Capítulo 33
1512palabras
2023-02-09 14:12
Tan pronto como salió del restaurante, Qi descubrió que la estaban siguiendo; a pesar de eso, ella siguió camino hacia el estacionamiento subterráneo como si nada pasara. 
Incluso, cuando cuatro hombres la alcanzaron y se metieron en el mismo ascensor, ella fingió no haberse dado cuenta de nada.
Fuera del ascensor, el estacionamiento subterráneo estaba muy oscuro. Sin embargo, en vez de ir directo a donde estaba el Sr. Cao, ella a propósito se dirigió a un lugar apartado, sin cámaras de vigilancia.

De camino hacia el rincón más alejado, uno de los hombres aceleró el paso; de repente, el hombre, lleno de tatuajes, fingió tropezar con ella; con rapidez él sacó una daga, la presionó contra la garganta de la joven y le advirtió:
"No te muevas. Te mataré si te mueves".
"Ah...". Qi estaba tan asustada que no se atrevió a moverse. Apenas balbuceó: "Sigo siendo estudiante. No tengo dinero. Yo... todavía no he recibido mi pago por mi trabajo de medio tiempo. Mientras me dejes ir, te prometo que te transferiré el dinero tan pronto como me paguen mi salario". El hombre tatuado se molestó por sus palabras; con fiereza, la regañó:
"Cállate. ¿Quién quiere tu dinero?".
"¿Eres un pervertido? Todavía soy muy joven. ¿Puedes esperar unos años?", argumentó ella, a punto de llorar y temblar.
¿Acaso esta mujer era idiota? 

El hombre tatuado no quería escuchar más sus tontas palabras; así que le guiñó un ojo al de cabello amarillo, quien de inmediato sacó una toalla de su bolso.
Un leve olor a medicina llegó a la nariz de la muchacha, se trataba de éter, en una dosis bastante grande; si cubrieran su boca y nariz con esa toalla, ella quedaría inconsciente en tan solo treinta segundos; una vez en ese estado, perdería cualquier tipo de control... 
Cuando el olor se volvía cada vez más acre y la toalla estaba a punto de cubrirle la cara, una luz fría brilló en los ojos de Qi.
Pronto, ella agarró el brazo del hombre tatuado y tomó la daga; luego, lo arrojó al suelo y pisó su pecho. Después de patear también al hombre de cabello amarillo, se inclinó un poco y palmeó la cara del hombre tatuado con la afilada daga. Le sonrió con amabilidad y le preguntó: 

