Capítulo 16
2219palabras
2023-03-22 07:42
—Eva, espera un momento —pidió el profesor Polat cuando se acababan las clases.
Por un momento el corazón de Eva latió con fuerza de la emoción al acercarse a él con una leve sonrisa.
—También tú, Vanesa —llamó el hombre.
Las ilusiones de Eva se desparramaron por el suelo al saber que no sería una conversación privada.
—Díganos, profe —dijo Vanesa.
Los estudiantes salían del salón, dejando a los tres jóvenes con el silencio suficiente como para tener una conversación sin tener que subir mucho la voz.
—Me he enterado de que ustedes, junto con Sebastián y Mariana se inscribieron al diplomado de innovación que va a dar la universidad en vacaciones —comentó el profesor Polat mostrando su encantadora sonrisa—. Me siento orgulloso de saber que mis estudiantes se estén aventurando a crear empresas, sobre todo porque yo seré quien dicte el diplomado.
Los ojos de las chicas brillaban de felicidad, ¡¿qué podía ser más perfecto que tener a su sexy docente favorito enseñándoles en vacaciones?!
—Bueno, sí es que queremos fundar nuestra empresa —dijo Eva—, debemos comenzar desde ya, sobre todo por una oportunidad tan única como lo es finalizar con un concurso que tendrá de jurados a los mejores ángeles inversores del país. Es una oportunidad que no podemos dejar pasar.
—Oh, vaya, qué interesante, así que entonces los cuatro ya tienen una idea de emprendimiento en mente —soltó el profesor bastante interesado.
—Sí, sí, queremos crear una red social con compras integradas —dijo Eva—. Pero bueno, ya se enterará de todo en clases.
—Así que piensan dejarme en suspenso… qué malas son —chistó el hombre—. Pero sí, me alegra mucho saber que están muy interesadas en crear su propia empresa. No se lo digan a nadie, pero ustedes son mis mejores estudiantes y tienen el perfil de ser grandes empresarias. —Miró a Eva fijamente—. Ya sé que te llaman Tiburona, y te queda el apodo.
El corazón de Eva latía con fuerza, sentía que el rubor subía a sus mejillas y ya las palmas de sus manos empezaban a sudar. Volteó a ver a Vanesa, la cual estaba igual de roja que un tomate.
—Ay, profesor, qué cosas dice… —soltó Eva y entrelazó su brazo con el de su amiga, casi informándole que era momento de marcharse.
A Eva comenzó a parecerle peligroso el acercarse tanto al profesor Polat, sobre todo porque le parecía que tenía todo lo que buscaba en un hombre, así que podría enamorarse de verdad de él y volver a sufrir en un amor no correspondido.
.
.
.
En el Andes había dos cafeterías importantes, así como dos restaurantes principales donde comían los estudiantes. Uno de los restaurantes tenía los cupones de los almuerzos solidarios que entregaba la universidad, así que era famoso porque los de poco dinero comían allí, aunque no tenía tanta fama despectiva, por lo cual, no se estigmatizaba tanto. Sin embargo, las cafeterías eran completamente diferente, sobre todo por las marcas de bebidas que se vendían y sus precios. Había dentro del Andes un Juan Valdés, marca prestigiosa de café, y sí que supieron elevar los precios de una taza de café en la cafetería, por lo cual solamente iban a merendar allí los estudiantes y docentes que podían darse el lujo de gastar sus buenos pesos en un café. Además, el lugar estaba adornado por un gran jardín, en la terraza estaba un techo cubierto con plantas enredaderas, flores y luces que le daban un aire armonioso y tranquilo.
El Juan Valdés del Andes era famoso porque las parejas tenían citas cortas allí, entre clase y clase. Las chicas más guapas y cotizadas de la universidad sólo tomaban sus meriendas en dicho lugar, se juntaban con sus grupos de amigas a comer algún pastel bajo en calorías mientras disfrutaban de la belleza de la cafetería.
Y después estaba la cafetería central, donde Maritza permitía el contrabando de café a los estudiantes adictos a la cafeína como el grupo de Eva. Era algo así como el estrato bajo del Andes. Claramente había más cafeterías en la universidad, pero estas tenían mucha más fama. En la cafetería central se reunían los estudiantes a negociar los precios de los talleres con alias la Tiburona, porque todos sabían que allí era donde la podían encontrar, siempre con su termito térmico lleno del contrabando de café.
Perfiles como de Harry Andersson nunca se habían visto por la cafetería central, y si llegaba a pasar cerca de allí, nunca se quedaba por mucho tiempo. Él evidentemente era del grupo que era cliente regular del Juan Valdés, su círculo social también lo era.
