Capítulo 39
2533palabras
2023-04-14 06:10
—¿Por qué tu salón está tan molesto en que Leanor no entre a algunas clases?, esto es una tontería, mientras entregue los trabajos a tiempo, no le veo el problema, no es la primera estudiante que veo hacerlo. Leanor puede fácilmente explicar los temas mejor que los profesores. Esto es ridículo… —Dejó los papeles a un lado del escritorio.
—¿Es en serio mamá? ¿La vas a defender? —preguntó Carolina enfadada.
—Por favor, Carolina, sabes muy bien que Leanor es mejor que todos ustedes juntos. Esa chica nació siendo muy inteligente, gracias a alumnos como ella es que tenemos un buen reconocimiento en la ciudad. En vez de tu grupito estar atormentando la vida de un compañero mejor diles que le pidan a Leanor que les explique lo que no entienden, sacaron las notas más bajas en los últimos exámenes del mes, se dejaron ganar de los otros décimos.
—Mira, tú tanto que defiendes a esa tipa ¿y sabes lo que me dijo?, ella habló mal de ti frente a todo el salón, por eso me tiene muy enojada. Dijo que tú me hacías pasar los años, que soy una bruta, una regalada y que me acuesto con todos los chicos de la escuela. Dijo que tú me consentías todo eso y que, si no fuera por ti, yo no sería capaz de graduarme.
La directora quedó en silencio por un momento mientras procesaba lo que su hija acababa de decir.
—Eso es absurdo, Leanor no sería capaz de decir semejantes calumnias. Conozco muy bien a esa niña y más prudente no puede ser —regañó la directora—. Ten mucho cuidado con lo que dices, lo que dices son calumnias, Carolina.
—¿Es en serio que te vas a poner del lado de Leanor? ¡Se supone que yo soy tu hija! —Calorina se levantó de la silla con lágrimas en los ojos—. ¡¿Por qué siempre la prefieres a ella antes que a mí que soy tu hija?! ¡Leanor se burló de mí frente a todos y tú la prefieres a ella! —Soltó el llanto—. ¡Eso no es justo mamá! —Le dio un manotón al escritorio y después salió corriendo de la oficina.
Carolina estaba cansada de que su madre siempre la comparara con Leanor, cuando su mamá estaba con todos los profesores no dejaba de preguntar por esa chica y elogiar lo inteligente que era.
La directora quedó muy confundida con la reacción que tuvo su hija. Eso le demostró que Carolina decía la verdad y por eso mismo debía tomar cartas en el asunto.
Harry dio vuelta a la página del libro, aquella historia poco a poco iba dejando emerger los problemas, como un vaso que se llenaba de agua gota por gota: algo tranquilo, pero que muy pronto se convertiría en un gran problema.
Leanor:
Llegué a mi casa después de ese molesto día de clase, mi madre estaba en la cocina preparando la cena, todo estaba en silencio y eso me confirmaba que había algún problema entre mis padres, ella siempre hablaba de todo tipo de cosas y solo hacía silencio cuando estaba triste. Por lo mismo me acerqué a la cocina para saber qué estaba sucediendo.
—Mamá… ¿sucede algo? —Me recosté al marco de la puerta. Ella seguía picando unas verduras como si nada.
—Tu padre tiene una amante —respondió mi madre con tono neutral.
—¿Y cómo sabes eso?
—Porque lo sé, él ya no es el mismo de siempre, ha cambiado mucho. A veces se esconde en su cuarto de estudio y lo oigo hablar con una mujer por celular; he tratado de que me lo confirme, pero me llamó loca y dijo que era una cantaletosa. —Su voz al final se quebró, dejó de picar las verduras, aunque no podía ver su rostro, sabía que se estaba limpiando las lágrimas.
—Mi papá no tiene ninguna amante, mamá —contradije—, papá te ama mucho, llevan casados más de dieciocho años… Lo conozco muy bien y sé que no sería capaz de engañarte ¿por qué lo haría?, eres una grandiosa mujer.
Mi madre se dio la vuelta para mirarme:
—¿Entonces por qué sus camisas huelen a perfume barato? —inquirió, en su mano derecha sostenía el cuchillo con el cual picaba sus verduras, lo observó por un instante—. Me he pasado toda mi juventud a su lado, ¿y así es como me paga?, esto es injusto… Yo dejé a un lado todos mis sueños por darle la familia perfecta y él muy poco está en casa. —Dejó el cuchillo en el mesón y me observó fijamente—. Cuando un hombre deja de cuidar a su familia para estar supuestamente más en el trabajo es porque se ha conseguido otra mujer.
—Mamá, mi papá no tiene una amante, el perfume pudo ser de alguna compañera suya que lo abrazó y ya… —repliqué.
—¡Deja de decir tonterías, Leanor! —gritó con fuerza, después empezó a acomodarse el cabello de forma temblorosa, confundida por su actitud—. No siempre tienes la razón, no creas que por tu inteligencia vas a poder saber todo. Yo sé de lo que estoy hablando.
