Capítulo 37
1410palabras
2023-04-12 06:09
Eva nunca creyó que tendría sexo en su propia habitación, allí, entre los libros que leía, el calendario pegado en la pared con su rutina diaria. ¡Estaba usando lencería exótica mientras tenía sexo con un magnate! Era como para no creerlo, ¿cómo pasó semejante locura?
Y claro que le encantaba, la mera idea la excitaba tanto que se lubricaba por completo. Su vagina estaba tan deseosa de aceptar a Harry en esas condiciones.
Lo hicieron como si llevaran años de abstinencia. Harry debía cubrirle la boca para que no gritaran y escucharan los vecinos.

La mejor posición para Eva fue cuando Harry la puso en cuatro y la tomó del cabello, penetrándola con fuerza y dejándola inmóvil, sumergiendo los dedos en la boca de la chica, para que así ella pudiera morderlo y amortiguar los gritos.
A Harry le pareció que, la adrenalina de saber que en cualquier momento llegarían los padres de Eva, el que tuvieran que hacer silencio para que los vecinos no se enteraran y el simple hecho de estar en la casa de la chica, rodeada de todo lo que era ella… hizo que el sexo fuera fascinante. Correrse en su interior, sintiendo cómo la vagina de Eva lo abrazaba era como… llegar a la gloria absoluta.
Quería tener sexo toda la noche en esas condiciones, pero, era algo imposible. Pronto, escucharon el motor de un auto y los dos saltaron despavoridos de la cama. Eva se asomó por la ventana y notó que se trataba del vecino de al lado que acababa de llegar.
—¿Qué? ¿Son tus padres? —preguntó Harry entre jadeos.
—No, solo es… el vecino —respondió Eva.
Harry se acercó a ella, introduciendo su pene en la chica.

—No, espera, espera, nos pueden ver desde la ventana… —pidió Eva, pero sin muchas ganas de oponerse.
—¿Y eso importa? —preguntó el joven—. ¿Acaso te importa lo que piensen los demás? —Comenzó a embestirla con rapidez—. Estás tan caliente…
—Ah… Harry, esto está mal, muy mal…
—Sí, está bastante mal, ¿qué vas a hacer si nos ven y te acusan con tus padres? —gimió el joven.

