingresó al lugar a toda máquina con la gran bolsa en los brazos.
Como estaba demasiado apurada y ansiosa, siquiera tuvo tiempo de verificar cómo lucía la estancia. Y es que, en efecto, no solo había un traje, sino que también una blusa de gasa blanca con un nudo de lazo atado a ésta.
Así pues, sin dudarlo, se quitó la ropa velozmente; colocándose la nueva. Y una vez hecho, arrancó del gran salón a toda prisa por temor a que fuese demasiado tarde. Como era de esperar, no se miró al espejo.
"¡Señor Presidente, he terminado!", avisó.
Al escuchar su voz, William levantó la cabeza.
En ese instante, la joven se encontraba parada a tres metros de él; sin saber dónde poner las manos. Y fue allí, donde se percató de la alta y curvilínea figura de ésta. Ciertamente, su mirada se hizo más profunda sin poder evitarlo. De hecho, existía una luz oculta parpadeando en los ojos de ella que incluso alguien como su persona no había notado.
Tal vez fue porque tenía tanta prisa que olvidó de usar sus anteojos negros. Pero, usando ropa adecuada y a su medida, lucía mucho mejor que la rígida Hannah que era hacía unos minutos.
No obstante, sus largas y estrechas cejas se crisparon ligeramente. Después, se puso en pie y se encaminó hacia ella.
Por su parte, Hannah ya se sentía incómoda producto de la mirada intensa de éste, y cuando le vio levantarse y caminar en dirección a donde se encontraba, el corazón casi se le sale del pecho. Ya a unos pocos pasos, inesperadamente, el joven extendió la mano hacia la parte posterior de su cabeza específicamente a su nunca; y Hannah asustada se tambaleó hacia atrás.
"Señor Presidente...", llamó. El mencionado no pudo evitar levantar los labios y sonreír cuando visualizó el pánico en sus grandes ojos de cristal.
"Suéltate el pelo. Luego, regresa al salón para que te veas en el espejo. Recuerda arreglar tu moño", demandó.
"Entendido", respondió; bajando la cabeza, sin atreverse a mirarle en absoluto. A continuación, se apresuró al lugar indicado.
Mirándose en el espejo, notó que tenía la cara tan roja como un tomate. Al recordar su reacción anterior, se sintió tan molesta al punto de querer morderse la lengua.
Sin embargo, cuando pensó en cómo estaba a punto de llegar el presidente de Fliysau, no se atrevió a demorarse más. Sin prisa pero sin pausa, siguió las instrucciones de William y se soltó la coleta. Inmediatamente, su cabello negro azabache se dispersó y cayó sobre sus hombros; y la energía juvenil en ella fue restaurada una vez más. Pero, para desgracia de ella, Hannah no tenía tiempo de admirarse; por lo que se desabrochó la pajarita de aspecto extraño en su cuello y se la ató.
Así pues, tras comprobar que se veía presentable, inmediatamente salió; no sin antes colocarse los anteojos que previamente habría ubicado junto al armario.
"Señor Presidente, estoy lista", manifestó.
En su lugar, William se hallaba de pie junto al ventanal más cercano; con las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones. Lucía aturdido; y prueba de ello eran sus profundos ojos negros ligeramente entrecerrados.
Al escuchar la voz de Hannah, se giró; limitándose a contemplarla de manera tranquila e indiferente. Cuando se percató de que ella se habría puesto de nuevo sus gruesos anteojos negros, lo cual era realmente desagradable para su vista, su expresión inicialmente calmada se hundió. En un tono molesto interrogó: "¿No tienes una visión perfecta? ¿Por qué los usas?".
El corazón se le heló; y en respuesta a sus preguntas inmediatamente se los retiró.
¿Cómo pudo olvidar que anteayer por la noche no llevaba las gafas en el coche?.
"¡Déjalas, y sígueme!", ordenó William irritado; alejándose.
"Sí, Señor Presidente", dijo.
"Todo lo que tienes que hacer más tarde es permanecer detrás de mí. Interpreta cuando lo necesite y sonríe cuando se supone debas hacerlo. Cuando no haga falta ninguna de ambas cosas, guarda silencio y no te alejes", instruyó el hombre en voz baja mientras se acomodaba la corbata.
"Entendido, Señor Presidente".
......