Capítulo 52
2680palabras
2023-04-27 06:24
Eva, finales de primer semestre en la universidad:
Eva se encontraba pasmada, su corazón latía con gran fuerza y su garganta junto con su boca quedaron hechas un desierto. Mas sus ojos estaban posados en aquel alto joven que se acercaba a ellos.
Liam era el prospecto de hombre que ella siempre había buscado y que, para su mala suerte, nunca encontró. De cabello negro, blanco, acuerpado, ojos grises azulados, labios rosados, vestía un jean oscuro con unas botas marrones de cuero y una camisa gris remangada hasta sus codos, además, traía una chaqueta negra de cuero reposando en su brazo derecho y traía en su espalda un bolso azul oscuro.
Vanesa soltó un pequeño chillido de emoción al ver aquel hombre sacado de una revista acercarse a ellos.
—Hola —saludó Liam cuando estuvo frente a ellos.
—¡Liam!, ¡hermano! —contestó Sebastián eufórico el saludo —. ¡Al fin nos conocemos!
—¡Sí, por fin! —soltó Liam mientras se abrazaban.
Eva dejó salir el aire en sus pulmones que antes retuvo sin darse cuenta. Acababa de entender que Liam sería la piedra en el zapato que no podría sacar a menos que se lo quitara y sacudiera.
—¡Dios mío, Liam, qué alegría poder verte! —gritó Mariana mientras corría a abrazarlo—. ¡Bienvenido a la ciudad más linda de Latinoamérica!
Todo parecía ir perfectamente, hasta que llegó el momento de Eva saludar a Liam y los dos notaron que su amistad sería un tanto peculiar.
—Hola, Liam —saludó Eva totalmente ruborizada.
Liam no pudo ocultar su enorme sonrisa al poder mirar fijamente a los ojos a la jovencita que tenía frente a él. Y mucho menos pudo ocultar su mirada curiosa que la recorrieron de pies a cabeza.
Eva era idéntica a como siempre la imaginó. Una joven de estatura promedio, caderas pronunciadas, piel bronceada por el sol, cabello liso con ondas y labios gruesos, aunque, aquellos ojos color miel fueron los detonantes de una oleada de sentimientos en su interior.
—Hola, Eva —saludó Liam.
—Ay, Eva, deja de ser tan tímida —pidió Mariana a modo de broma.
—Ella es así cuando no tiene confianza, pero después no la vas a poder soportar —dijo Sebastián a Liam.
—Mucho gusto, Vanesa —se presentó la joven al ver que había llegado su momento.
—Hola, mucho gusto, Liam —saludó el joven mientras se estrechaban las manos—. Espero que te guste la ciudad, es muy hermosa, así como su gente.
Liam desplegó una sonrisita que derritió a Vanesa y la hizo tragar saliva.
Eva no lograba comprender lo que sentía cuando veía fijamente a Liam, era como algo dentro de ella le anunciara que había encontrado una pieza clave en su vida, pero, a la vez, otra parte quería salir corriendo de aquel lugar.
Los jóvenes salieron del aeropuerto mientras Liam respondía preguntas sobre el viaje que le hacían Mariana, Vanesa y Sebastián. Por pequeños segundos trataba de mirar a Eva, aunque, rápidamente volteaba a ver hacia el frente.
Los jóvenes entraron al auto de Sebastián, dejando a Liam y Eva juntos en los asientos de pasajeros. Vanesa estaba pegada a una de las ventanas de los puestos de pasajeros, echando a Eva (que iba en el medio) más hacia el lado de Liam, según ella, estaba gorda y necesitaba espacio. A Eva le sorprendía que Vanesa usara lo que no le gustaba que le mencionaran como una excusa para juntarla más con Liam.
A la pobre Eva le asustaba sentir el rose de su brazo izquierdo con el de Liam. Una gota de sudor corrió por la frente de Eva, la joven tragó en seco y posó su mirada en el vidrio de la ventada, contemplando a un avión despegando de la pista.
Mientras, Liam estaba totalmente absorto por la vista que tenía de la gran playa azul brillante en la que muchas personas se bañaban alegremente.