La cocina quedó en completo silencio. No reconocía a mi madre, se veía alterada, de mal humor, no estaba maquillada y sonriente como solía estarlo días antes. Después de unos segundos decidí regresar a mi cuarto; no me gustaba cuando mis padres me gritaban, odiaba el que las personas me maltratasen con sus palabras, para mí era un gran tormento las palabras hirientes y ni imaginar el miedo que me daba cuando me golpeaban, que, de hecho, hasta el momento fueron muy pocas las veces, solo una o dos. Pero las tenía muy frescas en mi mente y no quería que se repitieran.
Ese era mi punto débil, el maltrato, hacía que mi mente se volviera muy sensible y que no pensara con tranquilidad. Recuerdo bien que ese día me dormí temprano, no quise cenar, solo tener un buen sueño; aunque me fue imposible.
Soñé que estaba caminando alrededor de un gran grupo de personas, no podía saber dónde estaba, ellas a veces me tropezaban con sus hombros y me ignoraban por completo cuando quería hablar. Después de la nada me vi en el salón de clases, mis compañeros estaban sentados en sus respectivos puestos observando el tablero vacío, me di cuenta que yo también hacía lo mismo. Me levanté del pupitre y rodé mi mirada por todo el curso, de la nada el piso empezó a llenarse de sangre, al igual como mis compañeros, pero lo sorprendente es que algo me decía que yo los había matado. Me miré las manos y estaban empapadas de sangre a tal punto que goteaban. Eso me aterró por completo.
Me desperté de un golpe, mi respiración estaba agitada, tenía una gran pesadez y muchas ganas de llorar, pero aún la noche era fresca, el reloj en mi mesa de noche marcaban las nueve y media. Me senté en el bordillo de la cama para intentar calmarme, mi cuerpo temblaba, era muy raro para mí el tener pesadillas, aunque con ese mal día que tuve es de imaginarse lo estresada que estaba mi cabeza.
No pude volver a dormir, me pasé toda la noche leyendo un libro en silencio absoluto. Cuando el reloj marcó las cuatro de la mañana me fui a bañar y después de un largo tiempo en la ducha decidí calmarme para poder tener un día tranquilo. Mis peores torturas siempre eran las pesadillas, aunque me era normal cuando el día estuvo con alto grado de estrés. Pero siempre olvidaba eso negativo y al día siguiente todo volvía a la normalidad.
En el desayuno mis padres estuvieron muy callados, los ojos de mi mamá estaban hinchados, lloró toda la noche, yo la pude oír caminando de un lado a otro por el pasillo. Mi papá llegó a las dos de la mañana y tuvieron una fuerte discusión.
El instituto quedaba cerca de mi casa, así que prefería caminar las cinco cuadras, la mañana era fresca y eso me gustaba bastante. En mi mente organizaba la rutina para ese día, esperaba que mis compañeros ya no estuvieran tan enfadados conmigo y que simplemente me dejaran tranquila.
—¡Leanor! —escuché detrás de mí cuando estaba en la entrada del colegio. Era Harry.
—Buenos días —saludé.
—Buenos días… te estuve llamando ayer, pero tenías el celular apagado —me dijo mientras caminaba a mi lado.
—Estaba descargado y yo me dormí temprano —mentí.
—Ah… Bueno, es que te quería invitar a ver una película. Pero bueno… —Me miró fijamente mientras desplegaba una sonrisa.
Él nunca terminaba sus oraciones, pero ya sabía lo que quería decir:
—Podemos ir el viernes por la noche, lo tengo libre —sugerí.
Vi como sus ojos se iluminaron en gran manera y una enorme sonrisa se desplegó en su rostro.
—Bueno, yo voy a buscarte —aceptó—. Y dime… —Harry siguió hablando como si nada, lo típico que pasaba todos los días a la primera hora de la mañana.
Yo, en realidad, pensaba que lo que había sucedido el día anterior quedó muerto y que solo era un enfado más de mis compañeros de clase. Pero no fue así, cuando nos dirigíamos hacia la cafetería para comer algo antes de que comenzaran las clases (era bastante temprano aún) la directora me llamó.
Entré a su oficina, el ambiente no se sentía tan amigable, la directora tenía su rostro tenso y estaba recostada en su sillón negro mientras sus brazos estaban cruzados.
—Buenos días —saludé.
—Buenos días, Leanor, por favor, siéntate —dejó salir un suspiro. Yo hice caso a su petición.
Se podía escuchar las manecillas de un reloj que colgaba en una pared. Por alguna razón yo me sentía muy incómoda, la directora estaba enfadada y eso me advertía que se abalanzaba a mí otro regaño más.
—Leanor… ayer me enteré de algo que verdaderamente me desagradó por completo. Me dijeron que discutiste con mi hija Carolina, ¿eso es cierto?
—Yo no discutí con ella, solo le dije algo que es verdad —expliqué.
—¿Dices que todo eso es cierto? —inquirió la directora.
—Desde mi punto de vista sí lo es —respondí con gran sinceridad.
Hubo un silencio inquietante en la oficina. La directora respiró hondo para tratar de calmarse, no lo entendía en ese momento, pero cometí la peor equivocación al ser tan sincera en esa mañana.
