Capítulo 7
1835palabras
2023-01-09 14:24
Hera paseaba de un lado a otro en el salón, cavilando y maquinando. Intentó llamar a Carson, pero no contestaba al teléfono. Se había pasado toda la noche en vela, preocupada ante la idea de que su hijo y Elissa volviesen a reconciliarse. No podía permitir que eso sucediera, así que le pidió ayuda a uno de sus amigos para averiguar dónde residía la dichosa mujerzuela. Apenas le costó media hora encontrar dicho paradera, así que Hera decidió encaminarse hacia allí para dejarle las cosas claras y proteger la integridad y decencia de su hijo y de toda la familia.
...
Mientras se estaba preparando una taza de té de jazmín, Elissa escuchó a alguien llamar al timbre. Bostezando, se dirigió a la puerta, pero casi dio un taspiés al ver que se trataba de la persona que menos esperaba recibir en su casa. Hera se alzó furibunda ante ella, con los ojos entornados igual que hacía su hijo. Elissa suspiró y mantuvo la calma. Dio por sentado que se había espetado allí con motivo de su reciente reencuentro con Carson, pero antes de que pudiera decir algo a ese respecto o cualquier otro, Hera tomó la iniciativa.

“¡No sé ni cómo te atreves a asomar el pelo por esta ciudad otra vez! ¿Ya se te ha olvidado lo que pasó hace tres años?"
Por supuesto que no. Esa escena quedó grabada a fuego en su mente para la posteridad, imborrable por más que intentara erradicarla. Elissa, sin embargo, le lanzó otra pregunta en tono educado: "¿En qué puedo ayudarle?"
Hera le soltó un bufido irónico por pretender no darse por aludida. “Arruinaste la vida de mi hijo y ahora que por fin es feliz con la mujer que ama, vienes tú a volver a boicotearle. ¡No eres más que una vil zángana que se dedica a sembrar el mal!” Elissa cerró los puños con rabia.. "Fijo que quieres el dinero, ese que nos 'dejaste' cuando huiste del hospital, ¿verdad? Si tanto te desvives por mendigar esa calderilla, tú tranquila que yo te lo devuelvo; eso sí, no te quiero ver más por aquí después de eso." Elissa calmó su ira un momento para pensar en lo mucho que debía de odiarle aquella señora como para comportarse así, y asentó la cabeza parra no achantarse ni intimidarse.
Se cruzó de brazos, con un talante entre burlón y humilde, para luego replicar: "Como comprenderá, con ese dinero no tengo ni para empezar.". Hera abrió los ojos con avidez ante el último comentario de la otra.
"¡Lo sabía! Maldita mujerzuela sacacuartos...” En ese momento, Hera escuchó los pasos de alguien que se acercaba hacia ella por la espalda, y cuando se dio la vuelta se dio de bruces con la expresión sombría de Carson. Hera asumió que debió de haber escuchado lo que dijo Elissa, así que formó primero una mueca siniestra de satisfacción, para luego acercarse a Carson adoptando una falsa expresión de inocencia maternal. “Hijo…” Pero Carson levantó la mano para detenerla. Con los ojos fijos en Elissa, no estaba en condiciones de hablar con ella en aquel momento.
El hombre se había enterado del paradero de Elissa y vino a hablar con ella, pero dio la casualidad de que llegó justo a tiempo para escuchar la verdad. Le ordenó a su madre que se fuera, y esta así lo hizo.

"¿Qué acabas de decir hace un momento?", inquirió mientras daba un par de zancadas hacia ella. Elissa trató de mantener una expresión de impasibilidad. Mala suerte la suya por que hubiese escuchado justo ese comentario sarcástico... Pero bueno, tampoco es que le importase ya a estas alturas.
“No me gusta tener que repetir las cosas.”, articuló, y fue a cerrar la puerta, pero Carson interpuso su pierna a modo de bloqueo. Apretando los dientes, la joven imploró: "¿Se puede saber qué quieres, Carson?"
“No puedo creer que seas una mujer tan superficial, Elissa; me decepcionas..." Elissa no pudo contener la sonrisa amarga que le surgió ante esas palabras.
“¿Y a mí que me importa lo que opines tú de mí? Ya no pintas nada en mi vida."