Mariana observó por el retrovisor que los jóvenes, aunque estaban tan pegados por el poco espacio, tenían un gran espacio de silencio entre ellos y no había señal de conversación alguna por emerger.
—Liam, ¿no te has bañado en el mar? —preguntó Vanesa, dándose cuenta que necesitaba rescatarlos de la situación penosa en que se encontraban todos.
—No, nunca —respondió el joven.
—¿Trajiste pantaloneta? —inquirió Vanesa.
—Sí, me compré varias —contestó Liam, desplegando una enorme sonrisa.
—Perfecto, porque vas a disfrutar de todo lo que te has perdido en la vida —soltó Vanesa entusiasmada.
—¡Estoy preparado para todo! —exclamó Liam emocionado.
Actualidad:
Eva observó fijamente la luz de las velas sobre la mesa de centro en la sala de estar. La señora Diana se mecía lentamente en el mecedor de cuero.
—¿Por qué te intimidaba Liam? —preguntó la anciana mientras veía fijamente a Eva.
—Sentía que Liam estaba muy por encima de mí —confesó la chica—. Tenía toda esa vida perfecta. Hasta logró ganar la beca y se quedó viviendo aquí. Sabía que nosotros nunca podríamos tener algo, él… no es de mi mundo, ¿sabe? Uno tiene personas con las que puede estar y con las que no. Liam no era de esas personas que se fijarían de verdad en mi vida. Justo cuando entró a estudiar en el Andes se relacionó con personas de su carrera, hizo su grupo de amigos y se alejó de nosotros.
—Fue por tu culpa —recriminó Vanesa—. Se sentía incómodo cuando estábamos contigo. Porque, cuando salíamos todos y tú no estabas, él se veía muy a gusto. Pasamos muy buenos momentos con Liam. Pero creo que él notó que estaba creando una brecha en nuestro grupo porque tú intentabas evitarlo.
Un dolor consumió el pecho de Eva, recordando que no era capaz de mirar a Liam y temer el enamorarse y que la historia de su primer amor se repitiera.
—Era lo mejor —protestó Eva—. Él era un aparecido, ni siquiera compartíamos la misma carrera.
—Uish… qué malagradecida eres —gruñó Mariana—. Tan lindo que es Liam, nunca se portó mal contigo, intentó agradarte y que así todo fuera ameno, pero tú siempre lo viste como si no te importara un poquito. ¿Sabes lo mal que tuvo que haberlo pasado? Decidiste irte con tu familia a ese paseo a la finca, cuando ni siquiera te interesaba ir y nos dejaste tirados.
—¡Yo te dije que no podía quedarme…! —protestó Eva.
—Bueno, bueno —interrumpió la anciana—. Vamos a calmarnos, dejemos el pasado en lo que es: pasado.
Eva sintió que sus ojos se llenaron de lágrimas, sintiendo el arrepentimiento aflorar en lo más profundo de su ser. Todos estos años se había culpado por haber hecho esa enorme distancia entre Liam y ella. Podía ver en los ojos de aquel muchacho que la quería, era tan evidente sus sentimientos hacia ella.
A veces, cuando se lo encontraba en la universidad, se veían de lejos y él le mostraba una sonrisa. Eva intentaba ignorarlo, pero era difícil si estudiaban en la misma universidad. Sabía que Sebastián y él siguieron siendo amigos, desde el inicio se llevaron bastante bien y no le importó que ella quisiera evitarlo, no permitió que la amistad con su amigo famoso acabase; y a Eva le gustaba que fuera así, le parecía injusto que sus amigos perdieran una amistad como la de Liam por su culpa. Sin embargo, Mariana y Vanesa entraban en conflicto porque deseaban ser amigas de Liam, pero sentían que no podían porque eran más amigas de Eva y temían perderla por lo mismo. El problema es que las chicas cada vez que se acordaban le recriminaban por su actuar en los primeros semestres de su carrera.
