Capítulo 9
1257palabras
2023-03-16 07:36
9 diciembre 2019:
—No mires, no mires —pidió entre dientes Eva a Brian.
—¿Por qué? —indagó el joven con el cuello rígido y los ojos saltones por la curiosidad.
—Acaba de entrar Davison al restaurante —contestó.
—Así que ya lo hizo —soltó Brian intentando retener una sonrisita de emoción.
Era evidente que Eva había viajado al otro lado del país para ver una vez a Davison, tomando como excusa que visitaría a su viejo amigo Brian. Un gran beneficio para ella era que Brian trabajaba en la misma calle donde quedaba la empresa donde hace un año Davison trabajaba y por lo mismo comían en el mismo restaurante. Debía agradecerle a su amigo por ser alguien que le seguía todo tipo de planes y era un curioso por naturaleza.
Eva bajó la mirada a la sopa caliente que tenía servida frente a ella, jugó con la cuchara sumergida en esta y sus ojos se llenaron de lágrimas. Davison acababa de entrar con una mujer tomados de mano.
—Ella es Laura, trabaja conmigo —comentó Brian—. Es muy buena mujer como para ser novia de alguien como él.
—Davison no es una mala persona —replicó Eva.
—¿Lo dice la chica que fue terminada por ese cuando consiguió novia aquí? —soltó el muchacho con ironía—. Debes entenderlo, Eva, él es un oportunista, va por la vida viendo dónde encuentra lo más conveniente para él, no le importa pasar por encima de los sentimientos de los demás. ¿Se te olvida lo que me hizo en noveno semestre? Me dijo que estudiáramos juntos para después que le entrego las respuestas terminadas, lo entregó como si lo hubiera hecho él, me utilizó para su conveniencia. Y contigo lo hizo muchas veces, ¿o se te olvida cuando le hicimos el trabajo en latín?
Eva había comenzado a llorar en silencio, limpiando las lágrimas corredoras de ansiedad con sus dedos magullados por el frío. Su respiración estaba agitada y comenzaba a temer que aquella pareja los fuera a descubrir. Entendió en ese momento que había sido una mala idea el llegar hasta aquel restaurante para expiarlo de lejos, su dignidad estaba peligrando.
—Eva, eres una gran chica —soltó Brian mientras la tomaba de una mano—. Mira que entrar a la mejor universidad del país, eres mucha mujer para alguien como él. Sigue tu vida, llega mucho más alto que Davison y demuéstrale que el haberte despreciado será el peor error que cometió en su vida.
Los labios de Eva temblaban y sus mejillas estaban rojísimas.
—Vámonos de aquí, por favor —pidió con voz temblorosa.
—Sí, claro, vamos —aceptó el muchacho.
Se levantaron y Brian se acercó a la caja a pagar la cuenta, mientras, Eva aprovechó para salir del restaurante y apreciar la calle. Tuvo que acomodarse el abrigo negro para que el frío no hiciera tiritar su cuerpo.
Le gustaba la ubicación de aquel restaurante estilo colonial, quedaba en lo más alto de la colina, así que se podía apreciar el paisaje de la ciudad que en ese momento estaba bañada en nubes grises. Los edificios parecían estar apostando por quién era el más alto, dando así la gran explicación a la jovencita de que no se encontraba en su pequeña y soleada ciudad costera.
—¿Eva? —escuchó detrás de ella.
La joven cerró los ojos por un momento e inspiró hondo para poder controlarse.
La figura varonil de un joven alto, acuerpado y vistiendo traje formal de oficina se apareció frente a ella sonriendo de la forma más conmovedora.
—¡Vaya, sí eres tú! —exclamó Davison—. ¿Qué haces aquí? ¿Estás de vacaciones?
Eva tragó saliva y sintió sus labios resecos por el frío.
—Hola —saludó.
