Capítulo 49
1063palabras
2023-01-17 09:30
"¡Escúpanlo! ¿Quién les ordenó esto?", exigió Carson. Los dos hombres lo miraron sin poder hacer nada porque estaban atados. Habían podido liberarse, pero el guardaespaldas se encargó de ellos. Tenían sangre pegada al costado de la boca, en la nariz y en los brazos. Los hombres no dijeron nada. Kimberly les había advertido que si hablaban, ella misma acabaría con sus vidas. Además, se lo debían: hacía un par de años que ella les encargaba el trabajo sucio y les había abonado una generosa suma de dinero.
El guardaespaldas abofeteó a Jackal con fuerza, torciéndole el cuello del golpe. Luego hizo lo mismo con el rubio, que se llamaba Mason. Ambos sisearon y gruñeron.
“Si no me lo dicen, les iré rebanando partes del cuerpo y las tiraré al río”, amenazó Carson. Ninguno de los hombres se asustó, pensaban que estaba mintiendo.

"¡No lo haremos!", sisieó Jackal respirando con dificultad. Le brillaba todo el cuerpo por el sudor y la lámpara del techo iluminaba su piel en la oscuridad. Ya era de noche, hacía una hora que Carson había rescatado a Elissa.
No sabía que había sido secuestrada. Cuando la llamó, le respondió directamente el correo de voz. Carson sabía que Elissa siempre recibía las llamadas, así que empezó a preocuparse al ver que esta vez no. La estaba llamando para invitarla a cenar. Dos horas después, ella aún no había respondido, y Carson estaba cada vez más frustrado. La había llamado más de treinta veces, y se molestó ante la mera idea de que Elissa pudiera ignorar su llamada. Le había jurado estar siempre presente cuando él la buscara, pero ahora no respondía.
No podía no hacer nada, así que decidio buscarla y darle una lección. Había puesto un GPS en su teléfono por si necesitaba rastrearla y lo confundió su ubicación. ¿La costa sureste? Era un área aislada y mientras más lo pensaba, más pánico iba sintiendo. Carson se apresuró para llegar a esa ubicación, ya estaba anocheciendo y la zona era poco luminosa. Sentía que algo andaba mal, así que llamó a su guardaespaldas para que lo acompañara.
Carson recorrió el área, gritando el nombre de Elissa, pero nada. Solo había arbustos silvestres, y un depósito al lado del puente. Al dirigirse detrás del almacén, notó un cuarto trasero, parecía una cabaña. Notó el parpadeo de la luz del interior y pensó que Elissa podría estar allí. Tuvo razón. La escuchó gritar y su corazón se aceleró. Rompió la puerta para entrar.
Carson los miró frunciendo el ceño. Estaba colérico hasta la médula, pero necesitaba que confesaran quién era el autor intelectual. No se iría hasta que dijeran el nombre de la persona.
Media hora después.

No iba a rendirse hasta saber el nombre, y se estaba conteniendo para no matarlos. Jackal y Mason tenían la cara hinchada de las bofetadas y puñetazos del guardaespaldas, pero no largaban prenda. Mason no quería morir e intentaba convencer a Jackal de delatar a Kimberly.
"No", volvió a sisear Jackal con sus ojos negros a media asta. "Se lo debemos".
"¡Pero nos matará si no hablamos!"
"No lo hará, está mintiendo”, dijo Jackal  encogiéndose de hombros como si lo supiera. “Si quisiera, ya lo habría hecho”.

“¡Pero lo hará! No está mintiendo. Yo no quiero morir, ¿ok? Voy a decirle el nombre o lo que quiera saber”, le susurró. Jackal sabía que una vez que le dijeran el nombre, los mataría.
“¡Kimberly no va a salvarlos! ¡Debemos salvarnos nosotros mismos!", agregó Mason, inmovilizándolo con una mirada. Tenía razón, pensó Jackal. Kimberly era una p*rra egoísta, vengativa y manipuladora que se preocupaba solo por sí misma. Lo sabían desde hacía mucho tiempo, pero ahora se percataban de eso.
“Les doy cinco minutos, luego les arrancaré la cabeza”, amenazó Carson, y lo decía en serio. No tenía miedo de asesinarlos, esa gente se lo merecía. "Díganme los nombres y no los mataré".
"¿Cómo podemos creerte?", exigió Mason, “No quiero terminar preso”, dijo sin expresión.
Mason y Jackal se miraron, tratando de decidir qué hacer.
Después de reflexionar unos minutos, ambos concluyeron: "Te lo diremos, pero tienes que prometer que no nos matarás", gritó Jackal. Carson sonrió asintiendo: "Tienen mi palabra".
"La autora intelectual es Kimberly Hayes", escupió Jackal, siseando debido al dolor en su rostro. El nombre sacudió a Carson y creyó haber oído mal. Se levantó bruscamente acercándose a ellos.
“¿Kimberly Hayes? ¿La esposa del alcalde?", Carson estaba shockeado.
Ellos asintieron. “Nos dio la orden de secuestrar a esta mujer y matarla". Carson no les creía y, furioso, le dio un fuerte puñetazo.
"¿Qué?", gritó.
"¡No quiero mentiras!", le gritó Carson.
"¡No estoy mintiendo! Es la verdad".
"¿Tienes pruebas?" Pero, si lo pensaba bien, ¿cómo podrían sacar el nombre de Kimberly de la nada? ¿Por qué su nombre y no otro? Pero, ¿por qué Kimberly haría algo así? Estaba en shock sin saber qué creer.
“Mi teléfono… guardé la conversación con ella”, afirmó Jackal. Le indicó a Carson que sacara el teléfono del bolsillo de sus jeans. Por suerte, estaba intacto. Carson comenzó a reproducir los audios.
Apenas escuchó la voz de Kimberly, quedó absolutamente shockeado. Escuchó la grabación completa, se vio obligado a creerles. Era Kimberly, su futura suegra. ¡Qué despreciable!
"¿Nos crees ahora?"
"¿Quién más está con ella?", preguntó Carson, dudando que actuara sola.
“No lo sabemos. Ella nos da las órdenes".
Carson reflexionó todavía shockeado de que Kimberly fuera la autora intelectual. Los dos hombres insistieron, y él respondió con una sonrisa oscura. "No los mataré, pero tampoco prometí dejarlos ir".
Los hombres lo miraron con la boca abierta. Estaba jugando con ellos. "¡No te atrevas a engañarnos!", ladró Jackal.
“Baja el tono. Después de lo que le hiciste a Elissa, ¿en serio crees que te dejaré ir? ¡Imposible!"
Carson tenía pensado mantenerlos hasta averiguar la verdad. Necesitaba estar seguro de que había sido Kimberly. ¿Y si Amanda estaba enterada de esto? Luego de hablar con su guardaespaldas, salió del lugar para dirigirse a su auto.
Con la palma apoyada en el volante, se debatía entre llamar a Elissa o no. Ella no estaba en condiciones de hablar, y seguramente tampoco podría hablar con él. Carson suspiró profundamente, sintiendo la verdad como una piedra pesada. ¿Por qué Kimberly intentó matar a Elissa? La pregunta lo carcomía, necesitaba encontrar las respuestas pronto o de lo contrario las cosas se saldrían de control.