Capítulo 16
1422palabras
2023-02-07 14:54
Como ella lo esperaba, el hospital estaba muy cerca de su casa y solo les tomó cerca de diez minutos llegar hasta el área residencial.
Una vez ahí, el automóvil se detuvo frente al edificio de apartamentos y Tommy abrió la puerta del auto para brincar hacia la calle desde el asiento trasero. Luego, estiró el cuello para mirar a su alrededor.
"¡Guau, Gafas Negras! ¿Vives aquí? ¡Este es un lugar encantador!".
Hannah lo escuchó mientras se bajaba por el otro lado del auto y se echó a reír cuando notó el lenguaje tan maduro que utilizaba el niño. Una vez en la acera, caminó hacia él extendiendo el brazo.
Cuando Tommy vio eso, sonrió y puso su manita regordeta en la de ella y la apretó.
"Vivo en el piso trece. ¡Subamos!".
"¡Súper!", respondió él con entusiasmo y entró al edificio de apartamentos de la mano de Hannah. Detrás de ellos, Ramón estacionó apresuradamente el auto, para alcanzarlos.
Durante el trayecto en el elevador, el niño veía con ansiedad los números que marcaban los pisos, ansioso por salir corriendo y entrar en el apartamento tan pronto como Hannah abriera la puerta. Y cuando vio los muebles se quedó boquiabierto. "¡Tu casa es realmente acogedora, Gafas Negras!".
De hecho, era un apartamento de solo dos habitaciones, que tenía menos de noventa y dos metros cuadrados, incluso más pequeño que una suite en la residencia de sus abuelos, sin mencionar cualquier cuarto de la mansión del presidente.
Con una sonrisa brillante, Hannah le dijo a Ramón: "No tengo pantuflas para ustedes, así que pueden dejarse los zapatos puestos".
"¿Puedo pasar?", peguntó él cortésmente, ya que era un hombre con la mejor educación, quien además había sido soldado en las fuerzas especiales durante ocho años. ¡Él tenía muy buenos modales!
Asintiendo, Hannah respondió: "Sí, ¡por favor!".
Una vez que obtuvo su aprobación, Ramón entró en el apartamento.
Después de cerrar la puerta, Hannah sacó una botella de agua mineral del refrigerador y, después de servirles un vaso a cada uno, les dijo: "Tomen asiento. Yo Iré a cambiarme de ropa y luego prepararé la comida".
Mientras el niño miraba alrededor de la habitación como si fuera un turista, Ramón asintió y comentó en voz baja: "Tenemos que regresar a la mansión del presidente más tarde, así que debemos ser rápidos. Por favor, prepare algo muy sencillo".
Afortunadamente, ellos no estaban lejos de la residencia de William. Si se quedaban solamente media hora, podrían regresar antes de que la gente saliera de trabajar.
Entonces, Hannah respondió: "Está bien, prepararé todo, lo más rápido posible".
Después de eso, se apresuró hacia su habitación para cambiarse de ropa.
De hecho, si Tommy no hubiera estado tan entusiasmado con la visita a su apartamento, ella no se habría atrevido a llevarlo ahí, porque podría dar lugar a una situación desesperada si el presidente la culpara por ello. Además, William no parecía un hombre amistoso, así que realmente no debía demorarse ni un segundo.
Rápidamente, se puso algo cómodo y ató su largo cabello. Luego, corrió a la cocina y buscó los ingredientes para empezar a cocinar.
Encontró dos tomates, huevos y espaguetis en el refrigerador, lo suficiente para hacer tres porciones de pasta con salsa de tomate y huevos revueltos.
"Gafas Negras, ¿necesitas ayuda?", ofreció Tommy siguiendo a Hannah a la cocina. ¡Era como un pequeño adulto!
"¿Qué sabes hacer?", preguntó ella, lanzando una risita.
Entonces, él respondió arqueando las cejas: "No, pues nada, ¡pero puedo aprender!".
Hannah asintió con rostro de aprobación, pero como temía que emplearía demasiado tiempo si además de cocinar tenía que enseñarle, ella sugirió: "¿Qué te parece esto? Siéntate allí para que te vaya mostrando lo que hago y aprendas a preparar una pasta. ¿Estás de acuerdo?".
"¿Estás segura de que no necesitas que yo haga algo?", insistió él con tono varonil.
Al escucharlo, ella sonrió. "Completamente segura, así aprenderás y la próxima vez tú harás todo. Siéntate ahí y mira cómo lo hago".
"Está bien". Tommy asintió jalando una silla para colocarla junto a la puerta de la cocina. Y como si fuera un supervisor, se acomodó en su asiento, balanceando sus diminutas piernas, con los ojos fijos en Hannah.
