Capítulo 36
1913palabras
2023-04-11 06:07
—En mi caso tuve que lidiar con algo sumamente doloroso, quien consideraba mi mejor amiga en décimo grado asesinó a mis compañeros de clase y después se suicidó, pero yo no me quedé revolcándome en mi propia desgracia, victimizándome y preguntándome el por qué a mí. ¡No, la vida sigue, carajo! La vida es así, a veces te trata como mierda, pero debes levantarte, porque… ¿qué más puedes hacer? Tienes que aprender a soltar. ¿Crees que es bueno lo que estás haciendo? Teniendo esa maldita caja donde te sientas todos los días a estudiar, la ves y seguro lloras, releyéndolas cada vez que puedes, ¿así cuándo lo vas a superar? ¿Cuándo te hagas vieja y te des cuenta de que tu vida pasó frente a tus ojos?
Eva tragó un poco de su jugo para disipar el dolor en su garganta, producto del difícil momento que Harry la hacía pasar.
Hubo un momento de silencio.

—Envíala hoy —dijo de repente el muchacho.
—¿Qué?
—Sí, yo te ayudo, vamos a enviarla hoy, con todo lo que tiene adentro, no importa que te de vergüenza lo que hay adentro, hazlo, maldita sea, ya no tienes nada que perder —insistió.
—Pero… yo… no…
—¡Eva!
—¡Harry, no puedo! —soltó ella, colada por el miedo.

—¡¿Por qué?!
—Porque… —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. ¿Qué voy a hacer después?
—Enfrentar lo que se venga, pero lo harás cuando ese futuro se convierta en tu presente, por ahora… debes estar aquí, enfrenta el ahora, no el mañana y deja de revisar tu pasado.
Entonces, Eva explotó y soltó lo que por tanto tiempo estuvo reteniendo. Dejó salir el llanto sin importar que él estuviera presente. Sin embargo, Harry no la señaló por mostrar tanta vulnerabilidad, contrario a ello, la abrazó y esperó a que se calmase.

Harry ahora le estaba dando la fortaleza que anteriormente no pudo conseguir.
—¿Cuántas cartas hay adentro? —preguntó Harry cuando Eva ya había dejado de llorar y terminaba de tomar su jugo.
—Muchas, años de confesiones.
—Se ve un poco grande la caja —observó el muchacho—, ¿está completamente llena?
—No, también tiene cosas muy íntimas, como mi diario, algunos objetos que me traen recuerdos… —comentó Eva—. Cosas que me son especiales, pero que también me lo recuerdan, por eso todo está incluido allí. Es como si se hubiesen impregnado con sus recuerdos, como una mancha que lo consume todo.
—Bueno, envía todo. Vamos a empacar y que se vaya, ¿te parece?
Eva aceptó con un movimiento de cabeza.
—Y después que la enviemos, vamos para que te compres algo lindo —prosiguió Harry—, usarás también lo que te traje y hoy te embriagarás hasta que no recuerdes cómo te llamas. —Le mostró una sonrisa—. Así es como se vive un despecho.
—¿Cómo que me trajiste…?
—Traje un regalo para ti —informó Harry—. Quiero que lo uses hoy.
Señaló con la mirada el bolso negro que había dejado sobre la cama. Eva, bastante curiosa, fue a ver lo que el chico trajo, sorprendiéndose al sacar del interior una cajita roja de regalo, donde, en su interior había una lencería negra, con arnés incluido.
—¡Santo Dios!, ¿co-cómo…?
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Yair observaba con curiosidad e impresión al joven con camisa gris de mangas largas remangadas por los codos. Había escuchado por sus padres que se trataba de uno de los amigos millonarios de su hermana. Era tan alto y acuerpado que le generaba miedo, a la vez timidez. Veía desde la entrada de la cocina, escondido detrás de la pared, cómo en el mesón Harry y Eva envolvían una caja de cartón con cinta adhesiva. Por primera vez en su vida veía a su hermana conversar con una sonrisa en la cara, arreglando con una mano su cabello cada tanto. Hasta en su corta edad notaba que a Eva le gustaba aquel muchacho, de hecho, parecían pareja.
