Capítulo 3
1359palabras
2023-01-15 22:24
Todos en la Universidad Andes conocían de primera mano quién era Harry Andersson, sobre todo por lo problemático que solía ser, vivía metido en peleas, sus fiestas eran las más populares, todos querían asistir. Decían que no vivía con sus padres, que le regalaron un lujoso apartamento cerca de la universidad como premio por haberse graduado y así supuestamente podría independizarse y ser un adulto. Había unos rumores que circulaban por la universidad que decía que todos los años cambiaba de auto y ahora el deportivo que manejaba era uno más de su nueva colección.
Al parecer su padre le costeaba todo y también lo sacaba de todos los problemas en que se veía envuelto constantemente, como cuando lo arrestaban por manejar ebrio o por golpear a una persona en las muchas discotecas que frecuentaba. Pero para Eva no era nada diferente a lo que solía escuchar de otros adolescentes desenfrenados que iban a la universidad prácticamente a pasar el tiempo con sus amigos. De hecho, Eva supo sacar un negocio muy lucrativo con esos estudiantes que no tenían interés por estudiar; curiosamente ellos no escatimaban al pagarle por hacer sus trabajos o pasarles las respuestas de los exámenes. Por los pasillos Eva era famosa por hacerle sacar notas perfectas a todo aquel que estuviera dispuesto a pagarle lo que ella pedía y la verdad es que se cotizó rápidamente. Los estudiantes debían esperar su oportunidad para Eva abrir cupos a nuevos clientes, porque sí, ya tenía su grupo selecto de personas a las que le hacía los trabajos. De hecho, Eva era amada y odiada en su facultad por lo mismo, para sus oídos era un halago cuando le decían “eres una maldita perra por cobrarme tanto, pero desgraciadamente vale cada maldito peso”.
Una vez, en quinto semestre una profesora intentó acusarla con el consejo estudiantil porque sabía que era la que estaba pasando a los estudiantes que por ley debían reprobar el semestre, pero esos mismos estudiantes vagos se encargaron de hacer que la profesora dejara de molestarla, no iban a dejar que alguien pateara su jugoso tetero de oro. Fue gracias a ello que supo relacionarse bien en la universidad y nadie intentaba molestarla porque sabían que ella era un tiburón que mordía fuerte.
Eva se preguntó todo ese tiempo si Harry terminaría siendo en algún momento uno de esos estudiantes que se acercarían a ella para pedirle que le hiciera los trabajos. De hecho, llegó a pensar en el precio que le cobraría por el trabajo más sencillo. Aunque estaba en sexto semestre y eso no sucedió. Ahora había hablado por primera vez con él, supuso que después de una conversación no tan agradable él no intentaría volver a acercarse a ella.
Por un tiempo de la fiesta Eva estuvo muy a gusto y ya no pensaba en la acalorada y disgustosa conversación que tuvo con Harry. Llegó hasta a bailar con Sebastián algunas canciones, sintiendo los cocteles que se tomó subirle a la cabeza.
Cuando se hizo la una de la madrugada, Eva decidió que era momento de regresar a casa, se sentía un poco mareada y no le gustaba perder el control de sus acciones. Como sus amigos sabían que solía ser bastante estricto con sus tiempos, Sebastián accedió a llevarla a casa. Al estar saliendo de la vivienda, vieron que había un grupillo de hombres en la esquina de la calle y parecían estar discutiendo.
—¿Ese es Harry? —preguntó Eva.
El auto se iba acercando más a la esquina de la calle y pudieron ver que efectivamente era Harry quien lideraba el grupo y estaba señalando a uno de los jóvenes casi como acusándolo, éste parecía no intimidarle nada que Harry lo enfrentara, todo lo contrario, empezó a gritar y en un momento empujó a su oponente fuertemente.
Harry estuvo a punto de perder el equilibrio, de no ser porque sus amigos lo sostuvieron, habría caído al suelo. Pero con las mismas se recompuso y contraatacó con un fuerte puñetazo en la cara del muchacho.
Eva al ver tan de cerca la pelea sintió miedo y se cubrió la boca con las manos.
—¡Mierda, mierda, ¿qué hacemos?! —preguntó Sebastián.
