Capítulo 66
732palabras
2023-01-23 00:01
El viento frío de finales del otoño bramaba bajo el cielo nocturno. Me envolví muy bien en mi abrigo y mi confusa mente se serenó.
Vacilé por un momento antes de decidir que quería que me develara el secreto al que se refería.
El hecho de que estuviera dispuesto a hacerme tal revelación implicaba que Tony había dado su consentimiento, después de todo. Además, quería conocerlo mejor.
"Conocí a Tony hace 10 años. Yo tenía 20 años y él 23", declaró.
Paseábamos por el patio de la planta baja. Yo lo seguía en silencio, escuchándolo.
“En aquellos días Tony tenía una baja autoestima. Pesaba alrededor de 130 kilogramos y debido a su carácter introvertido le costaba trabar amistad con los demás; era sensible y frágil. Su constante temor al fracaso hacía que jamás se esforzara por lograr algo importante", explicó.
Su voz grave resonaba en la noche callada mientras lo escuchaba en silencio. De repente me sentí abrumada por una indescriptible sensación de soledad que oprimía mi pecho.
"Entonces, un buen día, se enteró de Beauty Image Management y tomó la firme decisión de emprender un proceso de transformación radical. En esa época yo aún no era mentor del Proyecto de Embellecimiento, sino un simple pasante. Vi con mis propios ojos su favorable evolución. Pasó de ser un hombre débil, melancólico y e inseguro a convertirse en la persona alegre, segura de sí misma y divertida que es actualmente", observó.
De repente se detuvo, me miró y dijo en tono serio: "A lo largo de todos estos años jamás había mostrado interés en ninguna mujer, pero hace algunos días me comentó que por fin había hallado una chica a la que encontraba atractiva. Y esa chica eres tú".
Aquella declaración hizo que se me cortara la respiración.
"¿De verdad dijo eso?", pregunté nerviosamente.
"Sí, esa fue su afirmación", confirmó mirándome a los ojos y agregó en voz baja: "Nunca lo había visto tan preocupado por el bienestar de una mujer. Si no tuviese interés en ti no le importaría que estuvieras en tu habitación en compañía de un hombre".
Tal vez tenía razón. Quizás se había mostrado impaciente porque se preocupaba por mí.
Probablemente el hecho de que yo jamás hubiese tenido una relación romántica era la razón de su actitud posesiva. Trataba de explicarme a mí misma por qué me sentía tan incómoda cuando se mostraba tan posesivo.
A decir verdad, estaba desconcertada.
Quería enamorarme, anhelaba encontrar el amor; ansiaba saber qué se sentía ser cuidada y mimada por un hombre, pero no sabía cómo debía actuar para lograrlo.
"¿Te sientes confundida?", me preguntó en voz baja.
"Sí", asentí ligeramente. "Ignoro cómo podría enamorarme, yo... estoy tan confusa".
"Relájate", me sugirió. "Prepararé algo que sin duda te ayudará a resolver muchos problemas".
Al día siguiente, tras volver a casa del trabajo, descubrí que me había enviado un paquete.
Al verlo me sentí intrigada, pero tras abrirlo y ver su contenido comprendí por qué me lo había hecho llegar de aquella manera.
Contenía un documento y una USB. El documento ofrecía consejos sobre cómo actuar antes y durante una cita romántica, así como consideraciones sobre si era adecuado tener sexo con la persona con la que tienes una cita, mientras que la USB contenía numerosos videos de carácter sexual.
Me senté en la cama a observar aquellos videos en mi computadora portátil, lo que hizo que mi cuerpo ardiera de deseo.
Recientemente me había obsesionado con la idea de perder peso y convertirme en una mujer hermosa. Hacía mucho tiempo que no satisfacía mis instintos sexuales, pero los gemidos de placer de los vídeos que estaba viendo hicieron que cerrara los ojos y procediera a procurarme placer.
Sin embargo, no lograba excitarme tan rápido como quería, así que tomé algunos de los llamativos juguetes sexuales que guardaba en mi mesita de noche para estimularme.
Aquellos objetos surtieron el efecto deseado: mi cuerpo se derritió gradualmente y me sentí embriagada de placer. Pero justo cuando estaba a punto de llegar al clímax oí el timbre de la puerta.
Aquello fue un baldado de agua fría para mí. De inmediato retiré el juguete eléctrico de mi cuerpo y lo oculté bajo el cobertor. Luego, guardé la computadora. El timbre sonaba incesantemente.
Temerosa de que mi visitante fuese Astepon, corrí al baño para acicalarme, pero al abrir la puerta me encontré con un visitante inesperado.