Capítulo 16
1003palabras
2022-12-08 15:36
Astepon demostró ser un hombre muy eficiente. Tras su promesa de ayuda, trajo un contrato de su despacho con la intención de que lo firmase.
Demasiado emocionada como para interesarme en los intríngulis del contrato, simplemente procedí a estampar mi firma en él de inmediato.
Una vez que lo firmé le solicité que se hiciera cargo de mi primer cambio de imagen aquella misma noche, a lo cual accedió amablemente.

Esperaba que me llevara a un salón de belleza, pero en vez de ello me pidió que fuéramos a mi casa.
Luego, entró en su despacho. Pude oír vagamente que llamaba a su asistente para pedirle que le llevara algo.
Al cabo de media hora acudió a su llamado. Era una mujer rebosante de salud; su piel era trigueña y su dentadura blanca. Sus brillantes ojos eran de color café, hermosos como la puesta de sol.
Llevaba en la mano un bolso de color plateado, que, supuse, debía contener los elementos que le había pedido entregarle.
Astepon me la presentó y entonces supe que se llamaba Luna Cullen.
Puesto que ya era tarde, nuestra conversación fue breve y pronto los tres nos hallamos frente a la puerta de mi casa.

En cuanto abrí la puerta recordé que en el sofá de la sala reposaban unos cuantos juguetes sexuales eléctricos nuevos, recién desempacados, y que aún no habían sido utilizados. Solía proporcionarme placer a mí misma con esa clase de artilugios.
Puesto que vivía sola, no era necesario que me diera a la tarea de ocultarlos de miradas indiscretas.
Pero ahora que la puerta estaba abierta ambos podían ver la sala, así que ya era demasiado tarde para que corriera al sofá con el fin de esconderlos.
Me sentía muy avergonzada en aquel momento; quería que la tierra se abriera y me tragara. Sin embargo, me esforcé por guardar la compostura y, soportando la tensa atmósfera de aquel momento, me aproximé rápidamente al sofá para cubrir mis juguetes con una manta.

"Les ruego que me disculpen; olvidé hacer la limpieza de la sala", me excusé. Bajé la mirada, pues no me atrevía a mirarlos a los ojos.
"Pierde cuidado", repuso Astepon en tono sereno. "Esos objetos simplemente sirven para satisfacer una necesidad humana común a todos; no tienes que avergonzarte".
Me limité a contemplar nerviosamente mis manos entrelazadas, sin saber qué responder.
"Tiene razón, Meita. No te preocupes por ello", concordó Luna.
Alcé la mirada y observé que ella caminaba hacia mí sonriendo amablemente. 
"Voy a confesarte un secreto", me susurró al oído, "Yo también tengo juguetes sexuales semejantes a los tuyos".
En ese momento me guiñó un ojo con complicidad.
Su actitud comprensiva me ayudó a sentirme más tranquila y la tensión de mi cuerpo desapareció. A continuación, Astepon le pidió a Luna que llenara la bañera de agua y me solicitó que fuera a mi habitación a quitarme la ropa y ponerme una toalla. 
"¿Acaso un baño constituye la primera fase de mi cambio de apariencia?", pregunté desconcertada.
"Así es", respóndió él. Su presencia era tan imponente que no osé oponerme a ello.
"Tranquilízate, Meita; este es solo el primer paso del proceso", dijo Luna desde el baño. "Vamos a ayudarte a renovar tu piel con un tónico especial que la empresa ha desarrollado. Es algo de importancia crucial para ti".
¿Tónico especial? ¿Renovación cutánea? Aquellos términos no me resultaban familiares, por lo que me hacían sentir nerviosa y aprensiva. 
Me dirigí a mi recámara, me desnudé y me envolví en una toalla. Al mirarme en el espejo y verme tan redonda como un delfín enojado, mi complejo de inferioridad volvió a aflorar.
Me veía demasiado gorda; numerosas y desagradables líneas surcaban mi piel. Me atormentaba la idea de que a Astepon le repugnara mi cuerpo. 
Me refugié en mi habitación, deprimida al contemplar en el espejo mi cuerpo lleno de grasa.
"¿Ya estás lista, Meita?", preguntó él desde el otro lado de la puerta.
"¡Solo necesito un par de minutos más!", grité en dirección a la puerta y enseguida me volví hacia el espejo.
"¡Debes ser valiente, Meita!", dije para mis adentros. "¡Estás determinada a darle un vuelco a tu imagen, pero primero debes afrontar tu fealdad! No importa que tu cuerpo le parezca desagradable, pues ya estás acostumbrada a que se burlen de ti".
Me preparé mentalmente para cualquier cosa que pudiera suceder; respiré hondo y tuve la valentía de volverme y dirigirme hacia la puerta de mi habitación.
Había previsto ver a Astepon hacer una mueca de disgusto, pero, soprendentemente, su mirada recorrió mi cuerpo sin que su semblante revelara la menor emoción, y se limitó a pedirme que me acostara en la bañera.
Luna también se comportó con mucha amabilidad cuando vio mi cuerpo, y sin el menor pudor me confesó que había sido ella quien me había bañado y cambiado la noche anterior. 
La actitud serena de ambos me infundió una sensación de tranquilidad.
Obedecí las instrucciones de Astepon y me encaminé hacia el baño. El agua de la bañera tenía un inusual color verde y pude percibir un extraño pero refrescante olor a menta. 
Aquella confusa situación hizo que comenzara a sentirme nerviosa.
"Cálmate; simplemente se trata del tónico especial", dijo Astepon desde la puerta del baño con voz suave y seductora.
Sobresaltada al oír su voz, me volví a mirarlo estupefacta. "Tú, tú, yo, yo...", balbuceé.
"No seas tímida. A partir de ahora permaneceré junto a ti", declaró en tono sereno.
Bañarme frente a un hombre tan apuesto me parecía sumamente emocionante.
En una oportunidad, cuando estaba procurándome placer con uno de aquellos juguetes, había fantaseado con bañarme junto a un hombre en mi tina.
¡Y ahora aquella erótica fantasía estaba a punto de convertirse en realidad!
Mientras estos pensamientos se agolpaban en mi mente, mi cuerpo comienzaba a experimentar una serie de cambios sutiles: inicialmente me sentí sedienta y luego una oleada de calor inundó todo mi ser.
¡No podía creer que estuviera deseando tener un encuentro íntimo con Astepon en ese preciso momento!