Capítulo 21
2653palabras
2023-03-27 07:48
—La última vez que hablé con él… —prosiguió Eva— fue la primera vez que visité a mi amigo Brian en la capital, Davison llegó a la casa de mi amigo para hablar conmigo antes de marcharme. Me confesó eso, que tuvo que dejarme porque las cosas en su vida estaban mal. En ese momento no lo entendí mucho, eso de que la vida a veces es difícil y uno toma malas decisiones, ahora que me pasa a mí, logro ponerme en su lugar. Davison ha estado con una chica y con otra, pero notaba que no era feliz. Me pareció sumamente triste, me dije que no me pasaría lo mismo, por eso no estoy con un hombre y con otro, me parece que es un desgaste.
—Lo dice la chica que tuvo orgasmos múltiples hace una hora —chistó Harry, aún teniendo pizza en la boca.
—Nuestro caso es diferente —replicó Eva.
—¿Por qué?
—Porque tenemos un trato, no hay sentimientos de por medio, es un trueque, ¿sí?
—¿Y es que entre los dos más adelante no se podría dar algo más?
—Claro que no…
—Eso es lo que no sabes —refutó el joven—, nadie conoce el futuro.
—Pero sí puedes controlar lo que suceda —insistió Eva—. Yo me dije que no tendría novio hasta graduarme, así me enfocaría más en la universidad.
—Y no lo estás logrando, porque aquí estás, comiendo helado en el apartamento de un chico que te acaba de coger y hacerte llegar al orgasmo. Eso enamora…
Eva soltó una carcajada desde sus adentros, dejando confundido a Harry.
—¿Crees que no podría enamorarte haciéndote llegar al orgasmo? —preguntó el joven.
—Ay, Harry, a veces eres bastante inocente —expresó Eva.
—Hablas como si tuvieras un gran mundo —protestó Harry—. Esas son las personas que fácilmente se estrellan con la realidad.
—¿Crees que yo podría enamorarme de ti? —preguntó Eva con curiosidad.
—Claro que sí, podría pasar —aseguró Harry—, sé que soy guapo, tengo buen cuerpo, te gusta cómo te hago correrte, y, además, si yo te hiciera una promesa, la cumpliría. —Respingó una ceja con superioridad—. Y tengo un plus, yo nunca me he enamorado, así que intentaría ser lo más romántico posible para hacerte enamorar perdidamente y que nunca te alejes de mí.
Eva sonrió con ternura, entendía que en ese momento el Harry que le hablaba era el inocente que no conocía el amor, el que no sabía qué esperar de su primera experiencia con el enamoramiento. Logró vislumbrar los mismos objetivos que ella en su tiempo se propuso al momento de enamorarse en el pasado.
—Ay, Harry, ese es el problema —comentó ella—, que nunca te has enamorado y, desgraciadamente, el primer amor siempre es pasajero.
—¿Por qué? —interrogó él sin creerlo mucho—, si yo elijo que sea duradero, lo será. Si yo elijo nunca separarme de esa mujer, dedicaré mi tiempo a enamorarla todos los días. Aunque nunca me he enamorado, sé que el amor consiste en elegir a esa persona todos los días. Mi padre y mi madre Fernanda me lo han demostrado con tantos años juntos; ellos fueron novios de jóvenes, se separaron, se casaron con personas que no valían la pena, después volvieron a encontrarse y allí están: fueron el primer amor del otro y lograron estar como al inicio, juntos. Así que no me vengas con esa farsa que uno no puede estar con esa persona que tanto ama, si tú elijes estar con ella, obviamente lo podrás hacer realidad.
—Bueno, cuando te enamores, quiero estar cerca para que me demuestres que sí es posible —soltó Eva sin creerlo mucho.
—¿Y si me enamoro de ti? —preguntó Harry, casi retándola.
—Entonces deberé ser yo quien te rompa el corazón —contestó Eva.
