Capítulo 20
800palabras
2022-12-08 16:52
Giré abruptamente y choqué contra el amplio pecho de un hombre.
Era Astepon. Estaba de pie detrás de mí, tan cerca que podía oler el débil aroma a gardenias que exhalaba.
"¡Mira, esa mujer se abalanzó sobre aquel hombre a propósito!"
"¡Oh, Dios mío! ¿Acaso ha perdido la razón? Seguramente intenta llamar su atención, ¿verdad?"
"¡Qué mujer tan desvergonzada!"
Pude oír un sinfín de comentarios que hicieron que mi corazón se detuviera y que la sangre se helara en mis venas.
Debía reconocer que Astepon y yo éramos tan diametralmente opuestos como lo son el cielo y el lecho marino. Él era un hombre maravilloso y yo la mujer más insignificante del mundo. Era como el sol que jamás lograría tocar.
Al pensar en ello mi mente pareció apagarse y retrocedí unos cuantos pasos con la cabeza gacha mientras me dirigía silenciosa a un rincón.
"¿Puedo servirle en algo, señor Mantle?", dijo la dependienta en tono adulador.
Lo miré en silencio justo a tiempo para verlo en el momento en que respondía cortésmente: "No, gracias; solo he venido a ver a mi amiga".
"¡Oh! ¿Una amiga suya está aquí, señor Mantle? ¡Es un gran honor!", declaró la dependienta con gran entusiasmo.
"En efecto", respondió mientras asentía con la cabeza.
Súbitamente se volvió hacia mí, tomándome desprevenida.
La luz incandescente que brillaba en el techo iluminaba su camisa blanca, realzando sus finos rasgos. Tomó una camiseta tejida y por un momento la sostuvo entre sus limpios y finos dedos.
"La señora Anthony ha lanzado una espléndida colección Hojas de Otoño este año. Con su paleta de colores naranja y rojo oscuro, un ajuste suave y delicados tejidos de punto, refleja la belleza frágil e intelectual de las mujeres", declaró con voz suave.
"¡Veo que entiende muy bien la filosofía de diseño de la Sra. Anthony!", exclamó la dependienta, gratamente sorprendida. "Esta colección es la Colección Novia de principios de otoño, diseñada por la Sra. Anthony para mujeres jóvenes. Se trata de una colección ideal para lucir en una cita romántica".
"En efecto, es una colección magnífica, pero no se adapta a las necesidades de mi amiga", señaló.
Aquellas palabras hicieron que me sintiera aún más avergonzada y que mi complejo de inferioridad saliera a la superficie. Miré con tristeza mi vientre prominente.
Definitivamente él tenía razón: no era digna de vestir aquellos soberbios atuendos.
Esa ropa solo le sentaría bien a alguien tan seguro de sí mismo y elegante como él.
Era la clase de persona que atraía todas las miradas cuando se hallaba en medio de la multitud.
En cambio, yo era alguien tan humilde e insignificante como una mota de polvo.
Agobiada por aquella situación, sentí deseos de huir de allí a toda prisa.
Estaba convencida de que no merecía estar a su lado.
Pero en el momento en que me volvía para alejarme de allí, agarró mi brazo, me miró sonriente y me preguntó: "Meita, mi querida amiga, ¿te agrada esta ropa?"
"¿Qué? ¿Acaso es usted... Señora, es usted amiga del Sr. Mantle?", exclamó soprendida.
Entonces su comportamiento cambió por completo.
Hacía tan solo unos momentos pretendía lograr que me alejara, pero ahora me lanzaba una sonrisa amable.
La explicación que le había dado Astepon había hecho que depusiera su actitud hostil.
Sin embargo, su pregunta me había puesto a pensar.
Astepon era un hombre magnífico, así que seguramente nadie creería que fuera amigo de una mujer con un aspecto tan lamentable como el que yo ofrecía.
Vacilé antes de responder, preguntándome si sería mejor negar que existía una amistad entre nosotros.
Pero entonces oí su voz profunda y seductora: "Sí, es mi amiga. Vine aquí con la expresa intención de verla", repuso con firmeza.
Al oír aquellas palabras el semblante de la dependienta se demudó y hubo un destello de pánico en sus ojos. Sin embargo, pronto recobró la serenidad.
"Lo siento mucho, señora. Lamento sinceramente que su experiencia aquí no haya sido la mejor. Vuelvo enseguida para ayudarla a elegir la indumentaria adecuada", se disculpó haciendo una reverencia ante mí.
Las palabras no pueden expresar los sentimientos que experimenté en esos momentos.
Me sorprendió gratamente que admitiera que éramos amigos y me impresionó la disculpa sincera que me ofreció la dependienta.
Muchos se habían burlado de mí pero solo unos cuantos se habían disculpado por su hostilidad.
Al parecer todos creen que las personas cuyo aspecto y personalidad se asemejan a los míos merecen ser hostigadas.
Por primera vez en mi vida me sentía verdaderamente respetada y valorada.
Debo admitir que fue una sensación maravillosa, pese a que todo se debió a la presencia de Astepon, que derrochaba tanta confianza en sí mismo y era tan brillante que lograba que yo, una amiga suya cuya apariencia era desastrosa, se hiciera acreedora al respeto de los demás.