Capítulo 78
1082palabras
2023-02-04 00:01
Permaneció inmóvil por un momento. Quizás mi furiosa reacción había hecho que se calmara. Soltó mi mano y luego me abrazó.
"Te ruego que me disculpes; no te vayas, por favor", me dijo en tono arrepentido mientras me besaba. "Lo que sucede es que me preocupo demasiado por ti y pierdo mi autodominio".
Su mano acarició mi cintura con suavidad mientras sus labios se movían lentamente hacia mi cuello, "De verdad me gustas, así que odio la idea de perderte. Tengo miedo de que él te aleje de mi lado", declaró.

"Perdóname, por favor", susurró. "Quiero que de ahora en adelante seamos más unidos. Te pido que no te acerques demasiado a otros hombres. ¿Está bien?"
Sus palabras parecían tan sinceras y humildes que no pude rehusarme a aceptar sus disculpas.
Noté que frotaba contra mí la parte inferior de su cuerpo; podía percibir su excitación. Sabía cuáles eran sus intenciones, pero en ese momento no me interesaba acceder a sus pretensiones.
"¡En este momento eso no me apetece!", exclamé al tiempo que lo apartaba de un empujón. "De momento solo quiero que salgamos. Me enteré de que Haisenne también asistiría a la cena. Es mi ídolo; he venido a verla esta noche. Me encantaría conocerla".
Se quedó anonadado durante un rato. Luego, miró hacia abajo y se arregló la ropa; parecía triste.
"De acuerdo", contestó. Respiró hondo, se acercó a mí, me rodeó la cintura con el brazo y añadió: "Te llevaré con ella".

Fiel a su palabra, me llevó a la sala destinada a las celebridades para que la conociera. Sin embargo, había una gran cantidad de personas a su alrededor, así que no pude estar junto a ella y tuve que limitarme a verla desde lejos, de pie. 
Por fortuna, como compensación, Tony se encargó de hacer que su asistente me consiguiera su autógrafo. Para mí era algo muy emocionante poseerlo, así que lo sostuve en la mano mientras la escuchaba disertar sobre el proceso de elaboración de guiones.
Era la primera vez que lograba estar tan cerca de mi ídolo; ansiaba emularla y convertirme en una guionista de renombre.
Haisenne era una curtida guionista que poseía la maravillosa habilidad de transformar las historias más simples en obras que deleitaban a todos. Mientras la escuchaba hablar me sumergía cada vez más en el relato que estaba compartiendo con sus admiradores. No fui consciente de mi entorno hasta que regresé a casa.

Tony me llevó de vuelta a mi casa y al llegar me pidió que le diera un vaso de agua; no me rehusé a ello.
Era la segunda vez que iba a mi casa, pero esta vez se comportaba con más osadía. Entró en mi habitación y me abrazó por detrás mientras yo trataba de ponerme mi pijama.
"Meita", susurró con voz ronca mientras presionaba sus labios contra mis orejas.
"Te quiero", declaró mientras frotaba la parte inferior de su cuerpo contra mis caderas. Pude sentir una masa dura y cálida debajo de la tela de su pantalón.
Me lamió la oreja y luego mordisqueó el lóbulo de la misma, mientras la chupaba con delicadeza. "Ayúdame", suplicó.
Intentó despertar mi lascivia presionando la parte inferior de su cuerpo contra mi cadera, pero en ese momento yo solo pensaba en cuán emocionante había sido tener la oportunidad de ver a Haisenne y no me apetecía sostener relaciones sexuales.
"Tony", dije al tiempo que lo apartaba de un empujón. Luego, me volví hacia él y le dije en tono sereno: "No tengo interés en eso ahora".
"¿Qué dices?", exclamó sorprendido. "Es la segunda vez que rechazas mis avances esta noche".
"Estoy visualizando mi futuro. Anhelo ser una guionista tan brillante como Haisenne. Ansío que mis libretos se conviertan en clásicos que todos conozcan", repuse haciendo un esfuerzo por dominarme.
"De manera que esa es la razón por la cual no quieres tener intimidad conmigo esta noche", declaró con cierta impaciencia. "Pues entonces te diré algo: La experiencia me ha enseñado que para que una película goce del favor del público no es imprescindible que tenga un libreto sensacional; basta con disponer de una buena cantidad de dinero y efectuar una serie de operaciones adecuadas. Si le inyectas dinero suficiente a una película sin duda los críticos se desharán en elogios hacia su libreto", argumentó.
Así que consideraba que el dinero era el único elemento necesario para que un libreto mereciera los elogios del público y de los críticos.
Me burlé de su observación y, mirándolo fijamente con seriedad, reflexioné: "Si el libreto de una película es lo de menos, entonces ¿por qué habría Hollywood de molestarse en premiar a los guionistas más descollantes? ¿Acaso el éxito que ha cosechado Haisenne no obedece a que sus diálogos han logrado conmover el corazón de las personas?"
"Debo admitir que muchos libretos excelentes son fruto de su ingenio. Sin embargo, debes saber que ha sido mucho el dinero que se ha invertido en las películas para las cuales escribe sus libretos. ¿Acaso no te has dado cuenta de que los guiones que ha escrito en años recientes son insulsos? Es el dinero invertido en las películas lo que los hace tan populares. Si quieres ser famosa, entonces puedo mostrarles tus libretos a los inversionistas adecuados y te aseguro que aunque sean pésimos todos recordarán tu trabajo", comentó.
Estaba atónita. Nunca pensé que razonara de esa manera. Por el contrario, creía que se mostraría dispuesto a apoyar aquel gran anhelo mío y que me animaría a hacer mi sueño realidad, pero ahora veía que para él todo se reducía a dinero. Despreciaba el trabajo de un guionista. En su opinión no importaba que un libreto fuera bueno o malo; el dinero era lo que garantizaba el éxito.
Lo miré asombrada, sin poder dar crédito a mis oídos, y me quedé sin habla.
Tal vez percibió mi enfado. Respiró profundamente y luego, con las manos en sus caderas, dijo con suavidad: "Lo que quiero decir es que los sueños y el dinero son dos cosas opuestas. Un buen libreto podría no resultar lucrativo...".
"¡Basta!", lo interrumpí mientras cubría mi frente en ademán de disgusto. "Será mejor que olvidemos este tema porque veo que nuestras apreciaciones son muy diferentes".
"Meita...", me dijo mientras se aproximaba a mí con la intención de abrazarme, pero lo aparté con violencia.
"Vete a casa", le dije mientras lo hacía salir, pero no me obedeció y me tomó en sus brazos al tiempo que sus labios y lengua recorrían mi cuello.