Sabía que Liam había publicado varios libros con la editorial Planeta, sus libros siguieron siendo muy leídos en Macondo y en la universidad alcanzó a tener mucha fama. Se convirtió en modelo y su canal de YouTube se volvió famoso (seguramente por su rostro). Lo vio un par de veces dando conferencias en la universidad, representando su carrera. Eva sabía que él era de ese tipo de personas que se destacan a donde fuera.
De hecho, supo después que se hizo novia de una Alejandra Maldonado, una chica de familia importantísima en la región. Llegaron a durar varios años, pero ella después lo dejó para estar con Harry Andersson.
Cinco años después:
—Te digo que tiene novia, Eva —insistió Mariana.
—Que no es así, no sé de dónde sacas esas cosas —bramó Eva, intentando no verse tan molesta.
—Que sí, que la chica del restaurante era su novia, lo tomaba del brazo —arguyó—. Es que, para la próxima que lo vea, voy a tomarle una foto y te la mostraré. —Dejó salir un suspiro—. Es que es demasiado bueno para ser verdad. En serio, no quiero que te vuelva a pasar lo mismo, debes darte cuenta.
Eva estaba seria, sentada frente a su escritorio, girando pocos centímetros de un lado a otro en la silla de escritorio, pensando en qué tanto debía creerle a Mariana y el por qué una noticia como esa le llegaba justo en el momento donde más se sentía contenta con Harry: justo cuando se volvieron pareja nuevamente.
Había transcurrido una semana desde que Ian pasó la noche en su apartamento y las cosas iban más que bien. Pero ahora, Mariana le decía que había visto a Ian con una mujer en un restaurante, que ella lo tomaba del brazo y estaban muy junticos, bastante cariñosos, saliendo del restaurante.
Lo curioso es que le dijo que el restaurante quedaba en el muelle de la bahía, justo donde ella lo vio salir una vez con una mujer.
El miedo comenzó a agruparse en el pecho de Eva. ¿Todo lo que le había dicho Harry era mentira? ¿Realmente no había cambiado?
Lo que realmente duele no es el que te engañen, sino el que hayas creído que esa persona no es capaz de hacerlo y darle tu confianza, que justamente termina siendo pisoteada.
Aunque demostró renuencia a creerlo, estuvo todo el día pensando en el hecho de que Harry la estuviera engañando. Por su mente pasaron los recuerdos de las veces que conoció de lejos a las mujeres con quien Ian la engañaba. Recordó las horribles discusiones y las veces que creyó que Harry terminaría agrediéndola físicamente por la sulfurada discusión.
Ella había sanado todas esas heridas, se suponía que ya el capítulo oscuro estaba cerrado, entonces, ¿por qué se sentía tan descompensada con la noticia que le acababan de dar?
Fácilmente podía ser una amiga de Harry, una de esas pocas amistades que él le confesó que tenía. Si le reclamaba a Harry, corría el riesgo de crear un malentendido o que escalaran a una discusión donde Harry viera que ella realmente no confiaba en él. Por otro lado, también estaba la posibilidad que Harry la estuviera engañando de verdad y no había cambiado del todo.
Desafortunadamente, Eva ya había tenido la cita con la psicóloga y debería esperar toda una semana para verla. Tenía la posibilidad de llamarla y hablar un rato, que la aconsejara, pero… era una decisión que quería tomar sola. Sabía que esa era una prueba que le deparaba la vida para que demostrara qué tanta confianza en sí misma tenía en la toma de decisiones o qué tanto quería estar con Harry.
El riesgo de estar con Harry consistía en poner a prueba la confianza que él le entregaba, ya que venía con un historial, un pasado que le demostraba que era otra persona y que podía estar engañándola.
Ese otro día, en las horas de la tarde, iría con Harry a su antigua casa, donde harían una limpieza y Eva rescataría algunas de sus pertenencias.
Al entrar allí, sintió una oleada de sentimientos revueltos, empapados de bellos recuerdos. Curiosamente, solo recordaba esos, los recuerdos bonitos. Era impresionante la capacidad que tiene la memoria para omitir los recuerdos desagradables.
Limpiaron juntos la sala, desempolvando los portarretratos donde ellos aparecían en sus diferentes viajes a lo largo del planeta.
