Capítulo 46
2622palabras
2023-04-21 06:18
A las siete de la noche, Davison regresaba a su casa, corriendo por la larga calle porque acababa de apretar una fuerte lluvia. Llevaba el bolso sobre su cabeza y la espalda un poco encorvada. Se detuvo en seco cuando vio una camioneta de envíos parqueada frente a su casa y un hombre cubierto con un impermeable negro tocaba a su puerta.
—¿En qué puedo ayudarle? —preguntó el joven.
—¿Usted es Davison? —inquirió el repartidor.
—Sí, soy yo —respondió Davison.
—Le ha llegado un paquete, estuvimos a punto de irnos, nadie nos abría —informó el repartidor, abriendo la puerta trasera del camión, para después sacar una caja mediana.
Davison se extrañó cuando le entregaron el paquete, no estaba esperando uno, por lo cual, rectificó con el hombre que no se estuvieran equivocando de persona. Pero efectivamente era para él.
Al ingresar a la vivienda y encontrarse en completa soledad, dejó la caja en su habitación, encima de la cama mientras se quitaba la ropa húmeda y se colocaba una pijama.
Cuando se pudo sentar en la cama, inspeccionó la caja, leyendo la dirección de la cual habían enviado.
—Santa Marta… —musitó con gran impresión.
Inmediatamente supo quién se la había enviado y un nudo se formó en su garganta.
Corrió a buscar un cúter para abrir la caja, encontrándose con una caja mediana de color violeta que traía encima una nota.
“Por favor, no malentiendas la situación, he enviado esta caja porque hace mucho tiempo he deseado que leas estas cartas que te he escrito. Todo lo que hay dentro de esta caja me recuerda a ti, hay muchas cosas que he deseado decirte y por miedo no lo hice, pero creo que llegó la hora de que te enteres de todo. No es necesario que me llames ni mucho menos, simplemente, puedes revisar el interior de la caja y decidir qué hacer con todo ello”.
Con esto aclarado, Davison abrió la caja con desesperación, abriendo los ojos en gran manera al encontrarse con muchos sobres de varios colores, con fechas diferentes, también había fotos de ellos dos, pequeños papelitos, una rosa disecada y un libro.
Davison tomó un sobre cualquiera, sacando de su interior un papel rosado que olía a fresas. Comenzó a leer:
“No entiendo qué me sucede con el amor…
Hoy mi amiga Vanesa me dijo que mi problema con el amor era que yo lo buscaba, cuando debía esperar a que el amor llegara solo. Estoy segura de que tiene razón, porque todo este tiempo yo he estado buscando que me llegue el amor.
No sé si tenga fuerzas para hablar de él. De esa persona que no tenía en cuenta que fuera a dejar entrar a mi vida, pero de la cual quise aventarme y vivir tantas cosas por primera vez, porque desde que lo conocí sentí que podría vivir muchas cosas y yo deseaba sentir que estaba viva.
Pero esa persona, no solo me hizo vivir muchas cosas, también me hirió con su desinterés y confusión. Nunca una persona en tan poco tiempo me hizo vivir tan intenSebastiánente para después dejarme.
Asocié lugares y aromas a esa persona, los cuales ahora me torturan con recuerdos llenos de espinas.
Y no sé qué hacer con mi corazón herido, lo tengo en las manos, viéndolo agonizar y derramando su sangre.
Pensaba que había vivido el amor intenso en mi vida, pero creo que antes de él solo viví espejismo de lo que es la pasión y la locura dentro del ingrediente del amor.
Ahora solamente me quedó de recuerdo un libro y una foto. Es lo único que me dice que realmente estuve con él, que hubo una relación amorosa con alguien que de verdad me gustaba y que fue real.
Ante todo, fue una relación real.
Me quedo satisfecha, recluida en una esquina de mi habitación pensando que fui valiente y decidí entregarme en cuerpo y alma a una persona, la cual amé e intenté todo para hacer que dicha relación floreciera. Pero una relación amorosa necesita de dos para sostenerse.
Sí, soy una persona pasional que le gusta vivir a fuego vivo el amor. Soy una romántica que añora encontrar el amor verdadero y vivirlo hasta los últimos años de su vida, ¿acaso eso es un pecado? No, únicamente nací en una época donde el amor es subestimado y las personas que sienten de verdad las llaman ingenuas”.
El corazón de Davison empezó a palpitar con fuerza, había pasado tanto tiempo desde que supo de Eva, todo este tiempo creyó que ella lo había superado, que no sentía nada por él, pero ahora… tenía las cartas, unas que nunca creyó que existieran. Pero ahí estaba, en su habitación, rodeado de todo el pasado de Eva, con ese corazón herido entre sus manos, agonizando y confesándole todo eso que calló por tanto tiempo.
De: Eva.
Para: Davison.
Fecha: 3 – 10 – 2019.
Sé que nunca te irás del todo de mi vida, eres alguien que me acostumbré a ver de a poco. Eres alguien que pienso de ratos, te has convertido en una de mis recaídas, pero por fin sé cuál es la raíz de aquellas recaídas.
