Capítulo 25
2801palabras
2023-04-01 07:55
—Éramos unas niñas, para mí era como si estuviera en una película —replicó Eva entre una risita—. A veces veía Tatiana acercarse a Jesús y me ponía nerviosísima, pero con el paso de las semanas el tema quedó totalmente enterrado. Pero era terrible, tenía que disimular mucho para que él no sospechara.
Harry estaba consumido en risa, a Eva no le daba mucha gracia que se burlara de su inocente historia de amor infantil.
—Deja de burlarte —pidió la chica entre un puchero—. Así no te terminaré la historia y no te contaré lo más interesante.

—Ya, a ver, ¿qué es lo más interesante de esta dramática historia de amor? —Intentaba no soltar la carcajada y así no mostrarse burlesco, pero sus mejillas estaban rojas.
Eva dudó en si proseguir con la historia, pero se sentía tan emocionada por revivir su infancia que decidió finalizar el relato.
—Un día se me acercó Gos y se sentó en la silla de enfrente, me preguntó que si yo sería capaz de ser novia de un chico de nuestro grado (que era sexto o séptimo, no me acuerdo). Yo lo pensé dos veces y después le dije que sí. Él, bastante animado me preguntó que si podría ser de alguien de nuestro salón de clases. Yo lo miré confundida y después de titubear le dije que sí, que no tendría problema. Gos sonrió dos veces y se levantó de la silla y corrió hasta el puesto de Jesús, mi mirada se iba con él y ¡pasó! Vi a Jesús mirarme con una sonrisa y sentí que mi corazón saltó de alegría. Recuerdo eso como si hubiera sido ayer, fue tan… hermoso… —Soltó un suspiro y desplegó una sonrisita nostálgica—. Después Gos volvió acercarse y para ese momento yo estaba más que nerviosa. Él me confesó que Jesús gustaba de mí. ¡¿Te imaginas?! ¡El chico que me gustaba, me correspondía…! —Le dio dos palmaditas a la frente de Harry, haciendo que él arrugara el entrecejo.
—Sí, sí, lo imagino —soltó el chico—. ¿Y qué pasó?
—Recuerdo que eso fue a última hora de clase y en esos momentos tocaron el timbre. Yo estaba bastante nerviosa, así que me levanté y me fui para mi casa que quedaba a una cuadra de allí. En el camino iba en shock y no dejaba de repetirme que Jesús gustaba de mí, a la vez me dije que no podía ser cierto, pero sí que lo era. Lastimosamente después de eso no sucedió nada más con Jesús. No sé por qué, tampoco recuerdo bien en qué quedó ese tema, simplemente, quedó en ello, un recuerdo hermoso de la primera vez que un chico me gustó, uno con unos hermosos ojos verdes azulados.
Eva sonreía con suficiencia, casi enorgullecida de que la primera vez que un niño gustó de ella tenía unos hermosos verdes azulados.

—Así que sí puedo hacer que chicos guapos se fijen en mí —soltó Eva y subió las cejas dos veces.
Harry volvió a reír, contemplándola en su momento de orgullo.
—Claro que sí puedes hacer que un chico guapo guste de ti, por eso estamos aquí —dijo y la tomó de una mano—. No eres fea, todo lo contrario, me pareces muy bonita.
Las mejillas de Eva se sonrojaron y mordió su labio inferior por la repentina timidez que cayó sobre ella.

—Harry, ¿yo te gusto mucho? —preguntó Eva—. Eso que dijiste anoche, sobre la probabilidad de enamorarte de mí…
—¿Te asusta que me enamore de ti?
—Siento que nos llevamos muy bien como estamos ahora —confesó Eva.
Harry la abrazó de la cintura, acomodándose más a ella.
—Dejemos que las cosas fluyan naturalmente —pidió Harry—. A mí me gusta mucho esto que tenemos ahora, no sobrepienses las cosas. Debes aprender a vivir el momento, debes permanecer en el presente.
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Eva terminó otra vez acostada en la cama, comiéndose a besos con Harry. Eran dos cuerpos calientes incapaces de saciarse.
