Capítulo 57
833palabras
2023-01-14 00:01
Sintiéndome algo intranquila, lo aparté. "Buenas... buenas noches. ¡Nos vemos mañana!", dije tartamudeando.
Me volví y eché a correr hacia mi casa. De repente advertí que la puerta de la casa de Astepon estaba abierta. Las luces del interior de la misma me deslumbraron. Sin embargo, no lo vi.
De cierta forma me sentía culpable; la culpa me abrumaba mientras me dirigía a casa. Al llegar, dejé mis cosas, me quité la chaqueta y me sumergí en la tina; sin embargo, aquel sentimiento no me abandonaba.

Me repetía a mí misma que no debía sentirme culpable, pues no me había comportado indebidamente con Astepon, pero seguía sintiéndome inquieta, pues apenas la noche anterior había decidido renunciar a la idea de sostener una relación romántica con él. Sin embargo, Tony me besó frente a su casa.
Tras el baño medicinal en mi mente había un torbellino de sentimientos encontrados. Procedí a realizar mi habitual rutina de cuidado facial, aunque sin lograr apartar de mi pensamiento el recuerdo de aquel beso. Pensaba que lo que me pesaba era el hecho de que no había solicitado la ayuda de Astepon aquella noche.
Así que, a las once de la noche, me envolví en mi bata de baño y me dirigí a su casa sigilosamente como un ladrón.
Las luces de la vivienda seguían encendidas, así que supuse que estaría haciendo algo.
Presioné el timbre y luego apreté la bata de baño que cubría mi cuerpo. Entonces pensé que era un tanto inadecuado que estuviera llamando a la puerta de la casa de un hombre tan apuesto como él en medio de la noche y ataviada solo con una bata de baño.
Pero al cabo de un rato dejé de preocuparme por ello, convencida de que una mujer tan gorda como yo jamás despertaría en los hombres el deseo carnal.

En el momento en que abrió la puerta yo estaba contemplando mis delicados tobillos desnudos, lo cual me distrajo por un momento.
"¿Meita?", dijo él. Por alguna razón que no acertaba a explicar el timbre de su voz era más frío que de costumbre.
Me abracé a mí misma y de repente me estremecí. "Hace mucho frío. ¿Te importa si entramos y conversamos?", le pregunté.
Tras mes y medio de una relación cordial entre ambos, ya había dejado de sentirme tensa y temerosa delante de él, así que ahora me comportaba con desenvoltura y naturalidad.

Me senté en el sofá que había sido testigo mudo de nuestro encuentro oficial, pero en aquella ocasión el motivo de mi presencia era hablar sobre otro hombre con él.
"¿Qué sucede?", me preguntó con frialdad al tiempo que se sentaba a mi izquierda.
Me sentí turbada por un momento. Hice un esfuerzo por encontrar las palabras adecuadas para hacerle mi petición y le dije: "Quiero pedirte un consejo sobre asuntos amorosos".
"¿Te refieres a la relación entre Tony y tú?", me preguntó.
"Sí, así es", reconocí, asintiendo con la cabeza al tiempo que me sonrojaba. "Seguí tu sugerencia y traté de mantener una buena relación con él. Mostró interés en mí, en efecto, pero..."
Me interrumpí, bajé la cabeza y froté mis dedos con timidez. "Cuando intentó besarme sentí el imperioso deseo de huir cuanto antes de allí. Debo admitir que la atmósfera que se respiraba en ese momento era bastante agradable, pero, aunque estábamos solos, me sentía bastante incómoda", proseguí.
Finalmente me volví y lo miré a los ojos. "¿Crees que debería olvidarme de las citas románticas?", le pregunté desilusionada.
"¿Qué sucedió entre ustedes dos?", me preguntó con frialdad mirándome a los ojos.
Hice una breve pausa y luego respondí: "Verás, estábamos sentados juntos y de repente dijo que mis rasgos faciales eran delicados y mis ojos tan hermosos como las estrellas. Finalmente, elogió la belleza de mis labios y se aproximó lentamente a mí..."
"¿Así?", dijo interrumpiéndome, al tiempo que posaba su mano sobre el respaldo del sofá y se acercaba a mí.
Me puse rígida de inmediato y mi respiración se hizo más lenta. ¡Santo Dios!, exclamé para mis adentros. ¿Acaso pretende recrear esa escena? ¿Es eso algo apropiado?, me preguntaba.
"Eres realmente hermosa", me aduló con suavidad mientras me miraba, pero percibí algo diferente en su mirada. Me observó fijamente y acercó con lentitud su rostro al mío. "Quiero que sepas que tus ojos son los más bellos que he visto en mi vida. Son como un lago de aguas cristalinas bajo un cielo tachonado de estrellas; ejercen una atracción fatal", me dijo al oído bajando deliberadamente el tono de voz.
Su voz era ronca y seductora. Mientras hablaba podía sentir su respiración en mi oído, lo que me hizo temblar.
¡Ayúdenme! ¿Qué está haciendo? ¿Por qué está tratando de mostrarme cómo cree que fue el beso entre Tony y yo? La noche anterior me había jurado a mí misma que no me enamoraría de él, pero ahora su actitud hacía que cayera rendida ante sus encantos. Mi timidez hacía que el calor de mi cuerpo aumentara.