"¿Como has...?"
"Si no tienes nada más que decir, voy a tener que pedirte que te marches.", lo cortó en medio de su oración con fiereza. La mandíbula de Carson casi se partió de la furia, pero tan solo le dedicó una última mirada iracunda antes de dar media vuelta y alejarse echando humo. Elissa cerró al fin la puerta, para así escuchar el frenético alboroto que plagaba su corazón. Se inclinó sobre la puerta con la frente, y una lágrima solitaria cayó desde su ojo hasta el suelo.
Sintió una tremenda punzada de dolor la acusó nuevamente por una vileza impropia de ella. Pensó que debería haber aclarado el malentendido, pero también volvió a repetirse que no tenía sentido. No la creyó en su día cuando ella afirmó una y otra vez que no le había puesto los cuernos, y tampoco la creería con lo del bofetón a Amanda ni con lo que acababa de pasar ahora con su madre.
Se secó las lágrimas con el dorso de la mano y se dijo a sí misma que no valía la pena llorar por él. De hecho, prometió a los cuatro vientos que no lo volvería a hacer de nuevo.
...
Elissa llegó tarde a la empresa, y Benjamin notó la expresión apagada que traía. Además, se sorprendió al verla arribar  fuera de hora, cosa nada habitual en la secretaria.
Benjamín quería preguntarle al respecto, pero sabía que Elissa se sentía incómoda cada vez que se salía del trato meramente formal para ahondar en lo personal, por lo que abandonó esa idea. En su lugar, lo que hizo fue llamarla a su despacho con la excusa de revisar unos documentos que él mismo ya había revisado. Mientras hojeaba los archivos, Elissa no levantó la cabeza en ningún momento, silenciosa y meditabunda. 
"¿Elissa?"
Ella fijó entonces su atención en él de manera abrupta, y se disculpó por estar distraída. Benjamin suspiró y le pidió que tomara asiento, cosa que la otra hizo con cierta reticencia, al tiempo que su lenguaje corporal adoptada esa misma aura de amargura y frustración con la que llevaba desde que hubo llegado al trabajo. Benjamin apartó los documentos a un lado y se acercó levemente hacia ella. "Vamos a cenar fuera."
Desconcertada, Elissa parpadeó repetidas veces mientras procesaba su propuesta. "¿A cenar? ¿Así tan de repente, Sr. Raymond?"
“Me da la sensación que añoras estar en tu casa, Elissa; lo entiendo. Así pues, he decidido que voy a darte el día libre."
La chica se sintió nerviosa y avergonzada. “Lo siento mucho, no era mi intención que..."
"Es una orden, Elissa, y las órdenes se obedecen, que para eso están.”, le regañó con una sonrisa. Ella abrió la boca para rebatirle de nuevo, pero Benjamin ya había el tema por zanjado.
"Puedes marcharte ya."
Elissa estaba a punto de irse a regañadientes, cuando Benjamin agregó: “Ah, y estate preparada para las siete, que iré a recogerte."
Ella asintió y salió del despacho. Recapacitando sobre lo que acababa de ocurrir, siento un fuerte sentimiento de agradecimiento por tener un jefe como Benjamin, tan profesional y amable. Para más inri, su apariencia también presentaba unas virtudes a tener en cuenta, con su rubio cabello, ojos azul turquesa y esa mandíbula varonil cincelada con mármol griego. Cualquier mujer mataría por ser su pareja, y Elissa a veces se planteaba por qué no su corazón aún no deseaba a aquel hombre, con lo perfecto que era.
La explicaba radicaba en la honda herida del susodicho corazón, el cual aún latía a trancas y barrancas en pos de un hombre en concreto. Así, en estado lejos de la pureza de alma, no se atrevía a imaginarse en una relación de un cariz más intenso con Benjamin. Las cicatrices que le dejó Carson eran demasiado profundas, y consideró que nadie podría curarlas.
...
(Siete horas después.)
Elissa ya estaba debidamente ataviada, linda y elegante en su vestido entre el púrpura y el malva. Nada más recibió el aviso de Benjamin, comenzó a bajar las escaleras para acudir a su encuentro. Este la recibió con una encantadora sonrisa y un discreto elogio, para luego abrirle la puerta del coche y montarse ambos dentro. Una vez en el habitáculo, el hombre encendió el motor y condujo hacia el destino que tenían en mente.
"Sr. Raymond... Siento insistir, pero ¿por qué me ha invitado a cenar?", preguntó ella.
“Tómatelo como un regalo, Elissa. Además, creo que te vendrá bien para mejorar esos ánimos.", bromeó.
A los pocos minutos llegaron al restaurante, y el estómago de la muchacha rugió ante el aroma de los deliciosos manjares que allí se gestaban.  Benjamin la guio hacia una mesa reservada, para después ofrecerle asiento caballerosamente. Elissa le dio las gracias otra vez y se sentó con gracilidad. Con los dos ya en la mesa, los camareros les trajeron el menú y sirvieron vino en sus copas a modo de bienvenida. Los ojos de Elissa se abrieron disimuladamente al divisar los exacerbados precios de todos los platos.
“Invito yo, así que aprovecha y pídete toda la carta si quieres.”, bromeó Benjamin, aunque ciertamente le encantaría que Elissa se gastase su dinero a placer, si con esa era feliz. Esta, por su parte, se tomó su tiempo para seleccionar los platos.
"Para mí el pato asado con salsa de guisantes.”, dijo, mientras el mesero anotaba la comanda. “Y de postre, un sundae de brownie. Gracias."
"Lo mismo para mí.", se pronunció Benjamin. Cuando el camarero se hubo ido con una ligera reverencia, el hombre se mofó de ella con ternura: "Oye, ¿eso es lo que tu entiendes por 'pedirte toda la carta'? Si has elegido lo más barato, encima."
Elissa se rió discretamente. "Discúlpeme por el desacato, señor.", replicó, haciendo que Benjamin se carcajease. Tomó un sorbo de vino y miró en derredor, cómoda en la compañía de la que gozaba.
Unos minutos más tarde, el camarero llegó con los platos calientes, y Elissa no pudo evitar soltar un aspaviento ávido ante las delicias que le trajeron a la mesa. "Te dije que deberías haberte pedido más", la increpó Benjamin juguetonamente.
Los dos disfrutaron de su agradable cena durante un rato, pero la diversión no duró todo lo deseado, dado que otra vez les interrumpieron con una desagradable sorpresa.
“¿Os importa si nos unimos?”, irrumpió una conocida voz grave y profunda. Elissa alzó la mirada hacia arriba para ver a Carson cerniéndose sobre ellos, y su ceño se frunció de incomodidad mientras se preguntaba qué pintaba otra vez allí para molestarla. Amanda apareció detrás de él, con la sonrisa más falsa que había visto en su vida.
Benjamin se sorprendió al ver a su amigo, pero al mismo tiempo se alegró. "Por supuesto que no. Sentaos, vamos.”, les apremió a los dos. Elissa ya perdió de nuevo su apetito, y dejó caer los cubiertos sobre el mantel, irritada.