Capítulo 16
1401palabras
2023-01-12 15:10
Kimberly y Amanda recibieron la noticia de que a Elissa finalmente la echaron del piso, y que Benjamin se la llevó a su mansión. Ambas Havells tenían ahora en mente contarle esto a Carson para malmeter aun más contra su ex-mujer.
Amanda fue a la casa de los Waverly, con una sonrisa radiante que, en su caso, indicaba que no se traía nada bueno entre manos. "¡Buenos días, suegra!", saludó con tono alegre a Hera, la cual estaba tomándose su té de manzanilla en silencio. Al verla, sonrió y le devolvió el saludo. Ella sonrió y le devolvió el saludo. Cada vez que llamaba a Hera así, 'suegra', se sentía mal por que aún no lo pudiese hacer toda la propiedad que podría.
"¿Dónde está Carson?", preguntó Amanda desenfadadamente. Hera le dijo que estaba en su habitación, así que subió las escaleras para verle, haciendo una traca de ruido a cada paso que daba debido a su tacones negros chocando contra el mármol. Pero Amanda no se daba cuenta de nada, tan solo se centraba en el entusiasmo que le causaba estar a punto de darle a Carson una noticia negativa sobre Elissa y Benjamin.

Pese a que la puerta estaba entreabierta, Amanda tocó antes de entrar. Ya había aprendido dado que en el pasado se le ocurrió entrar sin avisar y se encontró con Carson medio desnudo, tan solo cubierto con una toalla a la altura de la cintura. El hombre le montó tal pollo, que desde entonces siempre ha tocado paciente y prudente en la puerta antes de visitarle en su habitación.
"Adelante."
Amanda cruzó la puerta. Carson la miró de reojo una solo vez y enseguida volvió a ponerse a trabajar en su portátil, con las cejas tensadas y los dedos moviéndose eficientemente por el teclado. Amanda se aproximó hacia donde estaba él junto al borde de la cama, para observarle mientras trabajaba. Al contrario que ella, Waverly no estaba interesa en estar próximos físicamente, por lo que se sintió incómodo y crecientemente irritado. Además, se la mujer parecía haberse echado el bote entero de perfume, y al hombre le empezó a doler la cabeza al instante, medio mareado.
“Eh… Carson…”, empezó a hablar la chica, con suma cautela.
"¿Qué?"
“¿Te acuerdas de Benjamin, el jefe de Elissa?” Havells se hizo la inocente mientras se inclinaba más y más cerca de él. Ante la mención de la otra, los dedos de Carson se detuvieron, concentrado en lo que Amanda tuviese que decir. Esta sonrió al tener sus ojos posados en ella, y continuó: "He oído que ahora viven los dos juntos en la misma casa."

Carson le lanzó una mirada tal, que no pudo evitar sentirse intimidada. Enderezó la espalda y agregó: “Creía que deberías saberlo, porque parece ser que Elissa al fin se ha decidido a entregarse a Benjamin en cuerpo y alma." Eligió esas palabras porque sabía que le iban a afectar bastante, y eso era lo que quería: enfadarle. 
La imagen de Benjamin llevándose a Elissa en brazos pasó ante él como una pesadilla, y sus dedos se cerraron en un puño. '¿En serio están viviendo juntos...?', reflexionó para sí mismo, al tiempo que se le oscurecía la expresión.
“Parecían bastante cercanos, y a Elissa se la veía feliz.”, le jaleó Amanda, como si sus palabras fueran leña y la hoguera fuese el oído del otro. Carson se llenó de rabia solo de pensar en que aquellos dos estuviesen juntos, y su cerebro hizo hincapié en lo ruin que era Elissa. Recordemos que, en su cabeza, su ex-mujer había tenido un hijo con otro hombre, y ahora encima se atrevía a meterse en un amorío con Raymond. Colérico de la noche a la mañana, Waverly cerró la tapa del portátil sin siquiera guardar el progreso de su trabajo y se levantó como una exhalación.
"¿A dónde vas, Carson?", inquirió Amanda tratando de ocultar su expresión triunfal. El otro la ignoró, como era de esperar, y salió de la habitación con las llaves del coche en la mano.