Los labios de Harry recorriendo todo su cuerpo era como sumergirse en una fantasía erótica, provocando que la garganta de Eva soltara los más profundos gemidos y sus uñas buscaban aquella blanca piel, lo arañaba con fuerzas. Sus caderas bailaban a un ritmo único, estimulando caricias que hacían temblar sus huesos.
Después de aquel intenso placer, Eva durmió por primera vez de forma tan profunda que su cuerpo recargó energías de tal forma que no sintió cuándo Harry la abrazó. Al despertarse, ya el reloj marcaba las doce del día.
—Ah… dormilona, ¿no eras de las que se le hacía incapaz de dormir en otra cama? —cuestionó Harry con una sonrisa prendida en su rostro.
Eva lo observó con ojos aún entrecerrados por el sueño, llevaba el cabello húmedo, Harry se terminaba de colocar una camiseta polo blanca. También llevaba un jean oscuro algo ajustado que le dejaba a la vista a la chica el perfecto trasero del muchacho.
Harry había mandado a pedir el desayuno, unos sándwiches, ensalada de frutas y una taza de café que Eva necesitaba para poder levantarse del todo.
Cuando comían, Eva escuchó un ruido, pero Harry se veía bastante tranquilo.
—Son mis empleadas, están limpiando —explicó el chico.
—Oh, ¿desde qué hora están aquí? —inquirió Eva.
—Desde las diez, les pido que no lleguen tan temprano, me perturban el sueño.
—¿Te perturban el sueño a las diez de la mañana?
—Lo dice la chica que se despertó a las doce…
—Esto es una excepción —protestó Eva—, me sentía cansada.
—Ay, pobrecita —soltó Harry con sonrisa traviesa. Terminó de tomar su taza de café y se levantó, acercándose a la chica para hacerle un masaje de hombros. Se sorprendió por lo tenso que tenía los músculos.
—Ay, con cuidado que me duelen mucho.
—¿Por qué tienes los hombros tan cargados? ¿No sueles masajearlos?
—No, no tengo tiempo para eso —respondió Eva, encantada por el masaje que le daba el chico en sus hombros.
—Nunca tienes tiempo… —comentó Harry, le dio dos palmadas al hombro derecho de la chica—. Termina de desayunar, te llevaré a tu casa.
—¿No vas a seguir haciéndome el masajito?
—No, se me hace tarde para ir a clases.
—Ah, así que no es mentira que sí estudias.
Harry la observó con seriedad.
—Era un chiste… —masculló Eva.
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Eva entró a su habitación, sintiéndose extraña por llegar a su casa cuando ya acababa de pasar la hora del almuerzo, pero su extrañeza iba más allá, Harry la esperaba en la sala para así llevarla a la universidad y sus vecinos seguramente pasaban cerca de la casa y se quedaban observando con curiosidad el Mercedes negro parqueado en frente de la vivienda.
Eva comenzó a recoger los libros y los organizó dentro de su bolso. Observó con curiosidad el sobre de carta que reposaba en el escritorio y abrió los ojos como platos cuando leyó el nombre del remitente.
—¡Gos! —soltó con gran sorpresa, tomando con rapidez el sobre de carta.
Lo abrió y sacó la pequeña carta escrita a mano.
Su viejo amigo Gos de la infancia, el muchacho se había mudado cuando eran niños, pero lograron ser amigos cercanos, sobre todo porque Gos gustaba de ella y no la dejaba tranquila, la molestaba cada vez que podía.
Hacía unos años atrás, volvieron a comunicarse y Eva le contó su afición por las cartas, terminando en una extraña comunicación por cartas enviadas con frecuencia, hablando de reencuentros y lo lindo que sería mantener una conversación inusual como aquella.
Lograron verse unas cuantas veces en persona, a modo de reencuentro, pero terminó siendo más enfocada en el ámbito sexual, el inocente Gos que ella recordaba había cambiado mucho y tenía un enorme apetito sexual, así que Eva dejó de enviarle cartas y poco a poco acortó la comunicación porque no era lo que estaba buscando. Sin embargo, Gos le envió otra carta, después de mucho tiempo sin saber de él, y lo hizo justamente porque quería informarle que estaba en la ciudad, con intención de pasar las vacaciones con su familia.
