Capítulo 2
1589palabras
2023-01-15 22:23
Harry tenía en su ceja derecha una cicatriz que la surcaba de arriba abajo, Eva generó curiosidad por saber cómo se la ha había hecho. Al tenerlo tan cerca observó de primera mano que poseía gran belleza. Su nariz perfilada, mejillas rosadas, aunque con una mandíbula bien tallada que le daba mucho aire varonil, ojos color miel y cabello castaño claro. Su perfume era cítrico, embriagaba por completo la nariz de Eva.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Harry.
—Eva —respondió ella—. Y tú eres Harry.

—Me conoces…
—Todos te conocemos, lo raro sería no conocerte.
—Interesante —gruñó sensualmente el joven—. Eva… —probó en sus labios—, es un lindo nombre. ¿Y qué hace una chica tan hermosa como tú tan sola en este insípido mueble?
Eva desplegó una sonrisa y tomó un sorbo de su coctel, su gesto estaba lleno de la ironía rayando en la burla, lo cual confundió a Harry. Normalmente no debía esforzarse mucho para poder obtener lo que quería de las mujeres.
—¿Se supone que estás coqueteando conmigo? —preguntó Eva y respingó una ceja con incredulidad.
Harry entornó su mirada, observándola fijamente. La joven soltó una risita y negó ligeramente con su cabeza.

—¿Qué te parece tan gracioso? —inquirió él con seriedad y rabia, apretando fuertemente su mandíbula.
—Es que te viste muy ridículo —respondió Eva—. Crees que sólo por tu rostro, cuerpo y apellido voy a caer rendida a tus pies, por eso tomas el mínimo esfuerzo por decirme linda, como dándome luz verte de decirme “tienes la oportunidad de estar conmigo”. Casi lo estás haciendo ver como la mejor oportunidad de mi vida.
—¿Y es que crees que alguien como yo en otra ocasión me fijaría en alguien como tú? —soltó Harry con sarcasmo.
—¿Y por qué yo debería fijarme también en alguien como tú? —contraatacó Eva—. Un hombre que seguramente sólo tiene mierda en su cabeza que le han dado desde pequeño, porque es el futuro heredero de una gran compañía… —Eva hablaba con el suficiente sarcasmo que revolvía los adentros de Harry—. ¿Quién te hace los trabajos de la universidad? ¿Tu mejor amigo? Seguramente… Sólo mira tus manos, ásperas, pero del único esfuerzo que haces en tu vida: el ejercicio, un gorila que sabe resolver los problemas únicamente con la fuerza bruta. Fuerza bruta, es lo único que podría conseguir de alguien como tú. Tal vez ni eres bueno en la cama, dicen que los hombres con grandes músculos se les empequeñece el pene.

