Capítulo 31
2084palabras
2023-04-06 06:02
Dicen que alejarte de una persona con la cual pasaste mucho tiempo es sumamente doloroso, Eva creía que era relativo, porque también están los que han pasado por un tortuoso casi algo. Esa línea donde se estuvo a punto de realizar los más profundos deseos de amor y el límite donde se encuentra el no pasó nada. Y se entra en la confusión de qué sucedió, porque hay recuerdos de haber amado, pero también se debe justificar que nunca se tuvo de verdad a esa persona.
Y ese luto permanente en el que se vive con el “estuvimos a punto de hacerlo, pero…” y el “si no hubiera pasado esto, ahora estaríamos juntos”. Eva escribió tantas cartas para desahogarse, hizo de sus ojos mares de lágrimas, hasta que quedaron hinchados, rojos, adormecidos por el sufrimiento. Ese sufrimiento silencioso en el que vivía.
Davison hizo parte importante de su vida cuando más sola se encontró, le dio felicidad, la hizo pintarse un futuro hermoso, como si tuviera su propia novela de amor. ¡Le pidió que se casaran! Eso únicamente lo hace alguien que está embriagado de amor…
Y después todo acabó… y de qué manera…
Le dijo que sus padres no estaban de acuerdo con su relación, qué drama… ¿cómo se debe reaccionar a una respuesta como aquella?
Eva estuvo por muchos meses confundida, por no decir que años… Aún una parte de ella, la que lloraba, sostenía un gramo de esperanza de que su celular timbrara y Davison le informara que estaba en la ciudad y quería un reencuentro.
Se acostó en la cama, abrazando la cajita y teniendo a su alrededor varios sobres, donde, entre lágrimas, leía las fechas. Él no tenía ni idea de que existieran esas cartas, cómo deseaba entregárselas y salir de una vez por todas de la gran duda de cómo reaccionaría… Pero era tan cobarde como para hacerlo.
Así, como una más de sus noches nostálgicas, se quedó dormida.
Se despertó con el sonido de la alarma de su celular. Eran las cinco de la mañana. Sentía la extrañeza de abrir los ojos y ser consciente de que no debía ir a clases. ¿Qué debía hacer con tanto tiempo libre?
Siguiendo su rutina de la mañana, salió a trotar después de recoger las cartas, echarlas en la caja y colocar todo en perfecto orden sobre su escritorio.
Volvió a casa a eso de las siete y media, sus papás se encontraban en casa porque era sábado festivo, para desgracia de Eva. Y Yair también se encontraba de vacaciones, así que debería soportar todo ese día a su familia.
Era un día despejado, perfecto, con brisa fresca, de esos días que se puede disfrutar con buena música, hablar con amigos y crear planes para la noche. De hecho, Vanesa y Mariana pensaban justo eso. El celular de Eva sonaba con notificaciones de mensajes, por lo cual se vio en la situación de colocarlo en silencio, porque, a diferencia de sus amigas, prefería pasar un día en casa estudiando todo para el diplomado que tendría en vacaciones.
Para ella, el perder el tiempo en las redes sociales no era una opción, sus vacaciones debían ser aprovechadas al máximo antes de que iniciara el nuevo semestre en la universidad.
Estaba sentada frente a su escritorio, con las cortinas corridas de la ventana para que así pudiera entrar la brisa del verano. Sus dedos se movían ágilmente en el teclado de su laptop bastante emocionada por acabar de escribir la misión y visión de su empresa, al igual como el valor agregado de su startup.
Después de bajar a almorzar con su familia y escuchar sus planes de viajar en familia el siguiente fin de semana, subió a su habitación para ahora enfocarse en los colores del logo. Por un momento revisó el celular, encontrando seis llamadas perdidas, dos de Sebastián, tres de Mariana y una de Vanesa. En WhatsApp estaba invadida por mensajes de sus amigos, hasta Paulo le había escrito, preguntándole si esa noche iría a la fiesta de Harry.
Dejó a un lado el celular y se concentró en fabricar varios modelos de logos para presentárselos a sus amigos después que pasaran toda la fiebre de la salida a vacaciones.
