Capítulo 31
1687palabras
2023-01-13 14:43
Cuando Gabriel Havels llegó al orfanato, estaba nervioso porque cualquiera que fuese la verdad, cambiaría su vida para siempre. Allí vio como los niños jugaban alegremente en el patio de recreo y su corazón se llenó de ternura. Luego, caminó hasta la oficina administrativa y llamó a la puerta de color gris antes de entrar. La hermana que estaba a cargo del lugar estaba ordenando el estante de los libros cuando escuchó el golpeteo, así que lo hizo pasar y le pidió cortésmente que se sentara en el sofá. El alcalde notó de inmediato que la mujer estaba actuando un poco rara y nerviosa. “Hola, señor alcalde”, lo saludó la hermana con una sonrisa, a la vez que ponía una taza de té en la mesa. Después de hablar casualmente por un rato, el hombre no perdió más tiempo y fue directo al grano.
La mujer por alguna razón parecía actuar de forma sospechosa, pues no lo miraba a los ojos y solo concentraba su mirada en el estante de los libros, hasta que de pronto dijo: “Lo siento, señor alcalde. Ha habido un malentendido, ya que cuando me preguntó por la menor en cuestión, revisé el expediente de otra persona por error. En verdad no tenemos ningún registro de la niña que solicitó”.
"¿Qué? ¿Que no hay registro? ¡Pero debería haber algo sobre ella!", respondió él, frunciendo el ceño
"Lo siento, señor, pero no tenemos nada".
Una vez más, Gabriel estaba de vuelta donde había comenzado, así que se despidió y se retiró de ahí bastante molesto. Pensó que al fin podría encontrar la causa de la muerte de su hija, pero no consiguió nada, así que, con un semblante de disgusto, salió por las puertas del orfanato y se dirigió a su auto. Como quería estar solo un rato, decidió no volver a la residencia y le pidió a su chofer que se retirara. “Voy a dar un paseo por aquí. Te llamaré cuando necesite tu presencia”, le dijo al conductor, y luego emprendió la marcha a paso lento y con el disgusto dibujado en el rostro.
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Cuarenta y cinco minutos atrás:
Kimberly alcanzó a escuchar todo lo que Gabriel dijo y entró en pánico de inmediato, porque si él se enteraba de la verdad, había una enorme posibilidad de que la echara de la casa. Como esta idea la aterrorizaba, decidió hacer algo para evitarlo. Por eso, antes de que él saliera, ella tenía que encargarse de todo o su vida se arruinaría en un abrir y cerrar de ojos. Entonces, la mujer fue a la habitación de su hija y le pidió que mantuviera a Gabriel ocupado por un rato. Amanda le preguntó por qué quería que hiciera eso, pero Kimberly no tenía tiempo para explicarle razones, así que solo dijo: “Te lo diré una vez que lo hagas. Ahora solo ve y mantenlo ocupado por un rato". La niña asintió desconcertada e hizo lo que su madre le pedía. La primera parte del plan ya estaba en marcha y ahora solo quedaba encargarse de lo más importante, por lo que Kimberly se dirigió de inmediato al orfanato al que Gabriel había llamado y comenzó a buscar a la mujer con la que él había hablado, y como era una mujer astuta, adivinó de lleno de quien se trataba, así que se acercó a la hermana y le pidió que le entregara los expedientes.
"¿Es usted la persona que llamó?", preguntó la hermana con escepticismo, y aunque tenía el archivo en la mano, cuando Kimberly trató de quitárselo, ella se negó.
“Mira, puedo darte todo el dinero que quieras, pero lo único que tienes que hacer es darme el m*ldito archivo”, le aseguró Kimberly, impaciente.
La mujer frunció el ceño y se mostró renuente en un comienzo, sin querer darle el archivo, pero cuando Kimberly le mostró el dinero, la tentación sobrepasó a su honestidad. “Puedo darte un millón de dólares, y si me das ese archivo, será todo tuyo", le dijo la mujer para intentar convencerla.
"Está bien", dijo la hermana, entregándole el expediente, y cuando Kimberly por fin lo tuvo entre sus manos sintió un enorme alivio y le advirtió: “Escucha, el alcalde vendrá aquí pronto y te va a pedir este documento, pero tú tienes que decirle que no tienes ningún archivo sobre esa chica muerta. ¿Comprendes? Si te atreves a pasarte de lista, no te dejaré escapar”.
La hermana asintió, intimidada por la mirada de la mujer. El trabajo de Kimberly ya estaba hecho en ese lugar, así que regresó a la mansión con el expediente y allí lo partió en mil pedazos y luego lo quemó. Realmente no quería que Gabriel descubriera jamás la verdad... que su hija que creía muerta en verdad estaba viva y en esta misma ciudad. Si el descubría la realidad sobre la hija que había abandonado, ella lo perdería todo, pero si destruía todas las pruebas sobre lo que realmente había pasado con la niña, entonces no tendría de qué preocuparse.