—¡¿No es obvio?! ¡Vámonos de aquí, maldita sea! —gritó la chica.
—¡Pero es mi amigo! —protestó Sebastián, detuvo el auto y Eva sintió su furia emanar con rapidez.
—¡Pero está en una puta pelea en este momento, ¿quieres que también nos golpeen?! —Observó con susto cómo la pelea ahora era grupal.
Entonces se escucharon sirenas, los hombres en la pelea con sangre brotándoles de la cara, camisas rotas y moretones en su cuerpo empezaron a correr, esparciéndose en diferentes direcciones. Los que estaban tendidos en el piso se levantaban como podían y aventaban las botellas de vidrio que habían sostenido para golpear a sus oponentes, haciendo que sonaran al estrellarse con el piso.
Eva no supo cómo pasó, pero en algún momento exacto que no logró ver, Harry entró al auto, quedándose en los asientos de pasajeros.
—¡Arranca, arranca! —gritó desesperado a Sebastián, el cual obedeció casi por inercia dada producto de la adrenalina.
Eva soltó un grito al escuchar el caucho de las llantas roer con el pavimento por la abrupta rapidez cuando el auto se puso en marcha. Sebastián manejaba a toda velocidad, haciendo que ella pensara que iban a estrellarse en algún momento, rebasaba semáforos en rojos y en constantes momentos miraba por el retrovisor, supervisando que la policía no los siguiera.
—¡Mierda, maldita sea! —gritó Harry.
Eva estaba cohibida por el miedo del momento, sentía la adrenalina picarle en las palmas de las manos. Trataba de entender en qué momento terminaron escapando de la policía, se suponía que ella debía volver tranquilamente a su casa después de la fiesta, sin ningún problema pesándole en los hombros.
Afortunadamente en un momento Harry le avisó a Sebastián que ya no se veía la policía por ninguna parte y así se pudo bajar la velocidad, haciendo que la calma volviera a ellos. Aunque Harry no dejaba de quejarse que sentía que le habían partido el labio y la nariz, que estaba sangrando mucho y muchas más cosas.
Así, por alguna extraña razón que detestaba Eva, terminaron llegando a su casa y Harry prácticamente se adentró a la vivienda como si fuese suya.
Eva volteó a ver a Sebastián con impresión, casi ordenándole que hiciera algo.
—Lo siento, así es él, busca algo para limpiarle la herida y se irá —susurró el joven.
Afortunadamente los padres de Eva para ese momento estaban profundamente dormidos y sabía que no bajarían a corroborar si se trataba de ella al escuchar ruido. Eva no guardaba secretos de sus padres, les informó con anterioridad que iría a una fiesta, así que en todo momento supieron qué hacía su hija. Bueno, obviamente no les contaría que terminó escapando de la policía y mucho menos que trajo a la casa a un chico que estuvo en una pelea callejera, así que sería el primer secreto.
Harry se acomodó en el mueble después de dejar su cartera y chaqueta en la mesa pequeña de centro. Observó su alrededor mientras con la lengua palpaba su labio roto.
—Qué casa tan pequeña —soltó.
Eva estaba trayendo el botiquín de los primeros auxilios y logró escuchar el despectivo comentario del joven.
—Pues es lo que hay —resopló y le lanzó el botiquín—. Límpiate tu demacrada cara y lárgate de mi pequeña casa.
Harry soltó una risa y abrió el botiquín, sacó el algodón y el agua oxigenada.
—¿Por qué siempre disparas a todo lo que digo? —preguntó—. No todos quieren pelear contigo, Tiburona.
Eva se cruzó de brazos y enarcó una ceja.
—Ah, así que conoces mi sobrenombre —soltó.
— Todos te conocemos, lo raro sería no conocerte —contestó Harry mientras humedecía una mota de algodón con el agua oxigenada.
Sebastián pasó una mirada curiosa por Harry, después por Eva.
—Parece que ustedes se conocen —comentó.
Eva barrió de pies a cabeza a Harry con una mirada evaluadora.
—Desgraciadamente sí nos conocemos —respondió.
—Hey, estamos viendo quién gana algo de valor del otro —intervino Harry con sarcasmo—, no hagas drama, por favor, Eva.