Capítulo 27
1734palabras
2023-04-03 07:59
Mi padre bajó la cabeza para mirar su comida y seguir en lo suyo. Había perdido una gran oportunidad para tener dinero, mi padre era alguien que, cuando sentía que lo iban a molestar, solo daba lo que uno quería para quitárselo de encima, por lo que me arriesgué a pedirle dinero a él, aunque, lo hice en un muy mal momento, mi madre era como ese dragón que custodia a la princesa; no iba a dejar que yo me saliera con la mía así de fácil.
Ahora estaba más confinada en mi cárcel. Debía asistir a las clases de danza de la iglesia los lunes, miércoles y viernes después de clases, usar unas faldas muy largas y escuchar a todas esas mujeres hablar sobre sus temas aburridos y llamarse “hermanas”, siguiendo su farsa de la familia unida por Cristo.
Así pasaron varios meses en los que, de alguna manera, sentí que mis fantasías se limitaban solo a tocarme antes de bañarme, recordar partes de aquel libro y soñar con que vivía en un lugar muy lejano donde podía vestirme como yo quería y ser una adolescente normal.
Sin embargo, en los últimos días de diciembre me sucedió algo que fue el inicio de todas aquellas fantasías retenidas en mi mente.
—Eva —llamó mi madre cuando me vio pasar por la sala.
—¿Sí? —pregunté.
—Tu tía llamó —informó mientras caminaba hacia mí.
Desplegué una sonrisa emocionada al escuchar aquello. Mi tía Olivia era totalmente diferente a mi madre, cuando estaba con ella me sentía libre y me fascinaba pasar las vacaciones con mi tía. Pero a mi mamá no le parecía una buena influencia para mí, por esa misma razón casi nunca me dejaba estar con ella.
—Vendrá la otra semana —dijo mi madre.
—¿Con Lina? —pregunté.
—No lo sé. Pero, hay un campamento de la iglesia y quería saber si deseas ir.
Hice silencio, ahí estaba otra vez, tratando de alejarme de mi tía. Y sobre todo de mi prima Lina, quien era igual que mi tía Olivia.
—Mi cumpleaños es la otra semana, no quiero estar lejos de casa. Dijiste que me ibas a celebrar mi cumpleaños —alegué.
—Puedes celebrar tu cumpleaños en el campamento, con tus amigas del grupo de danza.
Inspiré profundamente y contuve la respiración intentando calmarme.
—No, me quedaré para ver a mi tía Olivia —repliqué.
En aquel momento llegó mi primo Cristian, acompañado de su mejor amigo Mariano, tenía meses sin verlo ya que estaba estudiando en la universidad por fuera de la ciudad y solo llegaba a visitar en vacaciones.
—Buenas tardes —saludó Mariano sonriente.
—Buenas tardes —devolví el saludo casi embobada.
Era todo un hombre, se veía muy guapo, musculoso, alto y esos labios, esos rosados y sensuales labios, quería morderlos y que besaran todo mi cuerpo.
Seguía observando a Mariano mientras conversaba con mi madre muy sonriente. Afortunadamente, la visita de Mariano hizo que mi madre se olvidara del tema de enviarme lejos con aquel estúpido campamento.
No veía la hora de hablar con mi prima Lina y contarle sobre mis planes de tener sexo con muchos hombres, seguramente ella me ayudaría a conseguir una copia del libro de “Impura” y a hacer mis planes realidad.
La mañana del lunes me desperté muy temprano para ayudar a mi madre a limpiar la casa y preparar el cuarto de huéspedes para mi tía.
Podía ver el rostro enfurecido de mi madre al no soportar la idea de tener por tres días a mi tía Olivia en su casa. Decía que le parecía detestable el que mi tía fuera mundana cuando tenía conocimiento de la palabra de Dios.
—No puedo creer que se le ocurra traer a Lina con ella —dijo mi madre mientras terminaba de lavar los platos del desayuno—. Desde que me enteré de que una hermana de la iglesia la vio en la calle besándose con un drogadicto se me salió del corazón. Quién sabe cuántas cosas más ha hecho esa alborotada y lo peor es que Olivia le patrocina todo, así como lo hizo con la mayor, por eso es que ahora Margarita es madre soltera de dos hijos ¡y de diferentes hombres!
Me hubiera gustado gritarle que se callara, pero era imposible llevarle la contraria a mi madre y más si se trataba de su lengua venenosa. Afortunadamente, me salvó de escuchar aquellas críticas el sonido de la puerta.
Rápidamente corrí a abrir y frente a mí apareció mi tía Olivia con aquella gran sonrisa que desplegó al verme.
—¡Tía! —solté alegremente.
—¡Ay…! ¡Eva! —Me abrazó—, ¡cómo has crecido!
En cuestión de segundos apareció por la puerta Lina, una chica de piel bronceada, piernas largas y rostro perfectamente maquillado al igual como su cabello bien peinado. Lina era mayor que yo por tres años, aunque, su mente parecía ser de una chica totalmente adulta.
—¡Lina! —solté emocionada.
—¡Chimostrufia! —gritó.
