Capítulo 68
1771palabras
2023-01-17 09:30
Elissa veía cómo Carson jugaba con su hija y se preguntó si él hubiese sido un buen padre cuando estaban juntos y planeaban tener un hijo, mas no pudo evitar sonreír, pues notaba lo mucho que él amaba a Lia, incluso más de lo que ella hubiese creído.
Además, la mujer se preguntaba por qué Carson no había ido a su apartamento durante más de tres días. Él siempre aparecía en la puerta con una sonrisa estúpida en el rostro, pero cuando no apareció durante los últimos tres días, comenzó a pensar que se había dado por vencido, o que algo le había sucedido en casa o en la empresa. A pesar de que su hija le preguntaba todos los días por Carson, ella no sabía el motivo de su ausencia y también se negó a llamarlo, ya que no quería darle a entender que ella lo quería ver o que se preocupaba por él.
Mientras esas cosas pasaban por su mente, Elissa no se dio cuenta de que su exesposo también la estaba observando con una sonrisa en el rostro, pero cuando lo hizo, desvió su mirada rápidamente a otro lugar. Sumado a la ausencia del hombre frente a ella, también notaba que Benjamin tenía problemas, y lo más seguro es que tuviesen que ver con Georgina.

“Hola”, susurró de pronto Carson en su oído, haciéndola saltar del susto, y cuando vio la expresión horrorizada de la mujer, se rio entre dientes y agregó: “Lo siento, no fue mi intención asustarte”.
“Sí que querías asustarme”, respondió ella, mirándolo con los ojos entrecerrados.
Él se rio por lo bajo y, mirándola como siempre lo hacía, le preguntó: “Me estabas mirando antes; ¿querías preguntarme algo?”.
La respuesta instantánea de Elissa hubiera sido decir que no, pero no se contuvo y dijo lo contrario: “Lia estaba preguntando por qué no viniste ayer ni anteayer”. Cuando hizo la pregunta, la fraseó de manera tal para que se entendiera que era su hija la interesada en saber y no ella.
Carson suspiró ante esa pregunta, y cuando ella se volvió para mirarlo mejor, pudo notar las marcas del cansancio en su rostro.
“Estuve en la empresa durante dos días seguidos. Parece que hay un problema crítico y estamos tratando de resolverlo, pero… está tardando mucho más de lo esperado”.

“Ya veo”.
Elissa tenía muchas otras cosas que quería preguntarle, pero no lo hizo, pues se preocupaba de no hacerle tantas preguntas para no demostrarle que se preocupaba por él. Por esa razón, ambos se quedaron en silencio, y cuando el ambiente se tornó incómodo, ella se disculpó y se marchó a su cuarto. 
~
Casa de los Raymond:

