Capítulo 68
1088palabras
2023-01-25 00:01
Resultó ser un gran besador. Guiada por él comenzaba a descubrir poco a poco la belleza y alegría que entraña un beso. La tensión de mi cuerpo desapareció lentamente. Cerré mis ojos y rodeé su cuello con los brazos. Separé mis labios, invitándolo a entrechocar nuestras lenguas.
Nuestros cuerpos estaban entrelazados y nuestra pesada respiración rompía el silencio que reinaba en medio de aquella profunda oscuridad. La excitación que sentíamos crecía a medida que aumentaba la pasión con la que nos besábamos. Me quedé sin aliento.
Nos levantamos de la mesa del comedor y nos besamos hasta llegar a la habitación, a pesar de que chocamos varias veces contra la pared.

Se tendió sobre mí en la cama mientras yo dejaba que sus manos recorrieran mi cuerpo. Tocaba todos los rincones de mi cuerpo, sin dejar de lado las zonas erógenas. Me hacía arder de pasión y estimulaba mi deseo. Sucumbí, soltando un leve gemido debajo de su cuerpo.
Mientras nos besábamos, de repente preguntó con su seductora voz: "¿Qué es ese sonido?"
"No te preocupes", respondí. Agucé el oído y escuché un sonido de vibración proveniente del dormitorio. "Debí haber olvidado apagar cierto dispositivo", expliqué.
Guardó silencio y siguió besándome y tocando cada palmo de mi cuerpo.
¡Vaya! Debía admitir que las caricias de un hombre son una sensación maravillosa. Aquella era la primera vez que tenía ocasión de sostener relaciones sexuales con un hombre, el cual, por fortuna, era muy considerado.
La fortuna me sonreía; todo auguraba una noche maravillosa.

Dejé que me quitara la ropa. Apartó su boca de la mía y deslizó los labios hacia abajo. Podía sentir su lengua en mi cuello. ¡Oh, era una sensación extremadamente agradable!
Jamás había experimentado una emoción semejante. Era como ser sacudida por una débil corriente eléctrica; me sentía entumecida y deseaba gemir.
Aproximó con lentitud sus labios a mi pecho. La verdad era que me embargaba la timidez, pero la oscuridad la ocultaba. Mis senos son hermosos; de hecho son la única parte de mi anatomía de la cual me siento orgullosa. Suponía que le gustarían.
La alcoba estaba tenuemente iluminada. En el momento en que posó sus labios en mis pezones todo mi cuerpo pareció arder en llamas. Chupó uno de mis senos mientras acariciaba el otro con la mano, haciéndome gemir ruidosamente y con gran excitación.

"¡Oh, tus senos son magníficos!", me elogió con su voz ronca.
No pude evitar lanzar un gemido y sonreí. Me froté las piernas con impaciencia; mi cuerpo se contorsionaba bajo su entrepierna y podía sentir claramente su caliente espada presionando mi vientre.
'¡Vaya! La fuente de su virilidad es realmente imponente', pensaba tímidamente para mis adentros.
Todo estaba saliendo a pedir de boca. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de penetrarme, moví mi cuerpo de manera involuntaria, levantando el cobertor accidentalmente.
De repente se escuchó claramente una fuerte vibración en medio de la oscuridad de la noche.
"¿Qué es ese sonido?", se sobresaltó al tiempo que se apartaba de mí y extendía su mano para tomar el vibrador.
¡Maldición! ¿No era ese el sonido del vibrador? ¿Cómo pude haberme olvidado de apagarlo?
Me lamenté para mis adentros. Traté de apagar el vibrador, pero Tony se me adelantó.
"¿Qué d*monios es esto? ¿Un vibrador?", preguntó sorprendido al tomarlo.
Aunque la oscuridad me impedía ver su expresión, suponía que estaba estupefacto.
"Oh, por favor, no le prestes atención", dije. Me levanté, le arrebaté el juguete y lo apagué. Se hizo el silencio en la habitación.
"Esto es... solo un juguete que uso para darme placer", expliqué con cierto embarazo. "Ya lo ves, soy una mujer normal...".
Tony no replicó y mi sonrisa era tensa.
"No te distraigas con esto; continuemos con lo nuestro", le sugerí. Intenté besarlo, pero no mostró el menor interés en ello. Me apartó con delicadeza y me ordenó: "Deshazte de esa cosa".
"¿Qué dices?", me sorprendí. No comprendía por qué armaba tanto alboroto por algo tan insignificante.
"Ya no necesitarás eso", dijo. "Puedo satisfacerte sexualmente cuando lo desees, en cualquier momento y en cualquier lugar".
Debo admitir que me sentía algo enfadada, pues no tenía derecho a hacer con mis pertenencias lo que le viniera en gana. Además, su comentario me había parecido rudo.
"Está bien", le dije tratando de aplacar su enfado. Conteniendo mi ira, le dije con suavidad: "Pero por ahora los conservaré".
"Me temo que no me has comprendido bien", dijo. "Pese a que hasta ahora nuestra relación no es oficial, detesto la idea de tener que compartir tu cuerpo con un objeto mecánico".
¿Compartir mi cuerpo? Un arrebato de ira se apoderó de mí. No imaginaba que diría esas sandeces en aquella ocasión. Me parecía muy plausible que lo hubiese hecho a propósito.
Su comentario apagó de inmediato la llama de pasión que ardía en mí. Contemplé incluso la posibilidad de echarlo fuera.
Probablemente mi silencio le haría percatarse de que mi deseo se había extinguido. Soltó un suspiro, me tomó en sus brazos y me besó de nuevo.
Sentí el impulso de apartarlo de mí, pero sus caricias encendieron mi deseo de nuevo y me entregué a él en silencio.
Envolviéndome, nuevamente estaba a punto de penetrarme. En un ademán nervioso, aferré las sábanas debajo de mí, esperando que llegara el momento cumbre.
Justo cuando creía que por fin iba a tener mi primera experiencia sexual con un hombre de verdad, se detuvo abruptamente y me preguntó: "¿Alguna vez introdujiste esa cosa en tu cuerpo?" 
No daba crédito a mis oídos. Vacilé durante unos instantes antes de responder. "¿Acaso te molesta?"
"No, es solo que... esto es algo extraño", explicó de mala gana. "Quiero que seas solo mía".
'Te resulta difícil aceptar que me satisfaga sexualmente con juguetes. Esa es la razón por la cual te rehúsas a acostarte conmigo, ¿verdad?', pensaba para mis adentros.
Estuve a punto de decir aquellas palabras en voz alta, pero finalmente me contuve, pues sabía que en tal caso seguramente acabaríamos enfrascados en una riña.
Visiblemente agitada, agarré mi cabello y luego me cubrí con la colcha. "Creo que será mejor que te vayas a casa. Ya no me apetece seguir con esto", declaré.
Al parecer no notaba mis sentimientos: "Está bien, vendré mañana por la noche. Tú también puedes visitarme", replicó tras una breve pausa.
No entendía los motivos por los cuales deseaba interrumpir aquellos escarceos. De repente algo había dado al traste con lo que se suponía que iba a ser un encuentro nocturno erótico y electrizante. ¡Y había sido un vibrador!