Capítulo 15
1545palabras
2023-01-12 15:07
“Te quedarás en mi casa.", le dijo Benjamin a Elissa fatigada, vendada a la altura de la sien y sentada en una cama de hospital. Una vez ella le contó lo que pasó, el otro se enfadó sobremanera. Elissa quería rebatirle su propuesta, pero como no tenía dónde caerse muerta en aquel momento, no le quedó más remedio que asentir a lo que dijo, con una ligera sonrisa de timidez.
"Lo siento por las molestias...", agregó, pero Benjamin hizo una mueca y bromeó diciendo que estaba contento de tener compañía en su casa.
El médico entró acto seguido con un bloc de notas en la mano, y tras ajustarse las gafas y dedicarle una discreta sonrisa a Benjamin, le preguntó a Elissa que cómo se encontraba. "Mejor, doctor."

“Ya está en condiciones de marcharse; aquí les pongo lo que se tiene que tomar durante aproximadamente dos semanas. Después del tratamiento, con que deje de tomar las medicinas y siga su ritmo de vida normal, no tendrá ningún problema.", recitó el médico jovialmente, mientras arrancaba con cuidado la última hoja del talonario de recetas y se la entregaba a Benjamín. Este le comunicó a Elissa que se fuese arreglando para salir mientras él iba a la farmacia a comprar las cosas.
Una vez ambos terminaron, Raymond ayudó a la mujer a llegar hasta su coche para luego acomodarla en el habitáculo. “Luego iré a recoger tus cosas y, por favor, avísame si te vuelves a sentir mal.”, le recordó mientras mientras se abrochaba el cinturón de seguridad. “Ah, y como ahora vamos a vivir juntos, preferiría que por favor me llamases por mi nombre. No tienes por qué hacerlo si te da mucha vergüenza, ¿eh?", le dijo con guasa, lo cual la hizo reír.
"Lo intentaré, señ... O sea, Benjamin", se corrigió, y sintió una incomodidad súbita al pronunciar su nombre de pila. Benjamin, por su parte, estaba en una nube ante el sonido de su nombre en la boca de la otra. Radiante, arrancó el motor y puso rumbo a su mansión.
A los pocos minutos llegaron a la 'Nectar Villa', la cual Benjamin había adquirido unos años atrás. Antes de que el hombre la comprase, la residencia había estado abandonada durante mucho tiempo, pero la presencia de Raymond la había devuelto a la vida. El dueño de la mansión ayudó a Elissa a bajarse del vehículo con mucho cuidado, e insistió en caminar junto a ella hasta la entrada.
“Puedo andar yo solita.”, afirmó Elissa entre risas, cosa que Benjamin ya sabía; solo lo hacía por aprovechar la oportunidad para cuidar de ella.
Elissa se quedó de piedra al cruzar la enorme puerta. Todo lo que veían sus ojos era  hermoso. Raymond la guio hacia el salón, y le hizo un par de comentarios acerca de los jarrones que ella le había aconsejado cogerse el otro día cuando salieron de comprar. Elissa sonrió.

El salón era tremendamente amplio, dividido en dos mitades por un gigantesco sofá de color blanco. Había una mesa de centro frente a él, apoyada sobre su alfombra pintada a rayas blancas y negras. Dos sillas de color blanco descansaban a cada lado del sofá, y del techo pendía un maravilloso candelabro que coronaba la estancia.
"Es hermoso.", admiró ella, embelesada con la lámpara de araña.
Benjamin estaba igual de hechizado, pero la causa era Elissa, en vez de su propia casa; sonrió para sus adentros, con el corazón en un puño. Luego la llevó arriba para mostrarle el dormitorio en donde se hospedaría ella. Había más de una decena de habitaciones libres. 
“¿No te da miedo vivir en una casa tan grande?”, inquirió Elissa, sin siquiera darse cuenta de que estaba siendo demasiado franca con su jefe.