“No creo que esté embarazada, mamá”, dijo Benjamin, pues, aunque no había hecho ninguna prueba, no creía que Georgina realmente estuviera esperando un hijo.
“Yo tampoco estoy segura de eso, hijo, pero tienes que hacer lo que creas correcto”, le respondió su madre, quien era su mayor apoyo y siempre había estado ahí para él. Diane realmente apreciaba a Georgina, pero si ella estaba diciendo la verdad, entonces debería tomar cartas en el asunto. A fin de cuentas, Georgina estaba perdidamente enamorada de su hijo, pero un amor de ese tipo podría llegar a ser tóxico.
“Gracias mamá. Voy a descubrir la verdad”, aseguró él y tras darle un beso en la mejilla, se fue al trabajo. El hombre todavía no había confrontado a Georgina directamente para saber si estaba mintiendo, pero si resultaba ser que todo era falso, tampoco sabría qué hacer.
Cuando Benjamin llegó a la Raymond Company, le entregó las llaves de su auto al guardia para que se lo estacionara.
Luego, entró al área de trabajo, pero comenzó a escuchar ruidos extraños, considerando que aún era temprano en la mañana, una hora en la que no había mucha actividad. Entonces, notó que Georgina estaba de pie al medio de todos los empleados y estos le estaban aplaudiendo, por lo que Benjamin asumió que les había contado sobre el embarazo, por lo que, apretando la mandíbula, caminó directo hacia ella.
“¿Qué estás haciendo aquí?”, susurró él agresivamente.
“¡Oh, Ben! Llegas en buen momento; justo les estaba contando a todos sobre nuestro futuro bebé y están muy emocionados por conocer al pequeño Benjamin”, dijo ella en tono de broma, ante lo cual los empleados no pudieron evitar reír. Sin embargo, Benjamin no lo hizo, sino que miró a todos los empleados con rostro enojado, silenciándolos en el acto.
“Por favor, vuelvan a su trabajo”, les dijo a todos, por lo que todo el mundo volvió a sus puestos de trabajo resoplando. En ese momento, Elissa pasó junto a la pareja y se les quedó mirando, lo cual hizo a Benjamin sentirse culpable, pues no quería que ella se enterrara del asunto del bebé, aunque no sabía por qué, pero se sentía como un traidor. Por eso, sintió deseos de seguirla y explicarle todo, pero primero, necesitaba arreglar el problema con Georgina, así que se giró hacia ella y le dijo: “Tú, ven conmigo”.
Cuando estuvieron en su oficina, él cerró la puerta y se sacó la chaqueta para colgarla en su silla de cuero. Entonces, preguntó de la nada: “¿Cómo está tu salud? ¿Te has sentido bien?”.
“Sí, estoy bien”, respondió ella alegremente.
“¿Sin náuseas matutinas, vómitos ni nada?”, la interrogó él, lo cual la puso tensa, así que, con una risita nerviosa, decidió cambiar sus respuestas.
“Por supuesto que sí. Esa es la peor parte, ¿sabes? Es bastante desagradable, pero puedo arreglármelas”.
Al escucharla, Benjamin fingió sorpresa y, mirándola, le preguntó: “¿De verdad?”. Ella asintió con una sonrisa y de inmediato desvió la mirada, como si tuviera miedo de que si lo miraba a los ojos por mucho tiempo, él descubriría la verdad. “Gina, estaba pensando en hacer unos exámenes. De hecho, ya hablé con el doctor Marcel esta mañana al respecto”.
“¿Exámenes? ¿Para qué?”, preguntó ella, pero su tono sonó un tanto agresivo, así que reformuló su discurso y dijo: “Quiero decir, ¿qué tipo de exámenes, Ben?”.
Benjamin se encogió de hombros y, con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones, aclaró: “Solo son algunas pruebas de rutina para el embarazo. Mi mamá dijo que deberíamos controlar todo desde temprano para ser cuidadosos”.
De inmediato, Georgina entró en pánico, pues si iban a hacerse esos exámenes, Benjamin sabría que estaba mintiendo y entonces todo terminaría. Él notó la inquietud en su semblante al instante, y esperaba una reacción similar, así que dijo: “¿Estás bien, Gina? De igual manera, iremos a ver al doctor en una hora”.
“Oh…  Pero Ben, ya me hice algunas pruebas y nosotros—”.
“Entonces muéstrame los informes”, la interrumpió en seco.
Sin embargo, Georgina no sabía que responderle y sintió que si seguía mintiendo, su plan se desmoronaría, así que prefirió no seguir discutiendo y dijo: “Está bien, pero déjame llamar a mi mamá y avisarle; voy a estar mucho más cómoda si ella está allí conmigo”.
“¿Por qué molestar a Brittany? Yo voy a estar allí contigo, Gina. ¿Acaso no te sientes cómoda conmigo?”, le preguntó, dando un paso hacia ella. 
Al verlo tan cerca de ella, la chica no pudo evitar sonrojarse y respondió: “No, no es eso. Pero, ya sabes, ella es mi mamá y sería genial si pudiese acompañarnos”.
“No es necesario, Gina. Yo pensé que me amabas más a mí”, dijo Benjamin, haciendo un puchero, y parece que funcionó de maravilla, pues la mujer sintió su corazón derretirse y dejó de insistir con el tema de su madre.
“Claro que te amo más a ti, Ben. Está bien, no la llamaré”, respondió ella, dándole un abrazo, pero de inmediato le volvió la preocupación, ya que no sabía qué hacer con el embarazo falso.
Una hora más tarde…
“¿Estás lista, Gina?”, le preguntó el supuesto padre de su hija. La mujer dormitaba en el sofá de la oficina, pues preocuparse durante toda una hora la dejó un tanto cansada. Durante ese lapso, le envió un mensaje de texto a su mamá, pero aún no recibía respuesta. Finalmente, Gina forzó una sonrisa tensa y se levantó.
Ambos salieron de la oficina y de la empresa en dirección al doctor. Luego, Benjamín le abrió la puerta para que subiera al auto y después se dirigió al asiento del conductor. Una vez que se abrochó el cinturón de seguridad, encendió el motor y condujo hacia la clínica privada del doctor Marcel.
Solo les tomó 20 minutos llegar allí y Georgina ya estaba punto de sufrir un ataque de pánico. Así, con el rostro pálido, bajó del auto y miró el pequeño edificio frente a ella. “Ven”, le dijo Benjamin de pronto, y aunque ella quiso escapar, sabía que no podía hacerlo.
A continuación, empujaron las puertas del edificio y entraron juntos. El doctor Marcel estaba en su pequeña y acogedora oficina privada, y cuando vio a Benjamin, sonrió y, estrechándose las manos como viejos amigos, dijo: “¡Hola, grandullón! ¿Cómo estás?”. Entonces, se giró para mirar a Gina y, sacando a relucir una sonrisa que acentuaba sus hoyuelos y casi le cubría los ojos por completo, la saludó: “Hola, joven señorita. Mi nombre es Marcel Chen”.
“Hola. Soy Georgina”.
“Bueno, pongámonos manos a la obra para no perder ni un segundo”, dijo el médico de buen humor.
Geor gina podía escuchar su corazón latiendo con fuerza dentro de su pecho, y con cada segundo que pasaba, se ponía más y más ansiosa. “Doctor, ¿qué pruebas estamos haciendo?”, preguntó ella de pronto.
“Oh, nada serio. Es solo un chequeo rutinario de salud. Tenga la seguridad de que no tomará mucho tiempo”.
Diez minutos después, ya estaban todas las pruebas listas y el doctor y Benjamin intercambiaron unas miradas de complicidad. “Bueno, esperad aquí mientras yo voy a imprimir los resultados”, dijo Marcel antes de retirarse, y su amigo le siguió detrás.
“¿Y? ¿Tenía razón?”, preguntó Benjamin, desesperado por saber la verdad, y cuando el médico asintió con la cabeza, sintió como si le hubieran quitado un gran peso de encima y gritó enfurecido: “Lo sabía. Jod*r, lo sabía”.
“Te daré los resultados de todos modos”, dijo Marcel, entregándole los documentos, y su amigo le agradeció de todo corazón. En ese instante, Georgina salió de la sala y los vio a los dos, así que Benjamin se despidió del doctor y, agarrando del brazo a la chica, la arrastró fuera de la clínica a toda prisa y la empujó dentro del auto. Georgina comenzó a gritar, exigiendo saber lo que pasó, pero él no dijo nada, sino que solo arrancó el coche y condujo hasta la casa de los Raymond.