Capítulo 79
1130palabras
2023-02-05 00:01
"Lo siento mucho. No debí haber dicho eso...", se disculpó.
Volvía a emplear la táctica de costumbre para que lo perdonara, pero ya no estaba dispuesta a ceder.
Lo aparté, negándome a besarlo, y reaccionó como si alguna fuerza maligna se hubiera apoderado de él. Aunque opuse resistencia, logró empujarme a la cama. Acariciaba mis senos mientras frotaba la parte inferior de su cuerpo contra el mío.
"Lo siento, lo siento", se disculpaba incesantemente. "Mis palabras fueron un desatino. Admito que he estado un poco irritado esta noche...".
"¡Suéltame!", grité mientras luchaba por liberarme de debajo de su cuerpo, pero seguía chupando mi cuello, insensible a mis súplicas. Recorría mis senos con sus labios y lengua mientras que sus manos se deslizaban por mi cuerpo en un movimiento descendente hasta que finalmente las metió dentro de mi ropa interior.
"No me rechaces", me pidió mientras respiraba pesadamente en mi oído. "No negarás que estabas aguardando este momento, ¿verdad? Esta noche dejarás de ser una niña y te transformarás en una mujer".
¡Aquello era intolerable! ¡Mis sentimientos no le importaban en lo más mínimo!
Aunque yo era plenamente consciente de mi cobardía, su comportamiento compulsivo era prácticamente una violación, así que sentí la imperiosa necesidad de protegerme.
Doblé mis rodillas con todas mis fuerzas y luego le propiné una patada entre las piernas.
Entonces lanzó un grito. De inmediato lo aparté con furia y salté de la cama.
Ciega de ira, corrí instintivamente hacia el tocador y tomé unas tijeras. "¡Lárgate de aquí ahora mismo!", grité mientras apuntaba las tijeras hacia él.
Sentía tanta ira que había hablado con voz ronca.
Al parecer se sentía atemorizado ante mi reacción. Se levantó de la cama agarrándose la adolorida entrepierna. Luego, me dijo con voz temblorosa: "Cálmate. No era mi intención lastimarte, yo... simplemente te quiero tanto".
"¡Lárgate de aquí ahora mismo!", repetí mientras le lanzaba una mirada cargada de odio.
Ahora parecía estar consciente de lo delicada que era aquella situación. Me pedía disculpas una y otra vez mientras una expresión culpable asomaba a su rostro. Por último, abandonó mi casa.
En cuanto salió me fallaron las fuerzas y caí al suelo. Mi sensación de impotencia era enorme; era como si hubiese perdido mi alma.
Jamás imaginé que aquel banquete que había aguardado con tantas ansias pudiera terminar de manera tan imprevista.
Su actitud me había resultado bastante sorprendente, pues no tenía ni sombra de su tradicional amabilidad y consideración; era como si hubiese fingido poseer tales cualidades. Pero yo sabía que en realidad era amable y considerado, pues siempre me trataba con deferencia. Por desgracia, era muy posesivo y todo el tiempo buscaba tener el control.
Pero esta vez su comportamiento realmente me había aterrorizado, así que era necesario poner coto a sus desmanes y abusos.
Me estremecí de miedo al pensar en Tony abalanzándose sobre mí; era algo realmente incómodo, así que traté de apartar de mi mente aquel desagradable pensamiento.
Me sentía cada vez más deprimida. En ese momento me di cuenta de que nuestras personalidades no eran compatibles en absoluto.
Nuestras actitudes eran muy distintas. No era tan amable y considerado como yo suponía. Siempre estaba tratando de imponerme sus propias ideas y solo le importaban sus propios sentimientos. Quería manipularme, poseerme y cambiar mi forma de ser; estaba obsesionado con la idea de hacerme suya.
Pero si no existe respeto mutuo el amor no podrá surgir, y durante todo el tiempo que habíamos pasado juntos me había dado cuenta de que no demostraba el menor respeto hacia mis ideas y opiniones.
Aquello no me gustaba nada. No estaba dispuesta a convertirme en un juguete al que podía manipular a su antojo, pues yo tenía mi propia vida y mis propios sueños; nadie iba a ser mi dueño. No me convertiría en un inanimado títere carente de voluntad propia sometido a su implacable control.
De manera que había llegado el momento de poner fin a nuestra relación.
Pese a que solo tardé unos instantes en tomar aquella drástica decisión, tuve que beber una gran cantidad de alcohol para olvidar el profundo dolor que nuestra separación me causaba.
Así que tomé las últimas 8 latas de cerveza que quedaban en la casa y las bebí en un rincón de la sala de estar.
Nuestra ruptura me hacía sentir muy deprimida.
Fue el primer hombre que me demostró su afecto. Me había tratado bien, me había ayudado con algunos asuntos laborales y se preocupaba por mí. Pero justo cuando empezaba a sentir cierto afecto por él, su comportamiento me había hecho sentir decepcionada.
Las palabras no bastaban para remediar aquella triste situación. Al fin y al cabo, él sabía que había cometido un error que me había hecho sentir enfadada e insatisfecha. Aunque lo había confesado, nunca modificó su conducta.
Todos estos pensamientos negativos se agolpaban en mi mente mientras bebía la cerveza. Gradualmente, el alcohol nublaba mi mente, haciendo que la tristeza que me agobiaba dejara de ser tan intensa.
Suponía que tras haber ingerido alcohol podría conciliar el sueño y olvidar el dolor que me consumía aquella noche. Pero en vez de ello tuve que ir al baño con frecuencia; al parecer había consumido demasiado alcohol. Al final, la puerta del baño se atoró.
Aturdida, me recosté sobre la puerta. Traté de girar la perilla pero la puerta no se abrió a pesar de mis repetidos intentos.
Solté un eructo y, de repente, evoqué el apuesto rostro de Astepon.
Entonces pensé que podría ir al baño en casa de este.
Cuando esa idea se cruzó por mi mente obnubilada por el alcohol, me dirigí a su casa tambaleándome.
"¡Astepon! ¡Astepon!", llamé al llegar, apoyada en la puerta de su casa mientras la golpeaba con fuerza. "¡Abre la puerta; necesito usar tu baño!", grité.
No supe cuánto tiempo debí esperar a que la puerta se abriera. Cuando por fin se abrió, estuve a punto de caerme de bruces pero por fortuna unas manos me sujetaron.
Levanté la cabeza mientras me esforzaba por abrir los ojos. "Gracias, Astepon... ¡Gracias!", dije al tiempo que sonreía ampliamente.
"¿Has estado bebiendo de nuevo?", me preguntó frunciendo el ceño.
Le di un débil empujón mientras trataba de enfocar mis ojos en él y advertí que llevaba el torso desnudo y una toalla alrededor de la cintura.
Estaba de pie junto a él, así que podía percibir con claridad el aroma que exhalaba el gel de baño que se había aplicado. También pude ver su pecho y músculos abdominales claramente definidos.
Sus músculos eran muy seductores; sentía un deseo inmenso de tocarlos.
Con la mente concentrada en esa idea, me lamí mis labios secos y me aproximé a él, sin importarme qué pudiera pensar de mí. Su atractivo cuerpo era lo único que me interesaba.