Capítulo 9
1919palabras
2023-01-09 14:27
Carson estaba trabajando en su portátil dentro de su habitación cuando de pronto escuchó que alguien llamaba a la puerta. Era su madre, así que la invitó a entrar. Hera le visitaba con la intención de discutir su compromiso con Amanda, y su hijo, al percatarse de que iba a decirle importante, se vio obligado a dejar el portátil a un lado y atenderla. "Tengo que hablar de cierta cosa contigo, hijo mío."
Hera quería que se casara cuanto antes con Amanda, en vista de su poderoso estatus social como hija del alcalde que era. La unión beneficiaría a ambas familias, cosa que no ocurriría si desposaba a Elissa. “Ya han pasado meses desde tu compromiso con Amanda, Carson. ¿Cuándo vas a dar el paso?"
Como estaba molesto todavía por lo ocurrido el día anterior con Elissa, lo último que el hombre quería era debatir al respecto de ese tema. “No tengo ganas ni fuerzas para hablar de eso ahora, mamá; me voy a la oficina.”, dijo Carson de manera superficial, al tiempo que recogía su chaqueta de la silla y se la ponía. Hera insistió de nuevo, pero Carson ya había salido por la puerta. La madre dejó escapar un profundo suspiro, y sus hombros se desplomaron. Todo lo que quería era facilitarle la vida a su hijo, que fuese feliz; por eso hizo todo lo que hizo, por despiadado o ruin que pudiese considerarse. Al hacer memoria de sus fechorías, recabó en que el estado de titubeo moral de su hija debía de estar causado por la repentina aparición de Elissa, para variar.
...
En la residencia del alcalde...
"¡¿Qué hacemos ahora, mamá?! ¡Esa perra está tratando de arrebatármelo!”, lloriqueó Amando ante su madre. Kimberly calmó a su hija y le pidió que se sentara a su lado. “Todavía me sigue haciendo el vacío... No entiendo qué le verá a esa buscona.", resopló, cruzando los brazos.
"No te preocupes. Una vez que tu padre regrese del ayuntamiento, le propondré adelantar el tema de tu compromiso con Waverly.”, dijo Kimberly con una sonrisa de complicidad. El rostro de Amanda se iluminó y abrazó a su madre con fuerza.
"¿Cuándo vuelve papá?", preguntó la joven. Tampoco es que tuviese mucha confianza que el susodicho, dado que su trabajo le obligaba a estar la mayor parte del día fuera de casa.
“Pronto.", le aseguró la otra mujer. Mientras Amanda se sentía algo más aliviada y fantaseaba con su matrimonio y la expresión miserable de Elissa, Kimberly tramaba para sus adentros qué debería hacer para deshacerse de Elissa y apartarla de su hija. Después de todo, no solo lo haría por el bien de Amanda sino también por el suyo.
Su hija salió de la habitación para irse de compras, cosa que aprovechó para marcar cierto número de teléfono. "Hola, soy yo. Nos vemos en el sitio de la otra vez.", instruyó a la persona que recibió su llamada, y acto seguido colgó. Jugueteó con el móvil unos segundos, pensativa, mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa maquiavélica.
...
Era domingo, y Carson se dio cuenta de esto demasiado tarde, cuando ya se había plantado en la empresa. No es que no hubiese trabajo los domingos, sino que simplemente no le apetecía ponerse a ello ese día de la semana en concreto. Por lo general, trabajaba incluso los fines de semana y apenas pasaba tiempo en casa, más que nada para no tener que lidiar con Amanda.
Después del divorcio, su forma de ser cambió por completo. Se volvió más frío en general, y adquirió una inusitada adicción al trabajo. Casi le parecía que al irse Elissa de su vida, se llevó con ella la parte más jovial y esperanzadora de su corazón.
