Capítulo 24
1324palabras
2023-01-12 15:47
Amanda estaba feliz: iría a la casa de Carson a contarle los planes de la cena que había dispuesto para esta noche. A pesar de tantas miradas indiferentes de su parte, estaba decidida a que Carson alguna vez la mire con amor.
Llegó a la residencia Waverly y estacionó su auto en el lugar habitual. Entró a la casa con una sonrisa en su hermoso rostro, y notó que Hera miraba unas flores en el jarrón. "Buenos días, mamá", dijo con un tono alegre llamando la atención de Hera que la saludó con una sonrisa.
“Amanda, ¡qué gusto verte! Ojalá pudieras quedarte para siempre”, expresó Hera. Amanda se sonrojó sin contener su felicidad.

“Subiré a ver a Carson”, dijo Amanda, aún sonrojada. Hera se dirigió a la sala a buscar el periódico.
Amanda llegó tarareando y tocó a la puerta dos veces. La empujó para entrar cuando él le dijo que pasara. “Buenos días, Carson”, dijo con voz muy melosa.
Carson mantuvo la vista en la computadora. "Buenos días", dijo con indiferencia.
Amanda mantuvo la sonrisa diciéndose que él siempre había sido así, que eso no debería enojarla. “Carson, quiero contarte algo”, dijo sentándose a su lado. “Estaba pensando que esta noche podemos ir a cenar. No te preocupes por la reserva, ya la hice”.
Esperó su opinión, pero él no dijo nada. “¿Me escuchas, Carson?", preguntó cambiando de tono.
Él se volvió y le dirigió una mirada apática. "Lo siento, no te escuché". Ella se puso de pie ofendida, estaba perdiendo la paciencia. ¿Por qué era tan grosero e indiferente? Su cuerpo tembló de ira.

"¿Qué diablos te pasa, Carson?", espetó ella, contrariada, apagándole la computadora portátil. Lo único que le importaba era el trabajo.
Carson frunció el ceño molesto por su dramatismo. "¿Cuál es tu problema?"
"¿Mi problema?", se burló, “¡Tú eres el problema! ¡M*ldición! Vine a contarte los planes que hice para cenar esta noche, pero estás ocupado con tu trabajo. ¿Por qué nunca puedes tratarme bien?", le gritó mirándolo a los ojos con una mezcla de ira y dolor.
Carson suspiró y se pellizcó el puente de la nariz; se notaba en su expresión que sus sentimientos no le interesaban, y eso la enojaba aún más.