Pero esa tarde Harry llegó directamente a la cafetería, por lo mismo recibió la mirada de todos, era bastante extraño que la surcara por completo, hasta acercarse a una esquina, el lugar donde siempre se sentaba Eva, cumpliendo con su papel de Tiburona. Justo estaba atendiendo a uno de sus clientes regulares que le insistía porque quería que le hiciera dos trabajos.
—Es imposible, no puedo hacerte dos trabajos, tengo alta demanda en este momento —se negaba Eva.
—Sí, déjala en paz, ya se comprometió a hacerme el nivelatorio —protestó una joven que estaba al otro lado de Eva.
—Es que si no me lo haces voy a perder la asignatura —insistía el joven a Eva—. El profesor me dio oportunidad de entregarle los dos trabajos para mañana.
—¿Crees que yo soy una máquina? —preguntó Eva de forma irónica.
—Te pagaré lo que me pidas, por favor, ayúdame… me voy a atrasar si pierdo esta asignatura —suplicó el joven.
—¿En serio me vas a pagar lo que sea? —preguntó Eva.
—Sí, sí, lo que sea —aceptó el joven con sonrisa nerviosa y ansiosa.
—Son dos trabajos finales de cierre de semestre, sumamente complejos de los que estamos hablando —soltó Eva—. Así que debo buscar asistentes para que me ayuden a crearlo. Si me pagas dos millones de pesos por cada trabajo, acepto hacerlo. Obviamente sabes que aseguras el máximo puntaje.
El joven tragó en seco y titubeaba en si aceptar o no, era mucho dinero.
—Bueno… —trató de decir.
—¿De verdad estás negándote a la oportunidad de que la Tiburona te haga dos trabajos? —cuestionó la chica que estaba escuchando la negociación de Eva con el joven.
Los estudiantes de las mesas cercanas voltearon a ver con impresión y curiosidad.
—¡No, no, claro que acepto! —aceptó el joven y le dio un apretón de mano a Eva—. Gracias, de verdad, gracias.
—Sabes cómo es el trato, necesito el cincuenta por ciento en mi cuenta antes de anochecer o de lo contrario no hay negocio —dijo Eva.
—Claro, claro, ya mismo te transfiero.
En ese momento escucharon un bullicio que provenía de la entrada de la cafetería, después vieron a Harry Andersson acercándose a la mesa de Eva.
—Ay, no puede ser —musitó Eva.
Harry se sentó en la silla vacía frente a la joven, dejando a los acompañantes de la chica con las bocas abiertas de la impresión. Los curiosos de las otras mesas comenzaron a murmurar todo tipo de cosas y algunos tomaban fotos o grababan.
—¿Qué quieres? —preguntó Eva—. Estás alterando a las personas.
—¿Por qué no respondes mis mensajes? —preguntó—, tampoco mis llamadas.
—¿Qué estás haciendo? —gruñó Eva entre dientes.
—¿Qué? ¿Te avergüenza de que nos vean juntos? —cuestionó Harry.
Eva respiró hondo para poder calmarse.
—Hablamos después, ahora estoy ocupada —ordenó con seriedad.
—¿Dónde y a qué hora?
—A las seis, en el primer parqueadero —respondió Eva.
—Bien —aceptó Harry, se levantó y se marchó.
Los estudiantes que acompañaban a Eva comenzaron a hablar entre sí emocionados.
—¿Están saliendo o te está pidiendo que le hagas un trabajo? —preguntó el chico a Eva.
—Yo creo que es por trabajo, ¿por qué más la buscaría? —intervino la chica.
—Eso a ustedes no les interesa —gruñó Eva.
.
.
.
—¿Trasnochar haciendo trabajos de otros? —preguntó Sebastián mientras avanzaban rumbo al parqueadero—. No estoy para esas en este momento.
—Te van a pagar bien por hacerlo, así que deja de chillar —regañó Mariana.
—Hablando de pagar bien, Eva, allí se acerca tu hombre —informó Vanesa a Eva.
Justo iba a ser las seis de la tarde, Eva estaba intentando evitar verse con Harry, pero él estaba a lo lejos, recostado a su auto, cruzado de brazos, justo al lado de él se encontraba el carro de Sebastián.
—Vaya, qué buena encerrada te ha hecho, Eva —se burló su amigo.
Habían subido a la página de chismes de la universidad videos y fotos de Harry hablando con Eva en la cafetería, aunque todos atribuían de que se trataba de un trato fallido por parte del muchacho para que Eva le hiciera los trabajos. Por lo cual Eva estaba tomando más fama como la Tiburona que se daba el lujo de rechazar al magnate. Pero no había uno que otro comentario donde decían que escucharon que él le reclamaba por no haberle contestado los mensajes, como si tuvieran alguna relación.