—Esa fue en Aruba, ¿no? —Eva señaló una foto de ellos abrazados, teniendo detrás un hermoso atardecer.
—Y esta fue en tu primer viaje a Canadá, cuando conociste la nieve. —Señaló la foto.
—Ah, sí, recuerdo que lo grabaste.
—Sí, la grabación anda por allí. —Hizo ademán de restarle importancia, pero dibujaba una sonrisa nostálgica en el rostro.
Después de ello, Eva fue a sacudir el cuarto de estudio, mientras que Harry subió a cambiar las sábanas de las habitaciones.
Encontró los papeles de Harry apilados sobre el escritorio, la estantería llena de libros, casi todos hablaban de economía y administración de empresas. Varias veces ella se había quejado porque le parecía muy aburrido e intentó variarlo un poco con libros de otros temas, sin embargo, también terminó comprando libros económicos con el paso de los años.
Recordaba también que varias noches llegó a tener sexo con Harry en aquel escritorio; era impresionante las poses que llegaron a hacer sobre esa mesa.
Se sentó a la mesa y acarició con un dedo la superficie de la misma, tenía una ligera capa de polvo. Entonces, encontró unos papeles que le llamaron la atención, porque había un sobre de carta que decía en una esquina “Querida, Emy” escrito a mano.
Lo tomó y lo observó por un momento. Se sentía que dentro del sobre había algo. Abrió el sobre de carta y sacó dos papeles doblados.
Era la letra de Harry, sin duda alguna. Comenzó a leer, muerta de la curiosidad.
“Querida, Emy.
Acepto que me gusta escribirte cartas, es totalmente diferente a escribir una carta para mí o para otra persona. Siento que tengo confianza a esa persona a la que remito esta carta. Es como hablar con una persona que conoce todo de mí. Sé que la verdadera Eva, la que no sabe que le escribo esta carta, es totalmente diferente y me apenaría que leyera esta carta.
¿Sabes? La razón de esta carta es la misma que me llevó a eliminar toda la colección que tenía de ellas. Y es que he estado todos estos años huyéndole a lo que siento por ti. Siempre me quise alejar, siempre fui inestable y estoy cansado de eso. No quiero estar culpándote por todo lo que hiciste, tampoco estar yéndome y diciendo “ahora sí se acabó mis sentimientos por ti”, cuando solo lo que hacía era mentirme.
Estoy cansado de herir mis propios sentimientos. Quiero paz en mi vida.
Por esta misma razón te escribo esta carta, porque quiero dejar de mentirme, quiero dejar de atosigarte. Quiero darle un verdadero punto final a estos sentimientos, pero de una manera natural, algo que se vaya de una forma realista. Y para eso, necesito que sigas cerca de mí, que el tiempo fluya y nuestros caminos sigan el rumbo real, no el forzado que yo quiero trazar.
Estoy comenzando una nueva vida. Conociendo nuevas personas y reforzando mis lazos con los viejos amigos (los reales) y me siento muy satisfecho por lo mismo. Es una vida muy bonita, una que se va construyendo poco a poco.
Me encanta cambiarme para ir a nadar. Llegar al club y saludar a mis compañeros, a las nuevas personas que conozco; descambiarme y alistarme con el vestido de baño; ver a los demás nadadores a mi alrededor y sentir que ya estoy construyendo la vida que deseo. Y, entonces, entrar a la piscina y sumergirme hasta que el agua esté por encima de mi cabeza; comenzar a nadar de punta a punta y darme cuenta que puedo lograrlo, que mis músculos, por más dolor que comienzan a sentir, siguen haciendo su trabajo.
Me encanta salir del club acompañado de mis amigos. Poder encontrarme a personas que quería ver por años y abrazarlos y sentir que nuestra amistad es real.
Por más miedo que me da el estar solo y saber que te perdí, siento que es lo correcto, que comienzo a crear esa vida que debo tener. Sentirme tranquilo porque puedo ver cómo poco a poco todo comienza a tener un orden y fluye como debe ser…”.
Eva dejó de leer y soltó un suspiro para poder calmarse. ¿Por qué Harry nunca le entregó esa carta?