Última carta escrita por Eva: 19 enero de 2021.
Si volviera a verlo en persona, me gustaría darle una fuerte bofetada. Lo golpearía tan fuerte que lo haría rodar su rostro a un lado y quedaría mi mano marcada en su piel.
Él me demostró que los recuerdos más hermosos y rosas pueden convertirse en sufrimiento gris.
Y es que sé que en otra realidad pudimos haber sido una pareja que lograría todo lo que se propone y se jura amarse para siempre. Habríamos sido esas personas que hacen una lista de deseos y la van cumpliendo una a una, viajando y tomándose fotos que en el futuro les mostrarían a sus nietos en esos álbumes viejos y nostálgicos. En otra realidad yo le habría entregado todas las cartas que guardé en mi cajita violeta, él las habría coleccionado; y yo pondría a disecar las flores en los libros, para atesorar aquellos recuerdos físicos para siempre. En otra vida el hasta luego no habría sido un adiós, porque realmente sería el comienzo de una larga vida juntos. En otra realidad lo habría podido besar con tanta pasión en las noches, como si no hubiera un mañana, mientras le susurrara al oído cuánto lo amaba y después dormiríamos arrunchados. En un mundo paralelo, habría gastado mis ojos observándolo fijamente, viendo su entrecejo fruncirse mientras repasaba para los exámenes y me preguntaría el por qué lo amaba con tanta pasión.
Y es que estoy segura que, en un mundo paralelo a este, él me pudo haber amado. En otra realidad, mi amor habría sido correspondido.
No habría llorado tanto en las noches y tampoco haberme esperanzado todos estos años en que había una posibilidad de cruzar nuestros caminos, para así poder darle rienda suelta a nuestro amor.
Por él era capaz de lo que fuera, hasta cruzar el país para volver a verlo. No me importaba que tuviera novia, sabía que en algún momento terminaría con ella y yo iba a estar allí, para escucharlo cuando se sintiera mal.
Yo lo vi desmoronarse y volverse a levantar. Le tendía la mano y le decía lo que necesitaba escuchar. No hay mujer en este planeta que lo conozca mejor que yo (bueno, tal vez su mamá), pero yo lo conocía a fondo.
Y es que mi error fue ese, dejar que aquel mar de amor me consumiera, hasta hacerme tocar fondo y me sacara de la garganta la última bocanada de aire.
Estaba ahí, sentada en esa banca, con los ojos llorosos, escuchando sus amargas palabras. No entendía por qué Davison había llegado a la casa de mi amigo Brian a mitad de la noche, para herirme tan profundamente con su cruda realidad.
—El problema es que no quiero que por mí dejes a un lado tus sueños. —Silencio incómodo—. Yo tengo muchos planes, estoy muy enfocado en mi futuro y en este momento no quiero una pareja. Te tengo mucho cariño, pero no te quiero como algo más. Debes seguir tu vida, perseguir tus metas y dejar de buscarme.
El error que cometí fue que Davison nunca me conoció y no sabía nada de mí. A su lado, yo era una desconocida que nunca le generó ningún interés.
Y esa tarde lo descubrí. Era capaz de verme fijamente a los ojos sin mostrar alguna pizca de cariño hacia mí. Sus palabras eran totalmente inconexas a lo que su cuerpo me comunicaba.
—¿Crees que yo dejaría mis metas si llegáramos a tener una relación? —pregunté. Debía batallar con mis lágrimas para que no se derramaran.
Sumergí mis manos en los bolsillos del abrigo negro para empuñarlas con fuerza, hasta que sentí que mis uñas se enterraban en la piel de las palmas de mis manos.
Davison frunció el entrecejo e inspiró hondo, haciendo que su aliento caliente se congelara en el ambiente, volviéndose vaporoso.
—Es que siento que tú estás demasiado enamorada de mí —confesó—. Eva, debes buscar a una persona que te valore. Debes fijarte en otros hombres. Deja de buscarme, ¿sí?