Carson decidió ir a ver a Elissa, aunque solo fuera para echarle un breve vistazo y aliviar así las ansias de su alma. Fue en coche hacia el piso de la mujer, y tras aparcar con cierta prisa frente al edificio, subió las escaleras. No quería que ella lo viera, así que iba con cierta precaución para evitar malentendidos y momentos incómodos. Cuando llegó a su puerta, notó que esta estaba entreabierta, y desde ahí pudo escuchar la alegre voz de su ex-mujer. No pudo evitar sonreírse en un principio, pero a medida que se acercaba a la puerta, su sonrisa se desvaneció.
Elissa estaba hablando por teléfono con su hermano. De hecho, llevaba charlando con él y su hija durante más de una hora. "No deberías hacer eso, cariño.", reprendió la mujer a la niña, mientras se reía entre dientes al escuchar por boca de Jonathan que Lia jugaba con el agua de la ducha demasiado tiempo. "¿Puedes hacer caso a tu mamá, por favor?"
“Vaya, Eli, sí que te haces respetar; ha sido mentarte a ti y ha parado como un resorte.", se admiró la voz ligeramente robotizada de Jonathan. “¡Pero bueno, Lia! Ya van tres veces... ¿Vamos a hacer un desfile de moda hoy o qué?", increpó en tono juguetón a la chiquilla, y Elissa los escuchó con calma, dándose cuenta de que los echaba muchísimo de menos.
"¿Has ido ya al médico?"
"Sí, ya vino el viejete a verme y me recetó la medicina, tal y como me pediste.”, le informó el hermano, poniendo los ojos en blanco. No le gustaba ir al hospital, y detestaba estar enfermo, pero Elissa no podía evitar preocuparse por él. A pesar de que en apariencia resultaba lozano y enérgico, ella sabía que era solo una máscara muy bien ensayada. "Vale Eli, tengo que irme, que se me escapa Lia."
Elissa se rió con dulzura. "Vale, ya te llamo mañana. Os quiero muchos a los dos, adiós.”, se despidió, tras lo cual colgó la llamada. Estaba a punto de ir hacia su plato cuando Carson irrumpió de pronto por la puerta del piso y la agarró del brazo. A Elissa por poco le dio un infarto. ¿Qué pintaba ese allí ahora? Entre su estupefacción, susto y ligero miedo, notó que los ojos azules del otro emanaban una ira nunca vista.
La furia de Carson venía causada por la posibilidad de que Elissa tuviese pareja y hasta una hija con dicho hombre. Le atenazó el brazo con tal fuerza, que sus uñas casi le atravesaron la piel a la mujer. ¿Cómo osaba tener un hijo con otro hombre? Estaba ardiendo de ira por la forma en que ella había coqueteado con él por teléfono, todo tan dulce y amoroso. Odiaba el hecho de que la chica hubiera conseguido pasar página después del divorcio, a diferencia de él. Cuando Elissa terminó de hablar, sintió unas ganas tremendas de golpear la pared hasta hacerse sangre, pero en su lugar lo que hizo fue allanar violentamente su morada y forzarla a que lo mirase. Los ojos de Elissa indicaban terror, e cual luego dio paso a la rabia de la indignación.
"¿Con quién hablabas? ¿Ese era tu novio? ¿Habéis tenido una hija juntos?", la interrogó con tono de súplica, sin dejar de asirle del antebrazo.
Elissa le devolvió una mirada amenazante y se quejó: "¡Suéltame el brazo!"
"Respóndeme primero. ¿Tan fácil te ha sido pasar página después de lo nuestro?”, insistió él, penetrándola con los ojos. Elissa siguió tratando liberarse de su agarre con todo su ímpetu, pero no era rival para su fuerza.
“¡No es asunto tuyo con quién hable o deje de hablar, Carson, ni tampoco con quién trabaje o con quién decida hacer mi vida!", le espetó ella, al tiempo que se zafaba de él.