"¿Puedes decirme ahora qué quieres hacer?". Vencido y tirado en el suelo, el hombre tatuado se quedó atónito durante unos segundos, antes de volver en sí. Entonces, enojado, gritó:
"¿Por qué están parados ahí? Rápido, atrapen a esta chica".
Antes de que los otros tres hombres pudieran reaccionar, ella los pateó uno por uno. Además, con la daga, apuñaló el dorso de la mano del hombre tatuado, perforó su palma y la clavó en el piso de cemento.
"Ah...", quiso gritar el desdichado, pero la joven le tapó la boca con un trapo.
Sin perder un segundo, pero con calma, ella sacó la daga para clavarla varias veces en el muslo del hombre. Cuatro o cinco agujeros sangrientos quedaron allí. Ella ni siquiera parpadeó durante todo el proceso, como si este tipo de crueldad fuera muy común en ella.
Tan tranquila se movía, que los tres hombres a su lado se asustaron. Sus rostros se pusieron pálidos, mientras ellos permanecían como atornillados en el suelo, sin atreverse a mover un músculo.
"Ay, ay, ay...". El hombre tatuado tenía tanto dolor que quería morir. Como un pez en agonía, su cuerpo se retorcía por completo y él ponía los ojos en blanco; parecía que se iba a desmayar en cualquier momento.
Frente a las miradas horrorizadas de los maleantes, la joven, en forma lenta, levantó la daga manchada de sangre hasta sus labios y la lamió con suavidad. Después, levantó la comisura de sus labios; con una sonrisa, exigió: 
"¿Pueden decirme ahora quién es el cerebro detrás de esto?".
Como durante la pelea, su largo cabello se había alborotado, la mayor parte de su rostro estaba cubierta de mechones dispersos. La luz tenue y fría brillaba sobre su piel clara, haciéndola ver aún más pálida. 
En ese momento, los tres mafiosos parecían haber visto fantasmas del infierno y demonios, sedientos de sangre e insensibles... 
El hombre de cabello amarillo, sin poder soportar ese tipo de miedo, solo se orinó; luego, con voz temblorosa, soltó:
"F-fue el segundo joven maestro de la familia Bo quien nos envió aquí, el Sr. Yuqian. Dijo que lo humillaste y que quería darte una lección...". Ante semejante confesión, Qi se puso de pie y caminó hacia él, ella le deslizó la daga de un lado a otro del rostro con despreocupación. Luego, con una agradable sonrisa, le advirtió:
"No me mientas. Tengo mal genio". La extraña sonrisa de la joven hizo que los cabellos amarillos del hombre se erizaran; horrorizado, él gritó:
"El jefe tiene el registro de llamadas en su teléfono móvil y... y tu foto. Si no me crees, puedes comprobarlo tú misma".
Qi tomó el teléfono del bolsillo del hombre tatuado. En efecto, había un registro de conversaciones con Yuqian, así como algunas fotos de ella, un poco borrosas, de seguro obtenidas de las cámaras de vigilancia del Grupo Bo. 
De hecho, Yuqian era un cabrón. ¿Cómo podía enviar mafiosos para secuestrarla tan solo porque no podía conseguirla? 
El otro malviviente parecía más lúcido; tragó saliva y quiso borrar su culpa.
"Nosotros... solo hacemos negocios por dinero. Si quieres vengarte, puedes ir con el Sr. Yuqian de la familia Bo", comentó. Sin ninguna perturbación, las comisuras de la boca de la muchacha se torcieron un poco; ella jugó, como al descuido, con la daga y luego puntualizó: 
"Lo más importante que deben hacer es ser considerados con la situación. ¿Quién les dio el coraje para tratar de atacarme? ¿Saben lo que pasará con aquellos que me ofenden?".
Los mafiosos se sentían desesperados. 
Maldita sea, Yuqian les había asegurado que ella era solo una estudiante ordinaria, del tipo que se vendería a sí misma. 
Ellos habían actuado en conjunto durante mucho tiempo y con frecuencia debían luchar; también habían participado en transacciones ilegales. Sin embargo, esta chica obviamente no era una persona común; lo más probable es que fuera alguien del inframundo, una experta en la lucha.
Ellos habían tenido la mala suerte de haber provocado a una persona tan malvada solo por decenas de miles de yuanes. El hombre de cabello amarillo, temeroso, se derrumbó en el suelo y manifestó:
"Matar gente es ilegal. Si haces esto, llamaremos a la policía...". Sin inmutarse, la joven solo parpadeó y aclaró:
"Este es un punto ciego en la vigilancia".
Hubo silencio; ellos se habían enorgullecido de que la inocente hubiera ido al punto ciego; no obstante, resultó que todo había estado bajo su control desde el principio. 
El gánster de cabello púrpura, más avispado, reaccionó; en silencio tomó su teléfono móvil para llamar a la policía. 
A pesar de su sigilo, tan pronto como presionó dos números, sintió un destello de luz fría frente a él; se trataba de la daga que volaba por el aire.
"Ah...".
Con un aullido miserable, el teléfono móvil y dos de sus dedos cayeron al suelo al mismo tiempo. 
Qi se quedó allí como si nada hubiera pasado; solo se acarició el largo cabello en forma muy lenta. Luego, con voz distante y etérea, cuestionó: 
"¿Por qué llamar a la policía? ¿No conocen las reglas?".
El impacto de los dos dedos ensangrentados frente a ellos fue demasiado fuerte. Tanto el mafioso de cabello amarillo como el otro restante se asustaron tanto que se mojaron encima. Se arrodillaron en el suelo y con amargura clamaron: 
"Nos equivocamos. Estábamos ciegos y no deberíamos haberte provocado. Cumplimos las reglas y no llamamos a la policía. Por favor, déjanos ir". Sus súplicas solo provocaron un leve parpadeo en la joven. Con calma, ella les preguntó:
"Entonces, ¿por qué siguen parados allí? ¿Quieren que les pague los gastos médicos?".
"¿Ah?". 
Los mafiosos estaban estupefactos. A juzgar por su estilo despiadado, pensaron que los mataría. 
¿Los estaba dejando ir tan fácilmente? Ella levantó las cejas y recomendó:
"Piérdanse".
Por fin, los mafiosos confirmaron que ella de verdad los iba a dejar ir. Como si les hubieran concedido la amnistía, se llevaron consigo al hombre tatuado y a su acompañante de pelo púrpura, rodando y arrastrándolos hasta el ascensor.
En realidad, desde el principio hasta el final, Qi nunca tuvo la intención de matar a nadie. 
Como agente especial del país, había sido educada, desde niña, para luchar contra los delitos y proteger la vida y las propiedades de los ciudadanos del país. Incluso, si espías y asesinos extranjeros cayeran en sus manos, en general los entregaría a la Agencia de Seguridad Nacional de acuerdo con los procedimientos.
En cuanto a mafiosos corrientes como estos, ella solo les enseñaría una lección que recordarían para siempre.
A ella ya no le importaba si vivían o morían. Después de que los desdichados se marcharon, con calma, ella miró hacia las columnas de cemento a sus costados y anunció: 
"El espectáculo ha terminado. ¿No quieren ustedes dos mostrar sus rostros?".