Capítulo 43
1360palabras
2023-01-17 00:01
Elissa ya había cumplido una semana sin trabajo. Ocupaba su tiempo creando diseños y buscando empleo. Como ahora ella pasaba muchas horas en casa, compartía más con Lia. Pero, últimamente Lia había estado enferma. Le había dado un poco de fiebre y se cansaba con facilidad. 
Elissa se encontraba creando diseños en su cuaderno de bosquejos cuando oyó el fuerte chillido de Jonathan. La desesperación en su voz produjo que Elissa se exaltara. Rápidamente se levantó del sillón de la sala y se dirigió a su dormitorio que era de donde había salido el grito. Cuando llegó consiguió a Jonathan aterrado mientras cargaba a Lia, la expresión de su cara era de angustia. "Hermano, ¿qué sucede?", interrogó Elissa, acercándose a él para mirar cómo se encontraba Lia. Entonces, revisó su temperatura y se asombró al enterarse que esta estaba más alta que la última vez. Además, la niña no podía abrir los ojos. Su corazón se aceleró e inmediatamente fue a contactar una ambulancia. 
"No podemos perder más tiempo, Eli. Tendremos que llevarla nosotros al centro médico", expresó Jonathan caminado hacia la puerta principal. Elissa aceptó sus palabras ya que no podía pensar claramente. Estaba muy  angustiada por su hija. Se marcharon rápidamente de la casa; Jonathan cargaba a Lia mientras Elissa contactaba un taxi. El vehículo llegó en cinco minutos y ellos inmediatamente se subieron. "Por favor, diríjase al Saint Hospital", indicó. Entonces, el chofer activó el mapa, encendió el carro y los transportó a la clínica. 

...
En Saint Hospital...
Elissa y Jonathan estaban sentados fuera del dormitorio donde habían ubicado a Lia. Ella no podía dejar de mover la rodilla mientras aguardaba que saliera el doctor. Habían pasado treinta minutos desde que el médico había entrado. 
Un instante después, salió el profesional médico por lo que Elissa se puso de pie de inmediato. "Doctor, ¿cómo siguió mi hija? ¿Ella está bien?". 
El Dr. Travis Ryns arreglo sus gafas y usando un tono de voz formal les solicitó que lo acompañaran a su consultorio. Entonces, ellos lo siguieron, y al llegar al sitio, ingresaron. 
Era un espacio de buen tamaño con un escritorio y varios asientos. También había un estante y varios objetos anatómicos. Ellos se sentaron frente al médico, deseando con exasperación saber qué le pasaba a Lia. 

"Bueno, señorita Williams", comenzó a hablar el doctor, "su hija padece el síndrome de deficiencia ADA. Este se produce debido a la carencia de enzimas AD. Además, es una enfermedad hereditaria". 
Eliisa estaba atónita y sin pensarlo colocó su mano sobre su boca, que estaba abierta. "¡Santo cielo! Doctor, ¿qué se hace en estos casos?". 
"Existe una manera de curar este padecimiento, pero tendrá un alto precio". 
"¿Cuánto cuesta?", interrogó Jonathan. 