Cuando Harry se dio cuenta que Yair estaba escondido detrás de la pared, le mostró una sonrisa. El niño de cabello rubio y ojos grises intentó esconderse todo lo que pudo, completamente tímido.
—Ah… así que tú eres el hermanito de Eva —dijo el muchacho, acercándose a la pared.
—No soy hermanito, soy hermano —corrigió el niño, haciendo un puchero y enfrentándose a Harry.
—Lo siento, hermano —corrigió Harry, agachándose para estar a la altura del pequeño.
Eva observó con curiosidad desde el mesón cómo Harry hablaba con el niño, sorprendiéndose por la forma tan fácil que tenía de comunicarse con las personas, era igual de dulce y empalagoso como la miel, fastidiándola en gran manera. Le restó importancia y volvió a lo suyo.
—¿Cómo te llamas? —preguntó Harry.
—Yair —respondió el niño—. Estoy en tercero, me gané un diez en matemáticas, soy muy inteligente, pero Eva no quiere ver mi examen, es una hermana malvada, no te juntes con ella.
Eva logró escuchar aquello y volteó a verlo ofendida, regañándolo con la mirada. Pero el niño hizo un puchero y se cruzó de brazos.
—Entonces, ¿no me acerco a ella? —preguntó Harry.
—No… ella es mala —respondió Yair—. Por eso está soltera. Sé que no eres su novio, mi mamá me lo dijo.
Harry sonrió enternecido, era igual de inteligente que Eva, además que tenía una lengua bastante fina, articulaba bien las palabras, casi y parecía tener más edad de la que en realidad sabía que tenía.
—Pero me gusta Eva, si me vuelvo su novio, ¿crees que ella me podría tratar bien? —dijo Harry con una gran sonrisa.
—Te va a pegar y te gritará —contestó Yair.
—¡Oye, te estoy escuchando! —gritó Eva.
—¿Ves? Es mala… —soltó Yair.
—No se lo digas a nadie, pero ya me pega —susurró Harry.
Yair abrió la boca con impresión.
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Mientras esperaban sentados en las bancas amarillas del Efecty que quedaba a una cuadra de la casa de Eva para hacer el envío del paquete, las manos de Eva sudaban mientras se entrelazaban estresadas e impacientes.
Harry veía con curiosidad cómo el viejo abanico pegado en la pared era incapaz de amortiguar el incesante calor que hacía en el pequeño local, cuestionando lo infeliz que sería si tuviera que trabajar en un lugar como aquello. Comparaba los lugares que debía visitar cuando se encontraba con Eva, haciendo comparación a cuando la espiaba desde la oficina de su padre.
—Tu hermano es bastante tierno, no sé por qué no te llevas bien con él —dijo Harry para meter un tema de conversación entre ellos.
—No me llevo bien con él por las cosas que dice, las cuales ya escuchaste —explicó Eva con bastante seriedad.
—Por favor, Eva, tiene ocho años, está enojado porque lo ignoras —explicó Harry—. Mencionó que ganó un diez en su examen de matemáticas, para él es importante tu aceptación, la cual no recibe porque no le das la oportunidad de mostrártelo.
—Está en tercero, cualquiera a esa edad saca un diez en matemática —fanfarroneó la chica.
Notó el silencio que hizo Harry, volteó para verlo y atribuyó dicho silencio a que en su caso no pasó.
—¿Hasta en primaria eras mal estudiante? —cuestionó Harry.
—Claro que no… siempre he sido buen estudiante.
—Dile eso a tu sábana de notas —replicó la joven.
—No has visto mis notas, así que no puedes decir nada de ellas —advirtió el muchacho—. Pero volviendo a tu hermano, ojalá yo volviera a tener un hermano menor, sobre todo uno tan inteligente como el tuyo, ¿has notado lo bien que habla para su edad? Se expresa como todo un adulto, me sorprende. Bueno, no del todo, al final, son hermanos de padre y madre.