Mi madre salió a recibir a la visita con aquella sonrisa hipócrita que siempre colgaba para así parecer agradable. Aunque, pude ver que reparó a Lina de pies a cabeza, se notaba que le horrorizaba verla con aquel short que dejaba al descubierto la piel de sus largas y bien definidas piernas.
Después de que mi tía Olivia y Lina saludaran a mi familia, hice que mi prima se escabullera a mi cuarto para así hablar un buen rato.
Le conté todo lo que me había pasado, mis planes y todo lo relacionado con el libro. En aquel momento no entendí el por qué Lina se burlaba tanto de lo que yo intentaba explicarle, no le encontraba lo divertido, para mí era un tema muy serio.
—¿Entonces le guiñaste el ojo al carnicero? —Lina intentó contener una carcajada, pero le fue imposible.
—Oye —solté enojada—, hice lo que pude.
Lina volvió a soltar otra risotada y dejó caer su espalda sobre la cama.
—¿Ya terminaste de reírte? —pregunté respingando una ceja.
—Ay, Eva, lo siento, pero es que es muy chistoso.
—¿Por qué?
—A ver —Lina volvió a reincorporarse y me miró detalladamente—. ¿Crees que puedes seducir a un hombre vistiéndote así? Además, le guiñas el ojo al carnicero y después haces que te estás limpiando el ojo.
Ya me estaba desesperando el que Lina no dejara de burlarse de mi historia, si seguía así cambiaría de opinión con respecto a que ella me ayudara.
—Intenté hacer lo que pude, además, me veo muy joven como para que un hombre mayor se fije en mí —traté de justificarme.
—A tu edad, yo ya había tenido mi primera vez —confesó Lina.
Quedé completamente sorprendida y mis ojos lo confesaron al abrirse en gran manera.
—Todo es cuestión de vestirte bien y aparentar tener más edad de la que tienes —explicó Lina.
—Yo no podría hacer eso, mi madre pensaría que me ha poseído un demonio —chisté sonriente.
—Pero podrías hacerlo si estuvieras en mi casa —dijo Lina.
Aquello resonó en mi cabeza, haciendo que pudiera conectar con los penSebastiánientos de Lina. Esa era la solución, debía salir de mi casa para poder poner en marcha mi plan.
Habría sido tan perfecto, ¿no? Pero es imposible, sobre todo porque mi papá perdió el empleo justo esa misma semana, así que adiós todos los planes que tenía con Lina, sobre todo porque en un mes (sin yo poder procesarlo), mis papás discutían por todo, para después terminar vendiendo la casa y el carro.
Y este año me inscribieron en un nuevo colegio, según mi madre, porque no tienen dinero para pagar el anterior, al parecer era costoso. Pero me gusta mi nueva casa, porque es mucho más espaciosa y no vivo rodeada de tantas familias evangélicas, de hecho, al lado vive una chica llamada Sara y un muchacho guapísimo al que le dicen Dan (porque su nombre es Daniel).
Hace seis meses que mi madre dejó la iglesia, ese día fue mundial. Estábamos todos en una cena en la casa de la en ese momento mejor amiga de mi madre y empezaron todos a criticar a mi madre porque ahora era ella quien pagaba todos los gastos en la casa, cuando se supone que debe ser el hombre quien lo haga. Y mi madre intentó justificar a mi padre, decir que pasa por un muy mal momento económico, pero que se va a recuperar. Pero no, ellas insistían en que eso era un castigo de Dios, porque mi padre era un pecador.
Y es que mi papá, aunque es aburrido y estricto, no le gusta mucho esas cosas de ir a la iglesia y solamente lo hacía porque mi mamá lo obligaba.
No sé si es por el embarazo, pero mi mamá se enojó muchísimo y les gritó a todas que esa era su vida, que no se metieran y las llamó “viejas chismosas”. Me tomó del brazo y me sacó de la casa. Veía a mi mamá como una mujer increíble en ese momento.
Desde ese día mi mamá no volvió a la iglesia y se enfocó con mi papá de arreglar la habitación enfrente de la mía, donde antes era la “habitación de la oración”. Mi mamá botó todos los libros que tenía sobre la religión y esas cosas.
Lo bueno es que desde que se enfocó con mi papá a preparar todo para Yair, porque es un niño, han dejado de discutir.
Mi abuela al principio no le hablaba a mi mamá y había prohibido que la familia la visitara, según, era indigna, a lo que mi mamá dijo una frase que nunca se me va a olvidar: “Que se jodan todos”.
Mi tía Olivia nos visita más seguido, pero no llega con Lina porque ella ingresó en la universidad y ahora vive en casa de su abuela paterna en Bogotá. Pero ya no me interesa porque ahora tengo más libertad y voy a la biblioteca, cerca de allí hay una librería donde puedo comprar libros, volví a leer Impura, pero ya no me pareció tan interesante, de hecho, he comprado más novelas eróticas que son mucho mejores que esa.
En la biblioteca hay un chico que me gusta, usa unos lentes grandes y tiene la sonrisa más hermosa que he visto. Lo he escogido para perder mi virginidad con él, pero he decidido que pase cuando cumpla los quince años, es buena edad, ¿no?
Hasta aquí el reporte de mi diario personal, escribiré cuando me haya pasado algo interesante…
¡Besitos, besitos!