Capítulo 15
2383palabras
2023-03-21 07:42
El día había comenzado demasiado rápido para el gusto de Eva, además que necesitaba una buena taza de café. Contrario a esto, llegó a su casa cuando sus padres ya estaban despiertos, arreglando a su hermano Yair para llevarlo al colegio.
El olor a café inundó su nariz al abrir la puerta que daba a la calle.
—Date prisa, Yair, comes demasiado despacio, vas a llegar tarde al colegio —le daba prisa su padre al pequeño.

—Buenos días —saludó ella mientras pasaba a toda prisa a su habitación.
—¿Qué pasó? —preguntó su mamá desde la sala, donde guardaba la lonchera de Yair en el bolso del pequeño—. ¿Se te volvieron a quedar los libros?
—Sí, sí —respondió ella.
—Qué mala costumbre la tuya, desperdiciando pasajes, así no vas a llegar a fin de mes —refunfuñó la señora Mirella.
Pero Eva necesitaba más que unos libros, el haber salido de su rutina diaria hizo que una oleada de recuerdos y ansiedad la invadieran. Era uno de esos días donde necesitaba soltar la acumulación de sentimientos que la hacían volver al pasado.
Entró a su habitación y observó sobre su escritorio la caja-cofre donde guardaba las cartas. Caminó en círculos, sintiendo las manos temblar y los ojos llenarse de lágrimas. Observó el calendario y después la vieja agenda color marrón donde anotaba sus pendientes. Se sentó en la silla de escritorio y revisó los pendientes para el día, afortunadamente lo único que hacía falta del día anterior de carácter importante era el trabajo final de una asignatura, en el ámbito cotidiano faltaba el salir a trotar. Lo bueno es que las dos cosas podía hacerla esa mañana, aún tenía bastante tiempo antes de su primera clase.

Se colocó la ropa deportiva, bajó a la cocina y llenó su potecito con agua.
—¿Ves? Estaba en lo cierto, volvió porque no se había ejercitado —comentó el padre a su esposa con una sonrisa de satisfacción.
—Déjala tranquila, es su rutina —regañó la mujer mientras empacaba los almuerzos en las loncheras—. Eva, ¿te dejo el almuerzo para llevar o comerás con tus amigas?
—Comeré con ellas, pero déjalo en la nevera que lo comeré en la cena —pidió Eva mientras salía de la cocina.

—Bueno, bueno, no te vayas a malpasar —pidió la mujer.
—Te dejé café en la cafetera —informó su padre.
Eva salió de la casa a paso ligero rumbo al parque que quedaba a una cuadra de su casa. Llevaba tanto tiempo trotando allí que conocía a los que también se ejercitaban a esa misma hora, así que los saludaba con la mirada o una sonrisa.
Dejó el pequeño termo debajo de un kiosco, donde los demás corredores dejaban también sus botellas de agua. Le gustaba en algunas mañanas o tardes salir a ejercitarse, ver a las personas caminar tranquilamente, a los niños jugar y las parejas conversar alegremente. Era como salir de su agitada vida y respirar un poco de paz.
En días donde el nudo en la garganta la torturaba, podía disolverlo empapando su cuerpo de sudor, hasta que sentía la fuerza y el equilibrio volver a su vida.
Por un momento pensó en ir directo a la universidad o a la casa de Mariana, pero sabía que estaría todo el día con los recuerdos inundándola, la ansiedad recorriendo su cuerpo y con pensamientos obsesivos perturbándola. Así que lo mejor era centrarse por medio del ejercicio.
Comenzó a trotar, yendo de punta a punta en el parque, recorriendo toda la ciclorruta pintada de verde que le daba vuelta de forma circular a la grande zona arborizada. Después de cada vuelta hacía sentadillas y varias series de abdominales.
—Hola, Eva, puntual como siempre —le dijo una señora cuando la encontró haciendo sentadillas.
—¡Sí…! —contestó ella con una gran sonrisa.
Normalmente Eva demoraba dos horas haciendo ejercicio, hasta que toda su ropa quedaba bañada en sudor y las piernas empezaban a temblarle, era allí cuando sentía que llegaba al límite.
Volvía a su casa con el mediano termo sin nada de agua. Para ese momento el sol había logrado salir del todo y las personas que se marchaban a sus trabajos ya habían llenado los buses, así que la hora pico había pasado y podría tomar puesto en el bus que la llevaba a la universidad.
Hacía estiramiento en la sala de su casa, disfrutando del silencio que le ofrecía la vivienda cuando sus padres y hermano pequeño no estaban. Se tiraba de espaldas y observaba el techo liso y blanco por un momento.
—Estoy bien, soy suficiente, soy suficiente —se repetía una y otra vez.
A su mente intentaba llegar el recuerdo de ella llorando bajo la lluvia, intentando lanzar una carta al mar. Esa tarde se sentía tan pequeñita, tan insignificante. No deseaba volver a sentirse así, por eso se recordaría todas las veces que fuera necesario que sí era suficiente, que nadie podría hacerla sentir mal otra vez.