Eva no deseaba echarle más leña al fuego, por eso deseaba evitar a Harry, sin embargo, él se veía empecinado en no permitir que lo rechazara.
Cuando estuvieron cerca de Harry, Eva pidió que entraran al vehículo, de esa forma sus compañeros no escucharían y mucho menos se mostrarían ante el ojo público de la universidad.
Harry se mostraba furioso, indignado y sorprendido.
—¿Qué pasa contigo? —le preguntó y dio un golpe al volante.
—En primer lugar, ¿por qué me enfrentaste frente a tantas personas? —encaró Eva—. ¿Por qué quieres que nos relacionen?
—¿Qué tiene? ¿Te da vergüenza que nos vean juntos? —interrogó Harry.
—Todos creen ahora que podríamos tener una relación, cuando sabes muy bien que entre tú y yo no pasa nada de ello —protestó Eva—. Y eso sucedió por la forma en cómo te acercaste a mí.
—¡Te fuiste de mi apartamento sin avisar y empezaste a ignorarme! —gritó Harry.
Eva se sobresaltó al ver que estaba rojo, muy furioso y al mismo tiempo dolido. Le asustaba que pudiera golpearla en algún momento. Notó por la ventana del copiloto que sus amigos estaban afuera, a un metro de distancia, fingían que no escuchaban la conversación, pero sabía que sí se encontraban pendientes de la situación, así que esto la tranquilizaba.
—¿Es que hice algo que no te gustó? —preguntó Harry.
—Claro que no —respondió Eva, volviendo la mirada a él, intentó calmarse para que así pudiera poco a poco bajar los ánimos dentro del vehículo—. Harry, me fui porque ya se había hecho de día, lo nuestro fue algo de una sola noche, fue rico y todo, pero hasta allí. No estoy obligada a responderte los mensajes y mucho menos tener que darte explicaciones de algo que creí que estaba más que claro.
El joven permanecía con la boca abierta, parecía no creerse lo que escuchaba.
—Espera… ¿por qué hablas como si estuvieras rechazándome? —preguntó con tono irónico—. ¿Tú me estás rechazando?
—No, estoy dejando las cosas claras entre tú y yo —aclaró Eva—. Nada más fue sexo, ¿sí? Sexo casual de una sola noche.
—¡Eso ya lo sé! —gritó Harry exasperado—. ¡Pero yo solo quería saber cómo estabas, nada más era una maldita cortesía! —Inspiró hondo y sus ojos se llenaron de lágrimas, lo cual sorprendió a Eva—. No sabía que te comportabas como una prostituta.
—¡¿Disculpa?! —soltó Eva conteniendo el enojo.
—Las prostitutas son las que se van apenas sale el sol —gruñó Harry—. ¿Es que así es como te gusta que te traten? Como una vil prostituta. Creía que eras diferente.
Eva abrió la boca con impresión. No pudo contenerse, su mano voló hasta la mejilla de Harry y le estampó un golpe que lo obligó a rodar el rostro.
Sebastián corrió hasta el vehículo, abrió la puerta del copiloto y sacó a Eva con rapidez.
—¡Vuelve a decirlo, imbécil, vuelve a decirme prostituta y te enseñaré quién soy! —gritó la chica mientras daba patadas al aire.
—¡Eva, cálmate! —pidió Sebastián.
Harry respiraba agitado con una mano en su mejilla golpeada. Veía a Eva con rostro petrificado, sin poder creer hasta el nivel al que había llegado la discusión.
.
.
.
—¿Por qué carajos la llamaste prostituta? —preguntó Paulo frente a Harry.
—¿Solamente le dijiste eso o hubo algo más? —indagó Sebastián—, Eva estaba que quería matarte, de verdad, si no la saco del auto te habría molido a golpes. Y la verdad es que ella golpea fuerte, una vez, en primer semestre me pegó porque me comí su helado y me sacó sangre de la nariz.
—Le estaba reclamando porque se fue sin avisar del apartamento —explicó Harry—, después no me contestó los mensajes y se enojó porque quise hablar con ella en la universidad. Entonces, cuando discutíamos en el auto me rechazó, me dijo que simplemente fue sexo, que no tenía la obligación de contestarme los mensajes y mucho menos darme explicaciones.
—¿Y es que acaso tú quieres algo más con Eva? —preguntó Paulo.
—No, pero… ¿por qué quiso rechazarme?
—Es simple, no le gustas a Eva —explicó Sebastián.
—¿Entonces por qué se acostó conmigo? —cuestionó Harry.
—Porque ella es la clase de chica que se acuesta con los hombres sin necesidad de que les guste para algo más —aclaró Sebastián—. No le gustas para más nada, por eso te rechazó.