—¿Acaso tu hermano no es inteligente? —preguntó Eva sin mucho interés, limpiando con una mano el sudor de su frente.
—Sí, claro que sí, Kevin es… —Alzó la ceja izquierda, moviendo así la cicatriz en ella—. Lo que pasa con Kevin es que salió igual de desaplicado que yo, prefiere más ir de fiestas.
—Oh, vaya, en ese caso entonces sí que se parecen mucho —comentó Eva con ironía.
—Sé que debería darle un mejor ejemplo —reflexionó Harry—. Sé que me admira mucho, los hermanos menores siempre admiran a los mayores, quieren ser como ellos. Por esa misma razón debes cuidar mucho cómo te muestras ante Yair, podría ser un gran matemático. O imagina esto, al crecer, lograría ser un gran empresario si se lo propone y crear todo un legado que represente sus apellidos.
Eva observó con poco interés a Harry.
—¿Quieres que te regale a mi hermano? —preguntó. Harry la observó confuso—. Esto es lo que pasará, te alejarás de Yair, no le darás ningún tipo de regalos y tienes prohibido invitarlo a alguna salida, ¿entendido? No quiero que se encariñe contigo y termine odiándome más de lo que ya hace, creyendo que no volverá a verte más por mi culpa. Ya tengo suficiente con que me vea como una bruja malvada que no le permite ver las caricaturas con todo el volumen que se le plazca.
—¡Siguiente! —llamó la chica del Efecty con tono aburrido.
Eva se levantó con la caja en manos y se dirigió a la cabina donde se encontraba la mujer, dejando a Harry congelado en la banca amarilla.
Era inevitable que por momentos Harry se cuestionara el por qué le gustaba estar con Eva, cuando no tenían nada en común, sobre todo si se comparaban sus temperamentos. Pero, al momento en que la veía salir del vestidor, con aquellos vestidos ajustados al cuerpo, recordaba lo mucho que le encantaba tener sexo con ella. Lo bien que la pasaban a solas en las noches, el cómo se sentían aquellos tiernos senos cuando lo abrazaba.
Harry no le compró un solo vestido, le pareció que todos los que se había medido le quedaban bastante bien, así que compró todos. Cuando llegó la hora de pagar, Eva insistió en que podría pagarse su propia ropa, pero, al momento de saber la cifra total, dejó de insistir y accedió a que Harry lo hiciera.
Todos los vestidos y zapatos de marca, Eva nunca se había metido en telas tan finas, no sabía dónde los guardaría para que su madre no las viera, sobre todo la lencería que Harry le entregó antes de salir de la casa.
Afortunadamente, cuando llegaron a la casa, sus padres no estaban, habían salido a cenar por fuera con Yair. Así pudo entrar las bolsas de la compra sin ningún problema.
Ya el reloj marcaba las ocho de la noche, Eva se había terminado de duchar y se cambiaba con un vestido negro que eligió para la fiesta de esa noche. Harry la observaba recostado en la cama, gustoso de verla cambiar con la lencería que había comprado para ella.
—¿No crees que es un poco atrevido? —preguntó Eva mientras se observaba en el espejo, le impresionaba verse con encaje negro, aquellos ligueros en las piernas y el arnés en el brasier, le recordaba a las novelas eróticas que le gustaba leer.
—No, está perfecto —respondió Harry, babeando por la excitación—. Ven aquí —pidió.
Eva dio media vuelta y se acercó a él. El joven la rodeó por la cintura, dándole besos en el abdomen.
—Eres tan sensual… —susurró el hombre.
—Harry…
—Había dicho que esperaría hasta la fiesta, pero te ves tan bien… —Harry la hizo tumbar sobre la cama, acorralándola entre sus piernas, empezándola a comer a besos.
—Harry, mis padres pueden llegar en cualquier momento…
—Eso me excita aún más —susurró él cerca del oído de la chica.