Así terminaba el ritual de recarga de energía, se iba a bañar, se arreglaba para ir a la universidad, recogía los libros y su laptop, los introducía en su bolso, después tachaba en su agenda lo ya realizado del día, así como agregaba los nuevos pendientes. Bajaba a desayunar y también tomaba su primera taza de café del día.
Dejaba todo limpio en la cocina porque su madre detestaba el desorden, así que necesitaba dejar la casa impecable como la encontró.
Y de esta forma salía de la casa rumbo a la avenida para esperar la ruta de autobús que la llevaría a la universidad.
Tenía toda una lista de reproducción para escuchar hasta que llegara a su destino, no le gustaba que los pensamientos la invadieran en días como aquellos, menos cuando debía esperar en un bus hasta que pudiera llegar a clases.
La mejor parte de su mañana eran las clases, cuando entraba al salón, tomaba lugar y los docentes explicaban las últimas lecciones antes de cerrar semestre. En la primera clase tenía una exposición, afortunadamente todo estaba preparado con sus amigas y les fue bastante bien.
En el hueco que había antes de dar su segunda clase, se apresuró a la biblioteca para hacer el trabajo que aún no había terminado, afortunadamente estaba adelantado, así que le quitaba un gran peso.
—¿Qué te pasó para no terminarlo anoche? —preguntó Mariana.
Sus amigas la acompañaban en la biblioteca, pero ellas apenas si estudiaban un rato para el examen final, así que estaban bastante despreocupadas y más que todo, curiosas, era muy extraño en Eva que se hubiese retrasado.
—Nada, estaba muy cansada anoche y me quedé dormida —respondió Eva.
—La verdad es que a veces te pasas con tantas responsabilidades encima —dijo Vanesa—. Te esfuerzas tanto como si tuvieras dos hijos y un marido que mantener. No tienes responsabilidades, así que deberías relajarte un poco.
—Deja de regañarla, ya tiene suficiente con estar atrasada —pidió Mariana a su amiga.
—Pues sí, ¿necesitas ayuda? —preguntó Vanesa, acodándose en la mesa para observar la pantalla de la laptop de Eva. Aunque lo que terminó viendo fue una marca en el cuello de su amiga—. ¡Ay, Dios, ¿qué es eso?! —Soltó una risita emocionada—. ¡¿Eso es un chupón?!
—¿Cómo? —preguntó Mariana bastante interesada.
Eva se cubrió el cuello con una mano y el rubor subió a sus mejillas.
—¡No puede ser! —soltó Mariana con los ojos bien abiertos. Notó la reprensión de Eva para que bajara la voz—. Ayer debías entregarle la llave del auto a Harry y hoy… —susurró la chica con emoción— vaya sorpresa, apareces con un chupón en tu cuello.
—¡¿Te acostaste con Harry Andersson?! —preguntó Vanesa en un grito ahogado. Todo el rostro de la chica se puso rojo de la emoción.
—No-no… —soltó Eva, pero sabía que era incapaz de mentirle a sus amigas.
El rostro de sus amigas manifestaba que no las tomara por ingenuas.
—Está bien, sí pasó, pero no de la forma en cómo ustedes creen —confesó.
Sus amigas soltaron gritos de emoción y la observaban con ansiedad, implorándoles que les contara más.
—¿De qué hablas que no fue lo que nosotras creemos? —preguntó Mariana—. Si Harry está super buenísimo, es un gran partidazo.
—¿Qué tal lo hace? —preguntó Vanesa.
—Pues… sí, es muy sexy y lo hace bien —respondió Eva y sus amigas volvieron a gritar, produciendo que varios estudiantes voltearan a verlas con rostros amargados y serios—. Van a hacer que nos corran de la biblioteca, cálmense… —susurró Eva casi entre dientes.
—Bueno, bueno, cuenta… ¿cómo fue que pasó? Echa el chisme completo —suplicó Vanesa intentando no alzar la voz.
—Pues… en la tarde fui a su apartamento a llevar la llave del auto, me ofreció pasar, me dio vino, charlamos un rato y después pasó cuando entré a su habitación —contó Eva sin mucho entusiasmo.
—¿Y cómo terminaste conversando con Harry Andersson? —preguntó Vanesa extrañada—. Ustedes no es como que se llevaran muy bien, ¿no?
—Pues resulta que a solas no es tan bruto como creía —soltó Eva.
Sus amigas soltaron carcajadas y notaron que las personas a su alrededor estaban bastante incómodas por el ruido que ellas hacían, pero para ese momento querían seguir conversando sobre la novedad que las rodeaban, hasta Eva deseaba terminarles la historia.
—Harry no es tan idiota como piensas —comentó Mariana—, de lo contrario no sería tan popular. Y sorpresivamente todas las chicas con las que se acuesta lo vuelven a buscar, dicen que sabe hacer que una mujer llegue al orgasmo, ¿tuviste uno?