—Leanor, el que seas inteligente no quiere decir que siempre tienes la razón —me confrontó—. Mi hija no es nada de lo que dijiste ayer, tienes que aprender a respetar a los demás y callarte cuando debas hacerlo. Solo… espero que esto no se repita una vez más. Creía que eras una chica seria y madura, pero me he dado cuenta que estaba muy equivocada. —Me miró fijamente de una manera bastante fulminante y agregó—: Tal vez no eres tan inteligente como yo creía.
Estaba petrificada, era la primera vez que la directora me trataba así. Tragué en seco y sentí como un nudo en mi garganta empezaba a formarse.
—Disculpe, no volverá a suceder —dije.
—Claro que no se va a repetir —afirmó ella—. Llamaré a tus padres, debo hablar con ellos y contarle sobre lo sucedido. Además, informarles que no estás entrando a tus clases. Tu conducta es pésima en estos días. —Tomó el celular que reposaba en su escritorio y rápidamente llamó a mis padres.
Podía ver que la directora se estaba dejando llevar por su enojo y yo solo quedaba reducida al silencio total. Mi madre se iba a enojar mucho conmigo y más con el gran estrés que tenía acumulado en esos días.
—Buenos días, señora Emilia, sí… es por Leanor, bueno… lo que sucede es que debo hablar con usted en persona por una situación que está sucediendo con Leanor, ¿cuándo podría venir al colegio? Bien… entonces la espero.
La directora terminó de hablar y me mostró una sonrisa de satisfacción.
—Puedes volver a clases ¿o es que piensas no entrar? —dijo con un tono arrogante—, los estudiantes están enojados porque solo lo que haces es tratarlos como si fueran inferiores a ti, te burlas en sus caras. Así que, desde este momento, clase a la que no entras, mala nota que se te pondrá.
Salí de la rectoría, mi estómago estaba revuelto ¿qué le había hecho a la directora para que estuviera tan enojada conmigo?, cambió tan rápido que no entendía sus actos. Fue la primera vez que me sentí tan desconcertada y eso producía en mí una gran confusión que no dejaba que pensara con claridad.
Pero ese era solo el comienzo de mi infierno.
Entré al salón de clases, todos al verme pusieron sus ojos en mí con una mirada que no era nada amistosa. Y lo peor, el profesor de matemáticas ya estaba ahí:
—¿Por qué vienes a esta hora? —me preguntó.
—Lo siento profesor, pero la directora me llamó —expliqué con nerviosismo.
—¿Es que acaso ahora todos los días hablas con la directora? —se burló—, sal de mi clase, tú no eres princesa aquí para que entres cuando se te dé la gana.
Actualidad:
Eva terminó de tomar su jugo de naranja, dejando reposar el vaso de vidrio sobre el mesón de mármol.
—Es injusto por donde lo mires —dijo—, envidia absoluta. Las personas se sienten amenazadas cuando ven a alguien mejor que ellos y deciden aplastarlos para así creer que son más fuertes. Ya sabes, el juego de quién es el más fuerte.
—Sí, en cuestión de meses destruyeron todo lo que era Leanor —soltó Harry—. Cuando tuve ese sueño, recordé lo vulnerable que era Leanor, lo mal que llegó a pasarla y no hubo nadie que la protegiera, ni yo.
—Pero ¿qué podías hacer tú? Si hasta estaba recibiendo malos tratos en su casa —cuestionó Eva—. ¿Sabes? Hubo un tiempo en que yo también la pasé mal, tuve a todos mis compañeros de clase en mi contra, no me dejaron sentar con ellos en la graduación y tuve que quedarme atrás, con personas que no conocían. Los podía oír hablar mal de mí, cuando fui a recibir la mención de honor por excelencia académica y pasé por el lado de ellos, uno intentó hacerme tropezar con el pie, pero afortunadamente, aunque tambalee, no me caí. No iba a permitir que me humillaran. Sin embargo… —Eva dejó salir un suspiro—. Creo que nada se compara con todo lo que le hicieron a Leanor, además, no todos tenemos la misma fortaleza para enfrentar los problemas. Y es inevitable, Harry, por más que intentemos ayudar a otras personas, recuerda que cada quien es libre de elegir sus propias decisiones. —Eva tomó de la mano al muchacho—. Así que no puedes culparte, hiciste hasta donde en ese momento tuviste posibilidades. —Observó fijamente la cicatriz en la ceja de Harry—. ¿Cómo te hiciste esa cicatriz?
—En una pelea —contestó el muchacho.
A la mente de Harry llegó el recuerdo de estar respirando agitadamente, con el rostro lleno de sangre. Leanor estaba acorralada en una esquina del baño, con el uniforme rasgado y un moretón en su mejilla derecha. Él solo pudo gesticular la pregunta: ¿estás bien?
—¿Intentabas defenderla? —preguntó Eva.
—Sí —respondió Harry con lágrimas en los ojos—. Un desgraciado intentaba violarla en el baño del colegio.