Capítulo 8
1276palabras
2023-03-15 07:34
—¿Qué? —inquirió Eva.
—La llave de mi auto se quedó en tu casa —respondió Harry—, necesito que me la regreses.
—En mi casa no se quedó, ya la habría visto —replicó la chica.
—Debes buscar bien en tu sala, tienen que estar allí —insistió Harry.
—Voy a buscar y si llego a encontrarla, te aviso.
—¿Cuándo?
—Necesito ver si de verdad están allí.
—¿Y cómo me dirás si no tienes mi número?
—Se lo pediré a Sebastián o Mariana… —comentó Eva sin mucho interés.
Harry estiró su brazo derecho hacia ella.
—¿Qué? —preguntó Eva confundida.
—Tu celular —ordenó.
—No es necesario que… —intentó protestar, pero al ver la presión del momento, con todos observándola, decidió acceder y entregarle su celular desbloqueado.
Harry escribió su número después de evaluar la marca del celular. Eva estuvo a punto de protestar al ver que el rostro del muchacho era despectivo por lo económico que era el dispositivo.
—Llámame cuando encuentres mi llave, ¿entendido? —dijo casi a modo de orden.
Eva abrió la boca por la impresión y respingó las cejas.
—No es como que me importe quedarme con unas simples llaves —soltó casi en un gruñido.
—Es lo que no sé —comentó Harry mientras daba media vuelta y comenzaba a marcharse—. Paulo, vámonos.
Cuando se marcharon, Eva soltó un gruñido.
—¡¿Quién se cree que es?!
—Es un Andersson, es normal —comentó Vanesa.
Tuvo que contar cómo Harry terminó en su casa después de escapar de la policía y se curó las heridas. Al parecer sus amigas quedaron desanimadas al enterarse que no pasó nada más entre ellos, sobre todo por el rostro de Eva que evidenciaba el desinterés hacia Harry Anderson.
La historia terminó cuando Mariana empezó a quejarse del malestar y la ayudaron a llevarla al parqueadero para subirla al auto de Sebastián y dirigirse a la clínica para que trataran su ojo que cada vez se veía peor.
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Después de volver de la casa de Mariana en la noche, agotada por haberse quedado hasta supervisar que le dieron de alta y se encontraba en mejor estado de salud, Eva buscó por toda la sala las supuestas llaves de Harry.
Podía escuchar el ruido de fondo que hacía el televisor de la otra esquina de la sala donde su padre y madre veían televisión, pasaba en ese momento las noticias de la noche.
—¿Qué tanto buscas? —preguntó su madre Mirella.
—Unas llaves, a un compañero de la universidad se le quedaron; o eso es lo que dice —contestó Eva, se agachó para buscar debajo del mueble.
—¿En qué momento llegó un compañero a la casa? —indagó su papá sin dejar de ver la televisión.
—Hace dos días —respondió—, pero vino de paso.
—Creo que las vi —intervino la señora Mirella—. Me parece que las dejé en la canasta de la cocina cuando limpié anoche.
—¡¿En serio?! —soltó Eva alzando la mirada, rápidamente se reincorporó y caminó a paso ligero hacia la cocina.
Encontró las llaves en el mesón de la cocina, en un rincón, dentro de la canasta de paja donde se guardaban los huevos. Pensó que Harry se habría muerto de la sorpresa de saber que las llaves de su lujoso auto deportivo estuvieron por horas guardadas en una vieja canasta de huevos.
Subió hasta su habitación y al sentarse en la cama buscó el celular en su bolso. Le tomó una foto a la llave y la envió al número que le había dado Harry.
No le sorprendió ver que la foto de perfil que tenía en WhatsApp fuera de él en un hotel que podía reconocer por el paisaje que mostraba de fondo sería con seguridad el Burj Khalifa.
“Tengo tu llave” envió Eva, adjuntando la foto de esta.
No pasó más de cinco minutos cuando recibió una llamada de Harry, pensó dos veces antes de contestar.