Para Eva era más que evidente que la intención de Gos no podría ser otra que verla para tener sexo desenfrenado. Ella en el pasado pecó creyendo que podrían tener una historia romántica a larga distancia que era unida por cartas, pero Gos no tenía ni un centímetro de romántico, de hecho, su forma de escribir las cartas le parecía insípida, muy parecida a como crearía un mensaje de WhatsApp.
Eva puso los ojos en blanco mientras rompía la carta y la echaba en el bote de basura, después se dirigió hasta el closet para buscar un cambio de ropa. Y por más que intentaba no pensar en Gos, se le hacía imposible, él la remontaba a un pasado que quería olvidar, pero siempre la perseguía.
15 de junio de 2020.
Querido, Gos (Gustavo).
Comienzo esta carta expresándote mi gran alegría por recibir mi primera carta; bueno, es escrita en computador, pero no te imaginas lo increíble que fue el poder leerte y darme cuenta que era una conversación resumida contigo. Me hiciste reír unas cuentas veces mientras leía.
Te comento que hoy fue un día gris, en el que tuve que usar por primera vez mi paraguas; bueno, literalmente hoy fue la primera vez que lo usé porque lo acababa de comprar en el centro de la ciudad y, cuando me encaminaba a cruzar la avenida, comenzó a llover. Si lo vieras, es bonito, con corazones morados (es mi color favorito).
Me sentí como en una de esas escenas en las que la protagonista de la novela camina por la calle, con música de fondo y llueve. Justamente iba a hacer algo que vencería con uno de mis miedos: arrojaría una carta escrita a mano en el mar.
Y te preguntarás, ¿por qué Eva es tan rara y hace cosas tan inusuales? Seguramente te parezco una chica fuera de base: una que raya en la locura. Bueno, nunca he pensado que yo sea muy cuerda.
Pero sí: fui hasta el camellón de la bahía y, al final del muelle, intenté romper la carta para lanzarla al océano. Pero tu amiga no es tan fuerte, no logré hacerlo. No es la primera vez que intento deshacerme de las cartas, creo que son demasiado preciadas para mí.
Estaba lloviznando cuando apreciaba la tarde. Terminé llorando, me sentía bastante triste. Afortunadamente el paraguas me cubría el rostro, porque había algunas personas a mi alrededor.
El panorama sirvió mucho, porque llovía y el cielo estaba gris. Eran las tres de la tarde, pero, por la falta de luz, parecían las seis de la tarde.
También podía ver mis zapatos de cuero blanco chipotear con los charcos de agua lluvia. Por un momento lo dudé, no sabía si sería bueno ir a tirar esa carta al mar: verás, es que ahí fue donde comenzó mi amor no correspondido; ahí fue donde me vi por primera vez con el único hombre que he amado y nos volvimos pareja. Sentía que necesitaba dejar morir esa historia, así que leí la carta tres veces, hasta que el papel se volvió tan sensible por las gotas de lluvia y en algunas partes se rompió.
Mientras dudaba si iba o no, compré los tres libros de los cuales te conté “A todos los chicos de los que me enamoré” y conversé con la mujer de la librería (fue muy amable), hasta me contó que hará un cafélibro allí y me dejó pasar a ver. Pero estaba muy oscuro y me dio miedo entrar hasta el fondo (por un momento pensé que podrían encerrarme allí y sacarme los órganos, pero nada de eso pasó; afortunadamente).
Me gustaría llevarte a este nuevo lugar cuando llegues a visitarme: está atiborrado de libros y los precios son muy baratos. Podríamos tomarnos un café en la terraza de la librería y conversar un rato.
Si te contara las ganas que tengo de hablar contigo en persona…
Siento que serás una persona que llenará mi vida de risas (literalmente está pasando así). Así que, estoy segura de que nuestras vidas caminarán juntas por muchos, muchos años; por no decir que toda la vida.
Voy a averiguar cómo poder enviarte estas cartas en papel, para que puedas conocer mi letra. Practico mucho para poder escribir bonito; es una pena que el único que ha apreciado mi letra sea el mar en una tarde de lluvia. Así que, ojalá tú puedas guardar mis cartas escritas a mano.