Sí, mi problema fue ese.
Mi peor error fue ilusionarme con algo que solo sucedería en otras realidades, nunca en la mía. Porque en mi realidad, Davison nunca correspondió a mi amor.
Ese cliché del hombre que se fija en la jovencita que lo ama desde hace años no sucede en la realidad. Esos clichés únicamente pasan en las novelas de romance.
En la vida real ese hombre cree que esa chica lo acosa y le pide que deje de molestarlo, porque su amor le asusta.
Y es que yo anhelaba que me amara, que una coincidencia nos juntara para siempre.
Sin saberlo, en pequeñas fracciones de nuestra vida encontramos a personas que nos sacan de la monotonía por breves instantes, y con su paso, en unos cortos minutos de nuestra vida, ese alguien nos da un brote de felicidad.
En mi vida he tenido pequeños encuentros que me han entregado felicidad en momentos de tristeza, tan sutiles encuentros con extraños que le dan un poco de más curiosidad a este sin sentido. Creo que muy dentro de mí deseo poder encontrar el amor de mi vida, esa persona que me acepte tal y como soy, sin que se asusten de mi gran fervor por entregar ese amor profundo y puro que está enterrado muy dentro de mí.
El más reciente encuentro hermoso que tuve es el de los zapatos negros clásicos del semáforo en la esquina, en ese andén frente a la cebra de la carretera. Lo llamo así porque es el recuerdo que me queda de ese alguien. En mi recuerdo, no logro ver su rostro, porque estaba enfocada en mi amiga Vanesa que cruzaba el parque, al otro lado de la carretera, pero, después que ella subió al bus, voltee porque sentía una presencia a mi lado, y allí estaba, era el joven de los zapatos clásicos.
Recuerdo haberme fijado en sus zapatos porque estaban impecables; eso me demostraba que era una persona que se preocupaba por su apariencia. Después, disimuladamente alcé mi mirada y me encontré con un joven blanco, vestido con pantalón y camisa clásica; no recuerdo de qué color era su camisa, porque seguía enfrascada en sus zapatos negros clásicos.
Pero, por un momento pensé: “Oh, pero qué hermoso es”. Me gustaba el color blanco de su piel limpia y pensaba en cómo se sentiría la textura con el roce de mis dedos en su cuello que sobresalía de aquella camisa de tela lisa.
A veces encontramos coincidencias con personas desconocidas que anhelamos que los minutos se alarguen para ver si tenemos una posibilidad de dar un primer paso que nunca llega. Como yo aquella tarde a las afueras del centro comercial, cuando vi que mi bus llegaba y se estacionaba frente al semáforo, di por finalizado el encuentro con un desconocido con el cual nunca más en mi vida iba a volver a ver.
Sin embargo, después de subir y ver que no había puestos libres, logré vislumbrarlo a punto de sentarse en el único puesto que había estado libre. Por un momento rozamos mirada y después desvié mis ojos al frente, para darme por vencida en la búsqueda de un lugar. Sin embargo, sentí que alguien estaba cerca de mí, hablando bajo, a un punto en que en mi recuerdo no logro escuchar lo que dijo y mucho menos su tono de voz.
Me había cedido el lugar, me pidió que me sentara. Es algo tonto, pero… me pareció un lindo gesto, porque había otros hombres que observaban y ninguno tuvo la iniciativa de ofrecer su lugar, siendo yo la única mujer de pie.
El caso aquí no fue el ceder el lugar, sino que me pareció un lindo gesto en que pensara en la comodidad de otra persona, en este caso: yo.
Y le mostré una sonrisa, intentando ocultar mi emoción de que ese mismo joven que había estado minutos atrás a mi lado, el cual había pensado que era sumamente bello, ahora estaba junto a mí, a unos pocos centímetros.