Hace mucho, me había dicho que debía viajar y verte por segunda vez. Me lo dije una y otra y otra vez. Imaginé y sigo imaginando ese segundo encuentro; las consecuencias que habría de aquel momento y lo que pasaría después.
Justo estoy escribiendo esto porque ya sé que ese segundo encuentro es tan importante para mí como vital para mi tratamiento. Sé que ese encuentro podrá demostrarte que tengo la fortaleza para superarte del todo. Necesito demostrarme que eres una persona cualquiera, alguien que ya ha quedado en el pasado y también poder desahogarme sacando todos esos miedos que están atrapados dentro de mí y que me limitan.
He decidido verte una segunda vez para así poder sacarte de mi presente y dejarte en mi pasado, ahora con todas las deudas saldadas. Así podré seguir mi vida en tranquilidad.
Te demostraré que puedo seguir mi vida sin amarte.
Eva.
El joven contempló los sobres que había estado sacando de la caja, y enredados entre ellos, una foto que sobresalía de ellos dos con un hermoso atardecer de fondo. Recordaba ese día como si fuera ayer, el día que se hicieron novios en esas vacaciones de verano.
Por un momento contempló la foto, comenzando sus ojos a llenarse de lágrimas. Tomó otras de las cartas y empezó a leerlas.
Davison ha seguido su vida sin detenerse a recordarme. Hace mucho me ha dejado en lo más lejano de su pasado, resumiendo su presente en ningún sentimiento hacia mí que no sea la indiferencia a los pocos mensajes que alrededor del año recibió de mi parte.
Mis intentos torpes por olvidarlo fueron el vano el año pasado, porque, al final, terminaba demostrando mi interés aún despierto hacia él.
Davison ya es indiferente a mí, ha seguido su vida y me ha sacado del todo de sus pensamientos. Seguramente ya no le generan interés mis mensajes, me lo ha demostrado con suma exactitud este fin de año.
Y yo, a casi dos semanas de comenzar mi proceso de conocimiento y depuración de mi pasado, he entrado al proceso de duelo.
No solo lloro por haber tenido un primer amor no correspondido, sino por haber soportado tanto desprecio todo este tiempo. No solo de Davison, sino de todos los hombres y mujeres que a lo largo de mi vida me han destrozado mi autoestima; incluyéndome dentro de esa recopilación.
Y ahora estoy en un proceso de duelo. Sí, duele muchísimo, pero sé que todo esto pasará pronto.
Ante todo, me siento tranquila, porque ya lo he visto, ya me he dado cuenta que estoy en una nueva fase de mi vida.
En este nuevo año estaré en comunión conmigo misma y repararé mi autoestima para así ser esa nueva Eva que se ha perdonado por completo.
Todo este tiempo busqué en hombres el cariño que se me negó desde niña, aquellas demostraciones de amor que se me privaron, además de la aprobación.
Cuando me gustaba alguien, nunca fui correspondida. Esto pasó hasta llegada mi adolescencia, donde, aunque ya tenía 17 años, seguía sin ser correspondida.
Conocí a Davison cuando estaba superando a Carlos, lo que fue por mucho tiempo un sentimiento tóxico no correspondido que me lastimó mucho e hirió en gran manera mi autoestima.
Davison me demostró interés, yo lo asocié con romance. Estaba herida y me refugié en él, aunque estuviera lejos, aunque fuera algo no real y lo convertí en mi primer amor.
Hasta el día de hoy he reconocido del todo que es algo que ya he soltado y no merece la pena. Ante todo, pongo en primer lugar mi salud mental y emocional.
Reconozco que Davison fue y es alguien que nunca me ha valorado y no es sano y mucho menos una figura que deba permanecer en mi vida.
Me agradezco por superarlo y anteponer mi bienestar, por escucharme y darme el tiempo para descansar, llorar y pasar el luto donde puedo sanar todas esas cicatrices que a lo largo de mi vida se me han generado por la falta de amor.
Me pido perdón y me prometo reconstruir mi autoestima para así poder darme un amor propio sano, duradero y real, el cual necesito en mi vida para ser feliz y encontrar mi paz y tranquilidad interior.
Los recuerdos de las vacaciones en la costa llegaron a Davison como un garrafón de agua que lo bañaba de pies a cabeza. Las muchas veces que apretó la mano de Eva y los muchos besos que se dieron. Esa jovencita tierna que la cautivó en gran manera y lo hizo volver a creer en el amor. Ahora no le sorprendía que deseara olvidarse de él, seguramente por esa misma razón le envió todas esas cartas, como un movimiento final para olvidarse de ese amor que, por lo que leyó hasta ese momento, la lastimó en cuerpo y alma.
El problema de los amores a distancias era ese, que no se podía saber bien cómo estaba la otra persona, qué tanto sufría o si ya lograba superarlo. Todo ese tiempo Eva no había subido fotos a sus redes sociales, así que Davison no sabía nada de ella, tampoco se atrevía a escribirle, sobre todo por la última conversación que tuvieron donde Eva se alteró muchísimo y lo terminó agrediendo.