"¡Siempre es igual! Siempre tan frío e indiferente... espero que seas más amable conmigo, ¡pero eso nunca sucede! ¡Soy tu prometida, Carson!"
"Bueno, cálmate. Podemos hablarlo de otra manera. Siéntate", le dijo con tono firme. Amanda resopló, ya no quería hablar amablemente ni esperar. “Me distraje, lo lamento. ¿Así que has hecho un plan para esta noche?"
Ella asintió, aún dolida y enojada. Esperaba que accediera ahora que se sentía culpable, y un rayo de esperanza brilló en su corazón.
“Es muy atento de tu parte, Amanda. Como ya has hecho la reserva, iremos”, articuló Carson.
La ira se esfumó y sus ojos brillaban de alegría. "¿Estás de acuerdo? ¿Seguro?"
"Sí, iremos a las ocho".
"¡Gracias!", dijo abrazándolo con fuerza, estaba muy feliz. Pensó que las cosas iban tan bien que quizás Carson empezaría a gustar de ella.
Carson se movió incómodo para apartarse. "Tengo que trabajar. Te veré esta noche".
"¡Bueno!", dijo Amanda sonriendo y salió eufórica de su habitación.
~
Amanda volvió a comprobar en el espejo que se veía atractiva. Lucía un vestido color rojo vino que resaltaba sus curvas con un escote pronunciado que mostraba discretamente la piel del pecho. Lo combinó con argollas doradas en sus orejas y un colgante, además del maquillaje esfumado. Dejó suelto su cabello, con algunas ondas que llegaban a sus hombros, y se puso unos tacos rojos que la hacían parecer más alta.
Miró la hora, eran las ocho menos cinco. Carson le había dicho que pasaría a buscarla a las ocho, así que salió corriendo de su habitación y bajó las escaleras con su bolso en la mano. Kimberly estaba sentada leyendo una revista cuando escuchó el sonido de los tacos.
"¡Te ves bellísima, hija!”, la halagó.
"Gracias, mamá. Voy a salir, él llegará en cualquier momento".
Amanda salió a esperar afuera y, tal como había prometido, Carson llegó justo a tiempo. Ella esperaba ingenuamente que él viniera a saludarla con una sonrisa, pero era Carson, nunca lo hizo. Abrió la puerta del auto manteniendo su amplia sonrisa y subió.
“Qué bien te ves, Carson”, dijo Amanda. Siempre lucía guapo. Llevaba un blazer gris con una camisa negra, y su cabello estaba prolijamente peinado.
Se sonrojó anticipándose al cumplido de Carson, pero él solo preguntó si estaban listos para irse. Su corazón se hundió, pero no dijo nada.
En treinta minutos estuvieron en el restaurante. “Entra, te alcanzaré después de estacionar el auto”, le dijo, y Amanda salió caminando lentamente.
Su teléfono comenzó a sonar y, tras una pausa, lo buscó en su bolso. Se puso alerta al ver el número y miró a su alrededor para corroborar si Carson venía o no. Aún estaba en el estacionamiento.
"¿Qué?", espetó Amanda. "¿Para qué llamas?"
“¿A qué hora deberíamos estar? No nos confirmó el horario, señorita".
Amanda calculó el tiempo que les llevaría cenar. “Ya estoy aquí, puedes venir en quince minutos. Asegúrate de tomar fotos perfectas”.
"Está bien, allí estaremos".
Colgó y casi gritó cuando Carson la llamó desde atrás. "¿Estás bien?", le preguntó.
“Sí, estoy bien. Entremos”, sonrió estirándose para enlazar su brazo. A Carson no le gustó, y su mandíbula se tensó. Tampoco le gustaba venir aquí, pero se controló y no hizo nada que pudiera hacerla llorar de nuevo, quería evitar el drama.
Amanda lo guió al lugar reservado al lado de la ventana. El restaurante era uno de los más populares de la ciudad, siempre estaba lleno y era difícil conseguir reservas. Sin embargo, como era la hija del alcalde, fue una tarea sencilla.
Carson se sentó frente a ella y miró por la ventana, con una expresión indescifrable. "¡Camarero!", llamó Amanda agitando la  mano. En un segundo, un camarero se acercó a su mesa con una sonrisa cortés y les ofreció el menú.
"Carson, ¿qué pedirás?", preguntó con entusiasmo. "Pediré lo mismo que tú".
Carson nunca se sintió a gusto en su compañía; estaba con ella por las demandas de su madre y ahora estaba aquí por su escándalo. "Pediré el pollo negro Ayam Cemani con salsa marrón".
“Lo mismo para mí. ¡Y trae uno de los mejores vinos!”
El camarero asintió y se retiró. Carson sacó el teléfono del bolsillo del pecho y comprobó algo. Amanda intentó echar un vistazo, pero él la miró con una expresión de fastidio que la hizo estremecer.
Se rio nerviosa y preguntó: "¿Trabajo?"
"Sí", respondió con acritud.
Amanda estaba aburrida de permanecer en silencio, quería pasarla bien junto a él. Miraba azarosamente el lugar cuando sus ojos se clavaron fuera de la ventana, cerca de los arbustos. Sus pupilas se dilataron del pánico ante la posibilidad de que Carson viera a esos fotógrafos con los que había arreglado para hacer algunas fotos de ellos.
Les hizo señas para que no se dejaran ver, y ellos se acomodaron detrás de los arbustos.
El camarero volvió con sus órdenes. “Que lo disfruten”, dijo.
Después de cenar, Carson quiso irse enseguida. Amanda simuló cercanía cuando salieron del restaurante y les hizo una señal a los reporteros para que comenzaran su trabajo.
"¡Ay!" Ella fingió tropezar y caer, pero Carson la sostuvo. Primera imagen. Ella se inclinó más hacia él, pero Carson le pidió que se mantuviera en su lugar, estaba disgustado. Amanda rechinó los dientes con ira, pero se alegró de haber cumplido su plan.
"Vamos", dijo él antes de ir a buscar el auto. Mientras Amanda lo esperaba, recibió otra llamada del reportero diciendo que el trabajo estaba hecho.
"¿Has tomado algunas fotos?"
“Sí, señorita. Son muy buenas. Asegúrese de enviar la suma convenida”.
“¡Si no llegan a ser como quiero, no obtendrás nada!”
"No se preocupe. Estará muy complacida”.
Amanda vio venir el auto de Carson y terminó la llamada con apuro.