Harry soltó un jadeo y su rostro se enrojeció tanto que Eva creyó que en algún momento la golpearía. Y le era tan emocionante el poder enfrentarse a alguien como Harry Andersson que su mente maquinaba la siguiente ofensa que escupiría. Juraba que era la primera vez que alguien le decía palabras de tal calibre. Él estaba tan asombrado que tenía la boca abierta y parecía que su cerebro hacía corto circuito.
—¿Así que quien es el que tendría una oportunidad si yo aceptara esta noche tener sexo contigo? ¿Tú o yo? De mi parte ni siquiera me podrías asegurar que me darás un orgasmo, así que sería una pérdida de tiempo. —Se levantó del mueble—. Al menos tú tendrás la experiencia de haberte encontrado una mujer que no se rindió a tus pies, ¿estimulante? Tal vez, desde aquí se ve que no puedes gesticular ni una sola palabra.
—¡Tú…! —gritó Harry con fuerza, pero por el alto volumen de la música las personas a su alrededor si a lo mucho lo notaron.
Eva sonreía y no se veía nada afectada por aquel grito, de hecho, acomodó su cabello con una mano y después tomó un sorbo de su coctel, saboreándolo y después limpiando con sus dientes los restos en sus labios de una forma seductora.
—Ay, por favor, no crees un drama en este momento —soltó ella con entera gracia femenina—. No es para tanto, Harry Andersson…
Dio media vuelta y se alejó bailoteando sus pronunciadas curvas.
Algo que había aprendido Eva desde sus primeros días en la universidad fue a no dejarse rebajar por la sociedad en la cual debía circular. Tenía que colocarse en un puesto mucho mayor al de ellos y demostrar tal seguridad que intimidara a los demás, morder como un tiburón y ser diez veces más astuta con las palabras que sus adversarios.
Harry quedó temblando del enojo y odio que generó por Eva, tomó todo su whisky en un largo trago para intentar calmarse. Inspiró hondo y con el pasar de los minutos, la veía de lejos conversando con sus amigas alegremente, le pareció una mujer egocéntrica, odiosa, altanera, que no sabía cuál era su lugar. Al mismo tiempo le pareció sorprendente, extraña, loca y al mismo tiempo coqueta… Era justo todo lo que supuso que era antes de hablar por primera vez con ella. Simplemente quedó fascinado con Eva.
Desde la oficina de su padre había una gran vista de la bahía, se lograban ver los enormes buques de carga atracar en el muelle, también la marina y sus veleros, de hecho, desde ese lugar podía ver su yate. En las tardes la vista se volvía mucho más hermosa, al ponerse el sol, un mar de colores bañaba de la forma más artística posible el cielo.
Y por más que desde aquel edificio tuviera una gran vista privilegiada, para Harry lo interesante se daba en la insípida parada de bus que había frente a la empresa. Desde la oficina se podía observar bastante bien quién subía y bajaba de los buses. Había una joven en particular, con su piel bronceada, cabello negro y delgada figura, siempre esperaba allí por minutos a que llegara su ruta.
En un inicio no le dio importancia, la observaba como una más del montón de personas pobres que esperaban sofocados para después apilarse en los estrechos e incómodos buses azules que hacían ruta por toda la ciudad. Pero un día que se asomó por la ventana la vio llorar en silencio y generó en él una lástima, creyendo que ella seguramente debía tener una vida miserable, sólo con verla lo notaba.
A veces no estaba en las tardes esperando allí, pero un viernes a las cuatro de la tarde notó que sí estaba en la parada. Con el pasar de las semanas entendió que solamente eran los viernes cuando se colocaba a esperar en ese sitio.
Una vez Harry parqueó su auto frente a ella sólo para ver su reacción al observar un auto lujoso, estuvo a punto de bajar el vidrio de la ventana del copiloto y preguntarle si quería subir, proponerle pagarle por unas cuantas horas de sexo, sin embargo, al notar por la ventanilla que ella tenía un semblante sumamente serio, entendió que no era ese tipo de chica. Decidió seguir su camino y dejarla en paz, sintiendo un mal sabor de boca porque no tuvo en ella el rostro de impresión que estaba buscando.
Los meses pasaron, con el tiempo perdió el interés de saber quién era la chica. Y cuando menos lo pensó, vio a la joven en su universidad conversando con Sebastián en la cafetería. Ella reía y se notaba que estaba muy a gusto con el tema del cual hablaban. Nunca imaginó que una chica pobre que debía esperar por muchos minutos su ruta estudiara en su misma universidad.
Así la curiosidad por saber quién era nació dentro de él. Iba a visitar a su padre todos los viernes por las tardes y observaba por la ventana hasta que la veía llegar.
—Esa chica todos los viernes espera allí —dijo su padre un día a su lado—. ¿Por qué vienes a verla?, ¿la conoces?
—Es una becada en la universidad —respondió.
—Las becas de beneficencia de la universidad —comentó el señor Carlo.
—Así es, ¿puedes creerlo?
—Debe ser sumamente inteligente si logró ganar una de esas becas —expresó el hombre.
—Supongo que sí.
—¿Y por qué vienes a verla? ¿Te gusta?
—Claro que no, me gusta ver cómo espera. Tiene una vida sumamente aburrida y miserable.
—¿Por qué?
—Porque es pobre, ¿no es ese un motivo suficiente?
—Las personas pobres no llevan una vida necesariamente triste.
Harry recordó la vez que ella no se sorprendió por su auto y mucho menos porque se había parqueado en ese paradero.
—Se llama Eva —dijo Harry a su padre—. Está en sexto semestre de administración de empresas.
—Vaya, ¿y no te ha tocado dar clases con ella en la facultad?
—No, nunca.
—Es interesante. La has estudiado mucho, ¿no te gustará?
—No, claro que no, como te digo, me genera curiosidad su vida, nada más. Me parece interesante observarla es casi un pasatiempo, una diversión.
—Aunque parece ser una joven seria y decente, no está a nuestro nivel, Harry —aconsejó su padre—. Puedes mantenerlo como ahora, un simple e insignificante pasatiempo.
Su padre se alejó encendiendo el habano que se fumaba diariamente a escondidas de Fernanda, su esposa.
Y ahora que acababa de hablar con Eva en la fiesta entendió que definitivamente era su mejor pasatiempo. Una chica que no tenía absolutamente nada, pero se comportaba como si lo tuviera todo, ¿cuánto tiempo debía esperar para verla romperse y darse cuenta cuál era el verdadero lugar que tenía que ocupar en la vida? Él estaba en un estatus mucho más alto que Eva y podía usarla, tenerla en la palma de su mano, jugar con ella hasta cansarse: era lo que iba a hacer y definitivamente disfrutaría de todo el sagrado tiempo que le iba a invertir a este nuevo juego.