"Tiene un valor de 240,000 dólares". 
Al oír el monto, Elissa se sofocó con una expresión de asombro en su cara y Jonathan estaba perplejo mientras veía al especialista. "Doctor... ¿no existe otra opción?". 
El doctor exhaló y comprendió cuál era la situación de ellos. Con una expresión en su cara de cordialidad, dijo: "No hay otra manera, Sr. Williams. Entiendo su posición, pero para curar esta extraña enfermedad, ese es el único método". 
"¡Santo cielo!", dijo Elissa levemente con desilusión. 
Entonces, el especialista agregó: "La intervención quirúrgica debe hacerse lo antes posible, el tiempo límite son siete días. Cualquier demora podría significar... Lo mejor es que consigan la manera de realizarla".
Llamando a la puerta, la enfermera le comunicó al doctor que debía ir a revisar otros enfermos, por lo que él les dijo que se retiraría del consultorio, dejándolos solos. Cuando el médico ya no estaba, ella explotó en llanto. Su cuerpo estaba agitado mientras las lágrimas caían por sus mejillas porque sabía que no tenían tanto dinero. Inclusive, luego de juntar todos sus ahorros no lograban costear el tratamiento. Estaba llena de impotencia porque cada vez tenía menos opciones. 
Jonathan colocó su brazo encima de sus hombros e intentó consolarla. "Eli, cálmate. Si te deprimes, ¿cómo se curará Lia? Debemos conseguir una forma de ayudarla". Elissa observó la cara de su hermano con los ojos repletos de lágrimas. Su hermano le lanzó una mirada comprensiva, diciéndole que mantuviera el mentón en alto. 
"Hermano, ¿cómo lo haremos? Incluso si juntamos todos nuestros ahorros, no lograremos pagar la operación y las medicinas". 
"Aún nos quedan siete días, Eli. Me pondré a trabajar", expresó Jonathan, pero Elissa no aceptó su idea. 
"No, no lo harás. Hermano, debes cuidar tu salud. No puedes realizar ningún esfuerzo físico". 
En la cara de Jonathan apareció una expresión de tristeza y se encogió de hombros. Siempre que recordaba cómo se encontraba su cuerpo, se enfadaba porque sentía que era un peso para su hermana menor. Estaba en proceso de recuperación pero creyó que permanecería así para siempre y eso le preocupaba. 
"Conseguiré una forma de resolver", expresó Elissa decidida. Se limpió las lágrimas y puso su cuerpo rígido. "No permitiré que nada malo le suceda a Lia". 
En la siguiente hora, Jonathan se había marchado a llenar unos formularios a la clínica y Elissa se quedó con Lia. La niña estaba dormida y ella sujetaba sus manitos, observándola con ternura. Su hija lucía muy tranquila cuando estaba dormida. Pero, a pesar de que había intentado dejar a un lado el asunto del pago de la cirugía, no logró hacerlo, por lo que su sonrisa se esfumó. Le dio un delicado beso en sus nudillos, arrugando la frente al mirar las jeringas que estaban dentro de su suave carne. "Pronto te curarás, querida. Te lo juro", susurró, acercando la mano de Lia a su mejilla y acariciándola. 
Elissa pensó en pedir un préstamo al banco, pero ella ya había solicitado uno, así que no le darían otro mientras no terminara de pagar ese. Entonces, se lo ocurrió pedirle ayuda a alguien, así que el nombre de Benjamin fue el primero que vino a su mente. Pero rápidamente se mordió el labio y descartó la idea. Elissa no era capaz de hablar con él. Ella había sido acusada de ladrona, por lo que no había manera de que él la apoyara. Además, pensaba que jamás lo volvería a ver. 
Entonces, Elissa exhaló, y cerró los ojos por un instante. La segunda persona que se le ocurrió fue Carson, pero ella no quería hablar con él. Existían muchos motivos por los cuales ella no debería pedirle su colaboración, pero su corazón se emocionó al sentir un poco de esperanza sabiendo que él era el que podía socorrerla. Si ella le contaba que Lia era su hija, ¿él iría a ayudarla? ¿La admitiría a ella y a su hija? Era casi imposible que los acontecimientos que respondían esas preguntas pasaran. La mente de Elissa estaba agobiada por lo que no lograba pensar claramente. Entonces, se puso de pie y se acercó a la ventana. Luego, revisó sus ideas. ¿Estará bien que le pida a Carson que me ayude? Estaba segura que perdería su dignidad en el desenlace de los hechos, pero eso no era importante si ese sacrificio eliminaba la enfermedad de Lia.
Tomando su teléfono móvil, lo revisó para conseguir su número. Lo observó por un instante, dudando si era lo correcto contactarlo. Ella sabía que hacer eso no estaba bien, pero sus dedos no hicieron caso a sus pensamientos. 
Finalmente presionó el icono de llamada y tomando aire, aguardó que él respondiera. Cuando timbró por tercera vez, Carson atendió. "Hola, Elissa", se escuchó su voz ronca por lo que su corazón empezó a latir muy rápido. Ella estaba muy nerviosa, pero no podía arrepentirse. Aclarando su garganta, expresó: "¡Ey! El motivo de mi llamada es...", ella no podía evitar tartamudear, se le hacía muy difícil explicarse. 
"Cuéntame, ¿qué pasó?". 
"Necesito conversar contigo sobre algo. Es de suma importancia". 
Él no dijo nada, por lo que Elissa se preguntó si había dicho algo indebido. Luego de una pequeña pausa, Carson contestó: "De acuerdo. Te enviaré la ubicación donde nos veremos". 
"Muchas gracias. Nos vemos en ese lugar en dos horas". 
Al decir eso, finalizó la llamada y suspiró profundamente. Ella hablaría con él. Haría lo que estuviera en sus manos para salvar a su hija.