—No, no tuve uno, él estaba tan excitado que apenas si duró media hora —contestó Eva—. Pero la verdad sí fue buena experiencia y la tiene medianamente grande.
—Ay, pero qué descriptiva —chistó Vanesa.
—Sabes que Eva es así —dijo Mariana.
—Lo que me sorprendió fue que en la mañana me llamó diez veces y envió varios mensajes —confesó Eva con mucho interés—. Me parece que es una acción muy desesperada para ser alguien que se ve de nada que ver con rogar.
—¿Y por qué te estaría buscando con tanta insistencia? —preguntó Mariana—. Espera, espera… ¿volviste a hacer eso de irte sin avisar? —Notó por el silencio de su amiga que estaba en lo cierto—. Eres sorprendente, de verdad…
—Solo fue sexo, no quiero que malentienda las cosas —aclaró Eva—. Harry no es mi tipo de hombre, no estoy buscando una relación seria…
—Y no quiero tener novio hasta que no me gradúe de la universidad, siempre dice lo mismo… —intervino Vanesa mientras ponía los ojos en blanco.
—¿Sabes el buen partido que es Harry Andersson? —cuestionó Mariana a Eva.
—¿Y? Ese hombre es un inmaduro aún, juega con las mujeres, solo busca un hueco donde poner su pene… —replicó Eva.
—Hace un momento dijiste que no es tan ignorante como creías, así que notaste el potencial que tiene… —contraatacó Mariana.
Eva hizo silencio, aceptaba que su amiga tenía razón en ese punto.
—Pero Harry nunca se fijaría en mí —agregó—, por favor, sabe que soy una becada y él es un magnate.
—¿Y? Tú misma dices que eso no nos hace inferiores —opinó Vanesa, dolida por el comentario despectivo de su amiga—. Ante todo, Harry y tú terminaron estudiando en la misma universidad y tú estuviste en su cama. Sigue siendo un pelagato de adolescente que es inferior a ti en cuanto inteligencia, así que, ¿por qué te rebajas si fuiste la que nos enseñó el pensamiento de no dejarnos humillar por los demás?
Eva estaba impactada por el pensar de Vanesa, era como si le recordara su filosofía de vida.
—Es cierto —aceptó ella—. Por esa misma razón es que también veo que él no es suficiente para mí —confesó mientras desplegaba una sonrisita—. No lo quiero confundir dándole señales incorrectas, todo estuvo muy rico y todo, pero hasta allí.
—Eres una maldita perra rompe corazones —soltó Vanesa entre una risita.
Sus amigas la ayudaron a terminar el trabajo y enviarlo con tiempo. Después se dirigieron a la segunda clase del día, esa no la compartían con Mariana, así que Eva se quedó en compañía con Vanesa. Mientras esperaban a que llegara el profesor, conversaban de Harry y reían con la historia.
—¿Te imaginas lo chistoso que sería que él termine enamorado de ti y te toque rechazarlo? —preguntó Vanesa a su lado.
—No creo que algo así pase.
—Pero dices que te envía mensajes y tú no quieres responderle, sabes que las personas se enamoran de las personas que son difíciles de conquistar —alegó Vanesa.
—Eso no sería amor, sino capricho.
—Capricho o no, tendrías a uno de los solteros más cotizados a tus pies —aclaró Vanesa—, te daría estatus estar tan cerca de alguien como él. Además, te serviría mucho rodearte de esa clase social para la empresa que vamos a fundar.
Eva sonrió al recordar que, junto con sus amigos, estaban creando una idea de negocio que revolucionara el mercado empresarial. Por esa misma razón tomarían las vacaciones para estudiar un diplomado de empresas e innovación, ya se habían inscrito y su objetivo era llegar a inscribir su emprendimiento a un concurso que les daría el capital necesario para comenzar la construcción de su empresa.
—Dijimos que no le íbamos a deber favores a nadie —recordó Eva.
—Pero una cosa es deberle algo a alguien y otra muy diferente es relacionarte con personas de alto potencial que crean en nuestra idea de negocio y decidan financiarnos —puntualizó Vanesa.
Vieron que el profesor en ese momento estaba entrando y se miraron de forma traviesa.
—Ya llegó trasero sexy —susurró Eva.
El profesor Polat era un joven de treinta años que les había dado varias asignaturas, debían verlo de forma regular en la carrera y casi todas las estudiantes babeaban por él. Además de ser el docente más joven que les tocaba ver, también destacaba por ser un gran caballero y ser sumamente amable y cariñoso. Era el combo completo para las chicas, más de una había muerto en batalla intentando seducirlo y terminaba siendo la burla de todos. Por esa misma razón el grupito de las tres amigas lo veían como su amor platónico y lo comían con sus ojos tantas veces se pudiera.
—De ese sí aceptaría enamorarme y alteraría mi plan de vida con tal de ser su novia, amante, esposa, lo que él quiera… —suspiró Eva.