Mientras tanto, ella echó la pasta en agua hirviendo y rompió tres huevos. Después de removerlos, lavó los tomates y sacó unos chalotes del refrigerador.
Antes de freír los huevos, los lavó, para cortarlos junto con los tomates. Cuando los huevos estuvieron listos, los transfirió a un plato y comenzó a cocinar la verdura. Tan pronto como esta se ablandó, agregó los huevos y un poco de agua para hacer la salsa. Mientras eso se calentaba a fuego lento, la pasta había comenzado a hervir, por lo que rápidamente agregó un poco de agua fría y espolvoreó un poco de sal.
El niño la miraba boquiabierto, sin poder apartar los ojos de ella. Cuando el olor de la salsa llenó el ambiente, al pequeño se le hizo agua la boca.
"¡Ey, Tommy! ¡Límpiate!". Sin que él se diera cuenta, Ramón apareció detrás de su silla y al notar que le estaba saliendo saliva de las esquinas de los labios, le entregó una servilleta.
Sin embargo, él solo le echó una mirada por el rabillo del ojo, e ignoró la servilleta. Luego se limpió la baba con la manga de su playera.
Al presenciar lo que estaba sucediendo en la puerta, Hannah lanzó una débil risita mientras le decía a Tommy: "La comida estará lista muy pronto. Ven y ayúdame a sacar los cubiertos".
"¡Claro!", respondió el niño encantado, e inmediatamente se deslizó de su silla y corrió hacia ella.
Mientras tanto, Hannah probó la pasta y luego puso un poco de salsa en la punta de una cuchara, para llevársela a los labios. Después de espolvorear un poco de sal y agregar un poco de perejil, estaría lista para servirse.
En ese momento, Tommy percibió el aroma de la comida y se pasó la lengua por los labios. "¡Huele rico!".
"¡Muy bien! Está listo", dijo Hannah tomando tres juegos de cubiertos, para entregárselos a Tommy.
Eufórico, el niño los tomó y se dirigió al comedor.
"Ramón, ¿podría ayudarme a poner la comida en la mesa?", preguntó Hannah con una sonrisa, al verlo haciendo guardia en la puerta.
"Por supuesto", contestó él y recogió dos platos, mientras que Hannah sostenía el tercero, antes de salir juntos hacia el comedor.
Una vez que acomodaron los tres platos de pasta sobre la mesa, Tommy no pudo esperar más y agarró uno de ellos, e inmediatamente, se metió un bocado de pasta en la boca.
"¡Está muy caliente! Espérate a que se enfríe un poco", dijo ella, al ver que Tommy iba a atragantarse de comida.
Haciendo una breve pausa, Tommy se rio: "¡Ay, Gafas Negras! Esto es celestial. Nunca he comido una pasta tan deliciosa, por eso no podía esperar a terminármela".
Hannah tomó el plato que estaba frente a Tommy y mezcló la pasta con la salsa, al mismo tiempo que le soplaba para enfriarla.
Mirando la comida sin despegarle los ojos de encima, Tommy ardía en deseos de metérsela en la boca. Cuando Ramón lo vio, se rio divertido, aunque él también estaba bastante hambriento.
Después de unos segundos, la pasta ya estaba lista para comerse, así que Hannah le devolvió el plato a Tommy. "Ya puedes empezar".
"¡Uf, ya no aguantaba!", respondió él y, en un abrir y cerrar de ojos, ya tenía la boca repleta de comida.
"Ramón, siéntese a comer, por favor", dijo Hannah, ya que él seguía de pie a un lado de la mesa.
Sonriendo humildemente, este respondió: "No creo que sea apropiado, gracias".
"No estamos en la mansión Scott, así que, por favor, no sea tan ceremonioso. Además, preparé este plato de pasta especialmente para usted".
Como ella insistió, él ya no pudo rechazar su amabilidad. Además, de verdad tenía mucha hambre, así que asintió. "Bien, muchas gracias".
"Ramón, date prisa y prueba esta exquisitez, o te arrepentirás por el resto de tu vida", gritó el pequeño con la boca llena de pasta.
"Venga a tomar asiento".
Al escuchar eso, el hombre sonrió y se sentó. Después de tomar unos cubiertos, él también comenzó a comer.
Hannah se sentó y los vio comiendo con deleite, entonces, un flujo de calidez que nunca había sentido se extendió por todo su cuerpo. ¡Estaba tan satisfecha!
Y justo cuando ella iba a tomar sus cubiertos para agarrar una porción de pasta de su plato, sonó el timbre de la puerta.