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Gabriel estaba caminando por las calles de A city después de mucho tiempo, y recordó que él y Rune solían caminar de la mano cuando estaban recién casados. En esa época él todavía no era el alcalde y la vida era mucho más simple, lo cual lo hacía feliz. Mientras recordaba a su antigua esposa, una sonrisa sardónica se dibujó en sus labios, pero de pronto creyó ver a Elissa frente a él a la distancia. En efecto se trataba de ella, la cual se dirigía a casa después de hacer las compras. El alcalde no podía evitar sentir una extraña familiaridad con ella cada vez que la veía, por lo que decidió acercarse a hablarle para disculparse por la última vez que la asustó. Sin embargo, cuando la chica vio que él se le acercaba, se puso a la defensiva.
“Hola, Elissa”, saludó él con una sonrisa.
“Mire, señor alcalde, no quiero hablar con usted, así que no me moleste”, respondió secamente la mujer, pues todavía se le ponía la piel de gallina cada vez que pensaba en aquella cena.
El rostro del alcalde cayó al suelo y, entre suspiros, le dijo: “Elissa, estoy aquí para disculparme. Realmente lamento lo que sucedió la última vez, pero confía en mí cuando te digo que no tengo malas intenciones contigo".
Los labios de la muchacha permanecían firmemente cerrados, pues no le creía nada, sino que pensaba que él todavía la quería convertir en su am*nte, y eso la enfadaba muchísimo. No obstarte, el alcalde le aclaró: “Es solo que te pareces mucho a mi esposa y por eso sentí tanta familiaridad contigo. Eso es todo, te lo juro; solo quería hablar contigo".
"¿Se refiere a su exesposa que murió?", preguntó ella a modo de confirmación, pues no creía parecerse en nada a Kimberly, pero cuando el alcalde asintió seriamente, Elissa pudo ver que él realmente la extrañaba. Por eso, ahora estaba considerando si confiar en él o no, pues aunque no parecía una mala persona, no podía olvidarse de aquella cena. Finalmente, decidió ceder y perdonarlo, con lo que le preguntó: “¿Le gustaría tomar una taza de café conmigo?”.
El alcalde se sorprendió ante tal invitación, por lo que sus ojos se iluminaron y una amplia sonrisa apareció en su rostro. Entonces, asintiendo con la cabeza, respondió: "Eso me encantaría".
Elissa sonrió levemente y caminó con él hasta el café más cercano. Ahora que hablaría con él sabría si hizo mal en juzgarlo la primera vez que lo vio, y realmente esperaba estar equivocada.
Al llegar al café, ambos se sentaron cerca de la ventana y ordenaron sus bebidas. "Señor alcalde, su forma de acercarse a mí no fue la correcta y eso me hizo pensar que quería aprovecharse de mí”, expresó la joven mirándolo a los ojos, pero algo en ellos le hizo doler el corazón, pero ¿por qué?. Desconcertada ante esto, agregó: “Espero que entienda que no me siento muy cómoda a su lado”.
El alcalde asintió y dijo: "Entiendo completamente. Yo me precipité al invitarte a cenar sin pensármelo bien. Es solo que cuando te vi por primera vez, me sorprendió que te parecieras tanto a mi esposa y quise conocerte mejor”.
“Su exesposa… ¿cómo murió? Espero no estar cruzando ninguna línea”, preguntó Elissa con genuina curiosidad después de escucharlo mencionar tanto a dicha mujer.
Contrario a las expectaciones de la joven, el alcalde decidió contarle y dijo: "Ella murió en un accidente automovilístico".
“Lamento su pérdida, señor alcalde”, dijo empáticamente ella, pues verlo tan profundamente triste al recordar el evento la hizo sentir mal.
"No te preocupes", respondió él, y justo en ese momento el mesero llegó con sus pedidos y colocó las tazas de café sobre la mesa, lo cual hizo que el alcalde recordara algo y agregara: "¿Sabes? El café favorito de Rune era el Capuchino". Elissa sonrió y tomó un sorbo de su brebaje, sin imaginarse que alguna vez compartiría una taza de café con él y que encima disfrutaría de su compañía. Sin embargo, notaba que el alcalde aún tenía cicatrices por la muerte de su esposa, y el hecho de que ella misma se pareciera tanto a esa mujer la intranquilizaba un poco, pero decidió no comentar nada.
“Fue un placer conocerlo, pero ya debo irme. Que tenga un buen día, alcalde”, se despidió Elissa antes de retirarse del café y dirigirse a su apartamento. Entonces, no pudo evitar pensar en Amanda y su madre, pues, basada en la investigación que había hecho sobre ella hace varias semanas, sumado a la conversación que acababa de tener con el alcalde, creyó firmemente que Amanda había nacido como resultado de una aventura de una noche entre él y su segunda esposa. Su primera esposa había muerto y hace apenas tres días anunció su matrimonio con la madre de Amanda, por lo que era evidente que habían tenido una aventura de una noche. Sin embargo, Elissa sacudió la cabeza y se aconsejó a sí misma no pensar demasiado en eso, pues no tenía nada que ver con ellos ni con la esposa muerta del alcalde.