Capítulo 7
1422palabras
2023-03-15 00:34
“Si no vienes, iré a tu casa y te cogeré allí mismo” leyó Eva.
—Es un idiota —soltó la joven y dejó el celular a un lado del escritorio. Pensó que hasta Harry tendría un límite, no sería capaz de hacer algo como aquello.
Se concentró en leer el libro que llevaba estudiando toda la mañana. Sus padres se encontraban en el primer piso de la casa y su hermano pequeño Yair estaba en la habitación de en frente, hasta su habitación se escuchaba el bullicio de los dibujos animados que veía.

Por un momento salió de su cuarto y regañó a Yair por el alto volumen del televisor, aunque, como siempre, no la obedeció.
Eva volvió a lo suyo y así estuvo concentrada un buen rato, hasta que escuchó la voz de su madre llamándola desde la planta baja. Alzó la mirada del libro, teniendo una premonición, ¿podría ser capaz Harry de llegar a su casa?
Bajó con rapidez hasta el primer piso, observando desde el último escalón de las escaleras la sala de estar la silueta varonil al lado de su madre. Mirella, su madre, inocente de la situación, sonreía con amplitud al haber recibido en su humilde casa al hijo del magnate Andersson.
—Ay, disculpa las fachas de mi hija, es que le gusta estudiar… cómoda —dijo la señora mientras barría a Eva de pies a cabeza.
—No se preocupe, entre Eva y yo hay la confianza suficiente, así que no necesita arreglarse —contestó Harry.
—¿Ah sí? ¿Son muy amigos? —preguntó la mujer con interés.

—Claro que sí, mucho, por eso vine a estudiar con ella —respondió con tono tan amable que Eva lo desconoció—. Tiene una hija sumamente inteligente, en la universidad se morirían de envidia si se enteraran que ella me dio tiempo para estudiar juntos.
La señora soltó una risita de emoción y se cubrió la boca con cierta modestia.
—Tampoco es para tanto… —soltó—. Pero me alegra saber que mi Eva tiene tan buena reputación. —Volteó a ver a su hija—. ¿Qué haces allí? Llévalo a tu habitación, ¿está arreglada? Espero y no hayas hecho un desastre. —Volvió a mirar a Harry—. Ay, es que ella se concentra tanto en los estudios que a veces se olvida… Bueno, ya sabes, de limpiar y eso…
—No te preocupes de eso, estoy segura de que mi habitación está mucho más limpia que el lugar donde él vive; si a ese chiquero se le puede llamar hogar… —intervino Eva.