Pasaron así dos horas, decidió salir de su habitación e ir al baño. Era en esos momentos que odiaba tener un cuerpo con necesidades que la desconcentraran de sus quehaceres importantes.
Al volver a la habitación tomó el celular una vez más, reflexionando que debía responder mensajes o de lo contrario tendría a todo un grupo de jóvenes adultos enojado por su desinterés evidente.
Les dijo a todos que estaba ocupada estudiando y preparando cosas importantes, así que, aunque quería acompañarlos, no podía. Por último, recibió un mensaje de Harry, le estuvo insistiendo para que fuera a su apartamento, pero en vista que ella no le respondía, siguió enviando mensajes, hasta ese último que escribió, seguramente notando que la chica ya se encontraba en línea.
“Si no vienes, iré a tu casa y te cogeré allí mismo” leyó Eva.
—Es un idiota —soltó la joven y dejó el celular a un lado del escritorio. Pensó que hasta Harry tendría un límite, no sería capaz de hacer algo como aquello.
Se concentró en leer el libro que llevaba estudiando toda la mañana sobre la teoría del color y sus mensajes dado al consumidor, de esta forma, podría expresar por medio del logo lo que Gaba quería transmitir.
Sus padres se encontraban en el primer piso de la casa, seguramente hablando sobre lo bueno y rentable que sería volver a tener un auto propio, porque era el tema que más les agradaba, hasta cansar a Eva con ello. Su hermano Yair estaba en la habitación de en frente, hasta su habitación se escuchaba el bullicio de los dibujos animados que veía, lo cual la desconcentraba de la lectura y le mortificaba tomar apuntes en su libreta por lo mismo.
Por un momento salió de su cuarto y regañó a Yair por el alto volumen del televisor, aunque, como siempre, no la obedeció. Él lo hacía para llamar la atención de la chica, Eva lo sabía y eso la enojaba muchísimo.
Volvió a lo suyo y así estuvo concentrada un buen rato, hasta que escuchó la voz de su madre llamándola desde la planta baja. Alzó la mirada del libro, teniendo una premonición, ¿podría ser capaz Harry de llegar a su casa?
Bajó con rapidez hasta el primer piso, observando desde el último escalón de las escaleras, la sala de estar y en ella la silueta varonil al lado de su madre. Mirella, inocente de la situación, sonreía con amplitud al haber recibido en su humilde casa al hijo del magnate Andersson.
—Ay, disculpa las fachas de mi hija, es que le gusta estudiar… cómoda —dijo la señora mientras barría a Eva de pies a cabeza.
Harry estaba allí con esa sonrisa traviesa que cargaba siempre.
—No se preocupe, entre Eva y yo hay la confianza suficiente, así que no necesita arreglarse —contestó Harry.
—¿Ah sí? ¿Son muy amigos? —preguntó la mujer con interés.
—Claro que sí, mucho, por eso vine a estudiar con ella —respondió con tono tan amable que Eva lo desconoció—. Tiene una hija sumamente inteligente, en la universidad se morirían de envidia si se enteraran que ella me dio tiempo para estudiar juntos.
La señora soltó una risita de emoción y se cubrió la boca con cierta modestia.
—Tampoco es para tanto… —soltó—. Pero me alegra saber que mi Eva tiene tan buena reputación. —Volteó a ver a su hija—. ¿Qué haces allí? Llévalo a tu habitación, ¿está arreglada? Espero y no hayas hecho un desastre. —Volvió a mirar a Harry—. Ay, es que ella se concentra tanto en los estudios que a veces se olvida… Bueno, ya sabes, de limpiar y eso…
—No te preocupes por eso, estoy segura de que mi habitación está mucho más limpia que el lugar donde él vive; si a ese chiquero se le puede llamar hogar… —intervino Eva.
—¡Qué cosas dices! —Se sobresaltó la señora y dejó salir una risita—. Pasa, Harry, estás en tu casa. Voy a preparar una merienda y cuando la tenga lista les aviso para que bajen a comer… Es que una mujercita por allí se olvida de comer… —Volteó a ver a Eva y la reprendió con la mirada para que se acercara a recibir a su invitado.