Mis estudios van bien. Pero yo también siento la necesidad de poder darme unas vacaciones. Creo que, el estar encerrada en mi diminuta vida, donde ya sé cuántos pasos debo dar para llegar a la parada de bus o cómo no perderme en los callejones de la ciudad, han hecho de mi vida una monotonía; hasta el punto en que lo interesante es que vaya a tirar cartas al mar, sin importarme que el chico que me ve de lejos piense que: o es que intento suicidarme o soy una loca que llega con un bonito paraguas o me han terminado y por eso lloro mientras estoy sentada en las rocas.
Espero que no te estés burlando tanto con mi carta; o bueno, ríete, la verdad es que no estaré ahí viéndote para poder darte unos buenos golpes en la espalda.
Siento la necesidad de poder darme un viaje a un lugar que no conozca; dormir en una cama que no es la mía; el poder conocer personas nuevas (por eso me alegró el poder hablar contigo) y tener contacto personal con gente que se expresa diferente a mí y que su vida es desconocida para la mía.
Por eso, querido Gos, espero que los dos podamos aportar mucho en la vida del otro.
Te quiere, Eva.
Posdata: espero hablar contigo por llamada pronto; pero esta vez que sea una videollamada.
……. - ……..
28 de junio 2020.
Querido, Gos.
Escribo esta carta esperando que te encuentres bien. Qué lindo el poder volver a saber de ti. Te comento que había escrito esta carta ayer, pero creo que mejor modifico un poco lo escrito porque ayer la escribí estando un tanto triste.
Te comento que estos días han sido una locura completa, lleno de muchísimo estrés (lo normal de estar a finales de semestre). De hecho, anoche fue uno de esos momentos en los que no llegué a conciliar el sueño porque no dejaba de pensar en mi vida y en lo estancada que la siento. De hecho, hace dos noches pareció que casi me da un colapso por el estrés, porque sentí un fuerte malestar y se me estaba hinchando la boca. Afortunadamente, reaccioné a tiempo y terminé el montón de trabajo que tenía y me di un baño con agua fría de pies a cabeza.
Nunca me había pasado, querido Gos, que me despertara y, al verme al espejo, viera lo demacrada que me estoy volviendo. Siento la necesidad de darle un cambio radical a mi estilo de vida.
Hace dos noches, cuando me estaba comenzando la descompensación, hacía un video donde hablaba sobre cuidar nuestro cuerpo porque es nuestro único hogar y que, podemos vivir sanamente, cuidando nuestra salud física. Pero, irónicamente, la que lo hacía, llevaba alrededor de quince horas trabajando y por eso su cuerpo comenzó a enfermarse por el estrés.
Mi padre me pidió ayer que no estudiara, que me tomara el día y me fui con mi hermano a cine, nos vimos “Rápido y furioso nueve”. Después nos comimos un helado en el centro comercial y caminamos mientras charlábamos de las cosas que a un niño de su edad le suceden en el colegio; fue refrescante saber de cosas tan inocentes como el que le guste una niña en su clase y sea tan tímido que no es capaz de acercarse a ella por vergüenza. No sé si te he contado, pero tengo un hermanito pequeño, se llama Yair, no sabías de él porque, cuando te mudaste de la ciudad, aún mi madre no tenía pensado querer otro hijo.
Cuando esperábamos el bus, mi hermano me dijo algo bastante curioso, dijo que, ahora que tengo veinte años, me quedan diez años aproximadamente antes de que las personas me pongan el título de solterona. Le pedí que no me atormentara con ese tipo de cosas, pero él muy feliz me lo explicaba mientras se comía un algodón de azúcar.
Le intenté explicar que a mis veinte años estoy muy joven para pensar en casarme y, además, la universidad no me da tiempo para conocer hombres.
Ay, querido Gos, cómo se nos va la vida. Un día estábamos jugando de niños en el colegio, donde yo no soportaba que me molestaras en las clases de informática, y ahora los dos debemos preocuparnos por llevar una vida adulta.