“Bueno, ahora que hay otra personita por aquí merodeando, me da menos miedo.", aclaró guiñando el ojo. Se detuvo a continuación frente a una habitación y anunció: “Esta es la tuya.  Pero si no te gusta dímelo, que hay más opciones."
Elissa asintió y entró a echar un vistazo.. Se notaba que hacía tiempo que no se utilizaba, dado que había algo de polvo y suciedad por ciertas zonas y rincones. "Llamaré a una criada para que acondicione todo esto." Elissa querría haberse ofrecido para la limpieza, pero sabía que Benjamin no la dejaría.
“Me encanta; muchas gracias, señor... O sea, Benjamin.”, reiteró, dejando escapar una risita incómoda. Todavía le costaba acostumbrarse a eso.
“Ponte cómoda por aquí, que voy a por tus cosas ahora mismo, ¿vale?" Después de eso, Benjamín bajó las escaleras y salió de la casa hasta montarse en el coche, en dirección al piso de la chica.
La recién llegada fue a la cocina y comenzó a rebuscar ingredientes en nevera y despensa. Como había prácticamente de todo, se preguntó si cocinaba allí él mismo siempre con asiduidad o si tal vez había reabastecido los suministros recientemente.
Miró hacia el jardín a través de las ventanas del salón. La vista era sobrecogedora, y le recordó el patio trasero de los Waverly, donde antaña pasó inolvidables ratos con Carson, paseando agarrados de la mano. Los recuerdos le trajeron una sonrisa a su rostro, acompañada del dolor propio de la nostalgia y el despecho.
Pero no quería seguir pensando en él, ahora era el prometido de otra mujer. Pero aunque ciertamente ya no formaba parte de su vida..., lo de olvidarle era más decirlo que hacerlo.
Una hora más tarde llegó Benjamin con sus enseres, y enseguida hizo llamar a la mujer encargada de limpiar su habitación. Elissa estaba preocupada porque todavía no había llamado a su hermano, y temía que Jonathan tratase de contactar con ella con Benjamin allí delante. Sin embargo, este le hizo entrega del móvil y el bolso automáticamente. "Tienes que estar muertita de hambre, ¿verdad? Espera un momento, que te voy a preparar algo así rapidillo.”, dijo, al tiempo mostraba su encantadora sonrisa y se metía en la cocina.
Elissa se sentó en el sofá del salón mientras le limpiaban la habitación, y aprovechó para mandarle un mensaje de texto a Jonathan inquiriéndole sobre si Lia estaba bien. La pequeña había berreado varias veces durante de la noche preguntando por su mamá, y a su hermano no le había costado poco calmarla. Debido a esto, apenas pudo conciliar el sueño. 
Jonathan, sin embargo, respondió que todo iba bien, que había llevado ese mismo día a su sobrina al zoo. La madre no estaba preocupada por la seguridad de Lia, pero sí que no las tenía todas consigo en cuanto al aguante de su hermano para cuidar de ella, dado que no gozaba de una salud plena.
Ya estaba anocheciendo, y el sol se despedía en lontananza. Las encargadas de la limpieza se fueron, habiendo cumplido su cometido, y tras darles las gracias encarecidamente, se dirigió hacia su habitación con ilusión. Ahora sí que estaba impecable, sin nada de telarañas, polvo, pelusas u olor a cerrado. Consideró la opción de deshacer las maletas y colocar sus trastos, pero justo la llamó Benjamin desde la planta baja: “¡La comida está lista, Elissa! ¡Bájate!"
Ella descendió las escaleras con celeridad, y se sorprendió al encontrarse con varios platos poblando la mesa del comedor. "Guau... ¡Menuda pinta tiene todo!”, se maravilló, mientras inhalaba los suntuosos aromas que emanaban de los manjares y la panza le gruñía de avidez. Benjamin le acercó una silla para que la mujer se sentara a comer, y cuando esta lo hizo, la emoción colmó el pecho del anfitrión.
“No tienes que fingir que te gusta solo porque soy tu jefe, ¿eh? Si no te gusta, quiero que me lo digas sin cortarte.”, le recordó Benjamin con un toque de humor.
Elissa dio el primer bocado al pollo al ajillo, y cuando el cocinero viera que la comensal no pudo reprimir un gemido, se maldijo en sus adentros por pensar lo que pensó. Ella no se percató de su reacción, sino que lo felicitó: "¡Te harías famoso si montases algún restaurante, no lo dudo!” Benjamin se alegró de que Elissa se fuese relajando cada vez más ante su presencia, al fin. 
Después de cenar, Benjamin le sirvió un vaso de leche y sus medicinas, de las cuales Elissa casi se olvidaba.
Cuando el hombre volvió de la cocina con una copa de vino en la mano, vio que Elissa estaba buscando pisos, así que se sentó en la silla a su lado y le preguntó: "¿Ya estás buscando piso?"
Elissa apagó el teléfono y respondió: “Eh... Sí, eso es. No quiero quedarme aquí para siempre e importunarte de más, mejor voy mirándome algo ya." Al hombre le molestó esta contestación, pero se cuidó de decir nada. En su momento le aseguró no precipitaría las cosas ni la obligaría a hacer nada en contra de su voluntad, pero ahora ya no tenía tan claro el desenlace de su empresa. Por primera vez en su vida, dudaba de sus propias habilidades para conseguir algo, en este caso conquistar a aquella mujer.
“Ya se ha hecho tarde; voy a subirme ya a la habitación. Que pase buena noche, señor.”, se despidió ella con una sonrisa, antes de subir las escaleras.
Raymond la contempló en silencio mientras bebía vino y ella ascendía, peldaño a peldaño, hasta perderse por el techo.