Carson apretó los dientes, dolorido ante sus palabras que hacían de dagas voladoras para su pecho. Tenía toda la razón: no contaba ya con derecho alguno para inquirir sobre sus asuntos privados, sobre todo desde que firmó aquella nefasta solicitud de divorcio. Elissa lo miró fijamente y proclamó con furia: "¡Vete de mi casa, Carson, y no vuelvas nunca más!" Él, alterado a más no poder, trató de contener todas las emociones que amenazaban con desbordarse. No había ido allí para discutir con ella, pero lo último que se esperaba era descubrir que ya se había montado una nueva vida con otro hombre, y hasta estaba empezando a formar una familia sin él. Le dedicó una última mirada llena de dolor iracundo, e inmediatamente salió hacia el rellano. Elissa cerró de un portazo en cuanto hubo cruzado el umbral.
Se asustó muchísimo cuando vio a Carson aparecer por la puerta justo después de haber estado en llamada con Lia, porque quería evitar a toda costa que descubriese la existencia de su hija. Por una vez le vino bien que malinterpretase la situación, como siempre hacía. Se quedó con la incógnita de por qué habría ido a visitarla tan de buenas a primeras, y tampoco sabía cuánto había escuchado de su conversación más reciente con su hermano y Lia.
Se sentó en el sofá, tratando de calmarse mientras se tapabas los ojos con el brazo. Sonrió amargamente al rememorar lo que le había dicho antes el intruso. ¿Que había pasado página? Ni de broma. Él era al único al que había amado, y quizás seguiría siendo así para siempre. Sin embargo, su amor nunca fue correspondido, o al menos eso creía ella... Todas esas promesas, las citas, los besos... todo falso. ¡Ay, qué desgraciada se sintió! Se prometió que no volvería a hacerlo, pero en esas se veía, llorando a lágrima tendida por su ex-marido. "No debería hacer promesas que no puedo cumplir.", murmuró, secándose las lágrimas de las mejillas.
...
Con el corazón roto, frustrado y enojado, Carson terminó sentado en uno de los taburetes de un bar. Llevaba ya había pedido tres cervezas y un par de chupitos, los cuales engulló sin cuidado alguno por su propia integridad ni por la acidez o el ardor que le atacaban en garganta y estómago. "¡Ponme otro!", le exigió al camarero medio gritando. El rostro de Carson cada vez estaba más rojo, y sus ojos lagrimeaban crecientemente. No se le iba de la cabeza la frustración que le causaba que ella hubiera seguid adelante con su vida sin él, hasta el punto de juntarse con otro hombre y engendrar un hijo con él. Soltó un bufido de incrédula rabia y se trinco el tequila de un solo trago. Qué crueldad la de aquella mujer... Quedarse embarazada de otro hombre y parir a su hija y quererla, cuando al hijo que iba a tener con él lo abortó sin pensárselo dos veces. "Dijo que me amaba... Entonces, ¿por qué...?", murmuró y sintió ganas de llorar. El camarero lo miró y se le acercó.
“Señor, creo que ya ha bebido demasiado.”, le aconsejó, pero Carson hizo un gesto con la mano.
"Tráeme más, ¡yo digo cuándo he terminado!" El camarero suspiró, harto de tener que tratar con clientes como aquel. Fue a servirle otro chupito, resignado. Carson no salía de su remolino de emociones negativas: dolido, celoso, enojado, impotente... “Elí…” Le enfurecía la idea de imaginársela con otro hombre y un niño; una familia feliz.
Cuando estaban juntos él siempre le recordaba que era suya, y no lo decía por decir. Por su parte, su corazón siempre le había pertenecido a ella... Pero ya todo se había ido al traste, la había perdido para los restos.
Carson bebió un poco más, y cuando ya no pudo levantar la cabeza, cerró los ojos y dio con su mejilla contra el frío tacto metálico de la barra. Parpadeó lentamente, y dejó que las lágrimas le cayeran por los ojos.