Mientras estaba sentada y podía sentir su presencia a unos centímetros de mí, pensé en que su energía me transmitía buena vibra, era ese tipo de joven a quien me gustaría preguntarle su nombre; de dónde acababa de venir, porque podía ver su bolso gris en su espalda; quería preguntarle cómo se llamaba y en qué sector se iba a quedar, porque estaba tomando la misma ruta que yo.
La vida nos pone personas a lo largo de nuestro camino, para ver si somos capaces de dar ese primer paso, ya es nuestra decisión si nos atrevemos a darlo o si preferimos que las cosas sigan tal cual como marchan.
Desafortunadamente, yo no dije ni una sola palabra más que gracias cuando me cedió el puesto. Sumiéndome en mis pensamientos y resistiendo las ganas de voltear para verlo. Entre más avanzábamos por la larga carretera, me daba cuenta de que él seguía allí, sin bajarse y faltaba muy poco para llegar al sector donde yo vivía.
Se bajó muy cerca de la calle donde vivo, haciendo que me llevara una gran sorpresa, porque aquello incrementaba mucho más las probabilidades de poderlo volver a ver.
Y sonreí mientras lo veía por la ventana, cruzaba la carretera para adentrarse en los conjuntos residenciales. Le pedí a Dios que me dejara volver a verlo una vez más y prometí que si nuestros caminos se volvían a cruzar, tomaría esa oportunidad para dar ese primer paso.
La vida es así, nunca sabes a quién le alegraste el día con tu mera presencia y mucho menos imaginas que puede ver alguna persona que anheló con volver a verte una vez más, porque desea conocerte y así poder entrelazar sus vidas. Y eso es lo hermoso de la existencia misma, porque en cualquier lugar puede haber alguien esperando que haya una segunda vez.
Pero, así como hay coincidencias hermosas, también hay otras que terminan generando grandes tristezas. Como me sucedió con Davison.
Conocí a Davison en enero, quince días después de recibir año nuevo. Recuerdo que odié ese día porque pasaba por mi menstruación y estuve todo el día en cama, adolorida, refunfuñando por haber nacido siendo mujer.
Me llegó su mensaje a las diez de la mañana, después que Davison tuviera una conversación con mi mejor amigo Brian y hubiera visto una foto mía. Hasta el día de hoy no sé cómo Brian le terminó mostrando una foto mía en su laptop y mucho menos el por qué guardó esa foto en su galería.
Lo único que tengo claro fue que Davison decidió buscarme entre los amigos de Brian en Facebook y me escribió.
Si pudiera devolverme en el tiempo, habría ido justo a ese momento en que me encontraba adolorida en mi cama, con una capa de sudor cubriéndome por completo, sola, tan sola que me abrumaba el silencio y me preguntaba si toda mi vida sería así de cruel. Justo llegaría al momento en que decidí revisar mi celular y encontré esa solicitud, habría elegido no revisar la foto y enseguida rechazaría la solicitud. Porque todo comenzó por esa maldita foto, el dolor que tuve todo ese día no se comparaba en lo absoluto al sufrimiento que tendría después.
Antes de ese instante yo era una chica de diecisiete años que vivía en una pequeña ciudad al norte del país, la cual solo pensaba en pasar el examen de admisión a la universidad y disfrutar sus vacaciones con sus amigos, ir al gimnasio y superar al idiota en el que me había fijado y que se besó con otra chica, para después confesármelo, solo para restregarme en mi cara que yo no le gustaba.
Antes de Davison me había dicho que comenzaría una nueva faceta de mi vida, empezar desde cero y ser una persona diferente que disfrutaría cada momento de su vida universitaria. Y lo único que quería era poder tener mi cédula, entrar a una discoteca y bailar toda la noche.
Me quedé dormida después de aceptar la solicitud de Davison, cansada por el malestar. Cuando me desperté, ya me había enviado un mensaje, un simple “Hola” que cambiaría mi vida para siempre.