Capítulo 11
1365palabras
2023-03-18 07:38
El interior del apartamento de Harry tenía olor a lavanda, a Eva le recordaba a la casa de su abuela dicho aroma, sobre todo la remontaba a su infancia, cuando corría en pañales por el pasillo que conectaba el comedor con la cocina vieja.
Pero al recorrer el interior de aquel grande apartamento, se desconectó con los recuerdos, el lugar no tenía ningún parecido con la vieja casa de su abuela.
El recibidor era de doble altura, conectado con un pasillo largo, donde el lado derecho había ventanales gigantes que miraban hacia el exterior, mostrando el pomposo paisaje urbano; caía la tarde, manchando con colores anaranjado, rojo y rosado pálido el cielo azul. Por encima del pasillo se veía la madera oscura expuesta que iba en línea recta y se conectaba con un super espacio de sala y comedor, donde el plafón estaba iluminado directa e indirectamente. Eva quería abrir la boca de la impresión, pero se contenía para así no darle gusto a Harry de presumirle su dinero.
El juego de sala estaba diseñado con colores grises, negro y blanco, haciendo una hermosa mezcla con los accesorios de cristal. Muebles modernos, fina madera, demostraban que todo era obra de un diseñador de interiores. Harry no tenía perfil de ser alguien que se fijaría en detalles al momento de decorar, parecía ser más una persona que se iría por lo básico y así evitar molestias innecesarias, aunque era evidente que le gustaba estar rodeado de las mejores cosas.
Eva tomó asiento en un mueble gris, sentía que se hundía de a poco, como si quisiera tragarla. Harry se dirigió a lo que ella creyó que sería la cocina, después volvió con dos copas de vino, además de traer puesta una camisilla negra, lo cual la joven agradeció internamente.
—Yo quería agua —comentó Eva, empezaba a notar que si le seguía el juego a Harry, podría terminar esa noche en la cama, completamente desnuda.
—Vamos, relájate un poco —pidió Harry, se sentó a su derecha en el mueble, haciéndola tomar la capa de vino.
La actitud de Eva, rodeada de un ambiente lujoso, completamente fuera de su zona de confort, la hacía sentir tímida, una actitud que muy rara vez mostraba. Harry se encontraba en su mejor situación, donde podía ser completamente él. Además, notaba la vulnerabilidad de la chica, así que estaba aprovechando para arrastrarla lentamente a él.
El silencio era abrumador, permitía que los ojos de Eva recorrieran el lugar, notando unas estanterías de madera oscura algunos con portarretratos donde aparecía el joven con su familia, a simple vista eran una familia unida, feliz, pero Eva sabía que lo superficial siempre se mostraría perfecto, era lo que ellos querían que todos evidenciaran.
—¿Cómo te llevas con tu familia? —preguntó Eva.
Sabía que Harry no le hablaría de su vida personal a una completa desconocida, aunque al menos quería tantear el terreno que estaba pisando, hacer una idea de a lo que se enfrentaba.
—Como todas las personas que tienen unos padres separados —contestó Harry de forma casual, después le dio un sorbo a su copa de vino.
—Pues no sé cómo es esa relación, mis padres no están separados —dijo Eva. Ella observaba su copa, pensando en las posibilidades que habían de que aquel hombre le hubiera echado algo a su bebida.
—Pues mi madre se fue de la casa cuando yo era niño —confesó Harry—, hizo su vida con otro hombre. Me dejaron elegir con cuál de los dos estar… y yo obviamente elegí a mi padre. Así que no la veo desde hace varios años, la última vez que fui a visitarla a Edimburgo conocí a su hijo, a la perfecta familia que con nosotros no pudo tener. Pero ella sólo es mi madre biológica, no es como si la considerara mi madre verdadera. —Veía a Eva fijamente, como esperando ver la reacción que tuviera a su relato.
Ciertamente era para sorprenderse que un joven que se mostraba tan alejado a los problemas le comentara a una chica su vida íntima, los problemas que tenía con su madre.
—¿Y cómo te llevas con tu madrastra? —preguntó Eva.