—¡Qué cosas dices! —Se sobresaltó la señora y dejó salir una risita—. Pasa, Harry, estás en tu casa. Voy a preparar una merienda y cuando las tenga listas les aviso para que bajen a comer… Es que una mujercita por allí no se le ha dado por desayunar… —Volteó a ver a Eva y la reprendió con la mirada para que se acercara a recibir a su invitado.
Eva tragó saliva y observó con curiosidad que Harry traía un bolso negro en su espalda, ¿de verdad traía libros para estudiar? Siendo él, lo dudaba mucho. En las semanas que llevaba interactuando con el joven tan íntimamente sabía que no se preocupaba mucho por sus estudios a menos que peligrara en reprobar una asignatura.
Antes de terminar la semana de exámenes en la universidad pudo conversar con Harry gracias a las accidentales llaves de su auto, tiempo después se enteraría que no fue del todo accidental que las dejara en su casa. Harry Andersson había creado toda una estrategia para acercarse a ella, era el juego del gato y el ratón donde podría reivindicar su ego masculino herido por las palabras de Eva en la fiesta donde hablaron por primera vez.
Eran las seis de la tarde, se encontraba su grupo de amigos reunido en la cafetería principal rodeando una de las mesas metálicas, los vasos de papel y la botella térmica donde en algún momento estaba servido el café ya no tenía ni una sola gota. Las ojeras resaltaban en los rostros de todos. Mariana terminaba de reposar una fuerte migraña que le dejó el ojo derecho rojo y amenazando en llevarla de urgencias a la clínica. Por esa misma razón tuvieron que dejar de estudiar, además que los trabajos fueron enviados a los correos de los profesores y podían tomarse un descanso.
Sebastián estaba con ellas conversando sobre la posibilidad de pedir un préstamo a Harry Andersson, no se sentía tan seguro de hacerlo.
—No quiero deberle a una familia tan poderosa —confesó a sus amigas.
—¿Por qué? —preguntó Vanesa—, creciste con Harry, conoces a su familia muy bien.
—Por esa misma razón no quiero deberle a su familia —contestó con una sonrisita nerviosa y se acomodó en la silla metálica.
Las sombras de los frondosos árboles ocultaban los últimos rayos de sol y las farolas estilo coloniales comenzaban a encenderse, soltando su luz color mostaza.
—Hay rumores de que su familia es bastante peligrosa —comentó Mariana, tenía una compresa fría sobre su ojo derecho y hablaba con la voz ronca—. Mi mamá una vez me comentó que llegaron a decir que tenían alianzas con la mafia del Caribe.
—¡¿Qué?! —exclamó Eva sin poder creerlo.
—Baja la voz… —gruñó Mariana.
Vanesa volteó a ver hacia sus lados, comprobando que los grupos a su alrededor no escucharan.
—La mafia del Caribe… ¿los que trafican petróleo? —preguntó en un susurro.
—Sí, y no sólo eso —contestó Sebastián acodándose en la mesa metálica—, también trafican diamantes y muchas más cosas. Estos son rumores, pero también están metidos en el mundo de la droga y no tienen piedad cuando alguien los traiciona. Rumoran que el señor… ya saben quien… —Volteó a ver a su alrededor— …pues es uno de los líderes de la mafia y que su negocio es una fachada.
—¿Y el hijo es quien va a heredar esa mafia? —inquirió Eva.
—Sí, por eso… ellos son intocables, ¿quién le gustaría tener problemas o deberles? —explicó Sebastián.
—Ay, Sebas, entonces sí es mala idea —intervino Vanesa—, pero ¿y cómo harás para pagar la matrícula?
—Hablaré con mi abuelo, le pediré que me ayude —soltó sin mucho ánimo—, sé que me ayudará. No es la mejor opción, sobre todo porque tiene la costumbre de recordar cuando puede que te ayudó.
—Chicos, pero… ¿se imaginan tener tanto poder como la familia Andersson? —preguntó Vanesa cuando cayó el silencio entre ellos—. Saber que eres intocable, que eres el que influye miedo…
Eva respingó las cejas, por su mente pasó el recuerdo de estar hecha bolita en su habitación llorando.
—Lo que me parece increíble es saber que no debería preocuparme de mis estudios —confesó Sebastián—, saber que tengo todos mis estudios asegurados, el doctorado en Harvard, el dinero para montar mi propia empresa… Esa tranquilidad…
—Saber que no te humillarán nunca —soltó Mariana entre un suspiro—. Esas personas no saben lo que es sentirse incómodo cuando hablan de hacer un paseo porque sabes que no tienes nada y no podrás ir.
—Eso es lo peor… —agregó Vanessa—, saber que todos hablan de viajar en vacaciones a otro país, como el paseo que se hizo el semestre pasado a Filipinas y ninguno de nosotros pudo ir. Los demás hablaban como si fuera lo más común, pero nosotros nos mirábamos las caras porque sabíamos que ni en sueños podríamos pagar unas vacaciones como esas.
—Sí, yo si a lo mucho en mi niñez pude gozar un poco de esa vida —confesó Sebastián—, cuando la situación en mi casa no estaba tan mal, pero ahora ni sé si podré terminar la carrera. Qué triste…
Eva soltó un suspiro y notó los rostros largos de sus amigos, sobre todo de Mariana y Sebastián que la triste realidad los golpeaba con más rudeza, la vida les había dado una cucharada de gloria al nacer entre comodidades, pero después le quitó todo, dejándolos con los duros recuerdos de una vida que ya era inalcanzable para sus manos.
—Harry no sabe lo afortunado que es —masculló Sebastián.
Y como si lo hubieran invocado, Harry apareció ante ellos, acompañado por Paulo. El grupo intentó disimular el asombro por tener el protagonista de su conversación frente a sus ojos.
—¿Qué hay, chicos? —saludó Harry, posando sus ojos en Eva—. Necesito hablar contigo.
Todos se enfocaron en ella, sorprendidos y curiosos. Pero la jovencita estaba igual de sorprendida y asombrada que ellos.
—Lo que tengas que decirme lo pueden escuchar mis amigos —respondió ella.
—Tienes algo que es mío —dijo Harry.
Eva arrugó su entrecejo, mientras, sus amigas abrían sus bocas por la sorpresa.