—¿Qué quieres? —preguntó con seriedad.
—Vaya… Yo estoy bien, gracias, ¿y tú? —respondió Harry.
—Mañana te regreso tu llave, no te preocupes, no me las voy a quedar.
—No he dicho que te las vayas a quedar.
—Hace unas horas me dijiste que no sabías cuáles eran mis intenciones con tu tonta llave. Así que, para evitar problemas, mañana en la tarde te puedo entregar la llave, seguramente estás llorando por no poder usar tu querido deportivo.
—Pues estoy usando mi otro auto, así que no tengo mucho problema, pero sí, ese es mi favorito.
—Claro, alguien como tú tiene un auto preferido.
—Sí, es mucho más cómodo y puedo manejar con más velocidad, además, es el que uso para ir a fiestas, es ideal para salir de noche.
Eva no se sorprendió que estuviera presumiendo su riqueza con ella, la verdad es que estaba acostumbrada a que los estudiantes en la universidad lo hicieran.
—Vale, vale, mañana te la entrego en la universidad en la tarde —intentó concluir la conversación.
—Mañana no estaré en la tarde en la universidad, pero tengo tiempo a las cuatro de la tarde, ¿podrías venir a mi apartamento y traérmela?
—¿Es en serio? —soltó ella con la boca abierta de impresión.
—Claro, ya te voy a pasar la dirección por mensaje —informó Harry.
Y hablaba muy en serio, después de colgar de forma un tanto repentina para la chica, al minuto le envió la dirección del apartamento, era un edificio en la zona más exclusiva de la ciudad, obviamente cerca de la universidad, ya que en ese espacio se encontraban los edificios más lujosos y cotizados no únicamente de la ciudad, sino del país.
Eva se tiró de espaldas al colchón forrado en sábanas azules con flores rosadas, cerró los ojos por el gran cansancio que la abrazada y poco a poco se fue quedando dormida.
—Te aconsejo que se la lleves —dijo Sebastián cuando salían de clases—. Siendo Harry, se va a enojar mucho si no lo haces, podría acusarte de robo. Mira que llegó justamente a pedírtela ayer.
—¿Qué podría hacer yo con una llave de auto? Ni siquiera sé manejar…
—Pero, Eva, él no sabe eso, no te conoce bien… además, por lo que he visto ustedes no se llevan muy bien, como hablamos ayer, lo mejor es no tener problemas con alguien de su familia, menos si es Harry.
Se acercaron a la cafetería central donde los estaban esperando sus amigas, era su punto de encuentro de todos los días, necesitaban atragantarse por el café preparado por Maritza y sus deliciosas galletas de mantequilla.
Después de saludarlas y acomodarse en las sillas metálicas que casi nunca se lograban equilibrar con el piso de piedra, Mariana les mostró las gotas que debía echarse en el ojo y las pastillas que estaba tomando.
—No puedo seguir estresándome —comentó la chica—, en pocas palabras el doctor me dijo que, o me tomo la vida con calma o tendré que resolverlos en la tumba. Así que… me voy a relajar y esperar a que la universidad me trague con todos sus problemas.
—Hablando de problemas, Eva tiene uno con Harry —comentó Sebastián.
—¡¿De qué hablas?! —soltó Vanesa impresionada, mostrando las migas de galleta dentro de su boca.
—Harry le ordenó a que le lleve la llave de su auto hoy mismo —contó el joven—, prácticamente la está tratando de ladrona.
—¿Pueden creerlo? —rechistó Eva con furia.
—¿No será excusa para verte? —indagó Mariana—, porque, qué extraño que precisamente te pida ir a su apartamento para que le lleves la llave, suena mucho a una excusa.
—Tal vez y lo que quiera es tu vagina en vez de esa tonta llave —soltó Vanesa.
—Claro que nunca me acostaría con Harry Anderson… —replicó Eva.
—Sí, claro que nunca lo harías —masculló Sebastián.