—Estaré en muy graves problemas, ¿por qué me haces esto? —soltó la chica, sintiendo el placer electrizarle el cuerpo.
Harry la tomó del cuello, haciendo que la chica escuchara su agitada respiración.
—Porque finges ser tan correcta, pero por dentro te encanta ser una chica mala —susurró Harry—. Acepta que eres una pervertida, acepta lo que eres. —Le dio una bofetada, obligándola a gritar—. Vamos, acepta que te encanta que te trate mal…
—¡Sí, sí, me encanta que lo hagas, soy una maldita pervertida…! —exclamó ella.
Harry la recostó a la ventana, la tomó con fuerza del cabello y la penetró con tanta decisión que Eva se le hizo imposible no gritar.
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Los padres de Eva llegaron en taxi justo en el instante en que Eva y Harry salían de la casa. Todos quedaron congelados, sin saber cómo actuar.
Por el lado de Eva y Harry, se sentían nerviosos al ver a los señores y recordar que hace unos minutos atrás estaban cogiendo como dos bestias indomables en la habitación de la chica.
Y de parte de los padres de Eva, le impresionaban que su hija saliera de la casa con tacones altos, usando un vestido que remarcaba su figura y era tan evidente que era nuevo. Además, se había maquillado y arreglado el cabello.
—¡Dios mío! —exclamó el padre de Eva, enarcando una sonrisa de oreja a oreja—. ¡Qué hermosa te ves!
—Ah… —soltó Eva entre una risita nerviosa.
—¿A dónde van? —preguntó la señora, fue lo único que pudo gesticular.
—Vamos a ir a mi fiesta, tuve que convencerla de que me acompañara —respondió Harry, quien logró reponerse de la impresión e hizo frente al momento—. Espero que no se enojen que me la robe por esta noche.
—¡Para nada, me encanta que logres convencerla de salir! —exclamó el señor, emocionado y con ojos brillantes al ver a su hija arreglada como una adolescente de su edad—. No te imaginas las veces que hemos intentado saMariana de esa habitación para que se distraiga, pero es imposible… Solo espero que se diviertan, ¿la traerás de vuelta?
—Sí, claro que sí —respondió Harry—. La traeré ante sus ojos, pero eso ya será mañana.
—Claro, no vayas a manejar ebrio, es mejor evitar —aceptó el señor—. Eva, ¿te quedarás en casa de Mariana? ¿Ella va?
—Sí, claro, me quedaré con Mariana. Les enviaré un mensaje cuando ya esté en la casa de ella —informó Eva.
—Bueno, bueno, diviértanse mucho —dijo la señora Mirella.
Yair estaba con la boca abierta, observando detrás de las piernas de su mamá a la pareja.
—¡Adiós, Yair! —se despidió Harry con una gran sonrisa.
—¡Chao, Harry! —soltó el niño, desplegando una sonrisa y saliendo de detrás de su mamá, corriendo a chocar la mano con el muchacho.
Los señores vieron a la pareja subir al auto y marcharse de la casa mientras sonreían y los despedían con movimientos de mano.
—Tiene un gran auto —comentó el señor cuando vieron el vehículo marcharse por la carretera.
Cuando Yair entró corriendo a la casa, la señora hizo la gran pregunta que recorría por su mente:
—¿Crees que habrán tenido sexo mientras estaban solos?
—Por como es Eva, lo dudo mucho —respondió el hombre—. Además, ¿eso qué importa cuando se trata de un chico tan adinerado como Harry Andersson? ¿No te das cuenta que es una gran oportunidad para Eva? Lo único que espero es que logre darse cuenta a tiempo antes de que intente alejarlo, si lo hace, ¿de qué habrá servido que entrara a estudiar a una universidad tan prestigiosa?
—Bueno, es cierto, Eva es de las que no sabe aprovechar el tener una casa sola —comentó la mujer mientras ingresaban a la vivienda—. Lo pregunto porque es lo normal en chicos de su edad.
—Eva no es como nosotros que lo hacíamos a cada momento que tu mamá nos daba la oportunidad —bufó el hombre mientras ingresaba a la cocina—. Eva primero lo saca a patadas de la casa si Harry le propusiera tener sexo.
—Es una pena, ese chico me agrada mucho, lástima que Eva haya sacado tu carácter —refunfuñó la mujer mientras abría la nevera para sacar la jarra de vidrio llena de agua.
—¿De qué hablas? —protestó el hombre—. Si fuiste tú quien la crio como es ahora. Con todo eso de la religión y mira para qué sirvió, para tener una hija amargada y adicta al estudio y a los trabajos esos que hace a los niños ricachones de la universidad.
—Pero mira lo que logró Harry, hizo que se arreglara para ir a esa fiesta.
—Nunca había visto a Eva tan hermosa, ¿no te pareció que se veía como una muñeca? —esbozó el hombre entre una sonrisita—. Se parece mucho a ti cuando tenías su edad. ¿Recuerdas que te escapabas de tu casa y yo te llevaba el vestido en ese bolso gris con todos esos maquillajes que te compraba?
—Oh, sí… —Mirella soltó una risita—. Gozaba tanto usar tacones, era todo un privilegio, por más que se me cansaban los pies, no me los quitaba, era la única vez que podía usarlos y presumirlos. Si mi mamá me los veía puestos, era capaz de arrancármelos con todo y piel…
—Esos tiempos… Qué intensos eran. Pero mira cómo es la vida, ahora tienes todo un vestidor lleno de tacones —comentó el hombre.
—Cómo me gustaría que Eva hiciera lo mismo —esbozó la mujer con voz temblorosa por el llanto—. Ella es tan infeliz y todo es por mi culpa…
—Claro que no, ¿por qué vuelves a decir eso? Sabes que no es cierto.
—Claro que sí —replicó la mujer—. Eva es tan infeliz, ¿crees que no lo noto? Siempre estudiando, sin descanso, incapaz de vivir su juventud. Y todo por cómo la criamos, con ese régimen y las doctrinas que una vez juré que no seguiría. Hice lo mismo que mi madre… repetí la historia…
—Pero ya no lo haces, mira, nuestra hija acabó de salir de la casa, con un buen hombre, rumbo a una fiesta donde se va a divertir mucho y mañana tendremos que prepararle una buena sopa, escuchando cómo nos cuenta lo alocada que fue la noche. ¿Cuándo hiciste eso con tu madre?
La señora Mirella observó a su esposo con los ojos inundados de lágrimas.
—Eres una buena madre —enfatizó el hombre.