Eva tragó saliva y observó con curiosidad que Harry traía un bolso negro en su espalda, ¿de verdad traía libros para estudiar? Siendo él, lo dudaba mucho. En las semanas que llevaba interactuando con el joven tan íntimamente sabía que no se preocupaba mucho por sus estudios a menos que peligrara en reprobar una asignatura.
Mientras Harry subía las escaleras que comunicaban el segundo piso, vio en la pared varios cuadros colgados con diplomas, como la mención de honor por excelencia académica de Eva al graduarse del bachillerato, el diploma de bachiller, el reconocimiento dado en un curso de marketing, el diplomado de jóvenes talentos empresarios. Se sorprendió porque, a tan corta edad, Eva estudiaba muchísimo y, si bien era cierto que en la pared se encontraban también diplomas del recorrido profesional de los padres, no se comparaban en nada a todo lo que Eva estaba logrando hasta ese momento, lo sentía como estar en la casa de una chica genio.
En el segundo piso también había una mediana pared con cuadros colgados de la familia, retratos familiares en viajes, reuniones familiares, todo lo que se puede esperar de una linda casa que aparenta estar bien.
La puerta de la habitación de Eva era tan sobria como la de todas, a excepción de una que tenía el nombre hecho en fomi “Yair” con decoración de partituras musicales. Se podía escuchar también que el pequeñín estaba viendo televisión.
—¿Ese es tu hermanito? —preguntó Harry.
—Sí, el muy molestoso está empeñado en torturarme con sus caricaturas todo el día —gruñó Eva.
Entraron a la habitación y Harry se sorprendió en encontrar todo en perfecto orden.
—¿Cuál es el desorden del que habló tu madre? —preguntó desconcertado.
—De la cesta de basura, está llena, tampoco le gusta que coloque los libros encima de la cama —Eva señaló unos libros en la esquina de la cama, cerca a la piecera—. Para ella, esto es desorden.
—Eso es porque no ha visto mi habitación —comentó Harry.
El muchacho en todo el día no había estado en su apartamento, se dedicó a visitar a su familia, y bueno, ahora en molestarle la vida a Eva.
Desayunó y almorzó en casa de su padre, aprovechó para hablarle de sus nuevos proyectos, además de recibir un sermón por parte del hombre porque ya había revisado las notas de su hijo y supo que no era por muchos, el mejor.
—Necesitas enfocarte —le dijo el hombre cuando entraron al cuarto de estudio de la mansión—. El próximo semestre debes esforzarte más por mejorar tu rendimiento académico.
Harry permanecía sentado en un sillón, mientras veía a su padre rebuscando en su viejo escritorio un habano, hasta que pudo dar con él.
—Se supone que vives solo porque querías demostrarme que podrías ser independiente —enfatizó el señor Carlo—. ¿Qué pasó con toda esa independencia que dijiste que conseguirías?
—Vivo solo —respondió Harry.
—¿Y qué pasó con la universidad? —cuestionó el señor—. Esas notas tan mediocres, el comportamiento que muestras, tantas fiestas, todos esos problemas. Hijo, parece que todo te importara, menos tu carrera, ¿es que acaso no te gusta lo que estudias?
—Claro que me gusta, hasta el momento no he perdido ninguna asignatura, eso lo sabes.
—Pero las notas, tan mediocres… —protestó el hombre.
—¿Por qué te importan tanto esas notas? No quiero ser esclavo del estudio como los demás… —replicó Harry—. He visto a personas mal de salud por tanto estudiar, no quiero verme así… ¿De qué me servirá un título si estaré postrado en una cama?
El señor Carlo dejó salir un suspiro. Cuando su hijo enfatizaba en el cuidado de la salud, en vivir una vida equilibrada, lo dejaba sin argumento, porque era justo la regla de vida con la cual lo había criado.
—Sin embargo —insistió Carlo—, sé que puedes dar mucho más de lo que ahora estás dando. Eres talentoso, muy inteligente, necesitas motivarte más.
—Hablando de motivaciones —dijo Harry para cambiar el tema—, te debo contar de Gaba.
—¿Gaba? —preguntó el hombre con el habano en la boca, a punto de encenderlo.