—Ush… sí que estás toda grandota, ya no te ves tan niña… —Estiró una mano hasta acariciar el cabello de la joven—. ¿Viniste con Brian? ¿Qué te ha parecido la ciudad? Ustedes llevan años de amistad, ¿no te estará gustando el gordito? —Soltó una carcajada.
—No de burles de Brian —gruñó Eva y le apartó la mano de su cabeza—. Sí, vine a visitarlo.
—¿Estás de vacaciones en la universidad?
—Así es.
—Qué impresionante que estés estudiando en el Andes, ¿cómo te tratan todos esos riquillos? ¿Saben que eres becada?
—Claro que saben que soy becada, pero me tratan muy bien. —Eva sumergió las manos en los bolsillos de su abrigo para soportar el frío.
—¿Y estudias administración?
—Sí.
—Hasta que estudiaste lo que más te gusta, y siendo una universidad tan prestigiosa, te irá muy bien. Debes aprovechar para hacer buenas relaciones y que así al graduarte puedas encontrar un buen trabajo, eso es lo más importante.
Y allí estaba otra vez, Davison dándole consejos de cómo es la vida y lo que debería hacer, siempre recordándole que él era mayor, por lo cual tiene que seguirle todos los consejos que le da, casi agradecerle por tan grande gesto de amabilidad.
—En tu universidad estudia un magnate —comentó Davison, ahora parecía mucho más interesado—. Harry Andersson, de los electrodomésticos Andersson, ¿sabes cuáles son? Es una marca de lujo, aquí en la capital se venden muchísimo. Siempre me ha interesado trabajar en su compañía, para un ingeniero industrial como yo, escalar en una empresa como esa es asegurarse el futuro. Y tú, Eva, tienes una oportunidad de oro, deberías tomarla y cuando estés allá arriba, acuérdate de tus amigos. —Soltó otra carcajada y le volvió a acariciar el cabello, casi revolviéndoselo—. Tan linda esta niña…
En aquel momento salió del restaurante Brian, observando con curiosidad el encuentro que anteriormente él y su amiga intentaron evitar.
—¡Gordo! —saludó Davison.
—Hola, Davison —contestó Brian con tono serio, volteó para ver a Eva—. ¿Nos vamos?
—Sí, vámonos —aceptó la chica—. Adiós, Davison.
—Que disfrutes tus vacaciones —se despidió el joven.
Mientras Eva se alejaba con su amigo, sintió que todas las piezas de su rompecabezas se iban acomodando. Y lo triste en toda su historia era que se había enamorado de un hombre que la consideraba una niña y nunca la vería como una opción para pasar a su lado lo que le quedaba de vida. No había un “juntos” en la historia, fue un sentimiento tan efímero que no se podía comprometer como un algo, porque siempre estuvo a punto de ser, pero nunca se logró.
Eva necesitaba convertirse en una mujer mucho más grande que Davison para que él pudiera notarla y darse cuenta de que era una opción. Aunque se preguntaba si ella podría aceptarlo cuando estuviera en lo más alto de la élite empresarial.
Su problema fue aceptar un amor que no era correspondido, no cuidar su corazón juvenil e inocente.
—¿Estás bien? —preguntó Brian.
—Sí, estoy más que bien —respondió ella, conteniendo las lágrimas porque acababa de prometerse que no se volvería a dejar doblegar por un sentimiento tan efímero.
Volteó para ver a lo lejos el restaurante entre el paisaje urbano, Davison ya no se encontraba en la entrada, seguramente estaba degustando de un exquisito almuerzo con su nueva novia.
Eva alzó la vista a los altos edificios y se preguntó qué se sentiría ser dueña de uno de ellos.
—Las personas más adineradas de este país no deben preocuparse por ser humilladas —le comentó a Brian.
—No, ellos son los que humillan, no los humillados —concluyó Brian.
Con el paso de los años, Eva entendió las palabras de su amigo y decidió que la próxima vez que se encontrara con Davison lo humillaría con el poder que habría adquirido. Por esa misma razón sabía que no debía perder el tiempo en la universidad, cada minuto contaba.