No le gustaba recordar esa noche porque lo entristecía, Eva lloró tanto y solo en ese momento entendió todo lo que estuvo sufriendo, no había rastro de esa jovencita tierna y amorosa que conoció. Brian tuvo que salir de la casa para ayudarlo a controlarla.
Al día siguiente intentó hablar con Eva antes de marcharse, pedirle perdón por todo el daño que le hizo, pero Brian le impidió verla y lo convenció que lo mejor era que se alejara de Eva de una vez por todas. Y con el paso de los meses entendió que sí era lo mejor, cuando vio una foto nueva de ella en la universidad junto con unos amigos, le pareció que era muy feliz, estaba mejor sin él en su vida.
Mientras, en Santa Marta, Vanesa fue a visitar a su abuela en compañía de sus dos mejores amigas. Tenían pensado quedarse a dormir en la casona a las afuera de la ciudad y al día siguiente ir de compras, alistar todo antes de irse de viaje con su grupo de amigos. Eva le tenía mucho cariño a la anciana, sentía que ella era como la abuela que no pudo tener en su disfuncional familia.
La casa era grande, donde la señora crio a sus siete hijos, tenía un patio enorme y un jardín donde pasaba casi todo el día cuidando de sus plantas, únicamente con la compañía de dos loros. Por esa misma razón Vanesa iba a visitarla cuando la universidad le daba algo de tiempo y sus amigas con el pasar del tiempo empezaron a acompañarla, tomándole tanto cariño que terminaron llamándola “abuela”.
Pero esa noche terminó siendo no muy buena, porque comenzó a caer una fuerte lluvia gracias al coletazo de un huracán que pasaba cerca a la costa. Sin embargo, para las jovencitas esto creaba un mejor plan, con chocolate caliente, sentadas a la luz de las velas, escuchando las historias de la anciana cuando era joven.
La señora Diana era una de esas ancianas que tenía toda una colección de historias, nunca repetía una. Esa noche, cuando se fue la luz, encendió las velas en la sala y se acomodó en el sillón marrón, claro, no sin antes poner un cojín porque su espalda molestaba mucho cuando pasaba horas sentada allí, y esa noche, hasta que no llegara la luz, sus invitadas no iban a poder dormir porque le temían a la oscuridad, eso avisaba que debía pasar un largo rato sentada en el sillón marrón.
La abuela se acomodó y sus invitadas se acomodaron en el mueble de tela frente a ella, tomando sus chocolates, acompañados por galletas de coco.
—¿Quieren saber cómo una vez me enamoré de un chico en un bus? —preguntó la anciana.
—¿En un bus? —indagó Mariana mientras fruncía el ceño.
—Sí —respondió la mujer—. A veces, hasta en el lugar menos esperado te puedes encontrar con el amor.
—Abuela, cuéntanos —pidió Vanesa entusiasmada.
—Bien, esta historia es un poco larga —advirtió la mujer, siendo consciente que las chicas las atrapaba el sueño bastante rápido—. Cuando cursaba noveno grado, mi madre me inscribió en un instituto donde debía tomar el bus de las cinco y cuarenta de la mañana.
>>Mi rutina era esperar el bus una calle lejana de mi casa, subía y me sentaba en un puesto cerca de la ventanilla, para poder disfrutar de la brisa, claro está. Entonces el bus público comenzaba a manejar y yo me relajaba con el frescor de la mañana; me encantaba esa sensación, cuando el sueño me atrapaba un poco, pero no podía dormirme porque el viaje solo duraba quince minutos.
>>Y fue en una de esas mañanas, cuando el sol apenas se asomaba en las montañas que un joven se subió en la segunda entrada donde el bus hacía la parada. Recuerdo que como nunca, ese día iba escuchando la música de la radio. Caía una leve llovizna, las personas subían al bus con abrigos, justo como lo hacía él.
>>El joven se sentó a mi lado, sacudiendo un poco su abrigo para poder secarse un poco. Sin querer, yo lo miré: alto, blanco, cabello negro; uniforme de medicina de la Universidad del Magdalena. Recuerdo que me llamó la atención porque esa ruta no pasaba por esa universidad.
>>Y así fue como aquella jovencita sintió por primera vez su corazón palpitar con rapidez. Quería preguntarle para dónde iba, cómo se llamaba, cuántos años tenía, qué semestre estaba cursando. Tantas preguntas, pero mi boca no se abrió en lo absoluto; sólo estaba ahí, observando las calles por la ventanilla. Tan cerca y a la vez tan lejos…
>>Minutos después, tuve que bajarme en el parque frente al instituto. Esperé a que el bus se marchara para cruzar la calle, claro, antes volteé a mirar el autobús marcharse y así poder observarlo por última vez. ¡Ahí iba mi amor pasajero, andando sin saber que dejaba un corazón que suspiraba por él!
>>Al llegar al salón de clase me reuní con mis amigas y les conté mi pequeña historia. Fue algo tan sencillo, pero tan hermoso a la vez ¡que se me eriza la piel con solo recordarlo! Pasaron los días y claramente no pude volver a verlo, nuestras rutas para ir a estudiar no eran las mismas.