'Toc-toc, Elissa...', se burló Amanda en sus pensamientos. '¡Voy a hacerte la vida imposible hasta que quede nada de ti!'
Carson conducía a toda velocidad, violando descaradamente toda regla existente de circulación o limitación a la velocidad. Le daba igual, en su mente solo veía a Elissa y Benjamin, y era a casa de este último adonde iba flechado.
Aparcó el vehículo en el exterior de la mansión, y entró en la zona privada como un toro bravo en el albero de la palestra, listo para amurcar al que se le pusiera por delante. Llegó gazapeando al final hasta la puerta frontal, y esperó con impaciencia tras pulsar el timbre, cargando la embestida.
La puerta se abrió, y apareció ante él el rostro de Elissa con una sonrisa. El gesto afable de la muchacha se transofrmó en un mohín de hastío cuando reconoció a su ex-marido, mientras que este último se embraveció aun más si cabía al corroborar los rumores de su prometida.
Elissa se cruzó los brazos y le preguntó que qué pintaba allí. “Benjamin no está aquí, así que si tienes algo que decirle, te aconsejo que vayas a la empresa suya mejor.”, anunció, tratando de capear el temporal y salir de aquel mal lance.
El hombre, más salvaje que decente, rechinó los dientes con rabia, sin ánimo alguno de rajarse. Le enfurecía que encima llamase a Raymond por su nombre pila. Elissa se inmutó momentáneamente, al ver que el animal daba un paso hacia ella. "No tienes vergüenza alguna, Elissa...”, se burló Waverly con asco.
Alzando la barbilla con talante y oficio, Elissa le rebatió llena de orgullo: “¿De qué te sirves ahora para hablarme así? ¡Poca vergüenza es la del que visita una casa y ofende al que le atiende!"
“¡Eres una golfa!", le bufó el otro. "Te vas a quedar aquí a vivir con él, ¿verdad?"
'¿Y a ti qué más te da?', se planteó ella mentalmente, con la sangre hirviéndole ante la acusación. "¡No es asunto tuyo! ¡Puedo estar con quien me dé la real gana!”, bramó la mujer, bien plantada y sin ceder un paso.
Mientras, el otro bufaba con celo y frustración, incapaz de pillarla con sus embestidas verbales. "Solo te le has acercado por el dinero, ¿a que sí?"
A Elissa le tembló el pulso entonces, colérica.  ¿Cómo se atrevía? Sobre todo teniendo en cuenta que nadie le había dado en aquel entierro, sobre todo desde que su matrimonio acabó por su propia decisión.
La mujer lo miró a los ojos, desafiante, mientras lo instaba a retroceder con firmeza. “¿Por qué siempre tienes que venir a molestarme, Carson? No entiendo cómo no te cabe en la cabeza que ya no tenemos nada que ver el uno con el otro."
Él hombre se quedó entonces sin respuesta, quieto en el sitio. Por un momento se miraron a los ojos, recordando sus viejos recuerdos y buenos momentos, pero luego Elissa recordó la traición y rompió el contacto visual con altivez.
"Te lo advierto: esta es la última vez que voy a permitirte esa actitud de acoso tuya. Si vuelves a invadir la privacidad de mi vida, no me andaré con chiquitas.", le advirtió ella, y estaba a punto de salir por la puerta grande cuando Carson la detuvo, justo a tiempo para evitar que la cerrara.
“Has cambiado tanto...”, dijo él, pero su tono burlesco era el propio de un toro frustrado, un animal que no había encontrado blanco al que atravesar con los cuernos. "Creía que solo me amarías a mí... O al menos, eso es lo que me prometiste, ¿no?" Su voz se volvió más grave conforme se inclinaba sobre ella.
Elissa tragó saliva, y pese a que sintió una ola de emociones revolverse en su interior, fue capaz de serenarse y plantarle cara una última vez para rematarlo: “Sí, he cambiado mucho: para mejor." Dicho esto, se giró con gracilidad y cerró la puerta rotundamente. Sin embargo, cuando nadie la podía ver, se tapó la boca con la palma de la mano mientras se apoyaba contra la puerta que acababa de cerrar, derrumbada. Ella cumplió su promesa, fue él quien la rompió. Carson prometió quererla y amarla solo a ella hasta el fin de los días..., pero la traicionó vilmente. Qué burla, qué chiste, que su argumento para atacarla fuese recurrir a esa promesa mutua a estas alturas.