—No es mi madrastra, es mi madre —corrigió Harry.
Eva respingó las cejas, no podía soportar la impresión de aquella profunda conversación.
—Verás, soy de los que piensan que hay algunas parejas de esposos que deberían estar separados —explicó Harry, se acomodó en el mueble, colocando sus piernas mirando directamente a Eva—. Una de esas parejas terminó siendo mis padres, afortunadamente fueron sensatos y se separaron. Mi padre conoció a Fernanda y me dieron la familia estable que tanto necesitaba. Por eso la considero mi verdadera madre, me escucha y me atiende como lo debería ser una buena madre. Es un buen ejemplo, sobre todo para Kevin.
—¿Tu hermano menor se llama Kevin? —indagó Eva, aunque ya sabía la respuesta, pero prefería fingir que no había investigado nada de dicha familia.
—Sí, es mi hermano pequeño.
Por lo que estaba contando Harry, parecía tener una buena familia, llena de estabilidad, pero sin evitar mencionar que sí había problemas. En pocas palabras, era una familia real, de las que no fingían tener defectos.
—¿Y cómo te llevas con tu padre? —siguió interrogando.
—Pues… lo normal —contestó.
—¿Qué es normal para ti?
—Mi padre sabe que estoy en un momento de mi vida donde apenas estoy descubriendo qué es lo que quiero hacer. —Su rostro se entristeció, pero al segundo volvió a su estado natural—. Pero ya no sigamos hablando de mí, quiero saber sobre quién eres y por qué no has tomado un sorbo del vino, ¿es que piensas que le he echado algo?
—No-no… es que… —balbuceó Eva.
Harry tomó la copa de vino de la mano de Eva y le dio un sorbo.
—¿Ves? No tiene nada, no soy de los que abusan a las mujeres —dijo—, no tengo necesidad de caer en tan bajas estrategias.
La chica soltó un jadeo y después no pudo retener una sonrisa, volvió a tomar su copa y esta vez le dio un trago, aceptando así el bajar un poco la guardia y disfrutar del sorpresivo y curioso momento que estaba teniendo al lado de Harry Andersson. Por su mente nunca pasó que pudiera sentirse tan a gusto con un hombre que juraba rayaba en lo arrogante y ególatra.
—Entonces, ¿cómo te defines? —preguntó Harry.
—Bueno… en una persona perfeccionista —respondió Eva.
—Eso ya lo sé, pero hablo de cosas que no le cuentas a cualquier persona, eso que te reservas.
—Oh… bueno… —Comenzó a sonrojarse, de verdad le estaba agradando la conversación, considerando a Harry como el tipo de persona con la cual, inusualmente, le gustaría mantener varias conversaciones—. Creo que soy alguien introvertida, que no le gusta la multitud, pero en parte eso me afecta. Veo a los grupos de personas en la universidad haciendo planes para salir las noches de fines de semana y me digo…
—Quieres hacer lo mismo, pero te limitas por la personalidad que has creado para ti —interrumpió Harry.
El rubor tiñó las mejillas de Eva, obligándola a tomar un largo trago de su copa.
—Sí… algo así, pero no me lo puedo permitir —confesó Eva—. No es mi mundo, después de todo.
—Si caminas por estos lugares es porque sí es tu mundo, únicamente te falta aceptarlo como tuyo —comentó el joven con una leve sonrisa que le mostraba comprensión.
Los ojos de Eva brillaban de la impresión, Harry le estaba mostrando una personalidad completamente diferente a la que una vez creyó ella que lo definiría como una persona en la cual jamás se fijaría.
Y así, entre sorbo y sorbo de vino, los minutos se fueron alargando, hasta convertirse en horas de conversación. Después Harry pidió una pizza de champiñones (la favorita de Eva). Las carcajadas se escuchaban por toda aquella gigantesca sala y los hombros de Eva estaban más que relajados.
La noche no podía ser más perfecta. Aquella jovencita por un momento no pensó en la lista de quehaceres que aún estaban pendientes, el celular estaba en modo silencio y no supo cómo, pero en un momento, sus pies terminaron reposando sobre los muslos de Harry Andersson.